Datos del estudio europeo EU-Kinds Online revelan que España tiene el porcentaje más elevado de uso problemático de Internet entre los/as menores de 9 a 16 años; concretamente, estudios españoles señalan que el 13% de los niños/as y jóvenes de 12 a 21 años presentan ciberadicción, y el 32% están en situación de riesgo. Por su parte, la OCU advierte de que los/as jóvenes de 16-17 años que pasan demasiado tiempo conectados a Internet sufren efectos negativos en algunos de los aspectos de su vida, principalmente, problemas de sueño; cambios de humor; ansiedad y ataques de ira; ansiedad social; acoso presencial; problemas de rendimiento académico y ciberbullying.
Estos son algunos de los preocupantes datos expuestos por Maite Garaigordobil Landazábal, Catedrática de Psicología de la UPV, en el marco de la II Jornada de Salud Mental en Contextos Educativos, celebrada el pasado 14 de febrero por las organizaciones estatales firmantes del manifiesto por el Bienestar de la Comunidad Educativa -entre ellas, el Consejo General de la Psicología-, con el propósito de analizar y debatir los factores que afectan a la salud mental y al bienestar del profesorado, alumnado y sus familias, así como reclamar, desde el rigor científico y profesional, aquellas medidas que consideran necesarias para promover una mejor salud mental en los contextos educativos.

Comenzó su ponencia definiendo el uso problemático de Internet y las redes sociales como «un patrón de comportamiento relacionado con el uso de las tecnologías, caracterizado por síntomas similares a la adicción, que genera dificultades significativas en la vida cotidiana, dificultades que pueden afectar negativamente a aspectos emocionales, sociales, académicos, laborales, etc., así como a la salud física y mental», y destacó las cuatro características clave de esta problemática:
- Un uso excesivo y prolongado que interfiere con las responsabilidades diarias, como el estudio, el trabajo, las relaciones familiares y sociales, etc.
- Dependencia y compulsión: necesidad persistente de estar conectado/a, de usar redes sociales, acompañado de ansiedad o irritabilidad cuando no es posible.
- Falta de control: incapacidad para limitar el tiempo o la frecuencia de uso, aun reconociendo los efectos perjudiciales.
- Impacto negativo: consecuencias visibles como aislamiento social, bajo rendimiento académico, trastornos del sueño, problemas de autoestima, aumento del estrés…
Garaigordobil expuso una serie de datos preocupantes sobre la prevalencia de uso problemático de redes e Internet entre los/as menores
Tras una revisión de los últimos 15 años sobre la prevalencia del uso problemático de Internet y las redes sociales, Garaigordobil expuso una serie de datos bastante preocupantes:
- Según concluye el proyecto EU-Kids Online, el 30% de los y las menores europeos/as de 9 a 16 años, ha experimentado una o más formas de uso problemático de Internet. Datos relativos a un estudio con adolescentes pertenecientes a 7 países europeos (entre ellos, España), muestran una variabilidad entre países con relación al comportamiento disfuncional en Internet, registrando prevalencias del 7,9% en Islandia hasta el 22,8% en nuestro país, presentando el porcentaje más alto.
- Con respecto a los estudios llevados a cabo en España, se observa que el 13% de los/as niños/as y jóvenes de 12 a 21 años presentan ciberadicción, y el 32% están en situación de riesgo. A partir de una muestra de niños/as y adolescentes de 10 a 16 años de centros de atención primaria, se detecta que el 38,8% presenta uso problemático de Internet, con mayor proporción entre las chicas (46,3% vs 31,8% los chicos) y entre los 15-16 años (48,6% vs 36,8% entre los 13-14). De hecho, el último informe ESTUDES 2024, indica que el 20,5% de los/as chicos/as de 14 a 18 años realiza un posible uso problemático de Internet.
- Por su parte, los datos recogidos por UNICEF en su informe de 2021, pertenecientes a una muestra de adolescentes de educación secundaria de entre 11 y 18 años, evidencian el impacto de las tecnologías en la adolescencia. De acuerdo con este informe, el 98,5% de los/as adolescentes están inscritos en, al menos, una red social; el 58,4% se van a la cama con la Tablet o el móvil; el 33,0% presenta un uso problemático de Internet; el 22,5% ha sufrido ciberbullying; un 21,5% ha quedado físicamente con desconocidos/as («con el riesgo que esto conlleva»); un 9,8% ha recibido propuestas de índole sexual por parte de un/a adulto/a; un 8,0% practicó sexting activo y un 4,7% ha accedido a la Dark Web.
