Más de 1 de cada 5 personas mayores tiene un alto riesgo de desarrollar depresión
23 Sep 2024

La salud mental de las personas mayores es un derecho humano. Sin embargo, suelen enfrentarse a una doble carga: no solo son más susceptibles al estigma que rodea a los problemas de salud mental, sino que también tienen más probabilidades de estar expuestas al edadismo. Las actitudes negativas generalizadas y el estigma hacia la salud mental y la edad son determinantes importantes de la salud mental de las personas mayores, ya que pueden disuadir la búsqueda de ayuda, reduciéndose la probabilidad de ser diagnosticadas y de recibir el tratamiento que necesitan.

Estas son algunas de las conclusiones recogidas por la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa (CEPE) en su informe sobre Salud Mental y Personas Mayores, un documento de políticas sobre envejecimiento, a través del cual se describen los factores determinantes y la prevalencia de los problemas de salud mental en personas adultas mayores de diferentes características sociodemográficas en toda la región de la CEPE, recogiendo una serie de estrategias y ejemplos de políticas, orientadas  a promover, proteger y cuidar la salud mental en personas mayores.

Fuente: freepik. Foto: freepik. Fecha: 19/09/24

Tal y como señalan sus autores, la salud mental de las personas mayores a menudo pasa desapercibida, a pesar de que una parte importante de ellas presenta trastornos mentales, concretamente, depresión. La soledad constituye un factor de riesgo importante, que afecta a cerca del 30% de las personas mayores en algunos países, agravada aún más por la irrupción de la pandemia de la COVID-19.

Los datos sugieren que el 28% de las personas mayores de la Unión Europea informaron un empeoramiento de su salud mental; el 19% de las personas mayores de los Estados Unidos revelaron haber experimentado un empeoramiento de la depresión o la tristeza, y el 28% informaron de un empeoramiento de la ansiedad o la preocupación desde el inicio de la pandemia.

Determinantes de la salud mental en la tercera edad

Según indica el documento, la salud mental es un fenómeno complejo en el que influyen múltiples determinantes que interactúan a lo largo de la vida. Durante toda su vida, las personas acumulan experiencias y están expuestas a situaciones que crean vulnerabilidades y fortalezas únicas, por lo tanto, es clave comprender estos determinantes en diferentes dominios para diseñar políticas efectivas que respalden la salud mental en la tercera edad.

– Determinantes individuales

Cada persona tiene una constelación de factores que influyen en su susceptibilidad a los problemas de salud mental. Los rasgos de personalidad y las experiencias vitales de cada uno interactúan con factores genéticos durante toda la vida.

Los eventos vitales importantes (por ej., la jubilación, el duelo, la reubicación, convertirse en cuidador o la transición a un centro de vida asistida) suelen ser experiencias muy difíciles y pueden desencadenar trastornos mentales en las personas mayores. En la tercera edad, aumenta la probabilidad de enfrentar desafíos relacionados con el deterioro de la salud física, enfermedades crónicas y discapacidad, así como de sufrir el deterioro cognitivo o físico o la muerte de amigos y familiares, lo que puede llegar a provocar sentimientos de soledad y depresión.

A menudo, se presentan múltiples desafíos al mismo tiempo, aumentando aún más el riesgo de desarrollar un problema de salud mental. Por ejemplo, las limitaciones de movilidad o ser cuidador/a de padres o cónyuges pueden reducir la capacidad de las personas mayores para participar en actividades que disfrutan, lo que se traduce en una reducción de las interacciones sociales, del estado de ánimo y, finalmente, lleva a la aparición de depresión.

Estar expuestos/as a la violencia, el abuso y el abandono amplifica el riesgo de trastornos mentales en la tercera edad, y la exposición a factores estresantes también puede aumentar el riesgo de abuso de sustancias, como el consumo excesivo de alcohol, que es un factor de riesgo importante para el trastorno mental.

En el lado contrario, el informe indica que aquellas personas mayores que mantienen actitudes positivas hacia el envejecimiento, tienen más probabilidades de afrontar el deterioro de la salud física y preservar una buena salud mental. Los factores relacionados con hábitos de vida saludables (no beber alcohol, no fumar, participar en actividades físicas y sociales regularmente, llevar una dieta sana, etc.) se asocian positivamente con la salud mental.

