Uso de la ciencia psicológica para combatir la información errónea sobre la salud
19 Ene 2024

La información errónea se propaga rápidamente a través de las redes sociales y otras plataformas online, lo que plantea riesgos para la salud individual y el bienestar social. Así lo advierte la Asociación Americana de Psicología (APA-American Psychological Association) en una declaración de consenso, a través de la cual pone de relieve el papel de la ciencia psicológica disponible para combatir y contrarrestar la desinformación, especialmente, en relación con la salud, analizando la evidencia disponible y brindando una serie de recomendaciones específicas orientadas a tal fin.

Tal y como señala la Asociación, existe una preocupación generalizada en torno a los riesgos que puede entrañar la desinformación tanto para la salud como para el bienestar y la vida cívica. En términos generales, la desinformación puede promover la discordia al aumentar la polarización política y erosionar la confianza en la democracia, los medios de comunicación y las autoridades de salud pública.

combatir la información errónea

Fuente: freepik. Autor: freepik. Fecha: 15/01/24

Para conocer el impacto de la desinformación sobre salud es necesario conocer los factores psicológicos que la impulsan

Para comprender plenamente el impacto de la desinformación sanitaria en nuestros días, la APA considera necesario conocer los factores psicológicos que la impulsan en general: las cualidades que nos hacen propensos a creerla y compartirla, las ‘palancas’ de manipulación utilizadas por quienes las crean y los efectos de red inducidos por el panorama político y mediático actual. Utilizando estos conocimientos, los psicólogos y psicólogas han desarrollado y probado una amplia gama de métodos para abordar y contrarrestar la información errónea, muchos de los cuales se examinan en este informe.

A este respecto, en los últimos años, han proliferado las investigaciones sobre la Psicología de la desinformación; sin embargo, aún quedan muchas preguntas sobre cómo y por qué se difunde la información errónea, de qué modo afecta al comportamiento y cuáles son las mejores estrategias para contrarrestarla de forma efectiva.

Dar una respuesta eficaz a estas preguntas depende, en parte, de qué se entiende por desinformación. Su definición puede abarcar desde noticias falsas (fake news), hasta teorías de la conspiración, campañas de desinformación, propaganda y reportajes sesgados. Existe un consenso cada vez mayor en que es mejor evitar el término “noticias falsas” como término general, debido a su falta de especificidad y al hecho de que se ha convertido en un término altamente politizado.

Hay desinformación cuando se detecta evidencia de manipulación, independientemente de la fuente, su intención o si se han verificado los hechos

En su documento, la APA centra esta definición en el grado en que un titular o afirmación muestra evidencia de manipulación, independientemente de la fuente del artículo, su intención o si se han verificado los hechos.

La desinformación se ha descrito como un daño global, si bien es difícil determinar la cantidad de información errónea que encuentran las personas. Las estimaciones indican que representa entre el 0,2% y el 29% del consumo general de noticias, aunque este porcentaje puede ser mayor para determinadas áreas de contenido o temas específicos como la salud (cuya información errónea suele ser más frecuente en las redes sociales).  

El problema con las estimaciones actuales es que tienden a ser específicas de cada plataforma, limitadas a información textual (frente a imágenes y/o videos), basadas en datos públicos limitados e insensibles al hecho de que suelen dirigirse a algunos grupos de forma desproporcionada (por ej., grupos raciales, políticos…). A este respecto, y con el fin de contar con más información, la Asociación pone de relieve la necesidad de emprender estudios a gran escala en entornos del mundo real en diferentes plataformas de redes sociales.

¿Qué factores psicológicos facilitan la influencia de la desinformación?

De acuerdo con los expertos, es difícil detectar información falsa. Son varios los factores que pueden aumentar la susceptibilidad a la desinformación. En este sentido, es más probable que las personas crean en la información errónea si proviene de fuentes internas del grupo que de fuentes externas al grupo, o si consideran que la fuente es creíble. El contenido emocional de la información errónea también influye: es más probable que las personas crean declaraciones falsas que apelan a emociones como el miedo y la indignación.

Del mismo modo, aumenta la probabilidad de creer la información errónea cuando presenta a sus oponentes de manera negativa, antes que creer aquella que es negativa sobre su propio grupo. Asimismo, las personas suelen creen más fácilmente la información cuando aparece de forma repetida, incluso cuando contradice su conocimiento previo. Para la APA, estos hallazgos sugieren la importancia de detener la desinformación lo antes posible.

La susceptibilidad a la desinformación muestra diferencias individuales basadas en la experiencia. Por ejemplo, el nivel educativo, el razonamiento analítico y las habilidades numéricas pueden aumentar la resistencia a la información errónea, mientras que la ansiedad aumenta la probabilidad de que una persona se la crea. Los adultos mayores pueden identificar mejor la información errónea que los adultos más jóvenes; sin embargo, los adultos mayores también tienen más probabilidades de ver y compartir información falsa en las redes sociales.

¿Cómo y por qué se propaga la desinformación?

