La necesidad de incluir la perspectiva de género en los estudios de Psicología
12 Mar 2025

Al igual que en las otras disciplinas científicas, en la historia de la psicología se han omitido textos y aportaciones de las mujeres a esta materia. Es importante que el alumnado desarrolle los elementos críticos para entender por qué ha sucedido y sucede esto, y para ello es imprescindible incorporar de manera definitiva e integrada la perspectiva de género en la docencia en Psicología, de forma que «no dependa únicamente del voluntarismo del profesorado más concienciado».

Esto es lo que afirma un artículo publicado en la revista Apuntes de Psicología, desarrollado por Esperanza Bosch-Fiol, directora del Máster Universitario en Políticas de Igualdad y Prevención de la Violencia de Género de la Universitat de les Illes Balears. La autora comienza exponiendo el androcentrismo en la ciencia y los obstáculos que tuvieron que salvar las investigadoras pioneras en psicología y, después, presenta algunas reflexiones y sugerencias para una docencia universitaria con perspectiva de género.

género

Foto: Pexels. Fuente: Leah Newhouse. Fecha: 27/02/25

El androcentrismo ha silenciado la mirada y la voz de las mujeres

El androcentrismo es la visión del mundo que sitúa al hombre en el centro, de forma que la mirada masculina se entiende como universal y única posible. La autora pone como ejemplo el caso de Karen Horney, que al tratar con sus pacientes mujeres observó que su psicología no encajaba con el modelo freudiano y ortodoxo de psicoanálisis. Por ejemplo, en lo relativo a la envidia del pene, Horney consideraba que el deseo de la mujer no era tener ese órgano reproductor, sino gozar de las mismas posibilidades, libertades y autonomía que los portadores del pene (los hombres); por tanto, era un deseo de igualdad, de poder ser protagonistas de su vida, y dejar de vivir a la sombra de padres, maridos e hijos.

Al considerar la mirada masculina como única y válida para hombres y mujeres, el androcentrismo niega la femenina o la invisibiliza, lo que lleva a ocultar y silenciar toda la riqueza, matices, innovación y progreso de las aportaciones realizadas por la mitad de la población, por las mujeres, a las ciencias, las artes, etc. No es hasta los años 60, cuando comienzan a incorporarse más mujeres al profesorado universitario, que se empieza a tomar conciencia de este sesgo social; entonces, comienzan a propagarse las propuestas formativas, no siempre regladas, que pretenden visibilizar las relevantes aportaciones de las mujeres en diversas disciplinas científicas y todas las barreras que se encontraban para impedir el reconocimiento de su labor.

La intención ha sido mantener a las mujeres en la ignorancia y encerradas en la vida privada

Durante siglos se ha apartado deliberadamente a las mujeres del conocimiento y la educación. Para justificarlo, se difundían ideas variopintas, como que eran menos inteligentes, que tenían menos capacidad para el pensamiento racional y objetivo —ellas eran irracionales, intuitivas y subjetivas—, que la naturaleza las había programado para la maternidad y los cuidados o que exponerlas a demasiada lectura podría trastocar su fertilidad y su feminidad. Aunque hoy esto nos parezca un disparate, estos argumentos los llegaron a defender grandes intelectuales, filósofos, médicos, científicos, así como las religiones monoteístas. Por supuesto, detrás había un interés por mantener a las mujeres en la ignorancia, «dedicadas al cuidado de la familia y al hogar, muy alejadas del ámbito público». Apartándolas de la actividad cultural e intelectual, además, se buscaba reforzar la ignorancia en las mujeres para, así, reafirmar todos esos prejuicios.

Como parte de estas creencias misógenas, los profesionales de la psicología conocemos las teorías pseudocientíficas de Franz Joseph Gall, en el siglo XIX, que relacionaban la medida y tamaño del cráneo con la inteligencia (argumento que se aprovechó para afirmar que el cráneo mayor de los hombres los hacía más inteligentes). A pesar de los riesgos y el rechazo que podían padecer las mujeres pioneras, muchas quisieron romper los prejuicios y acceder al conocimiento científico. De hecho, en España Concepción Arenal rebatió directamente las ideas de Gall en un libro titulado La mujer del porvenir, publicado en 1869.

