Con esta introducción, el Instituto de la Mente Infantil (Child Mind Institute) -organización estadounidense sin ánimo de lucro, cuyo fin es el de facilitar las vidas de los niños y las familias que lidian con la salud mental y los trastornos del aprendizaje-, presenta su nuevo informe sobre Salud Mental en la Infancia, cuya temática, en esta edición 2019, se centra en los efectos positivos y negativos de las nuevas tecnologías, los videojuegos e Internet (redes sociales, wassaps, el intercambio de fotos, los juegos multijugador, etc.), sobre la salud mental de niños, niñas y adolescentes.
A continuación, recogemos los principales resultados del estudio:
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Riesgos y beneficios de las redes sociales, la compartición de fotografías y los videojuegos multijugador
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Según datos de una encuesta realizada en 2018, el 81% de los y las adolescentes de 13 a 17 años afirma que las redes sociales les hace sentir más conectados con sus amigos. Para dos tercios de los encuestados, estos sitios les ayudan a conocer distintos puntos de vista. El 25% de estos y estas adolescentes considera que las redes sociales son importantes para su identidad creativa, y otro 25% manifiesta que usar las redes sociales los hace sentir menos solos (Anderson y Jiang, 2018).
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Acoso cibernético: el acoso online está vinculado a la depresión y la ideación suicida, tanto en el caso de las víctimas como de los perpetradores. Este vínculo es más fuerte en jóvenes en riesgo, incluido aquellos/as con trastornos del aprendizaje y problemas de salud mental crónicos, que tienen el doble de probabilidades de ser acosados/as que el resto de sus compañeros/as (Fuxman, Heyman y Schneider, 2019).
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Factores protectores: algunos estudios han encontrado que un uso moderado de los videojuegos y de la interacción online, protegen contra los síntomas de salud mental. De hecho, un estudio de 2017 sobre hábitos online, indica que menos de una hora de juego al día puede tener efectos positivos, entre ellos, una mayor capacidad de recuperación emocional y el desarrollo de habilidades para resolver problemas (Przybylski y Weinstein, 2017).
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Redes sociales y aislamiento percibido: de acuerdo con un estudio de 2017, existe una correlación entre el tiempo dedicado a las redes sociales y el aislamiento social percibido, si bien no se puede determinar la direccionalidad. Asimismo, cada vez más jóvenes valoran la interacción social online, en detrimento de la interacción cara a cara (Primack, Shensa, Sidani, Whaite, Lin y Rosen, 2017).
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Odio en las redes: los contenidos difundidos a través de Internet pueden ser inapropiados y no estar regulados. Según la encuesta mencionada anteriormente, el 64% de los y las adolescentes usuarios y usuarias de redes sociales revelan que «a menudo» o «a veces» se encuentran con contenido de odio racista, sexista, homofóbico o basado en la religión (Rideout y Robb, 2018).
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¿Es real la adicción a las pantallas?
Los padres suelen expresar habitualmente su preocupación ante la posibilidad de que sus hijos e hijas sean adictos a los dispositivos electrónicos, a Internet y a los videojuegos. Hay dos fenómenos que contribuyen a esta preocupación: la gran cantidad de tiempo que los niños y las niñas pasan frente a las pantallas y su resistencia a reducirlo. De hecho, en ocasiones, los y las jóvenes usan la palabra «adicción» para describir su propio comportamiento:
¿Cómo puede ser que niños para los que es prácticamente imposible concentrarse en el desarrollo de una clase dentro del aula, puedan estar sentados frente a una pantalla de videojuego, sin moverse, durante horas?
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Correlación, no causalidad: de acuerdo con un metanálisis de estudios publicado en 2014, existe relación entre el uso de los medios (incluidos la televisión y los videojuegos) y los síntomas del TDAH (Nikkelen, Valkenburg, Huizinga, Bushman, 2014). En otra investigación, en la cual se realizó un seguimiento de 3 años a 3.000 niños, niñas y adolescentes, se detectó que los y las pequeños/as, pasaban más tiempo jugando a videojuegos, eran más impulsivos y presentaban más problemas de atención. En opinión de los autores de dicho estudio, jugar a videojuegos podría agravar los problemas de atención existentes (Gentile, Swing, Lim y Khoo, 2012).
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Ráfagas de atención: para muchos expertos, tiene sentido que los niños y las niñas con TDAH encuentren los videojuegos más atractivos que el resto de menores. Es una actividad continua que no requiere atención sostenida y los cambios constantes durante su desarrollo, brindan gratificación y recompensa instantáneas. Los niños con TDAH se sienten muy atraídos por estos estímulos artificiales, que se mueven más rápidamente y recompensan de forma más espontánea que cualquier otra cosa en el mundo real. Las redes sociales funcionan de manera similar.
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Uso problemático de internet y TDAH: si bien existe una asociación entre el uso problemático de Internet y el TDAH, no se conoce la direccionalidad de la misma (Carli y col., 2013).
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El tiempo medio de exposición a la pantalla de niños, niñas y adolescentes estadounidenses es de más de 6 horas diarias, a pesar de que la Academia Estadounidense de Pediatría (American Academy of Pediatrics) no recomienda el uso de pantallas en bebés y niños pequeños, y aconseja un tiempo total de uso de pantallas de una hora al día en niños de primaria y de dos horas diarias para niños de educación secundaria.
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Redes sociales, videojuegos y depresión: ¿Las comunidades online contribuyen a la depresión o ayudan a los y las jóvenes a hacerle frente?
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¿Aislamiento social o una ayuda para adolescentes que se sienten solos y solas? hay correlación entre el tiempo que los y las jóvenes de entre 19 y 32 años dedican a las redes sociales y el aislamiento social percibido (Primack y col., 2017). Este fenómeno conocido como miedo a perderse algo o FOMO (Fear of Missing Out), se produce cuando el hecho de ver las interacciones sociales online de otras personas, provoca sentimientos de aislamiento.
Sin embargo, otros estudios indican que los y las adolescentes que se sienten solos, suelen hablar con mucha frecuencia a través de Internet sobre temas personales e íntimos. A juicio de algunos expertos, esto sugiere que el uso de Internet les permite satisfacer ciertas necesidades críticas de interacciones sociales, auto-revelación y exploración de la identidad, algo que les cuesta -o no pueden- hacer cara a cara (Bonetti, Campbell y Gilmore, 2010).
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Relación con la depresión y el sueño: más de tres horas de uso de las redes sociales al día está relacionado con la depresión en adolescentes de 12 a 15 años. Algunos investigadores manifiestan que la presencia de depresión lleva a un comportamiento problemático con Internet y el teléfono móvil. Por ejemplo, la búsqueda de tranquilidad ligada a la depresión puede manifestarse a través de conductas repetidas de verificación del teléfono. Igualmente, algunos estudios longitudinales han hallado que los y las estudiantes universitarios/as que utilizan en mayor medida Internet, las redes sociales y los teléfonos móviles, reportan, con el tiempo, mayores niveles de estrés, depresión y trastornos del sueño (Elhai, Dvorak, Levine y Hall, 2017).
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El sueño suele identificarse como un factor probable que conecta el uso de Internet y los síntomas de depresión. Los adolescentes que utilizan con mayor frecuencia las redes sociales, de día y de noche, y los que están más involucrados emocionalmente en las redes sociales, experimentan una peor calidad del sueño, una baja autoestima y niveles más altos de depresión. (Woods y Scott, 2016)
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Redes sociales, videojuegos y trastornos de la alimentación
Para un número significativo de adolescentes que ya luchan por mantener una imagen corporal saludable, las redes sociales pueden conllevar riesgos, al fomentar ideas peligrosas en este sentido. Algunas redes sociales y páginas Web promueven ideales de belleza totalmente irreales y/o promueven trastornos alimenticios en pro de alcanzar dichos ideales. Aquellos y aquellas adolescentes que luchan con su propia imagen corporal o que tienen actitudes poco saludables sobre la alimentación, pueden encontrar una infinidad de razones para sentirse inseguros sobre su autoestima. Es importante ayudarles a distinguir entre realidad y fantasía online.
