El insomnio puede suponer 11 días de rendimiento laboral perdidos al año, según un informe

23 Abr 2018

Se estima que, aproximadamente, 70 millones de personas en Estados Unidos tienen un trastorno del sueño o experimentan restricciones crónicas del sueño debido al trabajo u otros factores relacionados con el estilo de vida. Esta situación sugiere que los trabajadores estadounidenses están cansados, tienen problemas de salud y su rendimiento no es óptimo. ¿Deberían las organizaciones, por lo tanto, promover unos buenos hábitos de sueño?

Con esta introducción, el Comité para la visibilidad de la Sociedad para la Psicología Industrial y Organizacional (SIOP-Society for Industrial and Organizational Psychology) presenta su nuevo Libro Blanco titulado Sick, Unsafe, and Unproductive: Poor Employee Sleep Is Bad for Business (Enfermo, inseguro e improductivo: la falta de sueño es perjudicial para las empresas), un documento a través del cual se abordan los costes que conlleva la falta de sueño en las organizaciones, se analizan los factores que contribuyen a mantener unos malos hábitos de sueño y se establecen una serie de recomendaciones basadas en la evidencia dirigidas a los empleados y empleadores, con el fin de manejar de forma eficaz estos problemas.

Como bien señalan los autores, el sueño es una necesidad biológica básica y es esencial para mantener nuestra salud física y mental. El hecho de no dormir lo suficiente (es decir, menos de ocho horas para la persona promedio) tiene consecuencias perjudiciales para la salud, la seguridad y el rendimiento a largo plazo de los individuos (Watson et al., 2015). Así, la falta de un sueño suficiente puede reducir la capacidad del cuerpo para combatir las infecciones y se relaciona con enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer, dolor, e incluso mortalidad temprana.

Consecuencias de la falta de sueño en el ámbito laboral

De forma específica, en los últimos años ha aumentado el interés por la importancia del descanso en relación con el ámbito laboral: concretamente, algunos estudios se han centrado en la relación entre el sueño y la productividad (Raphael, 2016), así como la eficacia del liderazgo (Van Dam y van der Helm, 2016).

Se estima que solamente el insomnio (es decir, dificultad para conciliar el sueño o dormir toda la noche) supone aproximadamente 11 días de rendimiento laboral perdido por individuo en un año determinado, lo que se traduce en un coste para el personal laboral estadounidense de 63.200 millones de dólares al año en días de trabajo perdidos (Kessler et al. 2011).

Igualmente, la falta de sueño está relacionada con actitudes de trabajo más negativas y más problemas de salud mental. Por ejemplo, las personas que acuden a trabajar con sueño evalúan de forma más negativa los factores estresantes en el lugar de trabajo (Barber y Budnick, 2015), y pueden alcanzar altas tasas de depresión cuando se mantienen los problemas de sueño (Watson et al., 2015).

En relación con la seguridad en el ámbito laboral, algunos estudios advierten de la relación entre la fatiga y el funcionamiento cognitivo y las habilidades físicas de los empleados, estimando que los problemas de sueño representan el 13% de todas las lesiones laborales, siendo 1,62 veces mayor la probabilidad de lesionarse en el trabajo entre los empleados con problemas de sueño (Uehli, et al., 2014). En el sector sanitario, específicamente, se ha hallado que los médicos residentes que trabajan turnos de 24 horas presentan un 300% más de probabilidad de cometer algún error relacionado con la fatiga, que puede derivar en graves consecuencias para el paciente (Barger et al., 2006).

Por ende, la falta de sueño parece ser un factor de riesgo que contribuye notablemente en las interacciones negativas con los compañeros de trabajo (Barnes, Lucianetti, Bhave, & Christian, 2015), y en los problemas de productividad: el agotamiento consecuente a la falta de sueño puede llevar a los trabajadores a realizar otras tareas que nada tienen que ver con su puesto laboral, por ejemplo, navegar por la Web por asuntos personales (Wagner, Barnes, Lim y Ferris, 2012). Asimismo, según una encuesta nacional estadounidense, el 12% de los empleados afirmó haber llegado tarde a trabajar debido al sueño, y el 29% admitió haberse dormido (National Sleep Foundation, 2008).

Este panorama, plantea serios problemas para el personal laboral, los líderes de equipo y las organizaciones, por ello, el documento hace hincapié en la necesidad de emprender medidas -tanto desde las empresas como entre los empleados-, orientadas a mejorar los hábitos de sueño en estos últimos.

¿Qué pueden hacer las organizaciones para promover hábitos de sueño saludables?

Partiendo de la premisa de que los empleadores pueden ayudar a los trabajadores a mejorar su sueño y, en última instancia, su salud, seguridad y rendimiento, el Libro Blanco expone las siguientes estrategias para ello:

Proporcionar una cobertura de atención médica adecuada e invertir en programas de bienestar. Algunas investigaciones previas indican que las empresas que ofrecen seguros médicos cuentan con empleados más productivos y una mayor capacidad para atraer y retener a trabajadores de alta calidad (O’Brien, 2003). Además, los programas de prevención y bienestar obtienen un fuerte retorno de la inversión: su aplicación disminuye los costes médicos en, aproximadamente, 3,27 $ (unos 2,65 €) y los costes de absentismo disminuyen en aproximadamente 2,73 $ (unos 2,22 €) por cada dólar gastado en tales programas (Baicker, Cutler, & Song, 2010). El acceso a servicios de atención médica asequibles y a recursos de prevención, puede ayudar a los trabajadores a mantener hábitos de sueño saludables, y, consecuentemente, a mejorar posibles problemas de salud subsecuentes a las alteraciones en el sueño.