El feminismo académico comienza a desmantelar los prejuicios y a visibilizar a las mujeres

Ya en el siglo XIX, Matilda Joslyn Gage, sufragista, señaló cómo se minimizan sistemáticamente las contribuciones de las mujeres en la ciencia y cómo se atribuían sus logros a colegas masculinos (lo que ha dado lugar al movimiento #NoMoreMatildas). Uno de los objetivos iniciales de la psicología feminista ha sido, precisamente, este: sacar a la luz el androcentrismo —ese gran sesgo— que reinaba en las investigaciones científicas y en las estructuras de autoridad académica. Y se visibilizaron algunas de las estrategias con las que se ocultaba el trabajo y el nombre de las mujeres pioneras o que las situaban como meras colaboradoras:

  • Los hombres firmaban en primer lugar. En las publicaciones donde había colaboración con hombres, ellos firmaban en primer lugar, lo que llevó a citar los artículos por el nombre del autor varón («es el caso de Else Frenkel-Brunswick, que colaboró con Theodor Adorno, o con María Rickers-Ovsiankina y Bluma Wulfovna Zeigarnik, colaboradoras de Kurt Lewin»)
  • Las mujeres adoptaban el apellido de sus maridos al casarse. Muchas mujeres, «al contraer matrimonio, perdían el propio nombre en beneficio del apellido del marido (Mamie Phipps Clark o Carolyn Wood Sheriff)» y, si a esto le añadimos posibles divorcios o nuevos matrimonios, que daban lugar a nuevos cambios de nombre, «se dificultaba aún más que se pudieran seguir sus trayectorias científicas».
  • El poner solo las iniciales del nombre hace que las investigaciones se atribuyan a hombres. «Las normas habituales de citación hacen que no aparezca en las publicaciones el nombre completo de las autoras (solo iniciales y el apellido), lo que contribuye a invisibilizar las portaciones femeninas y a que, por inercia, los trabajos se atribuyan a una autoría masculina».
La perspectiva de género es una metodología que permite identificar y valorar la discriminación y la exclusión de las mujeres diferentes ámbitos

Gracias a la perspectiva de género es posible visibilizar y superar esa visión androcentrista y limitante de los hallazgos científicos y, además, emprender acciones para «crear las condiciones de cambio que permitan avanzar en la construcción de la igualdad real (no solo formal) entre mujeres y hombres […] y evitar situaciones de discriminación, marginación, violencia e injusticia hacia las mujeres». Para ello es necesario romper con esa atribución tradicional de características diferenciales entre hombres y mujeres y reconocer las relaciones de poder que se dan entre los géneros, en general favorables a los varones; unas relaciones constituidas social e históricamente con gran empeño y que afectan a todo el entramado social.

En resumen, «la perspectiva de género en la docencia se plantea como una revisión de los mecanismos de selección, organización y transmisión del conocimiento para reducir los sesgos androcéntricos en los contenidos, metodologías y sistemas de evaluación insertos en las culturas universitarias».

El feminismo académico en la psicología de España ha ido creciendo, pero sigue dependiendo de la concienciación de cada docente

Antes de la guerra civil, las primeras psicólogas españolas (María Luisa Navarro, Mercedes Rodrigo, Regina Lago o Matilde Huici) partían con la titulación de magisterio; muchas de ellas se habían comprometido con la República, así que se vieron obligadas al exilio, por lo que sus trabajos y publicaciones se desarrollaron otros países. Con la vuelta de la democracia, y con el fin de contrarrestar los sesgos androcéntricos, se comenzará, gradualmente, «a incluir el conocimiento producido por las mujeres psicólogas, tan frecuentemente invisibilizadas, así como el análisis crítico del contexto histórico en el que vivieron y que explica las causas de estas ausencias».

La autora señala algunos hitos importantes en España: en 1984 un grupo de profesoras crea el Seminario de Estudios de las Mujeres, que acabará inspirando a los másteres universitarios especializados en el estudio del género, y en 1988 varias profesoras organizan un ciclo de estudios llamado Mujer y Psicología. En la década de los 90 se resalta la creación de la Asociación Universitaria de Estudios de las Mujeres (AUDEM), con publicaciones propias, y en 1997 la Univesitat d’Estiu d’Estudis de Gènere, en Palma de Mallorca, que en 2023 celebró su XXIII edición. Y, en los 2000, subraya publicaciones relativas a estudios de género en revistas como Intervención Psicosocial, Papeles del Psicólogo y Anuario de Psicología; además, en 2006 se celebra el «I Congreso de los estudios sobre las mujeres, de género y feminista. Grados y postgrados en el Espacio Europeo de Educación Superior».

«A partir de ahí, los congresos, encuentros, posgrados, tesis doctorales, trabajos finales de grado o trabajos final de máster, etc., se han ido sucediendo de una manera imparable. Sin embargo, […] los cambios siguen dependiendo, en buena medida, de la decisión y concienciación de las y los docentes».