De acuerdo con los autores, las experiencias de situaciones desafiantes también pueden aumentar la resiliencia y la capacidad de afrontamiento de algunas personas mayores. La resiliencia es un factor crucial para salvaguardar la salud mental de las personas mayores, permitiendo que se recuperen de conmociones, como pérdidas, enfermedades o discapacidades. Las personas mayores resilientes pueden encontrar significado y propósito, mantener una actitud positiva y afrontar eficazmente el estrés. Esta fortaleza mental puede ayudarlas a adaptarse a los cambios de la vida y a enfrentarse a los desafíos inevitables del envejecimiento, promoviendo una sensación de bienestar y una mejor salud mental en general.

Sin embargo, mantenerse resiliente en la vejez puede ser especialmente difícil: los factores individuales, sociales y ambientales interrelacionados que aumentan el riesgo de trastornos mentales en esta etapa evolutiva, también pueden perjudicar la resiliencia, incluso entre las personas mayores que gozaron de una buena salud mental en etapas anteriores de su vida.

No obstante, la CEPE pone de relieve que la resiliencia puede ser impulsada y promovida por redes y entornos de apoyo, fomentando las conexiones sociales, participando en actividades que generen un sentido de autoestima y propósito, y manteniendo un estilo de vida saludable, para poder desarrollar los recursos necesarios para enfrentar los eventos desafiantes de la vida y vivir una vida plena.

Abordar las necesidades de salud mental relacionadas con eventos vitales, como el duelo, las enfermedades graves, los desastres naturales o las emergencias provocadas por el hombre, puede ayudar a mitigar su impacto emocional y promover la resiliencia entre las personas mayores afectadas.

– Determinantes sociales

El estatus socioeconómico, los roles de género y las relaciones sociales configuran las oportunidades, los recursos y la exposición a los factores estresantes, impactando en la salud mental en la edad adulta.

A modo de ejemplo, los problemas económicos (debido, por ejemplo, a los ahorros insuficientes para la jubilación o los altos costes de la atención médica), pueden contribuir al estrés y la ansiedad, aumentando el riesgo de desarrollar trastornos mentales. Por el contrario, la evidencia indica que contar con ingresos suficientes en la edad avanzada se asocia positivamente con una mejor salud mental.

Mantener las redes sociales y la participación social, incluso a través del empleo, el aprendizaje permanente, el voluntariado y el compromiso cívico en la comunidad puede ayudar a mejorar el sentido de propósito y contribuir a una mejor salud mental.

El acceso a una atención médica de calidad, incluidos los servicios de salud mental, es un determinante social crítico de la salud mental. El acceso limitado a los servicios de salud mental (por ejemplo, debido a los altos costes, la falta de profesionales de la salud, barreras de acceso en el transporte público, etc.), puede impedir que las personas mayores reciban un diagnóstico y tratamiento oportunos y adecuados para los trastornos mentales.

La alfabetización en salud mental (esto es, la capacidad de identificar adecuadamente los síntomas de los trastornos mentales comunes) está estrechamente relacionada con la probabilidad de que una persona busque y reciba tratamiento. En comparación con las personas más jóvenes, las personas mayores tienden a tener niveles más bajos de alfabetización en materia de salud, especialmente, en aquellas con un nivel socioeconómico más bajo. Por ejemplo, muchas personas mayores pueden no clasificar (correctamente) los sentimientos de preocupación o mareo como síntomas de trastorno de ansiedad, sino como síntomas del envejecimiento normal, lo que les impide buscar ayuda. Es fundamental por lo tanto, mejorar la alfabetización en salud mental y así eliminar el estigma.

– Determinantes ambientales y sociales

El documento apunta al rol que tiene el entorno físico y social en el que las personas viven y envejecen, moldeando sus capacidades físicas y mentales a lo largo de sus vidas y desempeñando un papel importante en la salud mental. A modo de ejemplo, vivir en barrios con altos índices de delincuencia o miedo a la delincuencia puede provocar ansiedad crónica, lo que limita el compromiso social y la participación en la vida comunitaria.

También la exposición a fenómenos meteorológicos extremos, como las olas de calor y el cambio climático, puede tener efectos adversos en la salud mental, en particular en las personas mayores.