Ofrecer flexibilidad a los empleados para elegir sus horarios de trabajo. Una programación flexible puede brindar a los trabajadores tiempo y oportunidades para gestionar las demandas no laborales -tales como el cuidado de los niños y las tareas del hogar-, que, de lo contrario, pueden reducir el tiempo de sueño y/o producir tal nivel de estrés que interrumpa la calidad del sueño. Permitir que los empleados eviten horas de mucho tráfico o trabajen desde su casa en días determinados, puede redundar en una mayor cantidad de sueño. Si la flexibilización de horarios no es una opción factible, permita la posibilidad de que los trabajadores decidan qué tipo de tareas pueden realizar en determinados momentos de su turno laboral, de modo que se puedan realizar tareas más complicadas en aquellas horas en las que se encuentren más alerta y menos fatigados.

El liderazgo debe involucrarse en los hábitos de descanso. Los líderes en una empresa deben ser ellos mismos modelos de buenos hábitos de sueño para los empleados (Gunia, Sipos, LoPresti y Adler, 2015), por ejemplo, dejando de enviar de mensajes de correo electrónico a altas horas de la noche y evitando enorgullecerse de dormir poco. Como líderes, también deben alentar comportamientos saludables de sueño y desarrollar de forma proactiva soluciones que reduzcan el estrés laboral y faciliten oportunidades óptimas para dormir (ajustes en la cantidad de tareas, cambios de horarios…).

Permitir descansos y pequeñas siestas en el trabajo. Las siestas breves son especialmente recomendables cuando los empleados trabajan en turnos de noche y cuando la flexibilidad horaria no es una opción. En estos casos, las empresa deberían contar con el tiempo y las instalaciones ideales para descansar en el lugar de trabajo (por ejemplo, espacios frescos, libres de ruidos y en penumbra). Según la Fundación Nacional del Sueño (EE.UU.), los tiempos de siesta de entre 10-20 minutos pueden ser eficaces para aumentar el rendimiento, mientras que siestas más largas pueden ser contraproducentes y hacer que los empleados se encuentren más cansados en el trabajo. Empero, un mayor tiempo invertido en las siestas es recomendable en determinadas situaciones, por ejemplo, cuando un individuo tiene restricciones para dormir o necesita descansar y prepararse para un turno de noche (National Heart, Lung and Blood Institute, 2011). A la hora de implementar esta recomendación de permitir pequeños descansos, es fundamental explicar claramente que, sin menoscabo del horario laboral, la finalidad es contrarrestar la fatiga en caso de necesidad, nunca reemplazar al sueño nocturno normal.

Controlar la telepresencia. Es esencial establecer expectativas claras en relación con el uso de la tecnología, de modo que los empleados no sientan que es necesario responder inmediatamente a todos los correos electrónicos las 24 horas del día. Los trabajadores que experimentan altos niveles de telepresión laboral suelen tener un sueño de peor calidad y sufrir altas tasas de agotamiento laboral (Barber & Santuzzi, 2015).

¿Qué pueden hacer los empleados para mejorar sus hábitos de sueño?

Realizar algo de ejercicio. Una rutina de ejercicio regular puede ayudar a dormir mejor por la noche, y supone un medio excelente para combatir la fatiga, especialmente, cuando se necesita lidiar con el estrés laboral. Sin embargo, es importante evitar realizar el ejercicio poco antes de acostarse, ya que puede dificultar el inicio del sueño (National Heart, Lung and Blood Institute, 2011).

Mantener una constancia. Cuando sea posible, mantener a lo largo de la semana cierta constancia en los horarios de sueño-vigilia en aras de mejorar la cantidad y calidad del sueño, dado que la interrupción de los «ritmos circadianos» puede incrementar la desatención y el cansancio. La mayoría de los adultos necesitan alrededor de siete horas de sueño para sentirse bien, aunque la cantidad exacta difiere según las necesidades individuales de sueño (Watson et al., 2015).

Limitar “la luz azul” emitida por algunos dispositivos después del anochecer. La exposición a la luz azul (teléfonos inteligentes, televisión, lectores electrónicos, computadoras, etc.) por la noche dificulta que el cuerpo se relaje adecuadamente antes de irse a dormir (Gunia, Sipos, LoPresti y Adler, 2015). Se puede limitar esta exposición bien configurando las pantallas para disminuir la emisión, bien optando por otras actividades relajantes que no dependan tanto de la tecnología, como escuchar música o leer un libro.

Evitar trabajar antes de acostarse. Trabajar desde casa por la noche puede interrumpir el sueño si no se pone límites estrictos en este horario de trabajo (Barber & Jenkins, 2013). Pensar en todas las tareas que deben hacerse en el trabajo puede interferir en la capacidad para relajarse en el momento de acostarse. Se recomienda apagar los dispositivos o silenciar las notificaciones relativas con el trabajo antes de ir a dormir (o durante los períodos de descanso).

Limitar el consumo de cafeína a última hora de la tarde. Puesto que la cafeína es un estimulante, tomar productos que la contienen (café, té, chocolate…) puede aumentar el estado de alerta e incluso provocar síntomas de insomnio (National Heart, Lung, and Blood Instituto, 2011). Sin embargo, el uso moderado de cafeína en horas más tempranas del día puede ser eficaz para contrarrestar la fatiga en el ámbito laboral.

El documento se puede descargar desde la página Web de la SIOP, o bien directamente a través del siguiente enlace:

Sick, Unsafe, and Unproductive: Poor Employee Sleep Is Bad for Business

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