La salud mental desempeña un papel central en la vida de las personas y está intrínsecamente ligada a muchos otros aspectos del bienestar general. Así lo afirma la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE, Organisation for Economic Co-operation and Development), en su último informe sobre el estado del bienestar y la resiliencia en tiempos de crisis (How’s Life).
Basándose en el Marco de Bienestar de la OCDE, el documento recoge una amplia gama de resultados de bienestar, analizando su variación a lo largo del tiempo entre grupos de población y entre países. Tal y como señala la Organización, si bien no ofrece recomendaciones de políticas, el informe puede servir como herramienta de diagnóstico para los/as responsables de la toma de decisiones, ya que sus hallazgos proporcionan un panorama completo de la vida de las personas y pueden ayudar a identificar áreas que podrían justificar intervenciones legislativas.
En esta sexta edición, se presenta la evidencia más reciente en torno a una serie de indicadores, entre ellos, los siguientes:
Se registra un empeoramiento de aspectos no económicos críticos del bienestar desde el año 2019
La calidad de vida de las personas, principalmente, su salud, se ha visto afectada negativamente por las crisis de los últimos cuatro años. El exceso de muertes durante la COVID-19 ha provocado una reducción de, al menos, medio año en la esperanza de vida media en los países de la OCDE.
Concretamente, la salud mental desempeña un papel central en la vida de las personas y está intrínsecamente ligada a muchos otros aspectos del bienestar general.
Las muertes por suicidio, abuso agudo de alcohol y sobredosis de drogas (denominadas en el informe como ‘muertes por desesperación’), representan, según la OECD, una medida importante de los trastornos mentales graves y la adicción entre la población. La reducción paulatina en el promedio de ‘muertes por desesperación’, registrada entre 2010 y 2019 en la mayoría de los países de la OCDE, se ha estancado abruptamente desde el inicio de la pandemia.
El porcentaje de población con síntomas de ansiedad y depresión aumentó en todos los países al inicio de la pandemia, duplicándose en algunos de ellos
En lo que respecta a los síntomas comunes de salud mental, el informe señala que solamente se dispone de datos internacionales armonizados para los países europeos de la OCDE anteriores a la pandemia. Sin embargo, trabajos anteriores de la OCDE basados en estimaciones nacionales y encuestas no oficiales han documentado que la proporción de la población que informa síntomas de ansiedad y depresión aumentó en todos los países con datos disponibles al inicio de la pandemia, duplicándose en algunos de ellos. De hecho, se estima que entre 2020 y 2021, más de una cuarta parte de la población estaba en riesgo de sufrir ansiedad y depresión. Según estas estimaciones nacionales y encuestas no oficiales, aunque se detecta cierta recuperación de la salud mental de la población en 2022, la prevalencia de la depresión se mantiene elevada en relación con los niveles previos a la pandemia.
La satisfacción con la vida, en una escala de 0 (nada satisfecho) a 10 (completamente satisfecho), mejoró entre 2013 y 2018. Sin embargo, el progreso quedó estancado también desde el inicio de la pandemia de la COVID-19: en 2023, la satisfacción con la vida en los países de la OCDE se situó en 7,4, similar a su nivel de 2018. De hecho, entre 2019 y 2023, la satisfacción con la vida se mantuvo estable o se deterioró en la mayoría de los países con datos disponibles.
Mientras tanto, los resultados mejoraron para aquellos con muy baja satisfacción con la vida tanto a mediano como a corto plazo: la proporción promedio de personas con una puntuación de satisfacción con la vida de 4 o menos en una escala de 0 a 10 se situó en el 8% en 2013, cayendo a cerca de un 6% en 2018 y a un 5% en 2022.
El dolor físico es un estado asociado no sólo con mayores tensiones en el sistema de atención a la salud, sino también con una mayor prevalencia de problemas de salud mental
En 2023, casi el 30% de las personas en los países de la OCDE informaron haber experimentado mucho dolor físico, con aumentos significativos en dos quintas partes de los países de la OCDE en relación con niveles previos a la pandemia.
De acuerdo con el informe, el dolor físico es un estado asociado no solo con mayores tensiones en el sistema de atención a la salud, sino también con una mayor prevalencia de problemas de salud mental. Dada su importancia para el bienestar general, los investigadores en el campo han pedido que se le dé al dolor mayor prominencia en las conversaciones sobre políticas y están alentando a los gobiernos a recopilar y publicar datos relevantes.
En la misma línea, durante los últimos cuatro años, los sentimientos de preocupación y tristeza han empeorado en muchos países, y las tendencias en la satisfacción con la vida son mixtas.
Así, en 2022-23, una de cada ocho personas en los países de la OCDE declaró haber tenido más sentimientos negativos (ira, tristeza, preocupación) que sentimientos positivos (disfrutar, reír o sonreír mucho, haber descansado bien) el día anterior, conocido como ‘balance de afectos negativos’.
Se detecta una tendencia preocupante en los casos de tristeza, risa y preocupación
Los datos muestran que, por un lado, la proporción de personas que declaran emociones positivas de haber descansado bien y sentirse bien, se ha mantenido estable para la mayoría de los países de la OCDE tanto a medio como a corto plazo, mientras que los sentimientos de ira han ido disminuyendo de manera constante.
