Un estudio destaca el impacto de la contaminación del aire y el cambio climático en la salud mental
14 Jun 2024

Se estima que toda la población mundial (99%) respira aire que excede los límites de contaminación recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS). La contaminación del aire constituye un importante problema ambiental y de salud física global, contribuyendo a más de 8 millones de muertes por año, y tiene un impacto negativo también en la salud mental.

Esta es una de las conclusiones recogidas en un estudio publicado en la revista World Psychiatry, a través del cual se realiza una revisión general integral para cuantificar y clasificar sistemáticamente los impactos negativos globales que la contaminación del aire y el cambio climático pueden ejercer sobre la salud mental, identificando objetivos basados en la evidencia, que puedan servir de base para futuras investigaciones y acciones de salud poblacional.

Tal y como señalan los investigadores de este estudio, la contaminación del aire, el aumento de las temperaturas y los cambios extremos en los patrones climáticos “representan elementos entrelazados de una grave crisis mundial destinada a empeorar si no se toman medidas rápidas y radicales”. Constituyen una amenaza significativa no solo para la salud física (mayor riesgo o exacerbación de una variedad de enfermedades, incluidas las infecciosas, alérgicas, metabólicas, neoplásicas, respiratorias y cardiovasculares), sino también para la salud mental, si bien esta relación ha recibido atención únicamente en los dos últimos años.

Fuente: freepik. Foto: freepik. Fecha: 11/06/24

A modo de ejemplo, indican que la exposición a la contaminación del aire se ha asociado con un mayor riesgo de trastornos cognitivos y se ha descubierto que el incremento de la temperatura se relaciona con un mayor riesgo de suicidio. De igual modo, los fenómenos meteorológicos extremos -como ciclones, inundaciones o incendios forestales-, pueden fomentar experiencias traumáticas, lo que conduce al trastorno de estrés postraumático (TEPT) en las poblaciones expuestas.

Aunque estas exposiciones ambientales pueden afectar directamente a la salud mental de las personas, también parecen ejercer influencias indirectas: el cambio climático puede afectar la estabilidad económica, la seguridad alimentaria, el bienestar comunitario y la salud física, o acelerar la migración y los conflictos, “que son en sí mismos, factores clave de la salud mental”.

La preocupación por el impacto del cambio climático, especialmente en jóvenes, ha provocado la aparición de nuevos términos

De acuerdo con el estudio, los impactos directos e indirectos de los cambios ambientales en la salud mental son tan preocupantes, especialmente, para las generaciones jóvenes, que, incluso se han acuñado nuevos términos, entre ellos, los siguientes: solastalgia (esto es, la angustia causada por la transformación y degradación del entorno familiar), duelo ecológico (definido como el duelo por la pérdida ecológica) y ecoansiedad (la ansiedad relacionada con un entorno cambiante e incierto).

A nivel científico, la asociación entre estas exposiciones ambientales y el impacto en la salud mental se ha abordado ampliamente, lo que ha dado lugar a un número exponencial de publicaciones y, finalmente, a varias revisiones sistemáticas. Empero, en algunos casos, se han encontrado hallazgos contradictorios. Para los investigadores, estos resultados tan dispares entre estudios pueden deberse en parte a determinados sesgos (diferentes tamaños de muestra, sesgos de notificación, gran heterogeneidad y definición y medición inconsistentes de exposiciones relevantes, etc.). En este contexto, manifiestan, “la existencia, dirección y magnitud de las asociaciones entre estas exposiciones ambientales y los resultados de salud mental siguen siendo inciertas”. Así, el ‘nivel poco claro de evidencia y objetivos confiables resultantes’ obstaculizan la investigación adicional e impiden acciones de salud poblacional dirigidas a mitigar el impacto de estas exposiciones en la salud mental.

Los resultados muestran evidencia en torno a la relación entre la contaminación del aire y el cambio climático y sus efectos sobre la salud mental

Por este motivo y con el fin de “llenar estos vacíos”, han llevado a cabo el presente estudio. Para ello, han realizado una búsqueda sistemática de estudios en las bases de datos PubMed/Medline, Scopus y PsycINFO, incluyendo términos relacionados con la contaminación del aire y el cambio climático y con los resultados de salud mental.

Los investigadores han contado con 32 revisiones sistemáticas con metanálisis que examinaron 284 estudios individuales y 237 asociaciones de exposiciones a la contaminación del aire o los peligros del cambio climático y los resultados de salud mental.

Los resultados muestran evidencia en torno a la relación entre algunas de estas exposiciones (contaminación del aire y cambio climático) y los efectos sobre la salud mental. En este sentido, se observa que los niveles más altos de contaminantes del aire específicos se relacionan con un mayor riesgo de demencia o deterioro cognitivo, trastornos cognitivos, depresión posparto y recaída de esquizofrenia. El aumento de temperatura se asocia con un incremento en la conducta suicida, la mortalidad relacionada con el suicidio o los trastornos mentales, así como con el acceso al hospital debido a la conducta suicida y/o a los trastornos mentales.

