La importancia de reforzar los programas de promoción de la salud relacionados con el chemsex
04 Dic 2024

Es esencial priorizar el chemsex en los programas de salud pública, que deben considerar las diferentes tipologías de sesiones, con sus diferentes riesgos y prevalencia, así como la dimensión cultural inherente a esta práctica (evidenciada por la asociación entre el chemsex y algunos factores sociodemográficos). En la misma línea, las instituciones sanitarias deberían reforzar sus programas de promoción de la salud relacionados con el Chemsex utilizando un enfoque no estigmatizante.

Así concluye un estudio publicado en la revista JMIR Public Health and Surveillance, y financiado por la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, a través del cual se pretende estimar la proporción de hombres de minorías sexuales que participan en sesiones de Chemsex, analizando, a su vez, la dimensión cultural del Chemsex y las distintas tipologías de sesiones, con posibles diferencias de riesgo y los factores sociodemográficos asociados con su participación.

Tal y como señalan los autores de este estudio, en las últimas dos décadas, el chemsex “se ha vuelto más frecuente dentro de la comunidad LGBTQAI+, en particular, entre los hombres cis pertenecientes a minorías sexuales”. El chemsex se define como “un tipo específico de consumo de sustancias sexualizadas en la comunidad queer”, dentro de la cual ha surgido como un fenómeno cultural. A este respecto, son varias las sustancias que están particularmente asociadas con el chemsex o el consumo sexualizado, entre ellas, el gamma-hidroxibutirato (GHB), la metanfetamina, la mefedrona, la ketamina o los poppers, aunque su consumo no es exclusivo del chemsex.

Fuente: freepik. Foto: freepik. Fecha: 21/11/24

Destacan, especialmente, el aspecto cultural del chemsex como un factor clave para su definición, “ya que está en gran medida moldeado por experiencias compartidas de discriminación y el papel de la masculinidad y la presión sobre la imagen corporal dentro de un subconjunto de la comunidad”. Así, las personas que participan en el chemsex han creado una escena, códigos y vocabulario específicos en torno a ello, reforzando así su componente cultural. En la misma línea, las sesiones de chemsex (eventos o reuniones para este tipo de consumo sexualizado de drogas) constituyen una parte fundamental de esta cultura y pueden denominarse ‘fiesta y juego’ o ‘relajación’, en función del contexto.

Los autores alertan de la importancia que está cobrando, cada vez más, en la salud pública este fenómeno cultural, dados los importantes riesgos asociados con el consumo de sustancias y determinadas actividades sexuales. Concretamente, la vía de consumo inyectada (“slamming”), presenta un mayor riesgo, especialmente, de transmisión de ciertas infecciones o lesiones relacionadas con la inyección (abscesos).

A pesar de ello, el chemsex continúa teniendo una prioridad baja en la mayoría de las instituciones de salud pública e investigación, y los programas de promoción de la salud dependen de organizaciones comunitarias LGBTQAI+.

La prevalencia del chemsex aún no se conoce bien, en gran parte, debido a las limitaciones significativas en la mayoría de los estudios realizados al respecto. No obstante, sí hay evidencia de que esta práctica está asociada a diferentes factores sociodemográficos (entre ellos, la edad, vivir con VIH, vivir en ciudades grandes, herencia étnica, estatus migratorio, nivel educativo, situación financiera, o vivir abiertamente su sexualidad), y que no es un fenómeno homogéneo, sino que comprende varias subculturas y prácticas, cada una asociada a diferentes riesgos.

No obstante, la literatura científica trata al chemsex como una entidad singular, obviando las diferencias significativas más allá de los tipos de sustancias utilizadas, lo que, para los autores, “complica el desarrollo de programas de promoción de la salud a medida para diferentes perfiles de usuarios dentro de la comunidad de chemsex”.

