LA VIDA ES SUEÑO – LA LUCHA POR EL DESCANSO
26 Abr 2006

A lo largo de nuestro ciclo vital, nuestro sueño sufre modificaciones, atendiendo especialmente a factores psicológicos, sociales y biológicos.

Que dormir bien es necesario para poder vivir mejor es un hecho indiscutible, constatado a lo largo de la evolución del ser humano y avalado por infinidad de investigaciones. Recientemente el Diario El Norte de Castilla recogía en un artículo tanto los efectos beneficiosos del sueño, como las repercusiones asociadas a su ausencia.

A lo largo del desarrollo de una persona, la cantidad y la calidad/cualidad del sueño sufre modificaciones sustanciales. Las razones principales de este hecho se relacionan con procesos biológicos, psicológicos y sociales.

Siguiendo las palabras de Ana Adán, docente e investigadora del departamento de Psiquiatría y Psicobiología Clínica de la Universidad de Barcelona, recogidas en el rotativo castellano, el ciclo sueño-vigilia, responsable de la regulación de nuestro sueño, es uno de los ritmos circadianos más potentes que poseemos. Con una duración de 24 horas, está controlado por un reloj interno, situado en el núcleo supraquiamático del hipotálamo.

De manera general, dependiendo de la etapa del ciclo vital en el que se encuentre la persona, el sueño tendrá unas características determinadas, obedeciendo a una serie de factores biológicos, psicológicos, socioculturales, etc. En los primeros meses de vida, el sueño se vuelve una necesidad imperante para el infante, como parte de su proceso de maduración. Para Eduard Estivill, director de la Unidad de Alteraciones del Sueño del Institut Dexeus de Barcelona, según indica el Diario El Norte de Castilla, cuando nacemos, tenemos un patrón de sueño caracterizado por periodos de sueño de unas tres o cuatro horas (ritmo sueño-vigilia ultradiadano). A pesar de la fragmentación del sueño, éste suele ser más profundo; relacionado, al parecer, con el propio proceso de maduración del bebé. La fase REM (Rapid Eye Movements), es una de las etapas que componen el sueño y en la que el individuo está más profundamente dormido. En los niños de pocos meses puede llegar a alcanzar hasta el 50% del tiempo absoluto de sueño; en los adultos, por el contrario, este tipo de sueño se suele situar en torno al 25%, según se puede leer en la noticia.

Explica el diario, que a partir de los 65 años este ritmo biológico sufre ciertas modificaciones, pasándose de un patrón monofásico en la edad adulta (un único periodo de sueño en la noche) a otro polifásico (en el que se alternan varios ciclos de sueño con periodos de vigilia). Las consecuencias son menos horas de sueño, multiplicándose «las cabezadas» durante el día y los despertares nocturnos y un sueño menos reparador. Lo mismo que sucede con las habilidades cognitivas y las capacidades motoras, el ritmo del sueño se ve afectado por el proceso de envejecimiento.

En este sentido, siguiendo la argumentación de Adán en El Norte de Castilla, debido al propio proceso de envejecimiento, en los ancianos el porcentaje de las fases REM disminuyen y se desplazan a las primeras horas de sueño. Desde el punto de vista de Enrique Bauzano, jefe del Servicio de Neurofisiología Clínica de Hospital Carlos Haya, esto hace que el anciano tenga la sensación de haber descansado en el transcurso de las primeras horas de sueño y así se suceden los despertares recurrentes.

No obstante, los factores emocionales y sociales tienen, igualmente, un peso decisivo en la consecución de un sueño, en cantidad y calidad suficientes. Efectivamente, no todo es debido al propio proceso de envejecimiento. Para Francisca Vera, profesora de Psicobiología de la Universidad de Málaga, las variables psicosociales son especialmente importantes. Así, los cambios en la vida cotidiana de las personas contribuyen de manera central en los cambios del ritmo de sueño-vigilia. En el caso de los ancianos, siguiendo la noticia de El Norte de Castilla, los cambios producidos en la vida de la persona tras la jubilación (pérdida de espacios de relación, falta de planificación del tiempo libre, cese de la actividad laboral, etc.) están íntimamente relacionados con la pérdida de sueño.

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