Los lugares adaptados a las personas mayores ofrecen espacios al aire libre seguros y sin barreras con muchos asientos, para que las personas mayores puedan mantenerse físicamente activas. Ofrecen transporte público asequible y sin barreras, lo que les permite acceder a los servicios públicos y visitar a amigos y familiares. La evidencia muestra que vivir en entornos más amigables con las personas mayores está fuertemente asociado con una mejor salud mental.

Cabe señalar que las actitudes negativas generalizadas y el estigma hacia la salud mental son determinantes importantes de la salud mental de las personas mayores, dado que pueden disuadir la búsqueda de ayuda y reducir la probabilidad de ser diagnosticadas.

El edadismo

Las personas mayores suelen enfrentarse a una doble carga en lo que respecta a la salud mental. No solo son más susceptibles al estigma que rodea a las enfermedades mentales, sino que también tienen más probabilidades de estar expuestas al edadismo.

El edadismo es un problema muy extendido que afecta a todos los determinantes mencionados, y puede perjudicar significativamente el bienestar mental de las personas mayores, provocar aislamiento social y soledad, mayor inseguridad económica, menor calidad de vida y muerte prematura. La exposición a estereotipos sobre el deterioro relacionado con la edad a través de los medios de comunicación o un trato condescendiente, puede hacer que las personas mayores experimenten depresión, ansiedad e incluso pensamientos suicidas. Las mujeres mayores y aquellas con discapacidad tienen una probabilidad especial de estar expuestas a este tipo de edadismo debido al sexismo.

Un problema generalizado es el conocido como ‘ensombrecimiento del diagnóstico’, en que no se diagnostica con precisión un trastorno de salud mental, porque los síntomas que presenta la persona mayor se pasan por alto, debido a otras limitaciones físicas o cognitivas, incluida la demencia, o se descartan como una parte normal del envejecimiento.

El edadismo también puede conducir al aislamiento social, un importante factor de riesgo para los problemas de salud mental. La evidencia señala que las creencias positivas sobre el envejecimiento mejoran la salud mental, reduciendo los niveles de estrés y la inflamación, la prevalencia del dolor crónico y el riesgo de hospitalización.

Una medida expuesta por los autores de este informe es lanzar campañas de concienciación pública e iniciativas educativas, para ayudar a que las personas mayores busquen ayuda y a erradicar el estigma asociado y los estereotipos que relacionan la salud mental y edad.

Prevalencia de trastornos de salud mental entre las personas mayores en la región de la CEPE

En casi todos los países que cuentan con datos, más de una de cada cinco personas de 60 años o más corre un alto riesgo de desarrollar depresión clínica. La prevalencia de la depresión oscila entre el 20 y el 35% en la mayoría de los países. Los trastornos depresivos representan la mayor proporción (41%) de años de vida ajustados por discapacidad (AVAD) atribuibles a trastornos mentales entre las personas mayores de la región, seguido de los trastornos de ansiedad (21%) y la esquizofrenia (8,5%).

La alta prevalencia de la depresión entre las personas mayores en muchos países de la región es preocupante, especialmente si se tiene en cuenta que la gran mayoría de las personas afectadas no reciben tratamiento. Esto incrementa el riesgo de mayores problemas de salud física e incluso de suicidio. En algunos casos, la depresión puede obligar a las personas mayores a abandonar el trabajo de forma prematura, lo que reduce su independencia económica y afecta a su economía en general.

