Hoy, 18 de octubre, se celebra el día mundial de la menopausia, una fecha instaurada de forma conjunta por la Sociedad Internacional de la Menopausia (International Menopause Society, IMS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), con el objetivo de concienciar sobre la necesidad de prestar atención a la salud de la mujer y prevenir las enfermedades más frecuentes en esta etapa.
La Organización Mundial define la menopausia como una etapa más en la vida de las mujeres que, para la gran mayoría, viene marcada por el cese definitivo de la menstruación -que, a su vez, se debe a la pérdida de la función folicular de los ovarios-. Si bien la regularidad y la duración del ciclo menstrual varían a lo largo de la etapa reproductiva, y hay casos en los que la menopausia puede aparecer de forma prematura, a edades más tempranas (antes de los 40 años), lo habitual es que las mujeres la experimenten entre los 45 y los 55 años.
Se considera que la menopausia natural se produce tras 12 meses consecutivos sin menstruación, siempre y cuando el final de ésta no se deba a ninguna otra causa fisiológica o patológica evidente ni a una intervención clínica (por ejemplo, un procedimiento quirúrgico que conlleve la extirpación de ambos ovarios o intervención médica que detenga la función ovárica, como la quimioterapia o la radioterapia) (OMS, 2024).
Durante y después de la transición menopáusica, se experimentan una serie de síntomas que incluyen problemas físicos y, en mayor porcentaje, de índole psicológica (Larroy y Gutiérrez, 2009): sofocos y sudores nocturnos, palpitaciones, cambios en la regularidad y el flujo del ciclo menstrual que culminan con el fin definitivo de la menstruación, cambios en el sistema genitourinario, sequedad vaginal, dolor durante el coito, osteoporosis, dolor articulatorio, anhedonia, fatiga, dolor de cabeza, cambios en el estado de ánimo, síntomas de depresión y ansiedad (percibidas como emociones negativas difíciles de afrontar, especialmente, por el desconocimiento de su origen), insomnio y dificultades para conciliar el sueño, irritabilidad, problemas cognitivos, etc. (Larroy y Gutiérrez, 2009; Afridi, 2017; Lee, Jeong y Choi, 2022; OMS, 2022; Chela y col., 2023).
Concretamente, las quejas cognitivas en la menopausia incluyen dificultad para recordar palabras y números, pequeños olvidos, despistes, distracciones y problemas para concentrarse. La constelación de síntomas cognitivos en la menopausia, manifestados en forma de dificultades de atención y memoria, se denomina «niebla mental» (Maki y Jaff 2022).
Los cambios y síntomas asociados con la menopausia pueden impactar en la calidad de vida y en la salud mental de las mujeres
Todos estos cambios y los síntomas asociados con la menopausia pueden impactar en la calidad de vida y en la salud mental de las mujeres, con un efecto duradero (Verdonk, 2022; Hooper y col., 2022).
En este sentido, es importante tener en cuenta que la menopausia acontece en un momento determinado de la vida de la mujer en el que pueden aparecer otros acontecimientos vitales importantes, personales, sociales y familiares, que pueden considerarse estresores y que requieren adaptación psicológica, entre ellos, la pérdida de la juventud, cambios en la imagen corporal y preocupación por el atractivo físico, pérdida de la fertilidad, problemas de salud, el cuidado de personas mayores y nietos, problemas económicos, la jubilación, el síndrome del ‘nido vacío’, redefinición de roles, discusiones con la pareja o problemas de índole sexual.
La conjunción de estos estresores puede provocar una disminución del bienestar, conllevando que algunas mujeres tengan un panorama desolador de la menopausia, a la que describen como una experiencia extremadamente negativa (Larroy, Gutiérrez y León 2004; Sánchez y Garduño 2005; Larroy y Gutiérrez, 2009; Lee, Jeong y Choi, 2022; Verdonk, 2022; AMS, 2023; Bąk-Sosnowska, Naworska y Gruszczyńska, 2023).
Como señalábamos con anterioridad, muchas de las mujeres que están pasando por este período de su vida no tienen un conocimiento o idea clara sobre el significado de la menopausia y sus síntomas asociados, ni de cómo pueden impactar en su calidad de vida (Apolo y col., 2018; Chela y col., 2023). Debido a la falta de información y apoyo, las mujeres a veces malinterpretan los síntomas cognitivos, como las dificultades de atención y memoria, como demencia, lo que puede afectar a su bienestar (Spector y col., 2024).
De acuerdo con los expertos, las percepciones de la menopausia están arraigadas en las ideologías de género, la falta de comprensión y los mitos, creencias erróneas y estereotipos sobre el envejecimiento de las mujeres, que conllevan sentimientos de vergüenza, desvalorización y baja autoestima ante esta nueva realidad en su cuerpo y los cambios relacionados con la edad (Ayers, Forshaw y Hunter, 2010; Chela y col., 2023).
