La mala salud mental afecta a millones de personas y genera costes económicos de más del 4% del PIB. Un sistema sanitario de salud mental eficaz puede ayudar a las personas a mantener una buena salud mental y conectar a aquellas que lo necesitan con los apoyos adecuados para abordar sus problemas en este ámbito de la salud; sin embargo, se sigue descuidando la atención a la salud mental, la inversión económica es insuficiente y continúan siendo elevados los casos en los que la demanda de atención no ha sido satisfecha. La prolongada crisis de la COVID-19 y el impacto que está generando en la salud mental hace que los Sistemas de Salud Mental cobren ahora más importancia que nunca. Con esta advertencia, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECDOrganisation for Economic Co-operation and Development-) presenta su informe titulado A New Benchmark for Mental Health Systems. Tackling the Social and Economic Costs of Mental Ill-Health (Un nuevo punto de referencia para los sistemas de salud mental. Abordar los costes sociales y económicos de los problemas de salud mental) un documento a través del cual analiza en profundidad las políticas y servicios de salud mental de diversos países, y destaca las reformas recientes que han emprendido para mejorar este ámbito de la salud (por ej., aumentando el acceso a la atención de salud mental, garantizando la participación de los/as usuarios/as de los servicios en la planificación e incluso en la prestación de los mismos o priorizando la integración y la promoción de la salud mental, entre otras medidas). | | Foto: cottonbro Fuente: pexels Fecha descarga: 16/06/2021 |
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Tal y como señala el informe, los problemas de salud mental generan importantes costes personales, sociales y económicos. En este sentido, vivir con un problema de esta índole conlleva dificultades en el ámbito escolar, laboral, y a nivel de salud física. Asimismo, los costes individuales y sociales tienen una clara dimensión económica: hasta el 4,2% del PIB, con más de un tercio de estos costes relacionados con menores tasas de empleo y una productividad laboral reducida. De acuerdo con la OCDE, estos costes podrían evitarse, al menos en parte, con servicios de salud mental eficaces y políticas de salud mental integrales y bien orientadas; a este respecto, el informe pretende erigirse como un punto de referencia para que los países puedan mejorar sus sistemas de salud mental. En esta línea, a lo largo de sus páginas, aborda en detalle las seis características que debe tener un sistema de salud mental de alto rendimiento: – Estar centrado en la persona, centrándose en el individuo que está experimentando problemas de salud mental. – Contar con servicios de salud mental accesibles y de alta calidad. – Adoptar un enfoque integrado y multisectorial de la salud mental. – Prevenir trastornos mentales y promover el bienestar mental. – Tener un liderazgo fuerte y una buena gobernanza. – Ser innovador y tener un enfoque a largo plazo. El documento recoge una serie de conclusiones, entre ellas, las siguientes: Aún persisten brechas importantes en el desempeño de los sistemas de salud mental en diversos países. No obstante, hay países que están a la vanguardia en la implementación de políticas para abordar los costes sociales y económicos de los trastornos mentales. A pesar de que los gobiernos de la OCDE hacen de la atención centrada en la persona una prioridad en sus estrategias de salud mental, casi el 20% de las personas con un problema de salud mental revelan que no han sido tratadas con cortesía y respeto durante su estancia en el hospital. Solo ocho países recopilan información de forma rutinaria sobre las experiencias de las personas y el impacto de la atención a la salud mental.
La atención centrada en la persona es una prioridad en la formulación de políticas en Irlanda. Para mejorar el acceso a los servicios, concretamente a los servicios de salud mental especializados, algunos países han estado marcándose objetivos de tiempo de espera (por ejemplo, en Dinamarca), otros han realizado una mayor financiación económica específica (en el Reino Unido), mientras en otros, como la República Checa, se pone de relieve la evidencia del tratamiento ambulatorio para trastornos mentales graves como una alternativa eficaz y rentable a la atención hospitalaria. Para garantizar sistemas de salud mental más centrados en la persona, es necesario pasar de la simple consulta a los usuarios del servicio, a la implicación total de los usuarios y las usuarias de los servicios de salud mental, trabajando con personas con experiencia en el diseño de dichos servicios.
Si bien parece que la disponibilidad de servicios de salud mental accesibles y de alta calidad está mejorando, la necesidad insatisfecha de atención a la salud mental es un desafío constante en todos los países de la OCDE: el 67% de las personas que demandan atención en salud mental indican dificultades a la hora de obtenerla, y se estima que aquellas con trastornos mentales graves tienen una esperanza de vida mucho menor que la media de la población. Asimismo, los datos disponibles apuntan a una brecha duradera en la necesidad de tratamiento y en el acceso al mismo. En los últimos años, muchos países han realizado esfuerzos importantes para incrementar la disponibilidad de servicios de salud mental, ofreciendo más servicios en entornos comunitarios. Con el fin de satisfacer las necesidades en salud mental, diversos países han aumentado el acceso a las terapias psicológicas -brindadas por un psicólogo-, especialmente en el caso de los trastornos mentales comunes como la depresión y la ansiedad.
