ILUSIONES VISUALES, OTRA FORMA DE ADAPTACIÓN AL MEDIO
11 May 2006
Alejandro Maiche – Universitat Autònoma de Barcelona
Enric Munar – Universitat de les Illes Balears
Anna Vilaró – Universitat Autònoma de Barcelona
Anna Renner – Universitat Autònoma de Barcelona y Universidad de Amsterdam
En 1978, Stanley Coren y Joan Stern Girgus publicaban Seeing is Deceiving: The Psychology of Visual Illusions, una de las obras más referenciadas en la literatura sobre ilusiones visuales. Sin duda, se trata de un texto ameno en el que se realiza un breve recorrido histórico del estudio de las ilusiones visuales, una clasificación y descripción de un buen número de estas ilusiones y, además, una comprensiva exposición de los marcos explicativos más relevantes. Más allá de esto, el título de la obra es claro en su filosofía: ver es engañoso. El título refiere directamente a una serie de ideas que asumen que las ilusiones perceptivas son fenómenos en los que el percepto difiere de la realidad (física), que son situaciones que no corresponden con la objetividad de las medidas físicas del estímulo y que, por tanto, nos alejan del mundo «real».
Creemos que este tipo de expresiones (engañar, diferir de la verdad, falsedad, etc.) son descripciones dramatizadas de lo que ocurre ante una ilusión visual. Más dramático resulta cuando ese tipo de expresiones se generalizan a la visión, como es el título de la obra de Coren y Girgus aunque es evidente que se trata de una exageración con fines propagandísticos. De no ser así, el lector debería desconfiar de lo que está leyendo e, incluso, podría dudar de que efectivamente esté leyendo en este momento, dado que en ambos casos sus deducciones serían a través de la visión (que nos estaría engañando). Asumimos que estas expresiones resultan de una estrategia de seducción que permite captar la atención del lector, aunque, en muchas ocasiones, es a costa de una gran dosis de inexactitud. La reiteración de expresiones de un determinado tipo, bien lo sabemos en Psicología, lleva a otorgar cada vez mayor certeza a su contenido. En el caso que nos ocupa, se va consolidando la relación ilusión visual y engaño, e incluso entre visión y engaño.
No obstante, muchas ilusiones visuales ocurren habitualmente durante nuestra vida cotidiana. Como ejemplo, veamos la imagen que acompaña este texto (tomada de Rock, 1985).
En ella, se pueden detectar algunas de las ilusiones visuales más conocidas. El perro más cercano a la chimenea parece más grande que el otro (ilusión de Ponzo). La línea que marca la parte superior de la pared de la derecha es la continuación de la recta que marca la parte inferior de la pared de la izquierda, sin embargo, visualmente no parece ser así (ilusión de Poggendorff). El lado inferior de la alfombra, el más cercano al observador, tiene la misma longitud que la línea que marca la parte inferior de la pared del fondo (la de la chimenea), no obstante, la apariencia visual no lleva a esa consecuencia (ilusión de Müller-Lyer, ilusión de Ponzo). El lector que se quiera entretener, puede hallar unas cuantas más.
Fíjese el lector que las creencias perceptivas que se derivan de las ilusiones visuales mencionadas, coinciden exactamente con aquello que concluiría de forma razonada una persona que se hallara en la habitación. Creería que el perro más alejado de la chimenea es más pequeño, que las rectas de las paredes de los lados no forman una continuidad y que la base de la pared del fondo es mucho más larga que el lado de la alfombra más alejado de la chimenea. En definitiva, se aprecia que estas ilusiones no nos engañan en relación a nuestra interacción con el entorno, sino que más bien nos permiten un conocimiento más adecuado con el objetivo de dirigir nuestra conducta.
Todo indica que, para el sistema visual, lo importante no es exactamente la realidad física, sino una descripción del mundo que podríamos denominar como «realidad mental», puesto que tiene el cometido de facilitar la interacción del sujeto con el mundo que lo rodea. Desde esta concepción, los sistemas sensoriales realizan operaciones de transformación, de análisis, de síntesis y de activación de conocimientos, las cuales son operaciones de tratamiento de la información que determinan la percepción. En este sentido, las ilusiones visuales pueden considerarse consecuencias derivadas de dichas operaciones de transformación. Algo así como el «relleno» perfecto para evitar las discontinuidades entre la realidad física y la descripción mental del mundo que nos envuelve.
Algunas de estas ideas ya fueron planteadas en la primera mitad del siglo XX por Egon Brunswick (1903-1955), en el marco del llamado funcionalismo probabilístico. Brunswick distinguía entre estímulo distal y estímulo proximal como forma de operativizar algunos de los conceptos antes mencionados. El estímulo distal está constituido por las características físicas del objeto externo, mientras que el estímulo proximal refiere al estímulo que toma contacto con la persona, es decir, aquellas características del objeto que arriban a las superficies sensoriales y que representan la entrada física del sistema. Brunswick ya indicaba que la similitud entre estímulo distal y percepto es mayor que el parecido entre el estímulo proximal y el percepto. De alguna manera, nuestro procesamiento visual reconstruiría la información contenida en el estímulo proximal con el objetivo de obtener la mayor fidelidad con el estímulo distal.