En este sentido, un posible enfoque cuantitativo para abordar esta heterogeneidad sería identificar diferentes tipologías de sesiones a través del análisis de clase latente (LCA), que permite un enfoque centrado en la persona. A juicio de los autores, no se conoce ningún LCA llevado a cabo para identificar las diferentes clases de sesiones de chemsex que se han identificado a través de la investigación cuantitativa. Por ello, este estudio pretende estimar la prevalencia de chemsex en una muestra amplia y diversa, entendiendo las sesiones de chemsex “como un fenómeno cultural en lugar de solo el consumo sexualizado de sustancias, y explorar los factores sociodemográficos asociados”, buscando, además, “analizar distintas clases de sesiones con posibles diferencias de riesgo y los factores sociodemográficos asociados con estas tipologías”.

Se identifican tres tipologías distintas de participantes de chemsex, especialmente relevantes, si se tienen en cuenta las posibles consecuencias para la salud física y mental

Para tal fin, este estudio transversal ha contado con una muestra de 5.711 hombres pertenecientes a minorías sexuales, residentes en toda España, que participaron en una encuesta anónima online, donde se evaluó su participación en sesiones de chemsex y características de las mismas, el posible consumo de drogas y las variables sociodemográficas.

El análisis de los datos identifica tres tipologías diferentes de participantes de chemsex, con prevalencias y comportamientos distintos, que implican también distintos niveles de riesgo.

Para los autores, estas diferencias “son particularmente relevantes”, más aún, si se consideran las posibles consecuencias para la salud física y mental que conlleva esta práctica, incluidos “abscesos y otras infecciones, sobredosis, combinaciones peligrosas de sustancias, efectos secundarios de medicamentos (renales, cardíacos, etc.), síntomas psicóticos o trastornos por consumo de sustancias”.

El estudio revela que más de la mitad de los participantes de chemsex lo han hecho en sesiones cortas, caracterizadas por sexo anal sin uso de profiláctico, poco frecuente, con múltiples parejas, bajo consumo de sustancias de alto riesgo y mínimos ‘azotes’. En consecuencia, indica, “este grupo tiene una menor probabilidad de participar en chemsex problemático y experimentar consecuencias negativas asociadas”.

Aproximadamente una quinta parte de los que participan en chemsex, reconocen hacerlo en sesiones más largas, con un alto consumo de GHB, pero en las que el sexo anal sin preservativo con muchas parejas sigue siendo poco frecuente y “los azotes son casi anecdóticos”. Por lo tanto, el estudio indica que este grupo de participantes “se beneficiarían principalmente de estrategias de reducción de riesgos relacionadas con el uso de GHB (por ejemplo, pruebas de detección de drogas, comenzar con dosis bajas y esperar antes de aumentar, no mezclar con otras drogas depresoras, reconocer y responder a los signos de sobredosis, considerar las interacciones con la medicación para el VIH)”.

Por otro lado, cerca de una cuarta parte (un 23,2%) de quienes participan en la comunidad de chemsex lo han hecho en sesiones más largas, con riesgos muy elevados debido al sexo anal sin preservativo, con múltiples parejas, el uso de sustancias y una alta práctica del ‘slamming’. En opinión de los autores, este es el grupo “en el que las estrategias de promoción de la salud y reducción de riesgos serían más efectivas, ya que es más probable que ocurran chemsex problemático y consecuencias negativas para la salud”.

Se detecta que la participación en chemsex varía entre los grupos sociodemográficos, lo que debe tenerse en cuenta al desarrollar políticas de salud pública. En línea con estudios previos, la proporción de quienes han practicado chemsex es más elevada entre los hombres mayores, los que conviven con VIH, aquellos que viven en ciudades más grandes y quienes hablan abiertamente sobre su sexualidad.

Es fundamental interpretar los resultados desde una perspectiva no estigmatizante

No obstante, los autores recuerdan que estas asociaciones “no deben interpretarse como si esos factores fueran factores de riesgo para participar en sesiones de chemsex, ya que la correlación es bidireccional”: así, algunas conductas que pueden ocurrir en las sesiones de chemsex, como el sexo anal sin uso de profiláctico, con múltiples parejas y el ‘slamming’, aumentan el riesgo de infección por VIH. De igual modo, el hecho de que el chemsex “es inseparable de su dimensión cultural”, puede justificar que sea un fenómeno “más prominente en las ciudades más grandes, con comunidades queer más numerosas y más común entre los hombres que son abiertamente miembros de la comunidad”.