Desigualdades sociodemográficas en materia de salud mental entre las personas mayores
  • Género: las tasas de depresión son significativamente más altas entre las mujeres mayores que entre los hombres mayores en todos los países con datos, si bien las brechas de género varían según el país: las mayores diferencias entre mujeres y hombres mayores se observan en Chipre, La República Checa y España, donde las mujeres mayores tienen (casi) el doble de probabilidades de verse afectadas por la depresión que los hombres mayores.
  • Según la CEPE, estas brechas de género pueden explicarse por el acceso desigual a los recursos, las consecuencias emocionales y mentales de las responsabilidades de cuidado y los impactos combinados en las mujeres de vivir más tiempo. Las diferencias entre hombres y mujeres en la prevalencia de la depresión (basadas en información autodeclarada sobre salud mental) también pueden reflejar la falta de información sobre los síntomas por parte de los hombres debido al estigma social.
  • Edad: Las personas de 80 años o más son más propensas a la depresión, con tasas que superan el 50% en varios países. En la mayoría de ellos, la prevalencia de depresión entre personas de 60 años o más aumenta con la edad. La depresión en los grupos de mayor edad suele ser más grave, debido a múltiples duelos, limitaciones físicas y deterioro cognitivo.
  • Nivel educativo: el nivel educativo está estrechamente relacionado con la salud mental de las personas mayores: aquellas con un nivel educativo bajo tienen el doble de probabilidades de verse afectadas por la depresión que las que presentan un nivel educativo alto. Esto puede atribuirse, entre otras cosas, al estrés económico y al acceso limitado a una atención sanitaria de calidad. Por lo tanto, abordar estas desigualdades es esencial para un apoyo equitativo a la salud mental.
El grave problema del suicidio en personas mayores

El suicidio es un problema de salud pública importante en muchos países. En la región de la CEPE, la prevalencia del suicidio es sustancialmente mayor entre las personas mayores que entre las más jóvenes.

Se detecta una gran desigualdad socioeconómica en el riesgo de suicidio, dado que las personas mayores con un nivel socioeconómico más bajo tienen una probabilidad sustancialmente más elevada de cometer suicidio, en comparación con las personas con un nivel socioeconómico más alto.

La probabilidad de cometer suicidio es sustancialmente más alta entre los hombres mayores que entre las mujeres mayores. Para los autores del estudio, esta disparidad de género es contraria a la observada en la depresión. A su juicio, las razones son complejas, pudiendo ser una explicación parcial de esto, el que los hombres tienen más probabilidades de utilizar métodos más letales para suicidarse, como armas de fuego, así como menos probabilidades de buscar ayuda para su salud mental.

Estrategias de política para mejorar la salud mental de las personas mayores

La CEPE destaca que la alta prevalencia de trastornos mentales entre las personas mayores en la región exige soluciones efectivas. En este sentido, se pueden implementar diversas estrategias de política para abordar esta situación.

Numerosos países han desarrollado planes de acción integrales para la salud mental en los últimos años, y tanto la Comisión Europea, como la OMS y el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas han ido publicando iniciativas e informes de políticas detallados.

Sin embargo, aunque casi todos los países de la región cuentan con una política o plan específico de salud mental, y en algunos se reconoce la particular vulnerabilidad de las personas mayores a los problemas de salud mental (entre ellos, el Plan de Salud Mental de España), no todos los planes van más allá de la caracterización de las personas mayores como un grupo vulnerable para incluir un análisis detallado de sus necesidades específicas de salud mental y cómo abordarlas.

La importancia de la prevención y la detección temprana

La prevención y la detección temprana tienen un papel trascendental en la mitigación de la aparición y la progresión de los trastornos de salud mental entre las personas mayores. Los programas sistemáticos de detección en los centros de atención de la salud y de cuidados a largo plazo, especialmente cuando están dirigidos a las personas con mayor riesgo, pueden ser eficaces para identificar problemas de salud mental en una etapa temprana. Las herramientas de detección deben ser culturalmente sensibles y estar adaptadas a las circunstancias y los factores de riesgo únicos de las poblaciones de mayor edad.

Una estrategia para preservar la buena salud mental entre las personas mayores recogida en este informe es la de invertir en intervenciones comunitarias que se centren en los factores de riesgo asociados con la mala salud mental. Esas intervenciones, incluidos los programas de promoción de la actividad física, la educación nutricional y el compromiso social, pueden ser muy eficaces. Las intervenciones basadas en la evidencia para reducir la soledad y el aislamiento social entre las personas mayores y sus cuidadores incluyen la promoción de la alfabetización digital y el uso de la tecnología digital.

Es clave cuidar la salud mental de los/as cuidadores/as

Está bien documentado que el cuidado puede tener graves efectos negativos en la salud mental, afectando aún más a las mujeres, las personas empleadas y a quienes brindan cuidados de alta necesidad. Un problema común es que la depresión entre las personas cuidadoras se confunde con el agotamiento. Por lo tanto, es esencial reconocer la tensión emocional del cuidado, para poder implementar medidas orientadas a reforzar la salud mental de los cuidadores y cuidadoras.

