En este contexto geopolítico, de incertidumbre en la economía y en la salud pública, el nuevo informe pone de relieve la importancia de mejorar la sanidad, promoviendo sistemas de salud más sólidos y resilientes en Europa.
A continuación, resumimos algunas de las principales conclusiones del informe de la OECD:
Fortalecer la resiliencia del sistema sanitario
La pandemia ha expuesto las debilidades y vulnerabilidades de los sistemas sanitarios, generadas por años de falta de inversión, así como por la insuficiencia de los mecanismos de planificación y coordinación para desarrollar respuestas eficaces a las emergencias de salud pública transfronterizas. La OCDE destaca la necesidad urgente de invertir en los sistemas sanitarios para fortalecer sus cimientos, proteger la salud de las personas y empoderar a los/as profesionales de la salud que trabajan en primera línea. Según estimaciones de la OCDE, los costes de implementar estas inversiones necesarias en prevención, personal sanitario y digitalización del sistema de salud ascenderían a alrededor del 1,4% del PIB antes de la pandemia, en promedio en los países de la OCDE.
Promover una mejor prevención, gestión y tratamiento de las enfermedades no transmisibles
Las enfermedades no transmisibles (ENT) siguen representando el 80% de la carga total de morbilidad en Europa. Maximizar la salud de las personas y minimizar la carga de las ENT son objetivos fundamentales para mitigar los efectos de cualquier crisis sanitaria. Durante la fase aguda de la pandemia, las personas con enfermedades crónicas eran más vulnerables a las complicaciones y tenían más probabilidades de morir a causa de la covid-19, mientras que también experimentaban interrupciones en la atención continua.
Para la OCDE, abordar estas condiciones requiere tanto una mayor prevención como un mejor manejo de las mismas. Según recuerda, históricamente, la inversión en prevención ha sido insuficiente: los datos muestran que, antes de la pandemia, solo alrededor del 3% del gasto en salud en promedio en los países de la UE y la OCDE se asignó a actividades de prevención.
La Organización también está trabajando con los países para medir de manera más sistemática las experiencias y los resultados de las personas con enfermedades crónicas en la atención primaria a través de las Encuestas de indicadores informados por los pacientes (PaRIS). Juntos, los Estados miembros de la UE y los países de la OCDE pueden reducir la carga de las ENTs y esforzarse por alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU y, en particular, el ODS 3.4, cuyo objetivo es reducir la mortalidad prematura relacionada con las ENT en un tercio para 2030.
Prevenir y abordar los desafíos de salud mental después de la pandemia y en el contexto actual de múltiples crisis
La pandemia de la covid-19 ha exacerbado numerosos factores de riesgo asociados con la mala salud mental, debilitando muchos de los factores de protección, lo que ha provocado un empeoramiento sin precedentes de la salud mental y el bienestar de la población, y, en particular, en la de los niños/as, los/as adolescentes y los/as jóvenes de hasta 29 años, entre quienes el impacto ha sido significativo y desproporcionado.
Incluso ya antes de la pandemia, la carga de problemas de salud mental entre los y las jóvenes en Europa era significativa. Según estimaciones del Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME), en 2019, más de uno de cada seis jóvenes en la UE -más de 14 millones de personas- presentaba un problema de salud mental.
Con la aparición de la covid-19, sobrevinieron una serie de medidas de contención, que conllevaron el cierre de escuelas, el aislamiento social, la interrupción de las rutinas y la suspensión de las actividades deportivas, con implicaciones considerables en la salud mental y física de los y las menores en edad escolar y los/as jóvenes. Desde entonces, los casos de ansiedad y depresión se han incrementado significativamente en todos los países de la UE, empeorando con cada ola pandémica.
A este respecto, los datos de la OECD revelan que, mientras que en 2019, la proporción de jóvenes que reportaron síntomas de depresión era más baja que la media de la población, entre los años 2020 y 2021, se registró un cambio, observándose cómo la proporción de jóvenes que informaron de síntomas de depresión durante este período se incrementó considerablemente en casi todos los países europeos, llegando a duplicarse con creces en comparación con la media de población en varios de ellos.
A modo de ejemplo, en tres países nórdicos, Islandia, Suecia y Noruega, más de uno de cada tres jóvenes reportó síntomas de depresión en este período de tiempo, mientras que antes de la pandemia informaron de estos síntomas alrededor de uno de cada nueve. España, concretamente, se situó en 2020 como el quinto país con mayor porcentaje de jóvenes con depresión (35,3%), por detrás de Noruega, Suecia, Austria e Islandia, y el segundo con más porcentaje de adultos con depresión (22,5%) por detrás de Austria.
