COP Madrid
«La idea de que abordar la prevención del suicidio requiere tino, criterio, formación y planificación. Y, por supuesto, responsabilidad. Las claves para la acción han de vincular su configuración en torno a la evidencia científica. Y esta idea, esencial en cualquier escenario, la entendemos fundamental en la atención a la infancia y a la adolescencia en las intervenciones de naturaleza preventiva en materia de salud mental, y vincularla, asimismo, a los procesos que han de regular y fundamentar la promoción del bienestar psicológico y la prevención de los desajustes y desórdenes emocionales de niños, niñas y adolescentes. Y de jóvenes».
Con esta introducción, se presenta un artículo A Fondo publicado por el decano del Colegio Oficial de la Psicología del COP Madrid, José Antonio Luengo Latorre, a través del cual pone de relieve la trascendencia de promover el bienestar psicológico en los centros educativos, señalando, para ello, la necesidad de actuar con criterio.
A este respecto, tal y como indica Luengo en su artículo, si bien hay evidencia en torno a la efectividad de programas, “especialmente diseñados, ordenados y pensados para reducir y minimizar los efectos dramáticos de la inacción ante los inquietantes indicios de quiebra emocional y desajustes psicológicos” en la infancia y la adolescencia, es fundamental “ser muy cuidadosos con lo que se hace”. Así, afirma, “no debe valer cualquier propuesta, por muy bien intencionada que ésta sea o nos puede parecer”.
Los problemas de salud mental también entrañan riesgos
En este sentido, apela a la cautela en torno a los posibles riesgos de los programas de salud mental en los centros educativos, invitando a la reflexión a través de algunas ideas, tales como:
- Las intervenciones deben basarse en la evidencia científica e incorporar claves para la detección de efectos y consecuencias adversas.
- Atender la promoción del bienestar psicológico y prevenir desajustes emocionales con niños, niñas y adolescentes (y jóvenes) en las escuelas es necesario. No obstante, es indispensable conocer que pueden producirse efectos iatrogénicos indeseados en algunos de los participantes en los proyectos.
- No todo lo que hacemos para prevenir estados inadecuados en salud mental con las poblaciones a las que nos referimos es adecuado para todos los que participan en este tipo de programas. La valoración de cada contexto de aplicación de actividades se entiende imprescindible, especialmente en lo que se refiere a chicos y chicas con mayor riesgo y vulnerabilidad.
- Considerar la acción de promoción del bienestar psicológico y de detección y prevención de desórdenes emocionales desde los modelos puros de «charla-conferencia» debemos darla definitivamente por superada. Son los modelos dialógicos y participativos los que mejores respuestas parecen aportar a la necesidad que los hace aflorar.
- El trabajo en los centros educativos en estos contenidos requiere de una planificación que supere la acción episódica (interna y/o externa) y esencialmente reactiva y se incorpore de modo sistémico y estructural en programas específicos, para toda la comunidad educativa, enmarcados en el proyecto educativo de cada centro e incardinados especialmente con planes como la acción tutorial, la atención a la diversidad y la promoción de la convivencia (y ciberconvivencia) pacífica y democrática, la promoción del cuidado y el buen trato entre las personas y la prevención del maltrato y la violencia.
La acción combinada y compartida y los procedimientos
Desarrollando las reflexiones anteriores, el artículo incide en la trascendencia de la “necesaria acción combinada y participada entre los diferentes actores implicados en las comunidades educativas” (alumnos/as, familias, docentes y personal de administración y servicios), cuando se trabaja con niños, niñas y adolescentes en estos contextos, así como en “la necesaria coordinación con el entorno cercano y los recursos especializados del sector y la necesaria consideración del protagonismo del alumnado en los procesos de análisis y valoración de necesidades, toma de decisiones sobre medidas a adoptar e implementación de las mismas”.