Ponen de relieve aquí la trascendencia de interpretar estos resultados desde una perspectiva no estigmatizante, “considerando los importantes beneficios sociales, de bienestar y de salud de estar involucrado en la comunidad y evitando tanto juicios morales de fuera de la cultura, como actitudes paternalistas de los funcionarios y agencias de salud pública”.

Se observa también una mayor probabilidad de practicar chemsex entre aquellos que no se encuentran en una situación financiera holgada. Para los autores, esto puede explicarse “por el mayor consumo de drogas en los grupos sociales de menores ingresos, debido a la discriminación y a factores sociodemográficos estructurales que resultan en peores resultados de salud en esos grupos y las posibles consecuencias financieras del consumo problemático de drogas”.

Los hombres de mayor edad tienen más probabilidad de haber participado en chemsex, pero menos de participar en sesiones de alto riesgo

Se identifica también una alta probabilidad de participar en chemsex entre quienes usan esteroides, una asociación observada en otros contextos de uso de drogas y que se puede explicar dentro de la comunidad de chemsex “por su vínculo con los roles de masculinidad y la presión sobre la imagen corporal entre los hombres pertenecientes a minorías sexuales”. A la luz de estos hallazgos, el estudio insta a los responsables de las políticas de salud pública para que consideren el impacto de las percepciones de masculinidad y la gordofobia en la comunidad LGBTQAI+ al formular políticas relacionadas con el chemsex.

Los mismos factores sociodemográficos asociados con la participación en chemsex se vinculan también con la participación en sesiones de mayor riesgo en comparación con las de menor riesgo, a excepción de la situación financiera y la edad.

Los hombres de mayor edad presentan más probabilidades de haber participado en chemsex, pero menos de participar en sesiones de mayor riesgo. El estudio subraya aquí el hecho de que convivir con VIH se asocia particularmente con participar en esas sesiones de alto riesgo, lo que podría explicarse “por comportamientos prevalentes en esas sesiones que aumentan el riesgo de infección por VIH, a pesar de que la gran mayoría de los hombres que viven con VIH en España tienen una carga viral indetectable y, por lo tanto, intransmisible”. A esto se añade el estigma que rodea al VIH y que puede contribuir al consumo de drogas entre las personas que viven con esta enfermedad.

Se pone de relieve la importancia de priorizar el chemsex en los programas de salud pública y de reforzar los programas de promoción de la salud relacionados

Estos factores sociodemográficos más amplios, deben tenerse en cuenta por parte de los y las profesionales de la salud pública, al desarrollar políticas y estrategias de promoción de la salud “dirigidas tanto al chemsex en general como a la reducción de daños en sesiones de mayor riesgo, al tiempo que también consideran cómo la criminalización de los usuarios de drogas aumenta los riesgos y los daños”.

El estudio concluye insistiendo en la relevancia de priorizar el chemsex en los programas de salud pública, que deben considerar las diferentes formas de sesiones con sus diferentes riesgos y prevalencia, así como la dimensión cultural inherente a esta práctica. En la misma línea, recomienda a las instituciones sanitarias que refuercen sus programas de promoción de la salud relacionados con el Chemsex utilizando un enfoque no estigmatizante.

Fuente: Gonzalez-Recio P., Crossin R., Donat M., Palma D., Guede Caballero D., Moreno-Garcia S., Guerras J.M., Belza M.J. (2024) Chemsex Session Typologies and Associated Sociodemographic Factors in sexual Minority Men: Latent Class Analysis From a Cultural Perspective Using a Cross-Sectional Survey  . JMIR Public Health Surveill;10:e60012 doi: https://doi.org/10.2196/60012

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