El pasado domingo, 10 de septiembre, se celebró el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, una jornada patrocinada por la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio (IASP-International Association for Suicide Prevention) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), con el propósito de poner en la agenda pública el tema del suicidio, priorizando en la necesidad de su prevención.
Continuando con la campaña trienal iniciada en 2021, con el lema “Crear esperanza a través de la acción” se pretende realizar una llamada a la acción, recordando que hay una alternativa al suicidio y que, a través de nuestras acciones, podemos alentar la esperanza y fortalecer la prevención.
El suicidio es un problema importante de salud pública con consecuencias sociales, emocionales y económicas de gran alcance. Así describe la Organización Mundial de la Salud (2023) esta problemática que, según estima, se cobra anualmente más de 700.000 vidas en todo el mundo, una cifra bastante alta, aún sin añadir el elevado número de personas que intentan hacerlo: según los expertos, por cada persona fallecida por este motivo, hay unas 20 tentativas al año en el mundo (Fonseca Pedrero y Díez Gómez, 2018).
Los datos provisionales del INE correspondientes a 2022 apuntan ya a 4.097 fallecimientos por suicidio en España
En España, concretamente, se registraron 4.003 fallecimientos por suicidio en el año 2021 (esto es, un 1,6% más que en 2020), erigiéndose como la primera causa externa de muerte en los hombres (con 2.982 fallecidos y un aumento del 1,8%) y la tercera entre las mujeres (1.021 fallecidas) (INE, 2022). Resulta, cuando menos preocupante, la tendencia ascendente en el número de casos: de acuerdo con los datos provisionales publicados por el INE durante el primer semestre de 2023, se observa hasta ese momento que se ha elevado la cifra de suicidios, alcanzando ya, de forma preliminar, los 4.097 fallecimientos (un 2,3% más que en 2021).
No menos alarmante es el ingente aumento de casos de ideación suicida, intentos autolíticos iniciados y autolesiones (un 71,7% en relación con el año pasado) entre niños/as y adolescentes, detectados por la Fundación ANAR (2023), que ha alertado ante el hecho de que la conducta suicida (ideación e intento de suicidio) se ha convertido, por primera vez en 29 años, en el primer motivo de consulta en menores, siendo el más grave y el que conlleva peores consecuencias para ellos/as.
Es fundamental tener en cuenta que el suicidio es prevenible
La muerte por suicidio es siempre un suceso trágico, y puede desencadenar una serie de emociones complicadas y confusas (APA, 2018); cada suicidio o intento de suicidio no solo supone un sufrimiento para la persona, sino también para sus familias y allegados que, frecuentemente, se encuentran desamparados, paralizados y sin recursos institucionales a los que acudir (Al-Halabí y col., 2022).
No obstante, es fundamental tener en cuenta que el suicidio es prevenible. Considerando que constituye un fenómeno complejo sobre el que influyen múltiples factores -biológicos, clínicos, psicológicos y sociales- (Chen et al., 2012), la identificación de los diferentes factores de riesgo y de protección puede ayudar a tomar decisiones preventivas racionales (Isometsä, 2014) y a determinar la naturaleza del tipo de intervenciones requeridas, siendo además un componente clave de cualquier estrategia nacional de prevención del suicidio (OMS, 2021), y vital de cara a reducir la carga mundial que supone (Christensen et al., 2014).
Existen múltiples factores de riesgo y protección asociados con la conducta suicida (CDC, 2022). De acuerdo con López Vega y col. (2022), hay una serie de señales de riesgo que pueden ayudarnos a anticipar su aparición y detectarla precozmente. Algunas señales de riesgo pueden ser: hablar sobre desesperanza o falta de motivación; verbalizar un dolor insoportable; realizar comentarios negativos sobre uno mismo; hablar continuamente de la muerte o el suicidio; despedirse de una manera poco habitual; actuar de forma ansiosa, agitada o imprudente; aislarse o no comunicarse; buscar métodos de suicidio y/o lugares por Internet; arreglar temas relativos al fin de la vida, etc.
