ANSIEDAD Y ATENCIÓN HACIA ESTÍMULOS EMOCIONALES DE VALENCIA NEGATIVA

3 Oct 2006

Joaquín Vaquero, Juan Lupiáñez, Jesús Megias y Alberto Acosta

Universidad de Granada

Hasta los años ochenta del siglo pasado, la Psicología Experimental no se ocupó con éxito del estudio de las relaciones existentes entre los procesos cognitivos y los procesos afectivos. Desde entonces, este ámbito de investigación ha experimentado un extraordinario auge, desentrañando algunas de las influencias mutuas entre procesos básicos como la atención, memoria, aprendizaje o pensamiento y procesos de naturaleza afectiva. Nuestra investigación intenta avanzar en el conocimiento de esas relaciones. De manera más específica, está dirigida a precisar la conexión entre mecanismos de atención y la ansiedad humana.

Los estados afectivos de ansiedad y miedo están relacionados estrechamente con experiencias de amenaza y peligro, y en tales circunstancias de riesgo parece enormemente ventajoso que cualquiera de nosotros (también otros organismos vivos) detectemos inmediatamente la fuente amenazante y realicemos su seguimiento, nos activemos fisiológicamente y nos preparemos para la huida o el ataque, llegando a consumar estas acciones en caso necesario.

 

En algunas personas, sin embargo, ese entramado de mecanismos, que suelen sincronizarse de manera adaptativa y funcional, se activa de manera innecesaria y crónica en circunstancias que no requieren protección. Surgen, entonces, patrones de personalidad ansiosos o problemas de ansiedad.

Numerosos estudios llevados a cabo con tareas de larga tradición en psicología experimental, han señalado el papel en estos desajustes de ciertas peculiaridades en el funcionamiento de nuestros mecanismos atencionales que se producen cuando experimentamos ansiedad. Estas investigaciones inicialmente utilizaban palabras y, más recientemente, han incorporado materiales pictóricos como rostros, dibujos esquemáticos de caras, o diapositivas de contenido diverso. Algunas de estas investigaciones incorporan también la perspectiva diferencial, de manera que administran la misma tarea a un grupo de personas con niveles altos de ansiedad (ansiedad estado, ansiedad-rasgo o trastorno de ansiedad) y a otro grupo de personas con puntuaciones bajas en ansiedad. Por ejemplo, en una de las tareas que más se ha utilizado en este campo, la conocida como tarea «Stroop emocional«, es habitual encontrar que las personas con altos niveles de ansiedad tarden más en nombrar el color de la tinta en la que está escrita una palabra de contenido «amenazante» (p.e. «muerte«), que en nombrar el color en el que aparece escrita una palabra afectivamente neutra (p.e. «casa«), mientras que estas diferencias no se observan cuando la misma tarea la realizan personas que informan niveles bajos de ansiedad. Este patrón de resultados diferencial, muestra que las personas que experimentan ansiedad tienden a dirigir su atención a la información negativa, incluso aunque la tarea no requiera explícitamente atender al significado o valencia afectiva de las palabras. Ese automatismo atencional podría favorecer el mantenimiento de la ansiedad, puesto que prioriza el procesamiento de información amenazante.

Lo que no está claro, de momento, es la naturaleza de esta especie de sesgo atencional hacia lo negativo presente en las personas con altos niveles de ansiedad, que también, a veces, se ha observado en personas que no informan niveles altos de ansiedad. Algunos investigadores sostienen que dicho sesgo se podría explicar por una acción combinada de mecanismos de vigilancia y evitación, de manera que en un primer momento la atención de estas personas se orientaría automáticamente hacia información amenazante, de forma más rápida que hacia cualquier otro tipo de información (estado de vigilancia), pero, tras esta captura atencional inicial, evitarían mantener la atención sobre tal amenaza con el objetivo de minimizar su impacto emocional (mecanismo de evitación). Desde este punto de vista, sería entonces el volcado de atención inicial el que explicaría el sesgo. Sin embargo, otros autores sostienen que el sesgo atencional se debería a una dificultad por parte de las personas con ansiedad para «desenganchar» su atención de la información amenazante una vez ya ha sido atendida.

Para contrastar estos planteamientos, en nuestro estudio utilizamos una tarea experimental que provoca el efecto conocido como «Parpadeo Atencional». El efecto de «Parpadeo atencional» se produce cuando nos presentan una serie de estímulos que se suceden rápidamente (imagínese una serie de palabras presentadas todas en el mismo lugar de la pantalla del ordenador a un ritmo de 10 palabras por segundo). De esa serie de estímulos se nos pide que detectemos uno de ellos. Cuando sólo debemos detectar un único estímulo objetivo lo hacemos con una precisión próxima a la perfección (100% de las veces). Sin embargo, si se nos pide que prestemos atención a otro estímulo previo (E1) de la serie, la detección del Estímulo Objetivo (E2) baja a niveles próximos al azar. Sólo volvemos a detectar el E2 con alta precisión cuando éste se presenta en torno a medio segundo después de atender al estímulo previo o E1. Se considera que ese tiempo de en torno a medio segundo es el que tarda la atención en recuperarse y estar disponible para atender a otro estímulo, es decir, el tiempo en que «parpadea» la atención.