Se detecta una asociación entre niveles altos de exposición a disolventes y una mayor riesgo de desarrollar demencia o deterioro cognitivo

El hallazgo más sólido de esta revisión general es la asociación convincente entre niveles más altos de exposición a disolventes y un mayor riesgo de desarrollar demencia o deterioro cognitivo. Los disolventes (como el tolueno, la acetona, el xileno, el hexano, el heptano y el acetato de etilo) pueden liberar compuestos orgánicos volátiles a la atmósfera, lo que contribuye a la formación de O3 (Ozono) a nivel del suelo y niebla tóxica. También son directamente tóxicos para muchas partes del cuerpo, con síntomas que van desde irritación de la piel, dolores de cabeza y visión borrosa, hasta pérdida de conciencia y muerte. El disolvente más estudiado a nivel del sistema nervioso central es el tolueno, cuyos efectos adversos se manifiestan con encefalopatía aguda y daño de la sustancia blanca, pérdida multifocal de mielina y acumulación de macrófagos.

Los investigadores advierten del uso de disolventes, principalmente en pinturas, tintas y limpieza en seco, y de los graves riesgos que siguen planteando para la salud, especialmente, en países de ingresos bajos y medios, donde es difícil encontrar alternativas a estos materiales para los procesos de construcción y fabricación. Se prevé que las emisiones de disolventes se dupliquen aproximadamente para 2030, lo que, a su juicio, “es alarmante, teniendo en cuenta su riesgo ambiental y el posible impacto en el cambio climático”.

Los datos revelan una mayor incidencia de trastornos cognitivos a mayor exposición a CO y NOX

Asimismo, los datos evidencian una mayor incidencia de trastornos cognitivos a mayor exposición al CO (dióxido de carbono) y NOX (óxidos de nitrógeno). El CO es uno de los principales gases que atrapan el calor en la atmósfera (gases de efecto invernadero), lo que calienta el planeta y «engrosa el manto atmosférico de la Tierra». Se produce principalmente por la actividad humana (p. ej., quema de combustibles fósiles, residuos sólidos, reacciones químicas). Los NOX son gases producidos principalmente durante la combustión de combustibles fósiles y son precursores de la formación de O3, que tiene efectos adversos sobre el medio ambiente.

Según recoge el estudio, el CO y el NOX comparten con otros contaminantes del aire efectos tóxicos cerebrales, tales como, neuroinflamación, neurodegeneración y daño vascular cerebral. Estos contaminantes del aire pueden entrar al organismo a través del tracto respiratorio. Una vez en el cuerpo, pueden activar el sistema inflamatorio y contribuir a la activación de la microglia, estrés oxidativo y daño o muerte celular. Por lo tanto, destaca, “los hallazgos actuales son consistentes con los reportados por estudios de cohorte basados ​​en la población que indican que vivir cerca de carreteras principales se asocia con una mayor incidencia de demencia”.

Por otro lado, los investigadores han encontrado evidencia de que la incidencia de depresión posparto aumenta con la exposición a partículas PM10 durante el segundo trimestre del embarazo. Estas partículas en suspensión (polvo, cenizas, hollín, partículas metálicas, cemento…), pueden contener sustancias nocivas que se inhalan y son producidas esencialmente por fuentes humanas (p. ej., combustión de combustibles, calefacción, vehículos, quema de biomasa y actividades industriales), y sus efectos perjudiciales sobre la salud física (p. ej., el sistema respiratorio) están bien establecidos. Tal y como indican, “es posible que su efecto sobre la salud mental esté mediado por un aumento en los niveles de la hormona del estrés”.

Otro resultado de interés es el mayor riesgo de recaída observado en personas con esquizofrenia poco tiempo (5 a 7 días) después de la exposición a mayores niveles de SO2 (dióxido de azufre). Este gas tóxico se libera de forma natural mediante la actividad volcánica y en la producción de ácido sulfúrico, y se puede utilizar como desinfectante, refrigerante, agente reductor, blanqueador y conservante de alimentos. Los expertos le atribuyen un papel modulador en los procesos de cambio climático, asociándolo con un aumento de la mortalidad por todas las causas, un mayor riesgo de enfermedades respiratorias y una mayor probabilidad de eventos cardiovasculares, incluido el accidente cerebrovascular.

No obstante, cabe señalar que aún no está establecido el mecanismo que vincula la exposición a corto plazo al SO2 con los resultados de salud física, y no hay evidencia concluyente que vincule los marcadores inflamatorios con la recaída en este trastorno.

Hay evidencia significativa de una asociación entre el aumento de la temperatura y varios resultados de salud mental

Como ya señalábamos anteriormente, un hallazgo principal es la evidencia significativa de una asociación entre el aumento de la temperatura y varios resultados de salud mental, como la mortalidad relacionada con la conducta suicida y con los trastornos mentales, así como con el acceso al hospital debido a conductas suicidas y/o trastornos mentales. Estos son “resultados básicos del mundo real de gran relevancia clínica, y sus asociaciones con un aumento de la temperatura pueden representar un hallazgo alarmante”.