Estos conceptos son centrales para entender la definición clásica de ilusión, dado que una ilusión supone una diferencia significativa entre el estímulo distal y el percepto (que es, en definitiva, la que nos instala en nuestro entorno). Sin embargo, nuestra concepción indica que un buen número de ilusiones no deben considerarse estrictamente ilusiones, en tanto que no provienen de una diferencia entre el estímulo distal y el precepto. Más bien podríamos decir que hay un buen número de ilusiones que son el producto de un decalage entre el estímulo proximal y el precepto, lo que resulta, hasta cierto punto, adaptativo, puesto que anteriormente ha habido también un decalage entre el estímulo distal y el proximal.
En definitiva, estas ilusiones, más que engaños, son mecanismos para desmontar ciertos engaños. Un claro ejemplo de esto puede apreciarse en una ilusión recientemente descubierta por Shapiro y colaboradores (2004), que se conoce con el nombre de
asincronía inducida. La ilusión puede experimentarse pinchando aquí.Con seguridad, al observar la imagen habréis visto que los círculos internos destellan de manera asincrónica aunque cuando desaparecen los anillos (apretando el botón que aparece debajo de los círculos) podemos ver con claridad que, desde el punto de vista físico, esto no es así. Bien, estamos ante un típico caso de «engaño» (según el título de la obra clásica de Coren y Girgus) y, a la vez, ante un claro ejemplo de que las ilusiones visuales determinan una adaptación a las situaciones de nuestro entorno (como indica nuestro título).
Desde el punto de vista de la descripción física de la realidad, es cierto que los círculos están sincronizados, ya que cuando el de la derecha está en negro, el de la izquierda también (y lo mismo sucede cuando están en blanco). Sin embargo, esta sincronización física del color de los círculos no resulta relevante para el sistema visual (SV) ya que su función es garantizar la supervivencia y facilitar la adaptación al medio. Para ello, el SV necesita percibir los altos contrastes antes que los colores, ya que éstos señalan los bordes de los objetos y, por tanto, constituyen información imprescindible para que el sujeto pueda guiarse en su entorno. Seguramente por esta razón, la apariencia visual de los destellos de los círculos es asincrónica. Lo que verdaderamente es asincrónico son los altos contrastes, ya que uno de los anillos externos es blanco y el otro negro. Por tanto, cuando los dos círculos internos son negros uno tiene contraste máximo y el otro contraste nulo, mientras que esta situación se invierte cuando ambos círculos son blancos.
El percepto final (círculos asincrónicos), se relaciona directamente con la información más relevante para el sistema, es decir, con aquella que garantiza la adaptación al medio. En definitiva y, para seguir con nuestra analogía inicial, la ilusión surge a partir de la transformación que «sufre» el estímulo proximal (círculos sincrónicos), para dar cabida a la información que resulta verdaderamente necesaria para guiar la conducta del sujeto: los altos contrastes. En este sentido, la ilusión de ver los círculos como asincrónicos, lejos de ser un engaño y hasta un drama, no es más que una consecuencia necesaria y en cierta medida, una suerte de nuestra gran capacidad de adaptación al medio.
Ver referencias bibliográficas del artículo.
Sobre los autores… Alejandro Maiche (PhD) Universidad Autónoma de Barcelona Profesor lector del Departamento de Psicología Básica, Evolutiva y de la Educación de la UAB. Realizó su tesis doctoral en el tema «Tiempo de Reacción al Inicio del Movimiento: Un estudio sobre la Percepción de Velocidad». Actualmente dirige el Laboratorio de Percepción y Psicofísica que es parte del Grupo de Investigación en Percepción, Comunicación y Tiempo de la UAB donde actualmente hay varias líneas de investigación en curso (ilusión de flash-lag; ceguera al cambio; detección de mentira mediante técnicas psicofísicas, entre otras). Enric Munar (PhD) Universitat de les Illes Balears Profesor titular de universidad en Psicología de la Percepción en la UIB. Coordinador y autor del libro «Atención y Percepción», Editorial Alianza (1999, reimpreso en 2004). Es miembro del grupo de investigación en Evolución y Cognición Humana de la UIB donde investiga en percepción de la belleza. Es co-autor del articulo «Activation of the prefrontal cortex in the human visual aesthetic perception» (Proceedings of National Academy of Science. New York, 101 (16), pp. 6321-6325) Anna Vilaró Universidad Autónoma de Barcelona Licenciada en Psicología en la UAB (2005). Se empezó a interesar por los temas relacionados con la percepción visual a raíz de las asignaturas de Percepción, movimiento y acción y realizó las prácticas de la licenciatura en torno a las relaciones entre percepción visual y oftalmología, trabajando en el tema de los movimientos oculares. Actualmente es estudiante del Doctorado en Psicología de la percepción, comunicación y tiempo en la UAB y colaboradora permanente del Laboratorio de Percepción y Psicofísica de la UAB. Anna Renner Universidad Autónoma de Barcelona Universidad de Amsterdam Licenciada en Psicología en la Universidad de Ámsterdam (2006). Estudiante Erasmus en la UAB (2005) donde cursó la asignatura Percepción, movimiento y acción, entre otras. El semestre pasado realizó una estancia de investigación en el Laboratorio de Percepción y Psicofísica de la Universidad Autónoma de Barcelona donde comenzó a investigar sobre el fenómeno de ceguera al cambio (change blindness). |