Salud mental en los servicios de atención a largo plazo y los servicios especializados

Para garantizar una protección adecuada de los derechos de las personas mayores, el documento considera fundamental atender a las necesidades de salud mental de estas personas en los centros de atención a largo plazo y prestar servicios especializados.

Se estima que la prevalencia de los trastornos mentales es sustancialmente mayor entre los residentes de centros de atención a largo plazo que entre las personas mayores que viven en la comunidad, principalmente, en el caso de la depresión. Para abordar este desafío, las estrategias de política deben incluir la integración de los servicios de salud mental en los centros de atención a largo plazo, proporcionando así atención integral a los/as residentes.

Una medida importante es garantizar la detección temprana de la depresión y la ansiedad entre los y las residentes de cuidados de larga duración, realizando exámenes periódicos. Estos exámenes deben tener en cuenta tanto los signos comunes de depresión y ansiedad (por ej., la fatiga, los problemas de sueño, el bajo estado de ánimo y la preocupación), como otros problemas de salud que pueden contribuir a estos trastornos de salud mental. Otra estrategia clave es la creación de servicios especializados para personas mayores con demencia, deterioro cognitivo u otras enfermedades crónicas, asegurándose así que reciben la atención que necesitan.

¿Cómo mejorar el acceso al tratamiento de los problemas de salud mental en mayores?

Pese a que el acceso a un tratamiento eficaz es esencial para abordar los trastornos de salud mental entre las personas mayores, la CEPE lamenta que una gran proporción de las personas mayores afectadas por trastornos mentales en la región no reciben tratamiento para su condición.

El estigma generalizado, el edadismo y la falta de alfabetización en salud pueden hacer que muchas personas mayores con trastornos mentales no busquen o no reciban tratamiento, incluso en países con sistemas de atención de salud mental bien desarrollados y para personas sin barreras económicas.

Además, existen otras barreras estructurales bien documentadas para el acceso a la atención de salud mental entre las personas mayores, tales como, escasez de profesionales en atención a la salud mental en muchos lugares, especialmente en las zonas rurales. También los altos costes y los gastos de bolsillo pueden presentar una barrera importante para la búsqueda de atención de salud mental entre las personas mayores y, especialmente, para aquellas con un nivel socioeconómico más bajo: sólo el 21% de las personas de 55 años o más en la Unión Europea, opina que los servicios de salud mental -de calidad- son asequibles. Entre las personas con experiencia en el acceso a los servicios de salud mental, el problema mencionado con más frecuencia son las largas listas de espera y las demoras para recibir el diagnóstico o el tratamiento (informado por el 72%).

Las estrategias de políticas para mejorar el acceso al tratamiento incluyen el desarrollo de modelos de atención integrados que combinen los servicios de salud mental con la atención primaria para abordar simultáneamente las necesidades de salud física y psicológica.

De acuerdo con este informe, la integración de los servicios de salud mental en los modelos de atención primaria y a largo plazo, garantizaría un acceso más fácil a la atención y reduciría el estigma asociado con la búsqueda de servicios de salud mental. A este respecto, una medida que ha venido siendo defendida en los últimos años por el Consejo General de la Psicología, junto con numerosos expertos y entidades (como la OCU o el Defensor del Pueblo), es la implementación de la Psicología Clínica en atención primaria.

En este sentido, la OCU alerta de las largas listas de espera para recibir atención psicológica especializada y de la falta de psicólogos clínicos en atención primaria, lo que conduce a que las personas que presentan un problema de salud mental sean atendidas por médicos de familia y reciban, en la mayoría de los casos, un tratamiento farmacológico en lugar de Psicoterapia. Ante esto, considera fundamental reducir la sobremedicalización en la atención a los problemas psicológicos y que se priorice el abordaje psicoterapéutico en el tratamiento de estos problemas.

De este modo, la incorporación de psicólogos/as clínicos/as en este primer nivel asistencial de la salud aliviaría la importante carga asistencial que suponen los problemas de salud mental (como la depresión) para el Sistema Sanitario en nuestro país, derivando en un importante ahorro en términos de costes económicos y sociales, al facilitar la detección precoz y la intervención temprana de problemas de salud mental, y reduciendo la hiperfrecuentación y las listas de espera, evitando, a su vez, complicaciones en la sintomatología de los/as pacientes, al brindarles los tratamientos psicológicos que requieren.