La desinformación se difunde de manera diferente en las redes sociales que en los medios tradicionales como la televisión, la radio y los periódicos. Los principales medios de comunicación tienden a contar con sólidas salvaguardias para prevenir y corregir afirmaciones falsas, pero varias características únicas de las redes sociales fomentan el contenido viral con poca supervisión. La publicación rápida y el intercambio entre iguales permiten a los usuarios comunes distribuir información rápidamente a una mayor cantidad de personas, por lo que la información errónea sólo puede controlarse después del hecho (si es que se puede controlar). Las “cámaras de eco” unen y aíslan a comunidades online con puntos de vista similares, lo que contribuye a la difusión de falsedades e impide la difusión de correcciones objetivas.

Los algoritmos que rastrean la participación del usuario para priorizar lo que se muestra, tienden a favorecer el contenido que genera emociones negativas (como la ira y la indignación). En general, aunque la mayor parte de la información errónea online provenga de una pequeña minoría de “superdifusores”, las redes sociales pueden amplificar su alcance e influencia.

¿Qué tipo de intervenciones se utilizan para contrastar eficazmente la desinformación?

De acuerdo con la APA, hay una serie de intervenciones a nivel individual, orientadas a detener el crecimiento y la difusión de información errónea y contrarrestarla: desmentir (‘debunking’), desmentir previamente (‘prebunking’), alfabetización digital y el ‘nudging’.

  • Desmentir o verificar hechos, consiste en corregir una información errónea. Se utiliza una vez que las personas están expuestas a información errónea y tiene más éxito cuando incluye una explicación detallada que refuta la información incorrecta y la reemplaza con hechos veraces y contrastados.
  • El ‘prebunking’, o desacreditación preventiva, busca, en primer lugar, evitar que las personas caigan en la desinformación. El método más común de prebunking es la inoculación psicológica, en la que la exposición a una versión débil de una información falsa genera resistencia a una persuasión futura: una advertencia sobre el ‘ataque’ inminente a una creencia (por ejemplo, “advertencia: la gente puede intentar manipularte diciendo…») va seguido de una afirmación que refuta preventivamente la afirmación (por ejemplo, «esto no es cierto, porque…»). Esta intervención preventiva puede reducir la susceptibilidad a informaciones falsas específicas y a técnicas más amplias utilizadas para manipular la información; pueden ser más efectivas que desmentir directamente esa información, y los breves recordatorios (o “refuerzos”) pueden extender sus efectos en el tiempo.
  • Las intervenciones de alfabetización digital ayudan a las personas a mejorar a la hora de juzgar la calidad y precisión de la información. Estas intervenciones son difíciles de evaluar porque varían ampliamente en términos de contenido, duración y resultados. Se necesita más investigación para determinar qué intervenciones de alfabetización son más eficaces contra la desinformación, pero pueden ser más efectivas cuando se combinan con otras herramientas contra la desinformación, como el ‘debunking’.
  • El ’nudging’, técnica conocida como “dar empujoncitos”, consiste en introducir pequeños cambios ambientales destinados a cambiar el comportamiento de la persona de manera predecible y positiva, alterando el entorno para que se activen procesos cognitivos automáticos para favorecer el resultado deseado. Los investigadores han utilizado varios tipos de empujones para intentar disuadir a las personas de compartir información errónea: los empujoncitos de precisión instan a considerar la veracidad de una información antes de compartirla; los empujoncitos de normas sociales resaltan los estándares de comportamiento de la comunidad a la hora de reportar información y los empujoncitos de motivación recompensan a las personas por ser lo más precisas posible.

Dado todo lo anterior, la APA brinda ocho recomendaciones específicas para ayudar a los científicos, formuladores de políticas y profesionales de la salud a responder a las amenazas que plantea actualmente la desinformación sobre la salud, el bienestar y la vida cívica, y contrarrestarlas de forma eficaz:

1. Evitar repetir información errónea sin incluir una corrección

La repetición de afirmaciones falsas aumenta la creencia en esas afirmaciones, un fenómeno conocido como ‘efecto de verdad ilusoria’. Personas de todas las edades son susceptibles a la verdad ilusoria, incluso cuando ya tienen conocimientos previos relevantes sobre el tema. Cuando los medios de comunicación, las élites políticas o las celebridades repiten información errónea, su influencia y repetición pueden perpetuar falsas creencias. Repetir información errónea sólo es necesario cuando se corrige activamente una noticia falsa. En estos casos, la falsedad debe repetirse brevemente, destacando la corrección más que la falsedad misma.

2. Colaborar con empresas de redes sociales para comprender y reducir la difusión de información errónea dañina

La mayor parte de la información errónea en las redes sociales es compartida por muy pocos usuarios, incluso durante emergencias de salud pública. Estos “superdifusores” pueden desempeñar un papel enorme en la distribución de información errónea. Las “cámaras de eco” de las redes sociales unen y aíslan a comunidades con creencias similares, lo que ayuda a la difusión de falsedades e impide la difusión de correcciones objetivas.

En las redes sociales, el contenido sensacionalista, moral-emocional y despectivo sobre el “lado contrario” puede difundirse más rápido que el contenido neutral o positivo. Los científicos, los formuladores de políticas y los profesionales de la salud pública deberían trabajar con plataformas online para reducir la difusión de información errónea que puede ser peligrosa.

