La COVID-19 y las enfermedades no transmisibles, la tormenta perfecta – informe de la OMS y la ONU
6 Nov 2020
Se estima que casi una cuarta parte (el 22%) de la población mundial padece una enfermedad preexistente que los hace más vulnerables a la COVID-19; la mayoría de esas enfermedades son enfermedades no transmisibles, como el cáncer, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares o respiratorias crónicas. Así lo advierte el documento de posicionamiento elaborado por expertos y organismos de las Naciones Unidas y de la Organización Mundial de la Salud, en el que se detallan las razones que urgen a adoptar medidas contundentes para hacer frente a las enfermedades no transmisibles como una respuesta integral ante la actual crisis sanitaria. En el documento se ofrecen datos del impacto de la pandemia en la atención a estos grupos de pacientes y en la evolución de la sintomatología, así como se indican las medidas a adoptar a corto y a largo plazo para poder responder eficazmente a este desafío. |
| |||
Según los datos recogidos en el documento de posición, el 75% de los 163 países encuestados informaron que los servicios destinados a la atención de enfermedades no transmisibles se habían visto afectados total o parcialmente debido a la crisis sanitaria. La desigualdad provocada por la pandemia se está haciendo especial eco en el ámbito de las enfermedades no transmisibles, de forma que la COVID-19 y las enfermedades no transmisibles se presentan como una «sindemia» (una pandemia integrada por dos enfermedades que existen simultáneamente y que tienen sinergia entre sí) que está interactuando con las desigualdades sociales y económicas y las está aumentando. El grupo especial que ha redactado el texto muestra su especial preocupación ante el retroceso que pueda significar la pandemia de COVID-19 en el alcance de las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y entre las que se incluye la de reducir la mortalidad prematura por este tipo de patologías. En concreto, los autores del texto dibujan un futuro a corto y a largo plazo desolador, teniendo en cuenta que se prevé que la COVID-19 desencadene la mayor recesión mundial que se haya producido desde la Segunda Guerra Mundial, así como enormes pérdidas de empleos e ingresos, crisis alimentarias y empobrecimiento masivo, afectando especialmente a los grupos más vulnerables a la COVID-19, como los pacientes con enfermedades no transmisibles. La interacción e influencia mutua entre la COVID-19 y las enfermedades no transmisibles es muy elevada. Según se señala en el documento, los estudios científicos más recientes han puesto en evidencia que estas enfermedades y sus factores de riesgo metabólicos, conductuales y ambientales se asocian a una mayor susceptibilidad a la infección por el SARS-CoV-2 y a un aumento del riesgo de desarrollar sintomatología de gravedad de COVID-19 y de fallecimiento. Alternativamente, la pandemia ha afectado negativamente a los recursos destinados al diagnóstico, tratamiento, rehabilitación y cuidados paliativos destinados a estos pacientes, al mismo tiempo que las medidas de confinamiento han supuesto un aumento de los factores de riesgo conductuales para el desarrollo y evolución de las enfermedades no transmisibles. Los estudios muestran que la situación de confinamiento se ha asociado a más inactividad física, mala alimentación y mayor consumo de alcohol. Asimismo, en la medida en que la COVID-19 genera en sí misma complicaciones a medio y a largo plazo a nivel cardiovascular y respiratorio, es esperable que los servicios de atención a enfermedades no transmisibles tengan mayor volumen de demanda y presión asistencial. En definitiva, según se advierte en el texto, la COVID-19 está interactuando con las enfermedades no transmisibles y las desigualdades y ha dado lugar a «la tormenta perfecta» de muerte y sufrimiento evitables. Los expertos señalan qué medidas deben adoptarse urgentemente en los sistemas sanitarios para frenar este daño, tales como:
No obstante, las acciones a adoptar no deben dirigirse exclusivamente al ámbito sanitario, sino que hay que implementar medidas multisectoriales. Así, el documento establece y detalla la hoja de ruta que se debe seguir en el sector sanitario, pero también en otros sectores como la información y los medios de comunicación, la educación, el trabajo, la economía, el medio ambiente o la agricultura, entre otros. Frenar el impacto de la COVID-19 en el aumento de las enfermedades no transmisibles requiere ejercer un liderazgo determinante en muchos sectores, tal y como plantean los expertos, que contemple: la incorporación de medidas de prevención y control de las enfermedades no transmisibles en los planes nacionales de respuesta y recuperación ante la COVID-19; la inclusión de expertos con conocimientos especializados en materia de enfermedades no transmisibles en los grupos especiales de respuesta ante la emergencia sanitaria; la utilización de todas las redes de información y coordinación para la difusión de campañas de concienciación sobre la COVID-19 y las enfermedades no transmisibles; y la participación activa de las personas con enfermedades no transmisibles en el diseño y planificación de los planes de respuesta. Se puede acceder al informe en el siguiente enlace: Hacer frente a las enfermedades no transmisibles durante la pandemia de COVID-19 y después de ella | ||||