Otra estrategia esencial para mejorar el acceso al tratamiento es la formación especializada de los y las profesionales de la salud en atención de salud mental geriátrica para garantizar la prestación competente y compasiva de servicios a las personas mayores.

Por su parte, los servicios de telesalud tienen el potencial de ampliar el acceso a los servicios de salud mental, en particular en áreas rurales o desatendidas donde el acceso a los servicios de atención de salud mental y tradicional puede ser limitado.

Además, las terapias psicológicas y los servicios de asesoramiento pueden proporcionar un espacio seguro para hablar de las preocupaciones y desarrollar mecanismos de afrontamiento. Estos servicios pueden abordar problemas como la ansiedad, la depresión y la soledad, y ayudar a las personas mayores a adaptarse a los principales eventos y transiciones de la vida, como la jubilación, la pérdida de un ser querido, el deterioro funcional, convertirse en cuidador o mudarse a una residencia asistida, y fomentar la creación de resiliencia.

Salud mental en situaciones de emergencia

Las situaciones de emergencia pueden representar conmociones que requieren apoyo psicológico y social. Las estrategias de política en caso de desastres naturales o provocados por el hombre pueden incluir el establecimiento de líneas telefónicas de emergencia, la oferta de servicios de salud mental a distancia, el fomento de la inclusión social y la prestación de apoyo a los cuidadores y a los trabajadores de la salud de primera línea.

Promover la inclusión social de las personas mayores durante las emergencias es muy importante dado el fuerte efecto de las conexiones sociales en la salud mental. La emergencia de salud pública de COVID-19 creó desafíos de salud mental a través de medidas de distanciamiento social que llevaron a un mayor aislamiento y soledad entre la población. También dio lugar a la creación de muchas soluciones creativas para ayudar a las personas mayores a conectarse con amigos y familiares en línea. Por ejemplo, varios países tomaron medidas para combatir el aislamiento entre las personas mayores en atención residencial durante los confinamientos por COVID-19. Esto incluyó ayudarles a hacer videollamadas con la familia, proporcionarles tabletas o teléfonos inteligentes y ofrecer actividades en línea como clases de ejercicio.

Investigación y recopilación de datos

Es necesario fortalecer la base de evidencia a través de la recopilación de datos sólidos y la investigación sobre los desafíos de salud mental específicos de las poblaciones de mayor edad (incluidas las disparidades de género), con el fin de informar las decisiones de política y evaluar el progreso.

También emprender investigaciones sobre la eficacia de las intervenciones de salud mental para las personas mayores, así como los posibles efectos secundarios de los medicamentos, garantizando así que las personas mayores reciban un apoyo basado en la evidencia y que las proteja de los efectos adversos de los medicamentos.

Salvaguardar el bienestar mental de las personas mayores es esencial para defender sus derechos humanos

Promover, proteger y cuidar eficazmente la salud mental de las personas mayores requiere abordar varios desafíos. Para la CEPE, esto implica cerrar la importante brecha de tratamiento, teniendo en cuenta que, en Europa, el 80% de los casos de depresión en personas mayores no reciben tratamiento.

También requiere mitigar los impactos negativos de la mala salud mental en ellos/as y sus familias, al tiempo que se protege a los grupos vulnerables como los que se encuentran en centros de atención a largo plazo. Debido a los múltiples factores interrelacionados que ponen a las personas mayores de entornos desfavorecidos en mayor riesgo de trastornos mentales, abordar las disparidades sociales más amplias en materia de salud mental es igualmente importante.

Un enfoque integral requiere la colaboración de diversas partes interesadas, incluidos los gobiernos, las organizaciones de la sociedad civil, el mundo académico y las propias personas mayores. Incorporar las perspectivas de las personas mayores garantiza que las políticas y los servicios sean inclusivos y aborden eficazmente sus necesidades.

Se puede acceder al documento desde la página Web de la CEPE o bien directamente a través del siguiente enlace:

Mental Health of Older Persons

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