Los menores están expuestos a material pornográfico desde edades tempranas, alerta un estudio

24 Jul 2019

La edad media en que los adolescentes se inician en el consumo de pornografía son los 14 años en el caso de los hombres y los 16 en las mujeres; sin embargo, al menos uno de cada cuatro varones ha comenzado a visualizar este tipo de material antes de los 13 y se observa que la edad a la que se comienza a consumir se ha adelantado a los 8 años. Esta situación se ha visto facilitada por la familiaridad con las pantallas y con las búsquedas en Internet.

Esta es una de las preocupantes conclusiones del estudio sobre Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales, llevado a cabo por investigadores del Grupo GIFES de la Universitat de Illes Balears y la Red Jóvenes e Inclusión (alianza estatal de universidades y organizaciones sociales especializadas en la atención a la infancia y la juventud), con el fin de analizar hasta qué punto la nueva pornografía está relacionada con los cambios observados en los últimos años en los hábitos sexuales y formas de relacionarse de los y las adolescentes (esto es: conductas que reproducen estereotipos de género y patrones de desigualdad en las relaciones entre chicas y chicos, tales como el retorno del amor romántico, las dificultades para detectar la violencia de control, la coerción normalizada o la ritualización de las relaciones sexuales, entre otras).

Se trata de la primera investigación de estas dimensiones que contrasta muchas de las hipótesis sobre juventud y pornografía publicadas en la última década. Algunas de estas hipótesis están recogidas en un anterior estudio publicado por el Grupo GIFES bajo el título Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales de adolescentes y jóvenes (Ballester, Orte y Pozo, 2019).

Tal y como señalaban ya en dicho estudio, es innegable el impacto que tiene sobre las conductas sexuales, así como sobre las relaciones de género, la “nueva pornografía” distribuida por Internet. Como veremos a continuación, la familiaridad con prácticas de riesgo, la descontextualización de la sexualidad, la inmediatez, la simplificación de las relaciones interpersonales, y la vinculación con nuevas modalidades de prostitución, convierten a la nueva pornografía en un fenómeno de especial relevancia para la comprensión de las relaciones interpersonales. Este impacto, es especialmente grave sobre los consumidores adolescentes y sus relaciones interpersonales.

Algunos estudios previos revelan que los adolescentes son grandes consumidores de Internet, con prácticas más complejas de lo que se suele afirmar: entre otras cosas, más del 50% de los adolescentes españoles de entre 14 y 17 años suele ver regularmente porno en Internet. Estudios recientes han ido detectando que las primeras experiencias con la nueva pornografía se dan a edades cada vez más tempranas, “con un mayor acceso, más rápido y libre de filtros”.

Todo esto produce que, en la actualidad, ya casi no se consulte a ningún adulto y tampoco cobren tanta importancia los iguales, dado que, para los jóvenes, Internet aporta “respuestas satisfactorias” a sus inquietudes habituales.

La pornografía confirma los roles sexuales convencionales, ofreciendo una imagen estereotipada de hombres y mujeres (cosificación de la mujer), esto puede influir más adelante en las expectativas y actitudes hacia la práctica sexual de las y los adolescentes.

Una de las actitudes que se modifica es la relativa a las prácticas de alto riesgo, es decir, aquellas que pueden tener un impacto negativo sobre la salud. La familiaridad con dichas prácticas en la nueva pornografía, es muy común, alterando la percepción de los y las jóvenes sobre su aceptabilidad. La nueva pornografía muestra e impone un modelo de relación desigual: no solo se muestran situaciones de alto riesgo y violencia de diversos tipos, sino que, como señalábamos con anterioridad, se generalizan estereotipos de género, erróneos y deplorables.

Por tanto, las experiencias de los adolescentes y jóvenes se ven influidas de manera negativa por la nueva pornografía, siendo imprevisibles las consecuencias a medio y largo plazo.

Una de las posibles consecuencias negativas de la exposición a la nueva pornografía es que puede llevar a los adolescentes y jóvenes a creer que deben emular las prácticas que han  observado, un hecho que puede ser preocupante cuando estas actividades que desarrollan o esperan desarrollar, incluyen conductas como sexo sin consentimiento, actividades violentas e ilegales de diversos tipos, prácticas sexuales de riesgo en Internet (sextorsión, ciberacoso, grooming, sexting…), etc. A su vez, la pornografía puede fomentar la prostitución como un medio para “dar salida a conductas impracticables consensuadamente con las parejas”.

Dado lo anterior, el Grupo GIFES señalaba en su estudio la necesidad de cambiar la concepción de la relación de los adolescentes con la pornografía, la sexualidad y las relaciones interpersonales: “si los adolescentes y jóvenes que ven pornografía tienen claras convicciones sobre el sexo seguro, igualitario y consensual, entonces este riesgo no parece ser problemático”.

En línea con la International Guidelines on Sexuality Education: An Evidence Informed Approach to Effective Sex, Relationships and HIV/STI Education, de la UNESCO, afirmaban que la educación sexual debería ser “tan importante como las matemáticas” en las escuelas. Empero, lamentaban que en España, la educación afectivo-sexual sigue siendo un reto en el Sistema Educativo.