- Según datos de la OCU, más de la mitad de los y las jóvenes de 16-17 años pasan demasiado tiempo conectados a Internet y creen que esto afecta negativamente a algunos de los aspectos de su vida: el 64% presentan problemas de sueño; el 58% cambios de humor; el 48% ansiedad y ataques de ira; el 33% ansiedad social; el 31% acoso presencial; el 22% problemas de rendimiento académico y el 13% sufre o ha sufrido ciberbullying.
- En la misma línea, la encuesta de seguridad digital realizada por MICROSOFT en 2024, con más de 16.000 padres y adolescentes en 17 países, advierte de que el 67% ha experimentado un riesgo el año pasado; el 50% ha sufrido desinformación de Fake News; el 35% ha participado en discursos de odio; el 34% ha visionado situaciones de violencia extrema; el 20% ha padecido ciberbullying; el 14% ha estado en contacto con páginas que fomentan autolesiones y suicidios; el 14% ha recibido peticiones sexuales y el 8% ha observado situaciones de abuso y explotación infantil.
Riesgos del mundo digital y sus efectos negativos en el desarrollo y la salud mental infanto-juvenil
Reconociendo que el uso de Internet y las redes sociales puede tener muchísimos beneficios tanto para los/as adultos/as como para los/as menores, siendo una fuente de entretenimiento y de aprendizaje, así como un instrumento de socialización, Garaigordobil destacó también los múltiples riesgos-peligros del mundo digital y sus efectos negativos en el desarrollo y la salud mental infanto-juvenil.
Con respecto a la salud mental, se ha relacionado con síntomas de estrés, ansiedad, depresión, e incluso autolesiones, ideación suicida y suicidio. También con problemas psicosomáticos, trastornos del sueño, consumo de sustancias, trastornos relacionados con el déficit de atención e hiperactividad, trastorno obsesivo-compulsivo, adicciones a los videojuegos, a los juegos de azar, a la pornografía, a las compras, etc.
Otros riesgos asociados con el uso de TICS son: el fenómeno FOMO (fear of missing out) que es el miedo a estar conectado y no enterarse de lo que está sucediendo o quedar excluidos/as; el vamping, que consiste en permanecer muchas horas durante la noche navegando por la Red (esto supone la pérdida de muchas horas de sueño, lo que afecta al rendimiento académico y puede aumentar los síntomas de ansiedad y depresión); el incremento de conductas violentas (de ciberacoso -tanto victimización como perpetración-, acoso digital en las relaciones de pareja o hacia el profesorado, participación en discursos de odio, etc.).

También aparición de conductas de riesgo (como la participación en determinadas conductas o retos virales que pueden ser peligrosos y producir la muerte por imprudencia); exposición a muchos contenidos inadecuados (relacionados con discursos de odio, imágenes o videos de violencia extrema, páginas web que fomentan las autolesiones, el suicidio o los trastornos de conducta alimentaria, desinformación…); contenidos que promueven el culto al cuerpo y un concepto de belleza idealizados, con influencers que presentan modelos estéticos corporales irreales y estereotipados, que están manipulados en muchas ocasiones mediante inteligencia artificial y/o filtros (esto puede provocar problemas como dismorfia corporal, trastornos de la conducta alimentaria o vigorexia); mayor riesgo de sufrir sexting o sextorsión, grooming, abuso sexual y suplantación de identidad.
De igual modo, la experta alertó del efecto negativo que produce la exposición temprana y prolongada a las pantallas en el desarrollo cerebral, concretamente, en la corteza prefrontal, una parte crucial que se desarrolla de forma tardía (su maduración se extiende hasta los 20 o 25 años) y tiene «a su cargo muchas funciones complejas que, consecuentemente, también se ven afectadas», relacionadas con el pensamiento abstracto, con la capacidad de razonar, reflexionar y tomar decisiones, con el autocontrol de la conducta, etc.
Como bien indicó, algunas de las consecuencias de una conexión prolongada son: la pérdida de muchas experiencias vitales absolutamente relevantes para el desarrollo motriz, sensorial, de la inteligencia, de la creatividad, de las competencias sociales y emocionales, etc.; el desarrollo de problemas físicos (algunos estudios evidencian que el uso abusivo de Internet y las redes sociales genera problemas de cuello y espalda, de articulaciones y/o problemas oculares); impacto muy negativo en el desarrollo intelectual y en el rendimiento académico, y aparición de problemas emocionales (por ej., síntomas de ansiedad y depresión),así como aislamiento social.
Se puso de relieve aquí el rol crucial de los factores protectores, tanto personales (habilidades de resolución de problemas, autoestima, optimismo, autocontrol, alfabetización digital…), como sociales (apoyo social, cohesión familiar y comunicación y diálogo familiar positivo, conexión con la escuela y ambiente positivo en el aula…), y, sobre todo, la importancia de trabajarlos en los programas de prevención.