En la sociedad existe un desconocimiento en general en torno a la menopausia
Sin embargo, no sólo las propias mujeres, sino también la sociedad, en general, le da significado a la menopausia, condicionando la experiencia de las mujeres con la menopausia en el ámbito social mediante normas de género y factores familiares y socioculturales (por ejemplo, la percepción que exista en su entorno cultural del envejecimiento femenino y la transición menopáusica) (Verdonk, 2022; OMS, 2022). Hay que considerar, además, que el término menopausia ha sido utilizado por la sociedad en multitud de ocasiones en forma despectiva como sinónimo de enfermedad (endocrinopatía), lo que puede elevar aún más el nivel de estrés ante esta nueva etapa para algunas mujeres (Larroy, Gutiérrez y León 2004; Larroy y Gutiérrez, 2009). Es, por lo tanto, esencial establecer una comprensión pública adecuada sobre la menopausia y mejorar el acceso a intervenciones oportunas (Spector y col., 2024).
Asimismo, debido al tabú existente, la menopausia tampoco se reconoce ni se aborda dentro del contexto organizacional (CIPD, 2022; Verdonk, 2022). Es en este contexto donde las mujeres suelen reportar mayores dificultades para manejar los síntomas y pueden sentirse avergonzadas e incapaces de revelar su estado menopáusico, por temor a ser estigmatizadas. Las dificultades más comúnmente reportadas a la hora de hacer frente al trabajo incluyen falta de concentración, cansancio, mayor cantidad de estrés, mala memoria, sofocos, sentirse deprimidas, tener baja confianza y menor paciencia con compañeros/clientes, entre otras (BMS, 2022; CIPD, 2022; Verdonk, 2022; D’Angelo y col., 2022).
La menopausia tampoco se reconoce ni se aborda dentro del contexto organizacional
Así, la menopausia puede tener un impacto negativo en su desempeño y asistencia al trabajo. Para algunas mujeres, los síntomas son tan graves que necesitan tomarse unos días libres o dejar su trabajo por completo, pero se sienten incapaces de revelar los motivos de su ausencia a sus jefes (CIPD, 2022).
Todo ello, pone de relieve la necesidad de una mayor concienciación entre los empleadores de todos los sectores sobre las necesidades especiales de las mujeres trabajadoras que experimentan la menopausia (D’Angelo y col., 2022; Theis y col., 2023).
Para ello, es trascendental que los empleadores rompan con el estigma y el tabú que rodea a la menopausia en el trabajo y desarrollen acciones para fomentar el debate abierto y la divulgación y crear un ambiente de trabajo inclusivo donde sus empleados/as y gerentes se sientan seguros para acometer cualquier ajuste práctico que pueda ser necesario. Así, es necesario tratar la menopausia como un tema importante de salud ocupacional y de gestión de personas, normalizando la conversación sobre ella, del mismo modo en que en muchos lugares de trabajo se han comenzado a derribar las barreras y fomentar la inclusión en torno a los problemas de salud mental (CIPD, 2022).
Es crucial el acceso a servicios sanitarios de calidad y a comunidades y sistemas que puedan brindar apoyo
Esta mayor concienciación y visibilidad no debe limitarse sólo al contexto laboral, sino a toda la sociedad en general. En cualquier caso, debe quedar claro que la menopausia no es ni una enfermedad, ni una patología, ni un trastorno en sí mismo, sino simplemente un fenómeno fisiológico normal y un punto más en el continuo de las etapas vitales. Este reconocimiento de la menopausia como una fase de la vida es fundamental, dado que limitarse a asociarla con una edad cronológica determinada puede conllevar múltiples consecuencias negativas: restringir la atención que pueden recibir, influir en las quejas que experimentan las mujeres y socavar su confianza en sus propios cuerpos, lo que a su vez puede generar un sentimiento de inseguridad, un tratamiento inadecuado o retraso en el mismo e influir negativamente en la calidad de vida (Dillaway, 2006; Larroy y Gutiérrez, 2009; Afridi, 2017; OMS, 2022).
Dado que, tal y como hemos visto, los síntomas perimenopáusicos y posmenopáusicos pueden perturbar la vida personal y profesional de las mujeres, y los cambios asociados a la menopausia pueden afectar a su bienestar, es crucial el acceso a quienes están experimentándola a servicios sanitarios de calidad y a comunidades y sistemas que les puedan dar apoyo (OMS, 2022), siendo muy importante y necesario brindarles toda la información posible sobre la menopausia para mejorar el conocimiento sobre este proceso, tener actitudes más positivas y alentarlas a hablar sobre sus necesidades, así como recomendaciones para el manejo de los síntomas de cara a mejorar su calidad de vida (NICE, 2015; Lee y col., 2022; Stute y Lozza-Fiacco, 2022).