La solución a todo lo expuesto, vendría, no con la prohibición de conectarse a las redes, sino mediante un uso adecuado de cómo conectarse, asesorando a los y las jóvenes en un proceso  de educación sexual y afectiva; no censurando, sino creando la capacidad crítica para entender qué significa la pornografía, y abordando este fenómeno desde la perspectiva de la  maduración de las relaciones interpersonales.

En este proceso, manifestaban, es fundamental “implicar a toda la sociedad, especialmente a los servicios de Salud, los educativos y a las familias”. Concretamente, las relaciones  intrafamiliares y los amigos son clave en el desarrollo de los estilos de vida de los adolescentes y el desarrollo social y emocional de los mismos. El estilo parental y el tipo de comunicación en la familia moderan la modalidad de consumo e impacto que Internet tiene en los adolescentes. Por ello, consideraban necesario trabajar con las familias, en entornos escolares y comunitarios, para desarrollar programas preventivos, de tipo socioeducativo.

El nuevo estudio sobre Pornografía y cambios en las relaciones interpersonales, avala todas las hipótesis anteriores. Partiendo del apoyo de la Red de Jóvenes e Inclusión, se ha analizado el impacto de la nueva pornografía distribuida por Internet en adolescentes pertenecientes a siete comunidades españolas. De acuerdo con los datos obtenidos, tras encuestar a 2.500 jóvenes de entre 16 y 29 años, en su mayoría heterosexuales (76,7%), surgen las siguientes conclusiones:

  • La edad media de inicio en el consumo de pornografía son los 14 años entre los adolescentes hombres, los 16 en el caso de las mujeres y los 15 para otras identidades. Sin embargo, al menos uno de cada cuatro varones ha comenzado antes de los 13 y la edad más temprana se anticipa ya a los 8 años. Esta situación se ha visto facilitada por la familiaridad con las pantallas y con las búsquedas en Internet.

  • Se confirma que el consumo de pornografía es mayor en los hombres: el 87% revela haber visto filmaciones de este tipo alguna vez, y cerca de un 30% se consideran “un poco adictos” o “posiblemente adictos”. Según indica el estudio, el público femenino se ha convertido “en un nuevo nicho para el mercado de la denominada industria del sexo”.

  • Los resultados indican que la «búsqueda activa» de estos contenidos es más frecuente en los hombres (el 33,1% busca pornografía y el 62,4% se deja ayudar por los amigos). En el caso de las mujeres, el 34,7% confiesa que la encuentra sin querer y el 17,4% la localiza de forma activa.

    Chicos y chicas conocen el sexo a través del consumo voraz de vídeos de pocos segundos, imágenes en las que no hay comunicación, afectividad o intimidad y que usan para masturbarse (en el 43,9% de los casos), por curiosidad (el 40%) y para aprender (el 25,4%).

  • Se observa que el impacto es mayor entre la población masculina, tanto por los efectos buscados, como por las consecuencias negativas sobre las relaciones interpersonales y de pareja.

    Además, se constata que la nueva pornografía está detrás del aumento de prácticas sexuales de riesgo, es decir, aquellas que pueden tener un impacto negativo sobre la salud: sexo sin precauciones, con diversas parejas, en grupo, con uso de la violencia, etc. De hecho, un 50% de jóvenes reconoce haber incrementado estas prácticas después de consumir pornografía.

  • La nueva pornografía distorsiona también la imagen que mujeres y hombres jóvenes tienen de su mismo género y del opuesto: una de cada cuatro personas encuestadas manifiesta que ha cambiado su percepción de los hombres y de las mujeres.

    Asimismo, es generadora “de una escalada de conductas”, pasando del consumo de imágenes a otras prácticas vinculadas a la prostitución. El 46,7% de hombres afirma haber recibido anuncios de ofertas sexuales y un 4,5% admite haber tenido encuentros o estar dispuestos a pagar por ello. Al menos 300.000 hombres de entre 16 y 29 años reconocen haber tenido contactos sexuales por medio de anuncios en Webs de pornografía. No obstante, casi una cuarte parte no contestan, por lo que, en opinión de los autores del estudio, estas conductas podrían estar más extendidas.

  • El perfil más común es el de un varón heterosexual que se conecta de forma privada desde su teléfono móvil. Accede de forma gratuita a contenidos de alta calidad de imagen, de naturaleza sexista o vejatoria, mientras está expuesto a publicidad de servicios sexuales, bien virtuales o bien físicos en su zona de residencia.

  • La mayoría de adolescentes que «se asoman» a la pornografía no están satisfechos/as con lo que saben sobre sexo. Cerca de un 80% de las y los jóvenes dicen no haber recibido una educación afectivo-sexual satisfactoria o, directamente, no la han tenido en absoluto.

    Esto supone que la información recibida no ha resuelto sus dudas o expectativas, por lo que se han visto impelidos a resolverlas de otro modo y por otras vías. Por ello, 7 de cada 10 acuden a Internet o a otras amistades para resolver esas dudas. Y únicamente un 25% se las plantea a sus progenitores o a otros adultos.

Fuente: Jóvenes e inclusión

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