Un estudio prospectivo realizado en el Reino Unido revela que la gran mayoría de los casos de depresión post-ictus (87.9%) ocurren en los primeros 5 años después de un derrame cerebral. Los resultados señalan la importancia de evaluar y ofrecer tratamientos para la depresión en estos pacientes dentro de ese período temporal.
La depresión post-ictus es una forma específica de depresión que puede ocurrir después de un accidente cerebrovascular (ictus). Esta depresión puede presentarse en diferentes momentos después del ictus, siendo de inicio temprano o tardío. Asimismo, sus síntomas pueden variar y pueden incluir sentimientos de tristeza persistente, desesperanza, pérdida de interés en actividades que solían disfrutar, cambios en el apetito y en el sueño, fatiga y dificultad para concentrarse, entre otros.
La depresión post-ictus no solo afecta la calidad de vida del individuo, sino que también puede interferir con la rehabilitación y el proceso de recuperación después del ictus. Por lo tanto, es importante reconocer y tratar la depresión post-ictus de manera adecuada con el fin de mejorar el bienestar emocional y físico de la persona afectada.
Con la finalidad de comprender mejor la evolución natural a largo plazo de la depresión post-ictus, los investigadores tuvieron como objetivo determinar la prevalencia, incidencia, duración y tasas de recurrencia de la depresión hasta 18 años después de un ictus, así como evaluar las diferencias según el momento de inicio y la gravedad de la depresión.
Para llevar a cabo este estudio, utilizaron datos del Registro de Accidentes Cerebrovasculares del Sur de Londres, recopilados entre 1995 y 2019, que incluyeron un total de 6641 participantes al momento del registro. La depresión se definió utilizando la Escala Hospitalaria de Ansiedad y Depresión (puntuaciones > 7 = depresión) a los 3 meses después del ictus, y luego anualmente hasta 18 años después del evento. Se compararon la depresión de inicio temprano (3 meses después del ictus) versus de inicio tardío (1 año después) y la depresión inicial leve (puntuaciones > 7) versus severa (puntuaciones > 10).
Los principales resultados del estudio muestran que:
- La incidencia acumulativa de depresión post-ictus fue del 59.4%. Un 33.4% de los casos se presentaron en los primeros 3 meses y un 54.6% en el primer año. De esta manera, del total de personas incluidas en el estudio, el 59.4% desarrolló depresión en algún momento desde que sufrieron el ictus hasta el final del período de seguimiento del estudio.
- El 87.9% de los episodios depresivos ocurrieron dentro de los 5 años después del ictus. Es decir, los resultados señalan que los primeros 5 años son un periodo especialmente crítico para la aparición de episodios depresivos en estos pacientes.
- Entre los pacientes con depresión 3 meses después del ictus, el 46.6% se recuperó en el primer año y el 20.3% en el segundo año. No obstante, entre los recuperados, el 66.7% experimentaron recurrencia de la depresión. Asimismo, el 94.4% de estas recurrencias ocurrieron dentro de los 5 años desde la recuperación inicial.
Sin embargo, la tasa de recurrencia acumulativa fue alta, llegando al 66.7%. De esos casos, la mayoría (94.4%) ocurrió dentro de los 5 años posteriores a la recuperación.
- La depresión de inicio temprano y la depresión de inicio tardío (1 año después del ictus) presentaron un patrón similar.
- Los pacientes que manifestaron depresión más intensa (severa) fueron los que presentaron episodios depresivos de mayor duración y más recurrentes que aquellos con depresión leve. Así, aquellos con depresión severa a los 3 meses del ictus tenían una probabilidad significativamente menor de recuperarse en el primer año en comparación con aquellos con depresión leve. Además, la tasa de recurrencia después de 1 año de recuperación fue más alta en pacientes con depresión severa en comparación con depresión leve. Los datos muestran que los pacientes con depresión severa tienen un mayor riesgo de persistencia de la depresión.
Los datos respaldan la necesidad de una detección temprana y una intervención continua de la salud mental en pacientes que han sufrido un ictus. Es crucial abordar la depresión desde el principio, dado que la mayoría de los casos ocurren dentro de los primeros 5 años después del evento. Además, la alta tasa de recurrencia de la depresión, especialmente en casos severos, destaca la importancia de intervenciones a largo plazo para garantizar un manejo efectivo de la salud mental en esta población.
Los resultados también muestran la importancia de distinguir entre depresión leve y severa al planificar las intervenciones terapéuticas y el seguimiento de estos pacientes. Asimismo, subrayan la necesidad de un abordaje integral, que contemple el cuidado de la salud mental en estos supervivientes. Según los autores, el acceso a recursos de salud mental para estos pacientes es un aspecto crucial para mejorar la calidad de vida de los supervivientes y sus familiares.
Tal y como señalan los autores, el estudio presenta limitaciones como la selección de la muestra. A este respecto, está conformada por pacientes con ictus leve a moderado en su mayoría y limitada a aquellos pacientes que completaron todo el seguimiento. Teniendo esto en cuenta, los autores plantean que el riesgo de depresión podría estar subestimado. No obstante, los datos ofrecen información valiosa sobre los resultados a largo plazo de la depresión en supervivientes de un ictus. Asimismo, ponen de manifiesto la importancia del cuidado de la salud mental en esta población.
Fuente:
Liu L, et al. (2024). Natural history of depression up to 18 years after stroke: a population-based South London Stroke Register study. Lancet Reg Health Eur 2024; DOI: 10. 1016/j.lanepe.2024. 100882.