La menopausia debe abordarse desde una visión integral y holística de todos los factores que influyen en ella
Para prevenir la aparición de otras patologías, mejorar la salud e incrementar la calidad de vida en esta etapa, es clave abordar la menopausia desde una visión integral y holística de todos los factores que influyen en ella, apoyando los aspectos psicológicos, sociales y culturales, así como los biológicos (Larroy, Gutiérrez y León 2004; Dillaway, 2006; Larroy y Gutiérrez, 2009; Spector, 2024).
Como hemos visto, si bien la investigación sobre la menopausia se ha desarrollado principalmente sobre la base de problemas endocrinológicos y ésta tiende a ser tratada exclusivamente y de forma generalizada desde el ámbito médico, la evidencia señala que el estado de salud psicológica de esta población femenina tiene una gran relevancia social (Rosemeier y Schultz-Zehden, 2001; Larroy, Gutiérrez y León, 2004).
A este respecto, los expertos destacan el tratamiento psicológico dentro del trabajo multidisciplinar con especialistas en salud de la mujer, como un factor esencial para garantizar una adecuada calidad de vida de las mujeres que experimentan la menopausia (Legorreta Peyton, Deborah, 2007; NICE, 2015), siendo numerosas las investigaciones que han señalado la eficacia de la intervención cognitivo-conductual en la reducción de los síntomas físicos y psicológicos asociados a esta etapa (Brown y col., 2024; Spector y col., 2024).
El tratamiento psicológico es clave dentro del trabajo multidisciplinar
La terapia cognitivo-conductual (TCC) brinda nuevas habilidades de afrontamiento y estrategias útiles para manejar los problemas y mejorar el bienestar en general (WHC, 2023). Como ejemplo, puede ayudar a las mujeres a comprender el vínculo entre los pensamientos catastróficos (como «los sofocos hacen que todos me juzguen») y las espirales negativas posteriores del estado de ánimo y el comportamiento que, en última instancia, pueden empeorar los síntomas (Spector y col., 2024).
Otros estudios destacan la utilidad de las intervenciones basadas en la atención plena para fomentar una sentido de conciencia sin prejuicios y aceptación de los síntomas, así como experimentar alivio en los mismos (Spector y col., 2024; Conflitti y col., 2024; Xu y col., 2024).
Entre los beneficios de la terapia psicológica, destacan los siguientes: reducción del impacto de los sofocos y sudores nocturnos, así como de los síntomas vasomotores, descenso significativo en la ansiedad clínica y subclínica de las mujeres, reducción del estrés, de los síntomas de depresión, mejora del sueño, de la calidad de vida y de las relaciones sexoafectivas, mejora de la cognición, mayor apoyo social y familiar, así como mayor bienestar psicológico y social en el caso de las mujeres con menopausia quirúrgica (Ayers y col, 2012; Norton, Chilcot y Hunter, 2014; NICE, 2015; Hunter y col., 2021; Ye y col., 2022; Carmona y col., 2022; Madhavan y col., 2022; Stute y Lozza-Fiacco, 2022; Davis y col., 2023; Kim y Yu, 2024; Spector y col., 2024).
Este tipo de intervención tiene múltiples ventajas, tales como, un ahorro en el gasto farmacéutico, ausencia de contraindicaciones y alta eficacia en la remisión de la sintomatología (Larroy, Gutiérrez y León 2004; Larroy y Gutiérrez, 2009).
Es importante destacar que la atención integral de las mujeres posmenopáusicas implica también la optimización del estilo de vida, implementando cambios que pueden ayudar a mejorar la salud mental, entre ellos, garantizar niveles saludables de actividad física, mejora del sueño, considerar cambios para reducir el estrés asociado con algunos eventos vitales, limitar el consumo de alcohol y dejar de fumar o llevar una dieta equilibrada (Davis y Baber, 2022; Lee, Jeong y Choi, 2022; AMS, 2023).
Tampoco podemos dejar de mencionar aquí el rol esencial que desempeñan las relaciones interpersonales sociales (familia, amigos/as, pareja) y su impacto en la vida y el bienestar general de las mujeres con menopausia, constituyendo un importante apoyo social en su vida, al ayudarles a manejar los factores estresantes y los problemas de la vida con un efecto influyente en la salud psicológica (Afridi, 2017).
Todo lo anterior es esencial, partiendo siempre de la premisa de que la menopausia puede ofrecer una buena oportunidad para replantearse la salud y el estilo de vida, y poder vivir de la forma más saludable posible (OMS, 2022; AMS, 2023).
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