Identificar los diferentes factores de riesgo y protección puede ayudar a tomar decisiones preventivas racionales
Asimismo, la evidencia señala la existencia de diversos factores de riesgo (como, por ej., la exposición a situaciones altamente estresantes, vivencia de conflictos, catástrofes, actos violentos, situaciones de abuso, la pérdida de alguien cercano, el diagnóstico de una enfermedad grave o crónica, problemas legales o económicos, etc.), que pueden desencadenar un intento de suicidio en un momento crítico, siendo el principal de estos factores, con diferencia, la presencia de un historial de intentos previos (OMS, 2021; López Vega y col., 2022).
Se observa que las tasas de suicidio son elevadas entre determinados grupos en situación de vulnerabilidad y discriminación, como los refugiados y migrantes; las personas LGTBIQ+; los reclusos y las personas con discapacidad (OMS, 2021; OED, 2022).
Por otro lado, los factores protectores son variables que la evidencia científica relaciona con una reducción de la probabilidad de aparición del suicidio o de otras conductas autolesivas, por lo que es conveniente promoverlos socialmente. Estos factores pueden tener diferente naturaleza: personal, familiar y social (López Vega y col., 2022). La familia, concretamente, puede ser un factor protector. Existen datos que evidencian cómo a mayor apoyo familiar, los valores de baja autoestima, desesperanza, aislamiento e ideación suicida se reducen notablemente. Asimismo, la percepción de apoyo por parte de familiares aumenta la capacidad de afrontamiento ante cualquier situación de riesgo (Bonilla Cruz y col., 2018).
Es clave conocer y rebatir los mitos y creencias erróneas en torno al suicidio que perpetúan el estigma y lo convierten en un tema tabú
A pesar de la relevancia de emprender acciones orientadas a la prevención del suicidio, esto no se ha abordado debidamente por la escasa sensibilización sobre a la importancia que reviste como problema para la salud pública y por la existencia de creencias erróneas y del estigma asociado con el suicidio que lo convierten, aún hoy día, en un tema tabú (OMS, 2021; Mental health europe 2022; Masoomi y col., 2023). Por ello, es importante aumentar la sensibilidad de la comunidad y superar el tabú para que los países avancen en la prevención del suicidio (Jiménez et al., 2017; OMS, 2021).
Para tal fin, un paso clave es conocer y rebatir los múltiples mitos y sesgos presentes en la sociedad, que perpetúan el estigma y bloquean la búsqueda de ayuda. Algunos de ellos son: “Hablar del suicidio puede ser un precipitante para hacerlo” (al contrario, el silencio y el aislamiento pueden empeorar la situación, y hablar directamente de ello constituye una de las herramientas clave de la prevención); o “Cuando una persona habla de suicidio no tiene intención de cometerlo” (esta creencia equivocada conlleva que se minimice el riesgo y que la intencionalidad se confunda erróneamente con chantajes, manipulaciones, etc. De hecho, se estima que, alrededor del 75% de las personas que consuman un suicidio realizaron alguna advertencia antes de llevar a cabo la acción) (Ministerio de Sanidad, 2020; López Vega y col., 2022; ANAR, 2023)
Desmentir los mitos sobre el suicidio no solo reduce el estigma: ayuda a la sociedad a comprender que alguien está en riesgo y necesita ayuda. La información y formación sobre este tema fundamental: la vida de alguien puede depender de ello (BPS 2020; Mental health europe 2022).
La prevención del suicidio es un asunto de corresponsabilidad entre todos y todas
Otra medida para combatir el estigma y aumentar la conciencia y la comprensión en torno al suicidio y sus complejidades, es ser conscientes del uso que hacemos del lenguaje (IASP, 2022). Expresiones como “suicidio cometido”, “suicidio consumado”, “un/a suicida”, etc., o utilizar la palabra “exitoso” o “fallido” para describirlo, perpetúan el estigma y se desaconsejan firmemente. Se recomienda en su lugar, hacer un uso sensible del lenguaje relacionado con esta temática, empleando términos como “muerte/fallecimiento por suicidio”, “conducta suicida”, “personas que fallecen por suicidio” etc. (IASP, 2022)
Dado que el suicidio es un problema de salud pública y un problema social de primer orden, su solución pasa por una respuesta contundente y un abordaje integral y sistemático por parte de toda la sociedad en su conjunto (López Vega y col., 2022; ANAR, 2023). La prevención del suicidio es un asunto de corresponsabilidad entre todos y todas (Al-Halabí y col., 2022).