La terapia psicológica puede ser una intervención basada en la evidencia para una variedad de problemas de salud mental, desde aquellos que presentan una alta prevalencia como la depresión y la ansiedad, hasta problemas como los trastornos alimentarios, el trastorno obsesivo compulsivo, el trastorno bipolar o la esquizofrenia. Un ejemplo de promoción del acceso a terapias psicológicas es el programa IAPT en Inglaterra.
Con respecto a un enfoque integrado y multisectorial, la integración sistemática de los enfoques de salud mental, educación y empleo sigue siendo la excepción y no la norma. En todos los países, las personas con trastornos mentales presentan menos probabilidad de tener un empleo y su nivel educativo es más bajo que en la población en general. Según indica la OCDE, las políticas de salud mental deben centrarse en promover la salud mental positiva. Promover una buena salud mental y prevenir los trastornos mentales son un punto clave en los sistemas de salud mental de alto rendimiento. Se ha demostrado que los programas o intervenciones diseñados para promover el bienestar mental y prevenir las enfermedades mentales tienen un impacto significativo y son coste-eficaces.
Si bien la tasa de muerte por suicidio está disminuyendo (se ha registrado una reducción de un 21% en los países de la OCDE entre 1998 y 2018), durante la crisis de COVID-19, la prevalencia de ansiedad y depresión se ha duplicado en algunos países, y los/as jóvenes han sido los más afectados/as. De forma específica, los niños y los jóvenes son un objetivo diana en la promoción de la buena salud mental y la prevención de los problemas de salud mental. Países como Finlandia e Islandia se han centrado en la enseñanza de habilidades socioemocionales en las escuelas, mientras que otros como Australia, Noruega y Holanda cuentan programas online para apoyar la salud mental de los y las jóvenes.
Sin embargo, los datos indican que, mientras que el nivel de gasto en atención de salud mental ha aumentado en los países de la OCDE durante la última década, la proporción del gasto total en salud destinada a la salud mental tan sólo ha aumentado significativamente en Grecia. La atención a la salud mental por parte de los gobiernos, la sociedad, las noticias y los medios de comunicación ha aumentado claramente durante la última década. Figuras públicas y celebridades están hablando cada vez más sobre sus experiencias de trastornos mentales. Durante la crisis de la COVID-19, los gobiernos también han priorizado la salud mental como parte de sus planes de respuesta al COVID-19. Reducir el estigma de la salud mental (considerado como una de las barreras más importantes a la hora de buscar ayuda y en la reducción de adherencia al tratamiento) es una prioridad en los países de la OCDE, pero se mide de manera inconsistente a lo largo del tiempo y de forma distinta (distintos indicadores) en cada país. Asimismo, algunos grupos de población son particularmente vulnerables a la mala salud mental, y muchos tienen peores experiencias y resultados y un menor acceso a la atención de la salud mental. Dichos grupos de población varían entre países e incluyen, entre otros, la comunidad LGBTQI +, las poblaciones indígenas, ciertos grupos étnicos, incluidas las minorías étnicas, los adultos mayores y los refugiados. La mayoría de los países de la OCDE han implementado estrategias o planes de salud mental para abordar las necesidades específicas de los distintos grupos de población. Las estrategias dirigidas a niños/as y jóvenes son las más comunes (15 países), seguidas por los adultos mayores y las comunidades LGBTQI + (7 y 8 países, respectivamente).
Los países están haciendo que sus sistemas de salud mental sean más innovadores y centrados en el futuro utilizando nuevos enfoques para el apoyo de la salud mental, como aplicaciones y telemedicina que aumentan el acceso a los servicios, pero un sistema de salud mental innovador y centrado en el futuro también significa garantizar un personal laboral sostenible y tener una sólida infraestructura de datos para realizar un seguimiento y mejorar el rendimiento. En ambas áreas, los países se quedan cortos: por ejemplo, 11 países de la OCDE tienen solo un psicólogo por cada 10.000 habitantes, mientras que todos los países luchan por recopilar un conjunto completo de indicadores de desempeño en salud mental.
De este modo, aunque la COVID-19 ha acelerado la innovación en salud mental, la escasez de mano de obra es un factor limitante para mejorar el desempeño de los sistemas de salud mental.
Se puede acceder al informe a través del siguiente enlace: A New Benchmark for Mental Health Systems : Tackling the Social and Economic Costs of Mental Ill-Health |