Por otro lado, con relación al calentamiento global, este problema se ha convertido “en una de las mayores preocupaciones, en particular para los y las jóvenes” y afecta negativamente a la salud mental. Sin embargo, los autores inciden en que, a pesar de la enorme magnitud del problema, los mecanismos biológicos subyacentes a esta relación continúan siendo desconocidos y, probablemente, “involucran relaciones multifactoriales complejas”.

Hay algunas investigaciones que sugieren que la exposición a altas temperaturas puede afectar directamente a la función cerebral, con alteraciones en la oxigenación adecuada y la permeabilidad de la barrera hematoencefálica; otras implican alteraciones en los neurotransmisores, o sugieren que las temperaturas más altas pueden empeorar directamente el estado de ánimo, haciendo que las personas se sientan más irritables y estresadas, o amplificar los síntomas de salud mental.

Destacan los múltiples efectos indirectos del calentamiento global en la salud mental

El presente estudio subraya los numerosos efectos indirectos del calentamiento global en los resultados de salud mental. A este respecto, indica que, en 2022, “el 84% de los refugiados y solicitantes de asilo huyeron de crisis altamente impulsadas por el clima y de países vulnerables al clima (por ejemplo, debido a sequías y aumentos en el nivel del mar), considerándoles ‘refugiados ambientales’». Teniendo en cuenta que las proyecciones a corto plazo estiman que la temperatura media de la superficie global aumentará entre 0,4 y 1 °C, y a largo plazo sugieren un aumento de la temperatura de hasta 4,8 °C en un escenario de altas emisiones, la ONU prevé que la situación de los refugiados ambientales se deteriorará significativamente en el futuro.

Para respaldar aún más estas proyecciones y, por lo tanto, “informar sobre las futuras iniciativas globales que podrían abordar estas cuestiones”, los investigadores de este estudio han estimado el incremento futuro de la mortalidad relacionada con el suicidio o los trastornos mentales, asociado con el aumento previsto de la temperatura terrestre. En este sentido, infieren que “este aumento de la mortalidad ya es de aproximadamente el 5% ahora y alcanzará, aproximadamente, el 7% en 2050”.

Por último, han encontrado cierta evidencia de relación entre la proximidad temporal de la exposición a un ciclón y la gravedad de los síntomas del trastorno de estrés postraumático. Según argumentan, los ciclones pueden causar daños tanto físicos como psicológicos, interrumpiendo las rutinas diarias y forzando dramáticamente la evacuación y el refugio. Estos eventos, junto con la consecuente pérdida económica significativa y la adversidad experimentada, “pueden constituir eventos traumáticos graves asociados con el desarrollo del TEPT”.

Los efectos adversos de la exposición a la contaminación del aire y los peligros del cambio climático son una amenaza para la salud mental global

A pesar de presentar algunas limitaciones, esta revisión general concluye confirmando que “la contaminación del aire y el cambio climático representan elementos entrelazados de la principal crisis global de nuestro tiempo”.

El estudio amplía la amplia lista de efectos adversos de la exposición a la contaminación del aire y los peligros del cambio climático sobre la salud física, al afirmar que también son una amenaza para la salud mental global. Resalta que, “si bien la magnitud de la mayoría de las asociaciones analizadas es pequeña, se extienden a toda la población mundial y, por lo tanto, es probable que tengan un impacto sustancial”.

Partiendo de la premisa de que “la educación es esencial para alentar a las personas a cambiar sus actitudes y comportamientos y a tomar decisiones informadas”, estos hallazgos pueden utilizarse como parte de campañas educativas y de concienciación pública sobre el impacto de la contaminación del aire y los peligros del cambio climático sobre la salud mental, y para garantizar la participación pública en programas y el acceso a la información sobre el tema.

En la misma línea, la alfabetización generalizada sobre el impacto de la contaminación atmosférica y el cambio climático en la salud mental, puede empoderar a todas las personas y, especialmente, motivar aún más a los y las jóvenes a tomar medidas. Por lo tanto, ser consciente de la evidencia disponible y de los comportamientos asociados también puede mitigar los temores patológicos que están surgiendo actualmente (como la ecoansiedad, la solastalgia o el duelo ecológico).

Se espera que estos hallazgos sirvan como punto de referencia para futuras políticas e iniciativas

Se espera que los resultados actuales sirvan como punto de referencia tanto para los y las responsables de las políticas como para las instituciones, para que puedan incorporar mejor la salud mental dentro de sus políticas e iniciativas, dado que, si bien la salud mental está recibiendo cada vez más atención en el contexto de las políticas ambientales, “aún no recibe la suficiente”.

Esta revisión general exige una respuesta urgente a nivel de la población, invitando a los y las responsables de las políticas, los y las profesionales de la salud y al público en general, “a priorizar e invertir en iniciativas que aborden la intersección de la contaminación del aire y el cambio climático con la salud mental, a fin de crear las condiciones para un futuro más resiliente y sostenible”.

Fuente: Radua, J., De Prisco, M., Oliva, V., Fico, G., Vieta, E., & Fusar‐Poli, P. (2024). Impact of air pollution and climate change on mental health outcomes: an umbrella review of global evidence. World Psychiatry, 23(2), 244-256. https://doi.org/10.1002/wps.21219

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