Por otro lado, se detecta una tendencia preocupante en los casos de tristeza, risa y preocupación, que, según este informe, “justifican un seguimiento más estrecho”. En 2022-23, el 36% de la población declaró haber experimentado mucha preocupación el día anterior. Estos sentimientos de preocupación han seguido una trayectoria negativa durante la última década.
La proporción de personas que se sienten tristes también ha aumentado en los países de la OCDE, especialmente, a corto plazo. En 2022-23, el 21% de las personas afirmaron haber sentido mucha tristeza el día anterior. Los sentimientos de risa han seguido una trayectoria similar.
Para la OCDE, centrarse únicamente en los resultados promedio puede ocultar desigualdades en las circunstancias y experiencias de las personas y, de hecho, existen amplias brechas en materia de bienestar entre los grupos de población.
Si bien los hombres obtienen mejores resultados que las mujeres en la mayoría de los resultados del mercado laboral, tienen más probabilidades de convertirse en víctimas de homicidio o morir por suicidio o sobredosis de drogas. Las personas más jóvenes tienden a obtener resultados relativamente mejores en lo que respecta a la salud, el bienestar subjetivo y la conexión social, mientras que los adultos de mediana edad tienen más probabilidades de estar empleados y sentirse más seguros, y las personas mayores confían más en su Gobierno.
Aquellos/as con estudios universitarios y/o de postgrado, obtienen sistemáticamente mejores resultados que sus pares con menor nivel educativo. Esto no sólo se aplica a los resultados laborales, sino también a los aspectos no materiales del bienestar: en comparación con el promedio de la población, las personas con educación terciaria tienen 1,5 veces menos probabilidades de sentirse solas y 1,3 veces menos probabilidades de experimentar dolor físico.
El tiempo que las personas pasan juntas, las actividades que realizan entre sí y la calidad y diversidad de sus relaciones desempeñan un papel importante en la determinación de la salud, la felicidad y el bienestar generales.
Para la OECD, es complicado evaluar las tendencias a medio plazo en los indicadores objetivos de la conexión social, ya que los datos basados en encuestas de uso del tiempo no se recopilan regularmente. Sin embargo, hay cierta evidencia de reducciones en los resultados subjetivos de la conexión social, en particular, en el contexto de la pandemia. En 2018, las personas en los países de la OCDE pasaban un promedio de seis horas a la semana interactuando con amigos y familiares. En tres países con series temporales disponibles (Canadá, Japón y Estados Unidos), el tiempo semanal promedio dedicado a las interacciones sociales se redujo en 40 minutos entre 2009-11 y 2015-22.
Esta tendencia refleja los datos nacionales sobre el uso del tiempo en otras medidas objetivas de exposición social: por ejemplo, en Estados Unidos, el tiempo promedio que se pasa en soledad, aumentó de 35,6 horas/semana en 2003 a 38,6 horas/semana en 2019 y siguió aumentando hasta 41,6 horas/semana en 2020. En 2022-23, 9 de cada 10 personas en los países de la OCDE informaron tener amigos o familiares en quienes confiar en momentos de necesidad. Las percepciones de apoyo social en promedio se mantuvieron estables en la década anterior a la COVID-19, pero desde entonces se han reducido ligeramente.
En 2023, la prevalencia de soledad en la población osciló entre el 4% y el 14% en los países de la OCDE
Si bien el aislamiento social de las personas mayores ya había sido una preocupación creciente antes de 2020, el distanciamiento social y las medidas de contención durante la pandemia, provocaron picos en la soledad declarada para todos los grupos de edad, incluidos los y las más jóvenes.
De acuerdo con lo expuesto en el informe, la soledad constituye un aspecto importante de la conexión social y ha ganado mayor atención política desde que aumentó la prevalencia durante la COVID-19. En este sentido, cada vez hay más información de alta calidad sobre la soledad recabada por las oficinas estadísticas nacionales, y las estimaciones muestran que, en 2023, la prevalencia de la soledad osciló entre menos del 4% y cerca del 14% en los países de la OCDE.
El informe recuerda que para comprender el progreso de las sociedades y diseñar políticas públicas eficaces para mejorar el bienestar y generar resiliencia ante las crisis, los gobiernos deben adoptar un enfoque integrado para abordar una serie de resultados económicos, sociales y ambientales que son importantes para la vida de las personas.
Se necesita una acción a nivel comunitario para impulsar una mejor salud mental y una mejor conexión social
Asimismo, destaca que “para promover un bienestar inclusivo y sostenible requiere acciones que vayan más allá del gobierno”. Los objetivos de las políticas no pueden alcanzarse sin una acción coordinada y un compromiso amplio y sostenido con una amplia gama de actores. Por ejemplo, se necesita una acción a nivel comunitario para impulsar una mejor salud mental y una mejor conexión social, pero también para construir capital social.
Además de su misión económica tradicional, las organizaciones tienen un papel importante que desempeñar –y una gran responsabilidad– en la configuración de los resultados de bienestar no materiales (por ejemplo, en la calidad del empleo, el bienestar en el lugar de trabajo…) y en la preservación y posiblemente el aumento del capital humano, natural y social.
Se puede acceder al documento completo desde la página Web de la OECD o bien directamente a través del siguiente enlace:
OECD (2024). How’s Life? 2024 Well-being and resilience in times of crisis. Organisation for Economic Co-operation and Development Publishing, Paris. https://doi.org/10.1787/90ba854a-en