En nuestro estudio, los estímulos utilizados como E1 para producir el parpadeo atencional fueron palabras de valencia afectiva neutra (p.e. puerta), positiva (p.e. felicidad) o negativa (p.e. amenaza), y realizaron la tarea tres grupos de participantes caracterizados, respectivamente, por sus elevadas puntuaciones en ansiedad-rasgo, en ansiedad-rasgo y depresión, o por sus bajas puntuaciones en ansiedad-rasgo y depresión. En nuestro estudio se presentaban diferentes secuencias de 20-30 palabras en una pantalla de ordenador (10 palabras por segundo). Una de las palabras de la serie era la que hemos denominado E1, y otra era el E2 (la palabra «AGUA», que se presentaba en el 50% de las secuencias). En algunos ensayos, la tarea de los participantes consistió tan sólo en detectar la aparición del E2, ignorando por completo el resto de estímulos, incluidos los estímulos emocionales que actuaban como E1. En otras ocasiones, sin embargo, los participantes debían además indicar el valor afectivo de las palabras que actuaron como E1, que siempre precedían en la secuencia a la palabra «AGUA» o E2, y que, como hemos señalado, podían ser neutras, positivas o negativas.

 

De acuerdo con nuestras hipótesis, si el sesgo atencional vinculado a la ansiedad se debiese a un problema de enganche o captura automática, la mera presencia de una palabra de valencia negativa como E1 debería capturar la atención a ese estímulo y deteriorar la detección del E2, incluso cuando no se pida expresamente atender a esa palabra negativa.

En cambio, si el sesgo se origina por dificultades para desenganchar de la información amenazante una vez que ésta es atendida, la aparición de una palabra negativa debería producir su efecto de deteriorar más que las neutras o positivas la detección del E2, pero sólo en el caso de que se pidiese expresamente atender al estímulo emocional (es decir, en la condición en la que los participantes habían de indicar la valencia afectiva de los estímulos que actuaron como E1).

Los resultados revelaron por un lado el típico efecto de «parpadeo atencional», es decir un deterioro en la detección del E2 cuando previamente se había atendido a una palabra que actuaba como E1. Pero este «parpadeo atencional» fue más pronunciado cuando como E1 actuaron palabras negativas que cuando lo hicieron palabras positivas o neutras. Es decir, el deterioro en la percepción del estímulo posterior se produjo de forma más pronunciada cuando previamente se había atendido a una palabra negativa. En cambio, cuando no se pidió atender al estímulo emocional (E1), la percepción de estímulos posteriores (E2) no se vio alterada. Pero, a diferencia de lo que sugerían nuestras hipótesis, este problema de «desenganche» observado no fue específico de las personas con ansiedad, sino que se observó igualmente en personas con baja ansiedad. Parece, por tanto que, cuando debe procesarse una información negativa –en nuestro estudio por las demandas de categorización de valencia–, es más difícil desengancharse de ella, incluso aunque quien la procese no muestre niveles especialmente altos de ansiedad. Desde un punto de vista adaptativo, es razonable suponer que nuestro sistema atencional esté configurado para movilizarse ante cualquier información relevante, y que esa movilización sea más exigente cuando procesa información amenazante. En esos casos, parece tardar más en estar disponible para el procesamiento de nueva información adicional.

La investigación original sobre la que se basa este artículo puede encontrarse en la revista Psicothema: Vaquero, J. M. M., Frese, B., Lupiáñez, J., Megias, J. y Acosta, A. (2006). El efecto de parpadeo atencional: influencia de las palabras negativas en una tarea de categorización de la valencia afectiva. Psicothema, 18 (3), 525-530.

Ver referencias bibliográficas.

Sobre los autores:

Alberto Acosta Mesas es Doctor en Psicología y Profesor Titular de Psicología en el Departamento de Psicología Experimental y Fisiología del Comportamiento, de la Universidad de Granada. En la actualidad imparte docencia de Psicología de la emoción, y dirige junto con Juan Lupiáñez las investigaciones sobre Atención y Emoción del Grupo de Neurociencia Cognitiva de la Universidad de Granada.

Jesús L. Megias es Doctor en Psicología y Profesor Titular del Departamento de Psicología Experimental y Fisiología del Comportamiento, de la Universidad de Granada. En la actualidad participa en proyectos de investigación sobre violencia de género y sobre diferentes aspectos del ámbito de las emociones.

Juan Lupiáñez Castillo es Doctor en Psicología y Profesor Titular de Psicología en el Departamento de Psicología Experimental y Fisiología del Comportamiento, de la Universidad de Granada. En la actualidad dirige varias investigaciones sobre diferentes aspectos de la atención, orientación atencional, control cognitivo, y procesos de preparación o alerta.

Joaquín Manuel Martínez Vaquero es Doctor en Psicología por la Universidad de Granada y actualmente se encuentra de estancia postdoctoral en la Universidad de McMaster, Canadá. Entre sus líneas de investigación se encuentran el aprendizaje inconsciente, la memoria de experiencias traumáticas y los sesgos atencionales hacia información amenazante.

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