Aunque existe un marco jurídico para implementar la mirada de género en las disciplinas universitarias, continúa habiendo falta de sensibilidad en la docencia

Tal y como señala la autora, en la construcción del modelo europeo se da prioridad al principio de igualdad entre mujeres y hombres; además, se entiende que la igualdad es la mejor prevención ante cualquier tipo de violencia y discriminación. En España, la propia Constitución y leyes autonómicas y nacionales se centran en la igualdad efectiva entre mujeres y hombres. Incluso desde las autonomías se ha llegado a afirmar que «una docencia con perspectiva de género mejora la calidad docente y la relevancia social de los conocimientos, las tecnologías y las innovaciones producidas», además de favorecer el pensamiento crítico del alumnado. ¿Por qué persiste, entonces, la ceguera de género?

La ceguera de género se refiere a que seamos inconscientes o no reconozcamos que existen diferentes roles y responsabilidades impuestas según seamos mujeres/niñas u hombres/niños. Si nuestros proyectos, programas, políticas y actitudes no contemplan explícitamente que existen estas diferencias de género, estarán contribuyendo a mantener la desigualdad entre hombres y mujeres. El problema de la ceguera de género es que quien la padece no es consciente de ella. De ahí que, si la aplicación de la perspectiva de género queda sujeta a la concienciación de cada uno/a, estará, igualmente, sujeta a la ceguera de cada uno/a.

¿Qué hacer para que los cambios sean significativos?

Resulta difícil explicar por qué a un alumnado que necesitará la perspectiva de género en su actividad profesional no se le está formando en ello. «Es más fácil cambiar leyes que mentalidades e inercias», y la comunidad universitaria, como conjunto, todavía no se ha asumido como prioritario «desarticular los mitos que ignoran o justifican la ausencia de mujeres en la construcción del conocimiento […] y revertir la falsa creencia de que la ausencia de mujeres indica su irrelevancia». Ante este panorama, la autora recomienda lo siguiente:

  • «Analizar el contexto en el que vivieron las mujeres y las resistencias a las que se tuvieron que enfrentar, los prejuicios que tuvieron que vencer, y empatizar con todas aquellas que, frente a tantas barreras, se dieron por vencidas y dejaron de luchar».
  • Que la psicología «sea agente activo a la hora de combatir los mitos y creencias misóginas».
  • Incluir la perspectiva de género en los programas y guías docentes; esto implica incluir contenidos, evaluaciones, metodologías, recursos…, tal y como se hace con otras materias.  
  • Cuidar la transversalidad. Las desigualdades existentes entre mujeres y hombres son estructurales y se dan en los diversos ámbitos de la vida (en todos los niveles educativos y también sociales, culturales, políticos, económicos, etc.). Por tanto, para un cambio real, la perspectiva de género debe abordarse de manera global e incluirse en todas las áreas de la psicología. La autora recomienda cuatro estrategias:
    • Incorporar la variable sexo-género al análisis de la disciplina que se esté impartiendo.
    • Poner énfasis en la detección de sesgos de género (errores científicos ocasionados por el androcentrismo imperante en la ciencia).
    • Dar visibilidad a las mujeres como creadoras de conocimiento.
    • Utilizar un lenguaje inclusivo y no sexista de todas las áreas de Psicología.
Y todavía hay más…

Como señala la autora, «son muchos los argumentos a los que podemos acudir para defender el planteamiento de estas páginas (la incorporación de la perspectiva de género en la docencia universitaria)», por lo que, por cuestiones de espacio, se ha centrado en lo que aquí hemos comentado. No obstante, el sesgo de género en la esfera científica en psicología es, desgraciadamente, muy extenso y es necesario visibilizarlo si queremos curarnos de la ceguera: evaluaciones docentes sesgadas, brechas en las oportunidades de financiación, subrepresentación en publicaciones científicas, sesgo en la investigación y práctica en psicología, parcialidad en la toma de decisiones de contratación y representación de liderazgo, menor reconocimiento de los logros, salario más bajo, patrón de género según el área de estudio…

A la luz de lo expuesto, incluir la perspectiva de género en los estudios de Psicología podría considerarse, más que algo importante, una necesidad, la necesidad de poder incentivar la vocación científica de las niñas y adolescentes sin que ello implique exponerlas, de nuevo, a las barreras de la desigualdad.

Si quieres ver el artículo completo, puedes pinchar aquí; o en la página web de la revista en el enlace siguiente:

Bosch-Fiol, Esperanza (2025). La importancia de una docencia con perspectiva de género en los estudios de Psicología. Apuntes de Psicología, 43(1), 133-139. https://doi.org/10.70478/apuntes.psi.2025.43.12

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