En las últimas semanas, coincidiendo con las altas temperaturas ocasionadas por la ola de calor que está asolando España, se han declarado múltiples incendios en distintos puntos de la geografía española, siendo, según los expertos, la temporada de fuegos más devastadora desde hace al menos 15 años, con graves consecuencias para la población, tanto económicas como sociales y personales. Lamentablemente, los incendios forestales son un fenómeno generalizado y duradero en países de clima mediterráneo como España, siendo poco previsible que desaparezca a corto o medio plazo (Muñoz, 1995). De hecho, según alerta un reciente informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, los incendios forestales son cada vez más intensos y frecuentes, devastando comunidades y ecosistemas a su paso, previéndose un importante aumento en la probabilidad de incendios forestales catastróficos a nivel mundial para el año 2050, debido, principalmente, al cambio climático y al cambio en el uso de la tierra (United Nations Environment Programme, 2022). |
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A este respecto, el informe pone de relieve cómo los incendios empeoran con el cambio climático a través del aumento de la sequía -factor que influye negativamente en las labores de prevención y extinción (Muñoz, 1995)-, las altas temperaturas del aire, la baja humedad relativa, los rayos y los fuertes vientos, lo que resulta en temporadas de incendios más cálidas, secas y prolongadas. A su vez, los incendios forestales agravan el cambio climático, devastando ecosistemas sensibles y ricos en carbono y emitiendo gases de efecto invernadero en la atmósfera, lo que contribuye al aumento del calentamiento global. Sin embargo, no podemos dejar de considerar que dicha problemática está, al menos en parte, enraizada en el comportamiento humano (Lange, 2018), siendo fundamental el papel que desempeñan la conducta y las decisiones humanas en la aceleración del cambio climático, así como en la ocurrencia y frecuencia de los incendios forestales (Mann y col., 2017). Así, a la falta de percepción de riesgo por parte de algunas personas (Eiser et al. 2012), se añaden conductas negligentes como lanzar colillas encendidas, la quema de escombros, fogatas que se dejan desatendidas, el uso de pirotecnia, o los actos intencionados para provocar el fuego (Graia y col., 2017; Mann y col., 2017). Junto a los considerables peligros ambientales y de seguridad, y los serios efectos ecológicos y socioeconómicos derivados de los incendios forestales (Graia y col., 2017), situaciones vividas como la destrucción y pérdida del hogar, de las pertenencias, la amenaza a la seguridad personal y a la de los seres queridos, pueden tener consecuencias significativas en la salud mental de los supervivientes, que persisten durante años (Eboreime y Agyapong, 2021). La ocurrencia de un incendio forestal puede generar sentimientos de confusión, ira, miedo y pérdida en las personas. Diversos estudios han encontrado una mayor tasa de problemas de salud mental después de un incendio forestal tanto en la población adulta como en la pediátrica (principalmente, trastorno por estrés postraumático, depresión y ansiedad generalizada), con una serie de factores de riesgo asociados, siendo los más significativos las características del trauma del incendio forestal en sí. Han surgido en los últimos años varios términos nuevos en la literatura como consecuencia de una mayor conciencia y comprensión del impacto de los desastres naturales en la salud mental, observándose que algunas personas pueden sufrir angustia psicológica por la pérdida de un paisaje valioso debido a un incendio forestal (solastalgia) o como resultado de largos períodos de exposición al humo (Eisenman et al. 2015; Dodd et al. 2018; Burkhardt et al., 2020; Eboreime y Agyapong, 2021). Tal y como señala la APA (American Psychological Association, 2019), comprender las respuestas a este tipo de catástrofes puede ayudar a las personas a sobrellevar de manera efectiva sus sentimientos, pensamientos y comportamientos, a medida que se recuperan de esta situación. De acuerdo con la Asociación, la conmoción y la negación son respuestas típicas a un desastre natural de esta índole; una vez superado el shock inicial, las reacciones varían de una persona a otra, siendo las más comunes las siguientes:
Dado lo expuesto, la APA recoge una serie de recomendaciones para ayudar a restaurar el bienestar emocional y la sensación de control en la vida de las personas, entre ellas, las siguientes:
La ansiedad y el miedo intensos que, a menudo, siguen a una catástrofe de este tipo, pueden ser particularmente preocupantes para los niños y las niñas, especialmente, si han sido testigos del incendio, y han sufrido pérdidas. Tanto el comportamiento (retraimiento social, irritabilidad, problemas de sueño y/o pesadillas ) como el rendimiento escolar pueden verse afectados. En estos casos, con el fin de ayudar a aliviar las consecuencias emocionales del incendio, la Asociación recomienda a padres y cuidadores lo siguiente:
Incluso si una persona no se ha visto afectada directamente por los incendios forestales, puede experimentar una sensación de angustia o vulnerabilidad al vivir cerca del lugar donde están ocurriendo, conocer a personas afectadas por el desastre, o al ver a través de los medios cómo se desarrolla la catástrofe. A este respecto, la APA (2021) subraya la relevancia de tomarse un descanso de noticias. Asimismo, recuerda que son comunes sentimientos tanto de alivio como de culpa por no verse afectados/as por el desastre. Ante esto, considera prioritario mantener las cosas en perspectiva, concentrándose en todo lo positivo. Si bien las recomendaciones de la Asociación pueden ser de gran utilidad para muchas personas, teniendo en cuenta que la exposición a este tipo de desastres puede generar síntomas psicológicos considerables, es esencial contar con servicios para una atención eficaz a la salud mental de los afectados y las afectadas (Papanicolau y col., 2011). Concretamente, es clave contar con profesionales de la Psicología, expertos en el abordaje de este tipo de catástrofes y emergencias. Sin embargo, pese a su importancia, en nuestro país el número de psicólogos en la Sanidad pública sigue siendo insuficiente: el sistema sanitario público en España apenas facilita tratamientos psicológicos, y los que presta son en condiciones inadecuadas, por las largas listas de espera y la escasa frecuencia de las sesiones. En este sentido, es trascendental aumentar el número de psicólogos clínicos en el Sistema Nacional de Salud, para alinearnos con los países de nuestro entorno, una medida puesta de relieve en numerosas ocasiones por el Consejo General de la Psicología. A este respecto, y dada la grave situación que se está viviendo actualmente en España como consecuencia de los incendios forestales, el COP, la Psicofundación y la SEPCyS, ponen a disposición de toda la población este recurso que permite contactar con profesionales de la Psicología en todo el territorio nacional con la garantía de que son profesionales acreditados y colegiados: Busco Psicólogo · Consejo General de la Psicología de España (buscopsicologo.es) A continuación, presentamos un video resumen: Para consultar las referencias bibliográficas, pincha aquí: |
Intervenciones psicológicas eficaces para mejorar la salud mental de los agricultores
Investigaciones recientes indican que los agricultores corren un riesgo particular de sufrir trastornos de salud mental. Las tasas de depresión en la comunidad agrícola se están incrementando (…)