¿Por qué suele ocultarse el maltrato infantil? ¿Qué consecuencias tiene para la salud de los niños y niñas? ¿Qué aspectos hay que tener en cuenta para realizar una adecuada evaluación e intervención en estos casos?… Estas son algunas de las cuestiones contempladas en la publicación titulada: Cómo responder al maltrato infantil: manual clínico para profesionales de la salud, editada por la Organización Panamericana de la Salud y la Organización Mundial de la Salud. La violencia física en la infancia es, de las expresiones de maltrato, la más fácilmente identificada y reconocida, pero existen otras formas de maltrato que causan un sufrimiento emocional igual o mayor en los menores: el maltrato emocional, la violencia sexual y la negligencia en los cuidados o el descuido de bebés, niños, niñas y adolescentes de 0 a 17 años por parte de progenitores, cuidadores y otras figuras de autoridad. |
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Respecto a la violencia sexual, esta puede darse con o sin contacto físico (por ejemplo, acoso sexual verbal, solicitud de favores sexuales, exposición del niño a imágenes pornográficas ) y suele ir asociada a un componente de manipulación emocional. Finalmente, la negligencia o el descuido en los cuidados pueden deberse a una falta en la atención a la salud, educación, apoyo emocional, nutrición y condiciones de vivienda seguras del menor. Según los datos recogidos por la OMS, el maltrato infantil es un problema generalizado en todo el mundo que tiende a ocultarse. En países de altos ingresos, la prevalencia de maltrato físico es del 25% y de maltrato emocional del 36%, mientras que el 16% de los menores de edad pueden sufrir situaciones de negligencia en los cuidados. En países de África Subsahariana, Asia y América Latina la prevalencia del maltrato infantil está duplicada. Además de la muerte del menor, el maltrato puede tener otras consecuencias muy graves a corto y a largo plazo. Estas consecuencias incluyes serios problemas de salud física y sexual, como discapacidad, traumatismos, problemas gastrointestinales, enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados. A nivel psicológico, los efectos del maltrato pueden ser incluso más devastadores, incluyendo una amplia gama de problemas de salud mental como estrés postraumático, ansiedad, depresión, trastornos de la conducta alimentaria, conductas autolesivas y suicidio. Asimismo, repercute negativamente en la capacidad cognitiva del menor, disminuyendo su rendimiento académico y aumenta la probabilidad de involucrarse en conductas de riesgo como consumo de alcohol y drogas y aumento de la violencia. Los profesionales sanitarios deben prestar especial cuidado y atención a los indicadores de violencia en la infancia y tener en cuenta que los menores no van a revelar la situación de violencia fácilmente, debido a diferentes motivos que abarcan sentimientos de vergüenza y culpa, ausencia de capacidad de reconocimiento de sus experiencias como muestras de abuso o negligencia, no querer hacer daño a la persona que abusan de ellos o ser coaccionados por estas figuras, no haber recibido una adecuada respuesta en el pasado cuando han intentado narrar su situación a otro adulto. De acuerdo con el manual, los profesionales de la salud desempeñan una función clave en la prestación de apoyo de primera línea al reconocer el maltrato, mitigar sus consecuencias negativas y prevenir más daños. Para llevar a cabo esta labor, se debe crear un espacio seguro y de apoyo, saber reconocer los signos y síntomas asociados con el maltrato infantil, preguntar de manera sensible acerca de los signos y síntomas, atender las necesidades de salud física, mental, sexual y reproductiva y servir de enlace con otros servicios (como los servicios jurídicos o de protección infantil) según sea necesario. En el manual, se establecen los siguientes principios de actuación en el trabajo con estos menores:
La actuación en casos de sospecha de maltrato infantil debe establecerse siempre, por el interés superior del niño, niña o adolescente y teniendo en cuenta sus capacidades evolutivas para proporcionar información ajustada a cada edad y asegurar su consentimiento o asentimiento informado (que requiere explicarle al niño o niña lo que les está sucediendo y asegurar su conformidad en los procedimientos que se van a llevar a cabo). Una de las dificultades añadidas a la que se van a enfrentar los profesionales que detecten situaciones de maltrato infantil, es la interacción con los cuidadores, que pueden haber desempeñado un papel de víctimas del abuso, de cómplices del abuso o de abusadores. Según la guía de la OMS/OPS, en estas interacciones se recomienda:
Además de estos aspectos que se desarrollan en profundidad en el manual, la publicación recoge recomendaciones basadas en la evidencia para la detección y respuesta de los profesionales sanitarios frente a situaciones de maltrato infantil. Asimismo, dedica un capítulo a proporcionar pautas de autocuidado para los profesionales que intervienen en este campo, puesto que el contacto o la exposición directa a situaciones de violencia en la infancia y al sufrimiento emocional de estos menores, puede producir un desgaste psicológico en el profesional con repercusiones para su salud mental y física, así como para su desempeño laboral. Se trata de una herramienta que puede ser de utilidad para cualquier profesional o técnico que se encuentre en contacto directo con niños, niñas y adolescentes en su práctica diaria, tales como psicólogos, médicos, personal de enfermería, personal de atención de emergencia, etc. La guía puede descargarse en la propia Web de la OPS y en el siguiente enlace: |
Análisis del uso de la Evaluación del Apego y el Juego en el Niño para evaluar el trauma del desarrollo en menores
El maltrato y la negligencia infantiles tienen un gran impacto en el desarrollo de los/as niños/as y son un factor significativo en una serie de trastornos psiquiátricos (…)