Un nuevo informe advierte del impacto devastador de la pobreza en la salud mental de los niños
11 Sep 2024

La pobreza a cualquier edad puede tener un impacto devastador en la salud mental, pero puede ser especialmente perniciosa para los niños, las niñas y los/as jóvenes. Algunos niños y niñas están ‘sobreexpuestos’ a los “riesgos duales de la pobreza y la mala salud mental”, con tasas de pobreza dos veces más altas entre las familias racializadas. La pobreza infantil y las problemas de salud mental tienen costes financieros y humanos sustanciales que requieren una acción urgente y coordinada.

Así lo advierte un informe desarrollado de forma conjunta por el Centro para la Salud Mental de Reino Unido, la Coalición de Salud Mental de Niños y Jóvenes y Save the Children UK, a través del cual se analiza el impacto de la pobreza en la salud mental de las familias y, específicamente, en los niños, las niñas y jóvenes, examinando a su vez si los sistemas de apoyo brindan a las familias la seguridad que necesitan.

Tal y como indica el informe, en la última década, se ha producido un aumento significativo de la prevalencia de las necesidades de salud mental entre los niños, las niñas y los/as jóvenes: en 2004, uno de cada diez niños tenía un problema de salud mental, aumentando esta cifra a uno de cada nueve en 2017 y a uno de cada seis en 2020. En 2023, aproximadamente, uno de cada cinco jóvenes de entre 8 y 25 años presentaba un problema de salud mental diagnosticable.

impacto de la pobreza en la salud mental

Fuente: freepik. Foto: freepik. Fecha: 02/09/24

La pobreza infantil y los problemas de salud mental tienen costes financieros y humanos sustanciales que requieren una acción urgente y coordinada

Junto a este incremento de la mala salud mental, se ha registrado también un aumento en un factor de riesgo crítico para la misma: la pobreza. Así, en 2022/23, se estima que 4,3 millones de niños y niñas en el Reino Unido vivían en la pobreza debido a los costes de la vivienda, un marcado aumento respecto de los 3,6 millones en 2010/11.

Se espera que la pobreza infantil alcance sus niveles más altos desde finales de los años 90 en 2028. La pobreza ejerce presión sobre la vida familiar y excluye a los y las menores de las actividades cotidianas de sus compañeros/as.

El informe advierte de que la pobreza infantil y las problemas de salud mental tienen costes financieros y humanos sustanciales que requieren una acción urgente y coordinada. De hecho, el Grupo de Acción contra la Pobreza Infantil estima que la pobreza infantil le cuesta al país £39 mil millones al año. El aumento proyectado de la pobreza infantil durante los próximos cinco años implica que esta cifra seguirá aumentando en términos reales hasta superar los £40 mil millones para el año 2027.

Un análisis reciente del Centro de Salud Mental sugiere que el coste económico y social de los problemas de salud mental en Inglaterra había aumentado a £300 mil millones en 2022, considerando “poco probable que esta cifra se revierta sin una acción concertada y sostenida”.

Relación entre desigualdad económica, pobreza y salud mental

Los expertos consideran imposible separar la pobreza infantil de la pobreza adulta, siendo significativos los efectos negativos del estrés financiero de los padres en la salud mental de los y las menores. La pobreza hace que, tanto los padres como los hijos, experimenten presiones económicas que afectan a su bienestar, lo que conduce a conflictos intrafamiliares en torno al dinero.

La precariedad económica continua contribuye al estrés de los padres y limita la capacidad de crianza. Esto puede dar lugar a menos oportunidades futuras de educación y empleo para los/as niños/as y adolescentes. Estas tensiones económicas y financieras crean un ciclo tóxico de estrés y ansiedad que socava la salud mental tanto a corto como a largo plazo.

El efecto de la pobreza en la salud mental de los padres y los hijos tiene un gran impacto y se acumula a lo largo de toda la infancia, intensificando los problemas de salud mental tanto de los/as niños/as como de sus padres con el tiempo. Para estos últimos, las dificultades económicas y su impacto en su salud mental, constituye «uno de los grandes problemas hoy en día», ya que están «bajo mucha presión al luchar por brindarles a sus hijos todo lo que necesitan».

Ante esto, los autores se muestran tajantes: “los efectos de la desigualdad financiera y la pobreza en la salud mental no pueden subestimarse”.

El informe advierte del especial impacto de la pobreza en los primeros años de vida

Los niños y niñas más pequeños/as se enfrentan a las tasas de pobreza más altas y, en la última década, la situación de pobreza de los/as menores de cinco años ha aumentado más rápido que la de los niños y niñas de cualquier otra franja de edad. De los 4,3 millones de niños y niñas que viven en la pobreza, el 36% pertenece a familias en las que el hijo más pequeño tiene menos de cinco años.

Experimentar la pobreza al comienzo de la vida y en la primera infancia puede tener efectos potencialmente profundos en el bienestar y en las oportunidades a largo plazo de los niños y las niñas. Según algunos estudios, la pobreza puede afectar el desarrollo cerebral temprano de los bebés debido a la reducción de las oportunidades de estimulación positiva, la mayor exposición al estrés y porque el estrés asociado con la pobreza puede dificultar que los padres brinden a sus bebés el cuidado cariñoso que necesitan para desarrollarse positivamente.

