Un 50% de las personas con discapacidad afirma que su salud mental se ha visto afectada en mayor medida con la situación generada por la pandemia del COVID-10, derivando en un incremento en el consumo de ansiolíticos y antidepresivos, así como en el aumento de sentimientos de tristeza, aburrimiento, soledad, miedo, baja autoestima, etc., lo que pone de manifiesto que la vuelta a la nueva normalidad requerirá de apoyo psicológico en muchos casos. Esta es una de las conclusiones de un nuevo informe llevado a cabo por investigación Inserta Empleo (plataforma de gestión de empleo para personas con discapacidad) y el observatorio sobre discapacidad y mercado de trabajo (odismet) de Fundación ONCE, a través del cual se analiza la situación de las personas con discapacidad ante la crisis socioeconómica derivada del COVID-19, con el propósito de conocer cómo está afectando la pandemia al colectivo, como grupo especialmente vulnerable, tanto en los indicadores relativos a la salud como en aquellos relacionados con el empleo y la integración sociolaboral. | | Autor: Vlada Karpovich Fuente: pexels Fecha descarga: 03/09/2020 |
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Tal y como señalan sus autores, ante la clara y manifiesta falta de información y datos sobre los efectos que la crisis sanitaria está produciendo entre las personas con discapacidad, es necesario conocer el mapa DISCAPACIDADCOVID-19, a fin de profundizar y analizar tales efectos entre un colectivo especialmente sensible desde el plano social, laboral y sanitario. Para ello, es necesario identificar los nuevos obstáculos y dificultades a las que hacer frente, en aras de desarrollar y diseñar de forma anticipada estrategias que garanticen la inclusión y la calidad de vida del colectivo en la denominada nueva normalidad. El informe recoge una serie de conclusiones sobre el modo en que el COVID-19 está afectando y condicionando a la población con discapacidad en sus distintas esferas vitales, entre ellas las siguientes: De igual modo que en la población general, el 5% de los consultados indica haberse visto afectado por la enfermedad del COVID-19; sin embargo, un 8% señala presentar síntomas y desconoce si ha pasado la enfermedad. Este dato hace que los autores consideren que la prevalencia real entre el colectivo podría elevarse hasta el 13%. A su juicio, dicha mayor prevalencia se vincula con un conjunto poblacional afectado en mayor medida por enfermedades crónicas previas (respiratorias, hipertensión, inmunodepresión, etc.), los denominados grupos de riesgo. Desde que el inicio del confinamiento, si bien un mayoritario 58% manifiesta no haber notado cambios en su estado de salud, un 34% indica que éste ha empeorado. En este sentido, son las mujeres quienes parecen indicar que su salud se ha visto afectada en mayor medida (38,7%), así como los mayores de 45 años (40%) y las personas con discapacidad psicológica y social (41,6%). El punto anterior se ve reforzado con el hecho de que un 34% de los encuestados reconoce haber consumido ansiolíticos y/o antidepresivos durante el periodo de confinamiento. Este porcentaje se eleva exponencialmente hasta el 41,4% para las mujeres, pero, principalmente, entre las personas con discapacidad psicológica y social, incrementándose hasta el 62,4%. El 34% de la muestra consultada indica que su salud física se ha visto mermada durante el estado de alarma, pero es la salud mental la que se ha visto afectada en mayor medida: un 50% revela haber empeorado, lo que ha derivado en el consumo de ansiolíticos y antidepresivos, así como en el incremento de sentimientos de tristeza, aburrimiento, soledad, miedo, baja autoestima, etc. Según el informe, este hecho pone de manifiesto que la vuelta a la nueva normalidad requerirá de apoyo psicológico en muchos casos. El 58% de las personas con discapacidad indica que sus tratamientos y citas médicas se han paralizado, requiriendo retomar ahora dichos procesos. De acuerdo con los datos, todas las medidas de prevención contra el COVID-19 indicadas desde las distintas instituciones han sido adoptadas en gran medida por el colectivo, si bien las que han tenido mayor calado son el lavado frecuente de manos y la distancia social. No obstante, los autores identifican un 16% que no parece cumplir con las medidas necesarias, lo que hace preciso incidir en la peligrosidad y relevancia de las pautas de prevención. Con relación a las actividades realizadas durante el confinamiento, el 80% de las personas con discapacidad encuestadas afirman que se han dedicado a informarse sobre el propio virus. En el 70% de los casos, el tiempo se ha invertido en televisión, redes sociales y escuchar música. Un 37% de los participantes en la encuesta afirma no disponer de ningún tipo de prestación ni recibir ningún ingreso. Concretamente, hasta el 51,6% de las personas en paro afirman no percibir ninguna de las prestaciones señaladas. La situación es más acuciante para las mujeres dado que entre aquellos que no perciben prestación alguna, un 56,2% son mujeres. Un 47,6% tienen discapacidad física y un 16% discapacidad psicológica y social.
Se puede acceder al informe completo desde la página Web de la Confederación Salud Mental España, o bien directamente a través del siguiente enlace: Efectos y consecuencias de la crisis de la COVID-19 entre las personas con discapacidad |