En la misma línea, dada la alta prevalencia de menores con problemas en el manejo de las nuevas tecnologías, señaló la necesidad de detectar de forma temprana los riesgos digitales, aportando una serie de indicadores para identificarlos, entre ellos, los siguientes: baja autoestima, comparación y aislamiento social, descenso en el rendimiento académico, síntomas físicos (psicosomáticos, alimentarios, fatiga visual, sedentarismo), alteraciones de sueño, gran cantidad de tiempo dedicado a las pantallas (más de 5 horas al día), irritabilidad, agresividad, baja tolerancia a la frustración, ansiedad, estrés, conductas depresivas o estado de ánimo fluctuante. Asimismo, recogió un listado de instrumentos de evaluación que se pueden aplicar en contextos educativos para detectar este tipo de problemáticas.
Es clave implementar en los centros educativos y, desde edades tempranas, programas para fomentar el desarrollo socioemocional y de alfabetización digital
Tal y como afirmó, tanto la prevención como la intervención deben ser “un esfuerzo cooperativo y sinérgico entre los centros educativos, las familias, los gobiernos, las empresas tecnológicas y también los contextos clínicos terapéuticos cuando ya esos problemas se han producido”.
En este sentido, desde los centros educativos, además de evaluar, resaltó la trascendencia de implementar dos tipos de intervenciones: programas para fomentar el desarrollo socioemocional e incorporar, de manera sistemática y, desde edades tempranas, programas para enseñar el uso adecuado de Internet y redes sociales.
Contar con programas de desarrollo socioemocional en los centros educativos implicaría desarrollar competencias sociales y emocionales, como la capacidad de comunicación, la conducta prosocial, la asertividad, la resolución de conflictos de manera positiva, adaptativa y constructiva, la capacidad para detectar y eliminar estereotipos y prejuicios, para identificar emociones en uno/a mismo/a y en los demás, y la capacidad para expresar y regular de forma adecuada las emociones.
Sin embargo, a pesar de la importancia de promover desde edades tempranas todos estos programas basados en la evidencia, Garaigordobil lamentó que, todavía, son muy pocos centros educativos los que los desarrollan.
Por otro lado, subrayó el papel fundamental que puede desempeñar el contexto familiar en el desarrollo y el mantenimiento de la conducta social positiva y también para la educación emocional y digital. En este sentido, algunos estudios indican que, a mayor conciencia parental digital y mejores relaciones entre los padres, hay una menor adicción a juegos digitales por parte de los/as menores. Además, cuanta más percepción tienen los padres de los riesgos de las TIC, mayor uso de estrategias de mediación parental. Por el contrario: cuando hay poco control parental de lo que hacen sus hijos en Internet, más adicción presentan los/as menores.
El contexto familiar tiene un papel fundamental en la prevención de estas conductas
Para la experta, la solución es educar para prevenir. Desde la familia se pueden realizar actividades fuera de las pantallas; involucrarse en el uso de Internet con los hijos/as, controlando el tiempo de uso y contenidos; educar en el control de uso de imágenes; supervisar el ordenador, el móvil y las cuentas; hablar sobre los beneficios y riesgos de las TIC, y, muy importante: promover mecanismos de autoprotección, enseñándoles habilidades digitales y ser modelos en el uso adecuado de las TIC.
Con relación a la prevención desde la sociedad y, especialmente, desde los gobiernos, Garaigordobil puso de manifiesto la necesidad de una mayor inversión económica para poner en marcha más recursos educativos (por ej., talleres de alfabetización digital), la relevancia de consolidar la regulación legal de los problemas de Internet y redes y normativas de ciberseguridad, abogando por políticas y legislaciones a nivel local, nacional e internacional, y de obligar a las tecnológicas a controlar los problemas que los menores se encuentran cuando usan Internet y RRSS (por ej., moderando contenidos mediante la IA).
Por último, en lo referente a la intervención desde el contexto clínico cuando el/la menor ya presenta un problema importante con las TIC, incidió en la importancia de realizar una evaluación psicológica en profundidad para detectar objetivos terapéuticos, diseñar el programa de intervención en base a esos objetivos, implementar ese tratamiento y, posteriormente, evaluar su eficacia. En la misma línea, indicó los enfoques terapéuticos que «más respaldo científico han recibido para abordar los problemas relacionados con el uso problemático de Internet y las redes sociales», y que son la terapia cognitivo-conductual, la terapia basada en la aceptación y el compromiso, el mindfulness y la regulación emocional, la psicoeducación y terapia familiar, la terapia de grupo y programas de apoyo, y los modelos de intervención motivacional.