«El culto al cuerpo ha pasado a ser una característica definitoria de nuestra cultura. La razón de ello puede encontrarse en la naturaleza individualista del mundo moderno que ha basado su desarrollo en el libre mercado. En este contexto el cuerpo se ha trasformado en un medio para conseguir múltiple fines (posición económica y social y unas deseables relaciones afectivas). El cuerpo que es mejor valorado y el que presumiblemente facilita la consecución de esos fines es el cuerpo delgado. Posiblemente se ha elegido la delgadez como mito estético debido a que, en un contexto de opulencia nutricional, cada vez es más difícil conseguirla y sobretodo mantenerla. Es por ello que las personas que se sienten gordas (aunque no lo estén) se ven atrapadas en una trampa moral que les lleva a detestar su cuerpo y a un sufrimiento cotidiano respecto al mismo. Desde esta perspectiva el sentirse gordo se ha transformado en el pecado civil de nuestro siglo y al igual que cualquier pecado se vive con sentimientos de vergüenza y culpa. Este contexto es en el que se están educando muchos adolescentes. A ellos, que viven en una edad radical, se les presentan modelos radicales de delgadez que aceptan radicalmente lo cual les lleva a iniciar todo tipo de maniobras (desde dietas extremas hasta vómitos) que son los antecedentes de los trastornos de la alimentación. Modificar el lenguaje y aprender a respetar a la personas independientemente de su cuerpo sería un primer paso que serviría para que los adolescentes vivieran su cuerpo con más naturalidad y menos sufrimientos.»