3. Utilizar estrategias de corrección de información errónea con herramientas que ya han demostrado ser eficaces para promover comportamientos saludables

La investigación de la ciencia psicológica muestra que el vínculo entre conocimiento y comportamiento es imperfecto. Hay pruebas sólidas de que frenar las percepciones erróneas puede cambiar las creencias y actitudes subyacentes relacionadas con la salud; no obstante, esto puede no ser suficiente para cambiar el comportamiento y la toma de decisiones en el mundo real.

Corregir la información errónea con orientación sanitaria precisa es vital, pero debe realizarse en conjunto con estrategias basadas en la evidencia que promuevan comportamientos saludables (por ejemplo, asesoramiento, capacitación en habilidades, incentivos, normas sociales).

4. Aprovechar fuentes confiables para contrarrestar la información errónea y proporcionar información de salud precisa

Las personas creen y difunden información errónea por muchas razones: pueden encontrarla consistente con su identidad social o política, pueden no considerar su exactitud, pueden encontrarla entretenida o gratificante, etc. Estas motivaciones son complejas y, a menudo, están interrelacionadas. Los intentos de corregir la información errónea y reducir su difusión tienen más éxito cuando la información proviene de fuentes y representantes confiables, incluidos líderes políticos y comunitarios.

5. Desmentir la información errónea con frecuencia y de forma repetida, utilizando métodos basados en evidencia

Las investigaciones muestran que desmentir la información errónea suele ser eficaz en todas las edades y culturas. Sin embargo, desacreditar no siempre elimina por completo las percepciones erróneas. Las correcciones deben ocupar un lugar destacado junto con la información errónea para que la información precisa y veraz se «almacene y recupere» adecuadamente de la memoria. La desacreditación es más efectiva cuando proviene de fuentes confiables, proporciona suficientes detalles sobre por qué la afirmación es falsa y, en su lugar, ofrece orientación sobre lo que es verídico.

Dado que la eficacia de la desacreditación se desvanece con el tiempo, se debe repetir a través de canales confiables y métodos basados en la evidencia.

6. Desacreditar la información errónea para “vacunar” a audiencias susceptibles mediante el desarrollo de habilidades y resiliencia lo antes posible

​En lugar de corregir la información errónea a posteriori, debería utilizarse el ‘prebunking’ o ‘técnica del empujoncito’, como la primera línea de actuación para desarrollar de antemano la resiliencia pública ante la información errónea. Los estudios muestran que las intervenciones de inoculación psicológica pueden ayudar a las personas a identificar ejemplos individuales de desinformación o las técnicas generales comúnmente utilizadas en las campañas de desinformación. El prebunking se puede ampliar para llegar a millones de personas en las redes sociales con vídeos o mensajes cortos, o se puede administrar en forma de herramientas interactivas que incluyan juegos o cuestionarios. Sin embargo, los efectos del prebunking se desvanecen con el tiempo; es posible que sean necesarios “empujoncitos” periódicos para mantener la resiliencia a la desinformación, junto con capacitación en alfabetización digital y mediática.

7. Exigir acceso a datos y transparencia a las empresas de redes sociales para la investigación científica sobre la desinformación

Los esfuerzos por cuantificar y comprender la información errónea en las redes sociales se ven obstaculizados por la falta de acceso a los datos de las personas usuarias por parte de las empresas de redes sociales. Las intervenciones de desinformación rara vez se prueban en entornos del mundo real debido a una falta similar de cooperación de la industria. Los datos disponibles públicamente ofrecen una instantánea limitada de la exposición, pero no pueden explicar los efectos en la población y la red.

Los investigadores necesitan acceso al inventario completo de publicaciones en redes sociales en todas las plataformas, junto con datos que revelen cómo los algoritmos dan forma a lo que ven los usuarios individuales. El intercambio responsable de datos podría utilizar los marcos actualmente en uso para gestionar datos médicos confidenciales. Los formuladores de políticas y las autoridades sanitarias deberían fomentar las asociaciones de investigación y exigir una mayor supervisión y transparencia por parte de las empresas de redes sociales para frenar la difusión de información errónea.

8. Financiar investigaciones sobre la Psicología de la desinformación en Salud, incluidas formas efectivas de contrarrestar esta desinformación

Se han desarrollado varias intervenciones para contrarrestar la información errónea sobre salud, pero los investigadores aún tienen que comparar sus resultados, ya sea aislados o combinados. Es necesario comprender qué intervenciones son efectivas para tipos específicos de información: lo que funciona para un tema puede no ser eficaz para otros. Lo ideal sería responder a estas preguntas mediante ensayos a gran escala con audiencias objetivo representativas en entornos del mundo real. Se necesita una mayor inversión para la investigación en ciencias psicológicas, con el fin de abordar estas importantes cuestiones sobre la vida digital.

Se puede acceder al comunicado completo desde la página Web de la APA o bien directamente aquí:

Using Psychological Science to Understand and Fight Health Misinformation

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