Estas desventajas tempranas pueden afectar las habilidades cognitivas de los/as niños/as y sus resultados físicos, sociales y emocionales a lo largo de la infancia y la edad adulta. Por ejemplo, la pobreza se asocia con un rendimiento académico y un ajuste social y emocional más bajos en la primera infancia.

Los y las menores que viven en hogares con ingresos más bajos tienen un mayor riesgo de desarrollar problemas de salud mental

Las investigaciones muestran de manera consistente que los niños y las niñas de entornos con ingresos más bajos, enfrentan un mayor riesgo de desarrollar problemas de salud mental. Diversos estudios indican que los niños y las niñas del 20% de los hogares menos favorecidos tienen cuatro veces más probabilidades de experimentar problemas graves de salud mental a los 11 años, en comparación con los del 20% de los hogares con alto nivel socioeconómico. Asimismo, una proporción significativa de niños/as de hogares con ingresos bajos revelan que sufren acoso escolar debido a la incapacidad de sus padres para afrontar los costes escolares asociados.

De forma específica, algunos estudios señalan que los/as niños/as y jóvenes con problemas de salud mental diagnosticados, tienen significativamente más probabilidades de vivir en hogares que enfrentan presiones económicas.

En línea con los hallazgos de la literatura, los y las jóvenes consultados por los autores de este informe, reconocen tener sentimientos de vergüenza, bochorno, aislamiento social y baja autoestima relacionados con el estigma en torno a la pobreza y la salud mental. Muchos hablan de cómo sus aspiraciones para el futuro se ven afectadas por la pobreza. Las dificultades económicas les han causado ansiedad y enfado. De manera constante, expresan ansiedad por las facturas, falta de concentración debido al hambre y la fatiga, y se sienten molestos al pensar que pierden oportunidades de las que sí disfrutan sus compañeros.

La pobreza afecta también a la salud mental de los padres

La pobreza afecta la salud mental de los padres. Según un análisis realizado por The Children’s Society, el 54% de los padres de hogares con dificultades económicas informan de un bajo bienestar en comparación con el 17% de los que no tienen ningún tipo de dificultad económica (The Children’s Society, 2023).

Los estudios evidencian que la pobreza persistente tiene una fuerte asociación con la disminución de la salud mental de los padres con el tiempo.

En los grupos de discusión de Save the Children UK para este informe, los padres hablan de cómo se sienten culpables y estresados, y describen una sensación de «impotencia» por no poder proporcionar alimentos y cubrir las necesidades diarias básicas. De igual modo, hacen referencia al modo en que la falta de dinero limita la capacidad de sus hijos e hijas para acceder a actividades y oportunidades de la misma manera que otros/as niños/as, y expresan su preocupación por el modo en que todo esto puede afectar a su salud mental.

Según el informe, la pobreza también aumenta también la probabilidad de vivir en viviendas superpobladas e inseguras. Los y las menores que viven en condiciones de vivienda deficientes corren un mayor riesgo de sufrir problemas de salud mental y tienen más probabilidades de tener un menor rendimiento académico.

La pobreza afecta de manera desproporcionada a los grupos de mayor vulnerabilidad

Algunos grupos de niños/as y jóvenes y sus familias se ven afectados/as de manera desproporcionada por la pobreza y sus efectos. Por ejemplo, el 34% de los niños y niñas en situación de pobreza viven en hogares monoparentales, el 43% viven en hogares en los que un miembro de la familia tiene una discapacidad y el 35% de los niños/as en situación de pobreza viven en hogares encabezados por alguien que pertenece a una comunidad racializada.

Los autores muestran su preocupación por el modo en que los/as niños/as y jóvenes pertenecientes a comunidades racializadas a menudo enfrentan marcadas desigualdades en materia de salud mental -incluida la sobrerrepresentación en entornos de salud mental-, y encuentran barreras para el apoyo preventivo y temprano en este ámbito de la salud.

Las familias que “no tienen acceso a fondos públicos” como resultado de su estatus migratorio, no pueden acceder a la mayoría de los beneficios de seguridad social y bienestar, lo que significa que carecen de una red de seguridad en caso de dificultades económicas. Esto puede impactar gravemente en la salud física y mental de los niños y niñas que viven en estos hogares.

Las investigaciones demuestran que cuanto más tiempo viva un/a niño/a en la pobreza, más profundos y duraderos serán sus impactos. Con cifras que muestran un aumento de la pobreza infantil y un número cada vez mayor de jóvenes que viven en situación de pobreza persistente, es probable que los impactos a largo plazo en su salud mental se agraven. Por lo tanto, el informe afirma que “combatir la pobreza es uno de los objetivos centrales, si no el más importante, para abordar la mala salud mental tanto de los padres como de los niños”.