Se necesita un enfoque multisectorial e interdisciplinario que implique a toda la sociedad y a todas las partes interesadas
Para poder implicar a toda la sociedad y a las partes interesadas en un esfuerzo de colaboración conjunta, es necesario un enfoque multisectorial e interdisciplinario, incluyendo no sólo al sector sanitario, sino también a representantes de otros sectores de la sociedad, como el educativo, el jurídico, el político o el social (Maroto Vargas, 2017; EFPA, 2019; OMS, 2021; OPS, 2023). A este respecto, los expertos consideran que un buen abordaje de la prevención del suicidio debe dirigirse a los responsables de las políticas sanitarias, al conjunto del personal médico, a los técnicos de emergencias, a los profesionales de la salud mental (psicólogos, psiquiatras…), al profesorado, a las autoridades jurídicas y políticas, a las fuerzas y cuerpos de seguridad, bomberos, etc. (OMS, 2012).
De forma específica, los psicólogos deben contar con la formación y preparación necesaria para liderar iniciativas multidisciplinares destinadas a prevenir y abordar un fenómeno que, si bien en multifactorial, tiene profundas raíces psicológicas (Al-Halabí y col., 2022).
Las estrategias multisectoriales integrales son esenciales para la eficacia de cualquier iniciativa preventiva, siendo clave emplear enfoques a nivel comunitario como parte de una estrategia eficaz. Las comunidades pueden desempeñar un papel crucial potenciando el sentido de pertenencia y el sentimiento de conexión con otros, brindando apoyo social a las personas vulnerables, aplicando estrategias específicas de prevención que sean pertinentes en su contexto, luchando contra el estigma y apoyando a las personas afectadas por un suicidio, entre otras muchas acciones (OPS 2021 2).
Los medios de comunicación pueden desempeñar un papel activo en la prevención del suicidio
Los medios de comunicación tienen un rol fundamental en la conformación de la opinión pública y las actitudes de la población, pudiendo reforzar prejuicios y estereotipos o luchar contra ellos y, por ello, pueden tener un papel activo en la prevención del suicidio (Salud mental España, 2021; OPS, 2021 2; ANAR, 2023).
A este respecto, es clave que la difusión que hagan de la información sea fidedigna, responsable, rigurosa y desestigmatizante, sin caer en sensacionalismos (Salud mental España, 2021). A la hora de comunicar sobre este tema, es recomendable no emplear calificativos que lo hagan deseable y atrayente como “rápido”, “sencillo” o “indoloro”, ni asociarlo a actos de heroicidad, romanticismo o valentía, que lo justifiquen o normalicen; no utilizar titulares excesivamente alarmistas ni describir explícitamente el lugar, el método utilizado ni otros detalles que puedan resultar ofensivos para ellos/as, sus familiares y entorno social.
Es importante también evitar dar una visión simplista, basada en la especulación, puesto que el suicidio es un fenómeno multifactorial; no centrarse en casos aislados, sino ofrecer estadísticas y datos objetivos, de fuentes confiables, contextualizando el problema social y contando con expertos/as que aporten el contexto con una visión más centrada en la problemática y no en el caso concreto; describir las consecuencias físicas de intentos de suicidio (daño cerebral, parálisis, etc.) puede actuar como elemento de disuasorio; deben evitarse los estereotipos de género, étnicos, de condición sexual, cultural o socioeconómica de las personas; y enfocarse la información desde una perspectiva positiva, de recuperación, siendo de gran utilidad contar con testimonios de personas que han pasado por esta misma situación (Hawton y col., 2020; Ministerio de Sanidad, 2020; ANAR, 2023).
En el contexto educativo la prevención debe incluir a toda la comunidad educativa
Quienes se dedican a la producción de obras de teatro, películas y contenidos televisivos deben actuar con cautela, dado que las representaciones ficticias y no ficticias pueden influir en la conducta suicida, haciendo que algunas personas puedan sentirse identificadas y vulnerables. Colaborar con expertos en prevención de suicidios en la creación de tales contenidos, puede crear oportunidades para la concienciación y ayudar a salvar vidas (OMS, 2019; López Vega y col., 2022).
Como ocurre con todo, la educación también es trascendental, por lo que es prioritario mejorar la formación y la educación en salud mental en los centros educativos, para que niños, niñas y adolescentes sepan cuándo, cómo y a quien pedir ayuda (BPS, 2020).