En la misma línea, dado que, generalmente, el trabajo en grupo-aula suele ser la referencia para la acción educativa en estos contextos, insta a reflexionar sobre los riesgos de intervenir en materia de salud mental con grupos más amplios, “no sólo por los contenidos que en ocasiones se tratan (por ejemplo, los relacionados con la conducta suicida o las autolesiones), sino por la propia configuración de la dinámica en grupos amplios, sin demasiada posibilidad de poder detectar impactos y efectos no deseados”. Atendiendo a esto, recuerda que a la hora de abordar determinados temas y “en contextos de evidente vulnerabilidad de los participantes, la acción con otro tipo de agrupaciones muestra por lo general mejores resultados y mayor capacidad de control de consecuencias”.
A modo de ejemplo, cita las recomendaciones de la OMS en materia de prevención del suicidio en centros educativos, en torno a la aplicación del desarrollo de aptitudes socioemocionales para la vida en las escuelas, para poner de relieve la “inexcusable participación estructural en los contextos educativos de profesionales de la Psicología”. La figura del psicólogo educativo adecuadamente integrado en los Departamentos y Equipos de Orientación, es clave dada su experiencia y formación en estos contextos y ámbitos de desarrollo y en el diseño, implementación y evaluación de planes y programas para la promoción del bienestar psicológico, así como para la detección y prevención de desajustes y desórdenes emocionales.
Luengo recoge en su artículo una serie de datos para mostrar el estado de la cuestión en materia de salud mental en la población española, especialmente, en niños, niñas y adolescentes, entre quienes los diagnósticos parecen haberse disparado en los últimos años.
Se cuestiona aquí si, de algún modo, podríamos estar “psicopatologizando” la vida cotidiana y el malestar ante las adversidades, o si los y las menores podrían estar “escorando su interpretación de lo que sienten y les pasa influidos por una cierta ‘inflamación’ en el tratamiento social y mediático de la Salud Mental como constructo”.
La hipótesis de la inflación de la prevalencia
Señalando la importancia de revisar “con diversas perspectivas el escenario en el que nos desenvolvemos”, hace alusión a “la hipótesis de la inflación de la prevalencia” de Faulkes y Andrews para ilustrar la posibilidad de que, ante la proliferación de noticias, titulares, datos, etc., en torno a la prevalencia de problemáticas de salud mental, los y las menores podrían estar identificando situaciones y “experiencias de incomodidad, frustración, inseguridad y/o adversidad” con malestar psicológico, ‘autodiagnosticándose’ con posibles trastornos de salud mental, algo que puede suponer “una desviación en la tasación (y, por tanto, exploración de medidas de respuesta) de los fenómenos que hemos de tener en cuenta”.
Atendiendo a lo expuesto, insiste en la necesidad de incorporar la figura del psicólogo educativo en los centros escolares, complementando a la figura del actual orientador educativo (titulados en pedagogía) y de otros profesionales adscritos (como los profesores de servicios a la comunidad), así como en la aproximación a los estándares de calidad europeos que tasan la presencia de un orientador por cada 250 escolares como ratio recomendada (UNESCO).
Parafraseando a Portalatín (2022), el artículo recuerda que “traer las emociones al aula o cómo enseñar a los niños educación emocional, ‘no es una moda, es una necesidad’”, siendo crucial fomentar contextos orientados a promover el bienestar y prevenir los desajustes emocionales y psicológicos, en los que la educación emocional forme parte de la idiosincrasia misma del centro educativo.
La salud mental se juega en las distancias cortas
Luengo concluye su artículo mostrándose tajante al afirmar que “la salud mental se juega en las distancias cortas”, por lo que toda respuesta debería estar orientada a “afianzar los lazos comunitarios y de acción combinada, que deberían exigirse en el marco de políticas y acciones coordinadas con el desarrollo de programas y la acción de los Ayuntamientos en la promoción del bienestar de la infancia, adolescencia y juventud, con la respuesta de salud comunitaria de los centros de Atención Primaria y, claro está, con los Servicios, dispositivos y centros especializados de salud mental”.
En este sentido, y sin perjuicio del desarrollo de propuestas híbridas, considera clave hallar la vía más adecuada, en el marco de las intervenciones basadas en la evidencia como en el Proyecto PsiCe.
El artículo completo se encuentra disponible en la página Web del COP Madrid o bien directamente a través del siguiente enlace: