¿Qué explica nuestro éxito adaptativo? ¿Qué nos diferencia de otras especies? ¿Es una cuestión de grado o hay elementos claramente diferenciales? Un artículo publicado recientemente en la revista Nature Human Behaviour se adentra en estas preguntas y cuestiona las hipótesis más respaldadas en torno a la cultura humana, que han señalado que la diferencia se encuentra en la capacidad de acumular conocimientos que se trasmiten con exactitud.
El artículo, titulado Human culture is uniquely open-ended rather than uniquely cumulative -La cultura humana es singularmente abierta y no singularmente acumulativa- (Morgan & Feldman, 2025) invita no solo a la reflexión, sino que ofrece explicaciones alternativas para entender al ser humano como especie, e identifica la diferencia en el carácter abierto de la cultura humana, algo que supondría poner el foco en aquellos procesos cognitivos que lo faciliten y diferentes a los que se han considerado, tradicionalmente, desde los otros paradigmas sobre la cultura humana.
¿Por qué somos adaptativos?
Los autores señalan que, durante siglos, nos hemos preguntado qué nos diferencia del resto de animales, y hemos querido saber si las diferencias son solo una cuestión de grado o son cualitativas. Se ha especulado sobre que el lenguaje, la fabricación de herramientas, la autoconciencia o la teoría de la mente eran capacidades exclusivamente humanas. Sin embargo, a estas alturas, se han documentado indicios de lo contrario en las conductas de otras especies y se comprueba como hasta los pájaros son capaces de utilizar herramientas para resolver problemas.
Más recientemente, se ha se desplazado el foco para explicar nuestro éxito adaptativo a la cultura. Pero, ¿qué tiene de especial la cultura humana frente a la del resto de especies y cómo la apoya nuestra cognición? Las hipótesis más difundidas hacen referencia a su carácter acumulativo -acumular conocimiento a lo largo del tiempo facilitaría la aparición de comportamientos altamente complejos y eficaces- y a nuestra alta capacidad cognitiva para transmitir la información de manera estable y fiel. Sin embargo, la acumulación y la fiabilidad también han terminado por cuestionarse.

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Los tres tipos de herencia no genética
El artículo hace referencia, por ejemplo, a la herencia no genética la transmisión de un rasgo de un organismo a otro, una transferencia que desafía la explicación evolutiva basada exclusivamente en los genes. Estas otras formas de herencia interaccionan entre sí, y también con la genética, lo que añade complejidad a la teoría de la evolución:
- La herencia cultural. Es «la transmisión de comportamientos y creencias a través de la interacción entre individuos».
- La herencia epigenética. La epigenética se refiere a que determinados compuestos bioquímicos pueden activar o desactivar genes (cambiar cómo se expresan) sin alterar la secuencia de ADN. La edad, la alimentación, el ejercicio, los medicamentos, las sustancias químicas, el estrés…, pueden influir en la epigenética. Y esta información reguladora de genes, aunque sea independiente de la secuencia de ADN, puede transmitirse de generación en generación, porque su influencia puede permanecer tras la división celular. Esta transmisión puede mantenerse a lo largo de generaciones (transgeneracional) o afectar a la descendencia más directa (intergeneracional).
- Los efectos parentales. En esta categoría se incluyen herencias no explicadas por los genes, la epigenética o la cultura. Por ejemplo, las preferencias alimentarias de crías pueden ser adquiridas a través del consumo de líquido amniótico o leche materna o la exposición a las heces maternas.
La acumulación cultural no es exclusivamente humana
Hasta hace relativamente poco, explican los autores, se pensaba que el cambio cultural acumulativo no existía en los animales -no incrementaba, ni se hacía más complejo-. Recientemente, se ha observado, por ejemplo, que los cantos de las ballenas jorobadas oscilan en complejidad, al igual que las técnicas de pesca de termitas en las comunidades de chimpancés.
También se sabe ahora que la herencia epigenética obtiene como resultado un cambio acumulativo: por ejemplo, se ha documentado que, en la ninfa acuática Daphnia cucullata, las respuestas ante el peligro llevan a desarrollar un casco protector que será más grande (acumulativo) si las generaciones anteriores estuvieron también expuestas al peligro.
La fidelidad y estabilidad en la trasmisión de conocimientos tampoco es singular en la humanidad
La creencia de que la cultura humana conlleva una transmisión muy fiel de los conocimientos se justifica, según el artículo de Nature, en nuestra gran capacidad para la imitación y para trasmitir conocimientos prácticos para la resolución de problemas. Sin embargo, estas fronteras se han ido derribando con nuevos estudios sobre el comportamiento animal.
En cuanto a la estabilidad de las transmisiones culturales, a que se mantengan durante siglos, tampoco parece un rasgo exclusivamente humano; «las culturas animales también pueden ser muy persistentes», como muestran investigaciones en primates o en el canto del gorrión del pantano. Del mismo modo, se ha observado, explican los autores, que algunas de las herencias epigenéticas y efectos parentales de otros animales se mantienen estables durante muchas generaciones.

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Variables en las que fijarse: plasticidad y variabilidad, complejidad de las redes de comunicación, no aleatoriedad de los cambios…
La evidencia anterior cuestiona, por tanto, los paradigmas más convencionales que apuntan a que el éxito adaptativo humano se debe a su excepcional acumulación cultural que produce transmisión de información muy fiel y estable. Según estos autores, se ha observado que estas características se encuentran también en la cultura de otros animales. Además, continúan explicando, la herencia no genética de caracteres adquiridos por generaciones anteriores, y la plasticidad que esto supone con respecto a la herencia genética, no solo está presente en la cultura, sino también en elementos epigenéticos y en efectos parentales. ¿Dónde reside, en ese caso, la singularidad humana?
- Es importante considerar que, en la cultura, a diferencia de lo que ocurre en la genética, y también en la epigenética y efectos parentales, no es dominante la transmisión vertical (de padres a hijos), sino que es fundamentalmente horizontal (entre iguales) y oblicua (de individuos mayores que no son padres), y también vertical e incluso inversa (de hijos a padres). Esto es común a las culturas de otros animales; no obstante, las vías de transmisión cultural de los seres humanos son particulares y permiten una expansión a gran escala: hay redes de comunicación complejas que facilitan la comunicación intergrupal.
- A diferencia de la genética, la cultura no es predominantemente aleatoria, sino que se basa en la invención, producto de experiencias previas de éxito (refleja una mezcla de intuición y ensayo y error). Sin embargo, esto también es común a culturas animales y a la herencia epigenética y los efectos parentales.
- La variabilidad de lo que puede adquirir y transmitir la cultura humana parece ilimitada (aunque no lo sea del todo): «desde tecnologías complejas y poemas épicos hasta conocimiento geográfico y códigos de etiqueta». En esta variabilidad se encuentra una importante diferencia con respecto a la epigenética y los efectos parentales, donde los cambios no son tan abiertos, sino que quedan circunscritos a un ámbito más limitado de posibilidades. En las culturas animales también se observan limitaciones: suelen relacionarse con la comida, carecen de sintaxis y gramática, no arrastran normas morales ni castigos para quienes se desvían…
Parece que la singularidad humana se halla en el carácter abierto de su cultura, lo que genera una gran variabilidad hereditaria
El artículo concluye que la verdadera diferencia es el último aspecto: la apertura de la cultura humana para generar variabilidad hereditaria (algo que no se ha investigado tanto). Otros modos de herencia no genética pueden ser acumulativos y estables, como los efectos parentales y la epigenética, pero son más limitados, tanto porque operan en áreas más específicas, como porque son predominantemente de transmisión vertical (padres-hijos). Las culturas de otros animales también parecen circunscritas a ámbitos específicos, como la alimentación. Por tanto, el alcance abierto de la variación cultural humana sería, según estos autores, el rasgo distintivo, no circunscrito a áreas específicas y comunicado mediante complejas redes.
La antigua confianza en que el rasgo distintivo era la acumulación y estabilidad orientó los estudios hacia la búsqueda de aspectos cognitivos que sustentaban esos rasgos. De ahí que la hipótesis de la apertura demande una nueva orientación, es decir, la búsqueda de otros aspectos cognitivos que nos diferencien del resto de animales. Por ello, el artículo termina con una propuesta: la diferencia «podría resultar de cómo los individuos representan mentalmente las acciones y sus objetivos». Las operaciones complejas se representan jerárquicamente (dividas en pasos y subpasos), tanto en personas como en otras especies animales (por ejemplo, el canto acumulativo de las ballenas jorobadas se compone de temas y frases más cortas).
Las investigaciones futuras pueden dirigirse al estudio de nuevos rasgos cognitivos relacionados con la cultura
Los autores sugieren que los trabajos futuros podrían centrarse en las diferencias entre sistemas para representar jerárquicamente las acciones, algo que puede medirse tanto conductual como neurológicamente. La eficacia de estos sistemas se apoyaría en un mejor rendimiento de la memoria de trabajo. Habría que evaluar el número de niveles que puede representar cada especie, y de pasos en cada nivel, la capacidad de reajuste de los planes cuando un paso en particular falla, el tiempo que pueden conservarse las representaciones en la memoria de trabajo, la precisión de tales representaciones…
Sea o no correcta la hipótesis de este artículo, abre la puerta a consideraciones alternativas a un antiguo paradigma, un paradigma que quizá ya no está justificado.
Fuente.
Morgan, T. J., & Feldman, M. W. (2024). Human culture is uniquely open-ended rather than uniquely cumulative. Nature Human Behaviour, 9, 28-42. https://doi.org/10.1038/s41562-024-02035-y