Los sistemas de apoyo deben ser seguros y apoyar a niños/as, jóvenes y las familias en situación de pobreza

Dados los fuertes vínculos entre la pobreza y la salud mental, el informe considera fundamental que los diferentes sistemas de apoyo (servicios sociales, seguridad social, servicios de salud mental, sistema educativo, etc.), sean seguros y brinden apoyo a los niños, los jóvenes y las familias.

Concretamente, el sistema de seguridad social está diseñado para ofrecer a las familias una red de seguridad. Sin embargo, la insuficiencia de los niveles de prestaciones, los topes establecidos que desvían dinero de las familias y el aumento del uso de sanciones y condicionalidades han hecho que el sistema de seguridad social sea a menudo una causa, en lugar de una solución, del estrés financiero de los padres.

Teniendo en cuenta los fuertes vínculos entre la pobreza y la salud mental, los autores de este documento consideran crucial que las personas con bajos ingresos puedan acceder fácilmente a un apoyo comunitario eficaz en materia de salud mental.

A pesar de que en los últimos años, sucesivos gobiernos han introducido diversas iniciativas políticas para mejorar el acceso al apoyo en materia de salud mental para niños/as y jóvenes, la creciente demanda de apoyo y la escasez de recursos en los servicios hacen que muchos/as de ellos/as tengan dificultades para acceder al apoyo a la salud mental que necesitan, con barreras adicionales para los niños y niñas que crecen en la pobreza.

Papel clave del sistema educativo en el apoyo a la salud mental y el bienestar psicológico infanto-juvenil

Los entornos educativos desempeñan un papel crucial en el apoyo a la salud mental y el bienestar de niños, niñas y jóvenes. Sin embargo, “para muchos niños y niñas que viven en la pobreza, la escuela no es un entorno que favorezca su salud mental y su bienestar”. En este sentido, para estos/as niños/as que crecen en situación de pobreza, el sistema educativo puede generar más estrés y ansiedad. Pueden sentir vergüenza, por ejemplo, por no poder acceder a actividades extraescolares, o por no poder recibir comidas escolares gratuitas.

Dado lo expuesto, sus autores recogen una serie de recomendaciones dirigidas a los responsables de políticas legislativas, sobre medidas de seguridad social, vivienda, la provisión de salud mental y educación.

Según manifiestan, las acciones que mejoran los ingresos de las familias en situación de pobreza no solo protegen su salud mental, sino que también la mejoran. Pero los servicios de apoyo también son vitales, y estos necesitan inversión y reforma para garantizar que reviertan o mitiguen, en lugar de exacerbar, los problemas de salud mental.

Las organizaciones benéficas piden al Gobierno que cumpla su promesa en el manifiesto de una estrategia integral y eficaz contra la pobreza infantil, y que vaya de la mano de un plan de salud mental intergubernamental.

¿Qué hay que cambiar?

Para abordar la crisis de salud mental familiar, los autores hacen un llamamiento para que:

  • Se aborden las causas profundas de la mala salud mental: comprometerse con una estrategia intergubernamental para la salud mental, que aborde las causas subyacentes de la mala salud mental, como la pobreza. Esta estrategia debe alinearse con las estrategias intergubernamentales para abordar la pobreza infantil.
  • Aumentar el apoyo económico para las familias.
  • Reformar la condicionalidad y el apoyo al empleo: fijar protecciones para las familias eximiendo de sanciones a los y las solicitantes con problemas de salud, familias monoparentales y familias con niños pequeños.
  • Aumentar y consolidar el apoyo disponible.
  • Financiar el sistema de salud mental: proporcionar 1.700 millones de libras esterlinas en inversiones adicionales para los sistemas de atención integrada, con el fin de ofrecer una vía integral de apoyo en materia de salud mental para todos los niños, niñas y jóvenes.
  • Implementar el apoyo a la salud mental en las escuelas: comprometerse a financiar la implantación completa de equipos de apoyo en materia de salud mental en todos los centros educativos.

En este contexto educativo, los autores recogen en su informe diversas recomendaciones, entre ellas, las siguientes:

  • Implementar enfoques educativos integrales para la salud mental y el bienestar en todos los entornos educativos. Crear un sentido de pertenencia en las escuelas y promover la inclusión a través de enfoques educativos integrales tiene muchos beneficios positivos, entre ellos, una mayor motivación de los estudiantes, una mejor salud y bienestar, reducciones en el absentismo y mejores logros académicos. Esto es particularmente importante para los niños y niñas de comunidades desfavorecidas, ya que tienen el doble de probabilidades que sus compañeros/as de sentirse fuera de lugar en la escuela.
  • Incorporar equipos de Apoyo de Salud Mental en las escuelas. A este respecto, no son pocos los expertos y expertas que ponen de relieve los beneficios de contar con psicólogos/as educativos/as en los centros escolares, abogando por incorporar esta figura clave en el desarrollo funcional y equilibrado de un centro educativo en todos los niveles.

Se puede acceder a informe completo desde la página Web del Center for Mental Health o bien directamente aquí:

A dual crisis. The hidden link between poverty and children’s mental health

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