Aunque no parece que los y las adolescentes con autismo utilicen las plataformas de redes sociales tanto como el resto de sus compañeros y compañeras, sí se sienten atraídos/as por otro aspecto de la tecnología: los videojuegos. Si bien pueden conllevar un riesgo cuando se usan en exceso (al igual que chatear o compartir fotos), puede ser también una forma útil de lidiar con los desafíos a los que hace frente este colectivo:
Los y las adolescentes se enfrentan a una epidemia de sueño deficiente, que se ve exacerbada por la cultura permanente de los teléfonos inteligentes y las redes sociales. Si bien es recomendable que duerman nueve horas por la noche, la mayoría suele dormir alrededor de siete. La falta de sueño se traduce en dificultades para prestar atención, problemas en el rendimiento y bajas calificaciones escolares, aumento del estrés y de la tensión interpersonal, etc. Los efectos más graves incluyen comportamientos nocivos, como el abuso de medicamentos con receta, fumar o beber para tratar de descansar bien por la noche.
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Smartphones y duración del sueño: según datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, los y las adolescentes que pasan tres o más horas al día en dispositivos electrónicos, tienen un 28% más de probabilidades de dormir menos de siete horas, y aquellos y aquellas que visitan las redes sociales a diario, presentan un 19% más de probabilidades de no dormir lo suficiente (CDC, 2015). El 60% de los y las adolescentes consulta sus teléfonos a última hora, antes de dormir, de modo que duermen, de media, una hora menos que los compañeros que no usan teléfonos antes de acostarse.
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Existe una relación causal significativa entre el uso de dispositivos personales (PC, teléfono celular, reproductor de MP3, tableta, consola de juegos y TV) antes de dormir, por parte de los y las jóvenes de 16 a 19 años, y el déficit de sueño (menos de cinco horas) (Hysing, Pallesen, Stormark, Jakobsen, Lundervold, Sivertsen, 2015).
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La calidad del sueño también se ve afectada. Los y las adolescentes que hacen mayor uso de las redes sociales son más propensos a presentar trastornos del sueño (Levenson, Shensa, Sidani, Colditz y Primack, 2016) y el uso nocturno de las redes sociales es predictivo de un sueño más pobre (Woods y Scott, 2016).
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Los mensajes de texto excesivos interrumpen el sueño. Al menos una vez durante la noche, el 36% de los y las menores se despierta y comprueba su dispositivo móvil para ver si hay alguna novedad (Van den Bulck, 2013).
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Otros problemas de salud mental: los y las adolescentes que no duermen lo suficiente, informan niveles más altos de síntomas depresivos que aquellos de sus compañeros que descansan bien (31% frente a un 12%) (Johnston, OMalley, Miech, Bachman y Schulenberg, 2016). Según un estudio de 2016, aquellos que más utilizan las redes sociales experimentan una peor calidad del sueño, menor autoestima y mayores niveles de ansiedad y depresión (Woods y Scott, 2016). Además, el uso problemático de Internet y de los videojuegos se asocia con la falta de sueño (Tan, Chen, Lu y Li, 2016), y los investigadores creen que la alta correlación entre el uso de Internet y la depresión puede deberse a la dificultad para dormir (Lam, 2014).
El informe finaliza con una serie de directrices y recursos destinados a padres y cuidadores para ayudar niños y niñas a hacer un buen uso de las redes sociales, Internet y las nuevas tecnologías.
El documento se encuentra disponible en la página Web del Instituto de la Mente Infantil; se puede acceder directamente a la bibliografía de este artículo y al informe completo a través de los siguientes enlaces:
Childrens Mental Health Report
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