En este contexto, la prevención debe incluir a toda la comunidad educativa, llevando a cabo acciones orientadas a reducir factores de riesgo (por ej., acoso escolar, abuso de sustancias…) y fomentar los factores de protección entre los/as estudiantes, y a potenciar las competencias socioemocionales para la vida (OMS, 2021). De acuerdo con Luengo La torre y Yébenes (2023), es necesario incorporar el diseño e implementación de planes para la gestión de las emociones y la prevención y detección de los problemas psicológicos y del estado de ánimo en el alumnado.
La aplicación de programas de prevención escolares, pueden lograr una reducción tanto en la frecuencia de intentos como en la intensidad de la ideación suicida (Fonseca pedrero y Díez Gómez, 2018).
Los gobiernos tienen un papel muy importante en la prevención del suicidio
Por su parte, los gobiernos pueden llevar a cabo un papel muy relevante en la prevención del suicidio, liderando el control y abordaje del mismo bajo el paradigma de “la salud en todas las políticas” (López Vega y col., 2022). Entre sus múltiples acciones, pueden implementar políticas de prevención de suicidio, sensibilizando sobre la importancia de la salud mental y el estigma y capacitando sobre prevención de suicidio a los miembros de la comunidad -incluidos los profesionales de la salud, los educadores y los medios de comunicación-, elaborar informes para analizar la incidencia del problema y los factores sociodemográficos asociados a la población en riesgo (OMS, 2012; OPS, 2023).
Dado que muchos actos de esta índole son impulsivos, hay estudios que apuntan al rol crucial que pueden tener las líneas directas de prevención del suicidio para reducir las crisis y salvar vidas (APA, 2023). En España, el Ministerio de Sanidad promueve la línea 024 de atención a la conducta suicida para ayudar a las personas con pensamientos, ideaciones o riesgo de conducta suicida, y a sus familiares y allegados, básicamente a través de la contención emocional por medio de la escucha activa por profesionales, la recomendación de que contacten con los servicios sanitarios del SNS o la derivación al 112 en los casos en los que se aprecie una situación de emergencia.
A pesar de su necesidad, en España no existe un plan nacional de prevención como tal
Todo lo expuesto pone de relieve la imperiosa necesidad de contar con planes preventivos contra el suicidio. Precisamente, la Comisión Europea en su Pacto Europeo por la Salud Mental y el Bienestar (European Pact for Mental Health and Wellbeing) incorpora la prevención del comportamiento suicida dentro de sus cinco áreas de actuación prioritaria (European Commission, 2008). Además, la tasa de mortalidad por suicidio es un indicador de la meta 3.4 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: “De aquí a 2030, reducir en un tercio la mortalidad prematura por enfermedades no transmisibles mediante su prevención y tratamiento, y promover la salud mental y el bienestar”.
Contrario a lo esperado, y pese a lo alarmante de las cifras, actualmente en nuestro país no existe un plan nacional de prevención como tal, y hasta ahora sólo se han realizado algunas iniciativas en determinadas Comunidades Autónomas (FSME, 2017; Navarro Gómez 2020).
Los beneficios de incorporar psicólogos clínicos en Atención Primaria en el abordaje del suicidio
Según la OMS (2012), una adecuada estrategia nacional de prevención del suicidio debe basarse en la integración de los servicios de salud mental en la Atención Primaria, el aumento de los recursos de salud mental y la mejora de la formación del personal de Atención Primaria en la identificación de los colectivos en situación de riesgo.
En este sentido, el Consejo General de la Psicología (COP) ha venido insistiendo en la necesidad de diseñar e implementar una estrategia multidisciplinar y coordinada para la prevención del suicidio, que ofrezca una respuesta integral y que dé cuenta de la naturaleza multicausal de los comportamientos suicidas. De acuerdo con la organización colegial, cualquier respuesta a un problema tan complejo debe, necesariamente, prestar atención a la prevención, la intervención y la posvención, considerando, al menos, la dimensión social, clínica y cultural de las conductas suicidas.
En línea con lo planteado por la OMS (2012) con respecto a los beneficios de integrar los servicios de salud mental en la Atención Primaria, el COP ha venido planteando en los últimos años la incorporación de psicólogos clínicos en este primer nivel asistencial, una medida que facilitaría tanto la detección precoz, como la prevención de este grave problema, desde la Atención Primaria de la salud.
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