Según alerta la OECD en su informe, la pandemia claramente ha cobrado un alto precio entre los jóvenes . El alto coste en su salud mental y bienestar se evidencia aún más por un aumento alarmante en las tasas informadas de ideación suicida (pensamientos suicidas). Si bien todavía no hay indicios de que las tasas de muerte por suicidio entre los jóvenes hayan aumentado en toda Europa desde el comienzo de la pandemia, considera de vital importancia que se refuercen las medidas de prevención del suicidio y que se controlen de cerca las tasas de muerte por suicidio.
En la misma línea, hay una creciente evidencia de que muchos y muchas jóvenes con condiciones específicas, como trastornos alimentarios, experimentaron un empeoramiento de sus síntomas. La pandemia, y en particular los períodos prolongados y repetidos de confinamiento, pueden haber exacerbado los trastornos alimentarios a causa de una mayor angustia mental, rutinas interrumpidas, acceso reducido a la atención y el tratamiento, etc.
Los datos apuntan también a un aumento potencial de la incidencia de trastornos alimentarios. Aunque la proporción de jóvenes con síntomas de un trastorno alimentario ya había aumentado en los años previos a la pandemia, esta tendencia parece haberse acelerado desde su aparición.
Asimismo, esta situación de emergencia ha puesto de relieve los vínculos entre ingresos, desigualdad y salud mental. Los y las jóvenes en circunstancias económicas precarias, las mujeres jóvenes y los jóvenes en riesgo de exclusión (por orientación sexual, estatus migratorio y raza/etnia) estuvieron en mayor riesgo de problemas de salud mental durante el transcurso de la pandemia.
Por otro lado, la OECD alerta de que, en las primeras etapas de la pandemia, las vías tradicionales de detección, derivación y tratamiento de los problemas de salud mental se vieron gravemente afectadas. Las medidas implementadas para contener la pandemia no solo afectaron negativamente a la prevención e identificación de problemas de salud mental, sino que también a su tratamiento, limitando la capacidad de brindar servicios presenciales. Según un informe de la OMS publicado en 2020, un tercio (33%) de los países europeos informó de una interrupción total o parcial en, al menos, el 75% de las intervenciones/servicios específicos relacionados con la salud mental, viéndose interrumpidos parcial o completamente los servicios destinados a niños y adolescentes, en el 72% de los casos.
De igual modo, el menor número hospitalizaciones por motivos de salud mental creó una presión adicional sobre los servicios ambulatorios. Para la OCDE, esta reducción de ingresos hospitalarios sería positiva si se asociase con un mayor apoyo comunitario y servicios ambulatorios, sin embargo, lamenta, la gran reducción de las estancias hospitalarias no se ha visto compensada por un mayor apoyo de la comunidad.
Para tratar de garantizar la continuidad de la atención en salud mental, muchos países (alrededor del 70% según datos de la OMS), reconfiguraron rápidamente la prestación, brindándola a distancia, vía online o telefónica.
Así, la creciente demanda de apoyo en salud mental, combinada con las interrupciones en la prestación de atención durante la pandemia, desafió a unos servicios de salud mental que ya estaban sobrecargados, resultando en aumentos en las listas de esperas (de más de 90 días) y necesidades de atención insatisfechas que han ido en aumento: alrededor del 50% de los y las jóvenes europeos/as de entre 18 y 29 años, informaron de necesidades insatisfechas por parte de los servicios de atención a la salud mental entre la primavera de 2021 y la de 2022.
Dadas las preocupantes consecuencias del impacto de la pandemia en la salud mental de los/as jóvenes, las graves interrupciones en los servicios en este ámbito de la salud y los indicios de que la necesidad de atención está aumentando en algunos países, sumado todo ello a la aparición de nuevos problemas que están afectando también a la salud mental (como el aumento del coste de la vida, el impacto de la guerra en Ucrania o el cambio climático), la OECD considera prioritario que los países garanticen la disponibilidad de apoyo adecuado para quienes lo necesitan, manifestando que proporcionar un apoyo adecuado, accesible y asequible puede marcar la diferencia para muchos ciudadanos de la UE que se sienten ansiosos, deprimidos o que presentan problemas psicológicos.
En este sentido, destaca en su informe la importancia de un enfoque intersectorial para proteger y cuidar la salud mental de los/as jóvenes, afirmando que muchos de los factores protectores para una buena salud mental van más allá del alcance de los sistemas de salud, y las políticas de empleo, educación y protección social desempeñan un papel trascendental en la promoción de una buena salud mental.
Tal y como indica el documento, los países europeos han tomado medidas para mitigar las consecuencias de la pandemia en la salud mental de los y las jóvenes, por lo general, mediante el fortalecimiento de los esfuerzos de prevención y promoción y/o la ampliación del apoyo a la salud mental. Muchos de ellos han reforzado el apoyo psicológico y social y de salud mental para los y las menores y los/as jóvenes en las escuelas.