Los distintos trastornos por consumo de drogas requieren un abanico de intervenciones y, entre las intervenciones psicológicas que han demostrado su eficacia, destaca la terapia cognitivo-conductual, junto a otras como la psicoeducación, la entrevista motivacional, el enfoque de refuerzo comunitario, la terapia de aceptación y compromiso o la terapia cognitiva basada en la atención plena en el momento presente.
Así lo afirman la UNODC y la OMS en sus “Normas internacionales para el tratamiento de los trastornos por consumo de drogas”, un documento basado en la evidencia sobre el tratamiento de los trastornos por consumo de drogas, cuyo objetivo es apoyar en el desarrollo de tratamientos eficaces y éticos, estableciendo un marco para la aplicación de estas Normas, en consonancia con los principios de prestación pública de servicios de salud.
Las Normas están dirigidas a todas las personas que intervienen en la elaboración de políticas, la planificación, la financiación, la prestación, el seguimiento y la evaluación de los servicios e intervenciones terapéuticas relacionados con los trastornos por consumo de drogas. En ellas se describen las modalidades de tratamiento y las intervenciones para dar respuesta eficaz a las necesidades de las personas en las diferentes etapas y niveles de gravedad de los trastornos por consumo de drogas, de modo que sean compatibles con el tratamiento de cualquier enfermedad crónica o estado de salud.
Fuente: freepik. Foto: freepik. Fecha: 16/05/24
Los trastornos por consumo de drogas suponen una carga significativa para las personas, sus familias y sus comunidades
Tal y como afirman sus autores, el consumo de sustancias psicoactivas o estupefacientes y sustancias psicotrópicas sin supervisión médica está asociado a importantes riesgos para la salud. Los datos del Informe Mundial sobre las Drogas 2019 de la UNODC estiman que unos 271 millones de personas de 15 a 64 años de todo el mundo (el 5,5% de las personas en esa franja etaria), habían consumido drogas al menos una vez en 2017. Unos 35 millones de estas personas (el 0,7% de la población adulta) presentan trastornos por ese motivo y alrededor de medio millón de muertes en todo el mundo en 2017 podían atribuirse al consumo de drogas.
Según recoge el informe, los trastornos por consumo de drogas suponen una carga significativa para las personas afectadas, sus familias y sus comunidades, y el no tratarlos conlleva elevados costes para la sociedad, como la pérdida de productividad, el aumento del gasto en salud y los costes relacionados con la justicia penal y el bienestar social, además de otras consecuencias sociales. De hecho, el coste social del consumo de drogas ilícitas se estima en el 1,7 % del producto interior bruto en algunos países.
La UNODC y la OMS calculan que, en el mejor de los casos, solo una de cada seis personas que podrían beneficiarse de un tratamiento contra la drogodependencia tiene acceso a programas de tratamiento, y en muchos países, solo están disponible en las grandes ciudades. A este respecto, ponen de relieve la importancia de aplicar el concepto de cobertura sanitaria universal a los trastornos por consumo de drogas del mismo modo que con cualquier otro problema de salud. Esto, manifiestan, “daría a las personas con trastornos por consumo de drogas y a sus comunidades acceso a los servicios de salud de prevención y tratamiento que necesitan, y garantizaría una calidad suficiente para lograr los efectos deseados, al tiempo que protegería a los usuarios de los servicios frente a la exposición a dificultades financieras”.
Por lo tanto, la prestación de servicios eficaces de tratamiento y atención de los trastornos por consumo de drogas en el marco de un sistema de tratamiento integrado y bien coordinado es una inversión en la salud de las personas con trastornos por consumo de drogas, así como en el desarrollo saludable y seguro de las familias, las comunidades y los países.
De acuerdo con este informe, los objetivos del tratamiento son abandonar o reducir el consumo de drogas; mejorar la salud, el bienestar y la calidad de vida de la persona afectada; y prevenir daños futuros mediante la reducción del riesgo de complicaciones y recaídas.
Se recomienda contar con equipos multidisciplinares (formados, entre otros, por profesionales de la Psicología Clínica)
En sus Normas se definen una serie de requisitos que deben cumplirse para que toda modalidad de tratamiento o intervención se considere segura y eficaz, entre ellos, que el tratamiento esté basado en la evidencia, sea adecuado, accesible y esté disponible; que se garanticen las normas éticas de atención; que la respuesta sea integral y adaptada a las necesidades de cada persona, contando, si es posible, con la participación de diferentes servicios en la prestación de tratamiento con una coordinación adecuada, entre ellos: la atención psicológica, psiquiátrica y de salud mental; la atención social y otros servicios (incluidos los de vivienda y capacitación laboral/empleo y, si es necesario, asistencia jurídica); y otros servicios de atención de salud especializada (como los servicios para el VIH, el VHC, la tuberculosis y otras comorbilidades).
Asimismo, se recomienda que en el tratamiento especializado se cuente con equipos multidisciplinares formados en la realización de intervenciones basadas en pruebas (con profesionales de la Psicología Clínica, entre ellos), así como con la participación de personas que hayan vivido la experiencia del consumo de drogas y del tratamiento de la drogodependencia y que estén rehabilitadas.
Es crucial hacer frente al estigma y la discriminación hacia las personas con trastornos de consumo de drogas
Los autores advierten de que la estigmatización y la discriminación de las personas con estos problemas constituyen “obstáculos considerables para el tratamiento”. Por ello, consideran necesario “hacer todo lo posible para sensibilizar, promover actitudes no estigmatizadoras y hacer frente a la discriminación estructural de las personas con trastornos por consumo de drogas”. Para lograrlo, afirman, es fundamental llevar a cabo “intervenciones normativas integrales, centradas en las personas y equilibradas, así como eliminar los obstáculos al tratamiento, erradicar y prevenir los tratos o penas inhumanos o degradantes en nombre del tratamiento, brindar una mejor atención, aumentar la sensibilización y la comprensión de los trastornos por consumo de drogas en la población general y mejorar los conocimientos de los responsables de la adopción de decisiones y políticas, los profesionales de la salud y otras partes interesadas”.
En este sentido, destacan el rol de las intervenciones dirigidas a aumentar la autoeficacia y empoderar a las personas, por ejemplo, a través de grupos de ayuda mutua, que pueden reducir la carga del autoestigma.
Según se recoge en el informe, los sistemas de tratamiento deben desarrollarse de acuerdo con el principio clave de salud pública de “dar prioridad a la intervención menos invasiva con el mayor nivel de eficacia y el menor coste para los pacientes”. Así, los sistemas deben estructurarse en una pirámide de modalidades de tratamiento, de modo que las intervenciones más intensivas se reserven a los pacientes con necesidades más graves o complejas.
Intervenciones psicológicas y sociales basadas en la evidencia
Concretamente, detalla las intervenciones psicológicas y sociales que se aplican en este tipo de problemáticas, y que deben utilizarse en los programas de tratamiento ambulatorio para tratar los factores motivacionales, conductuales, psicológicos y otros factores psicológicos y sociales relacionados con los trastornos por consumo de drogas. La evidencia señala la eficacia de estas intervenciones en la reducción del consumo de drogas, el fomento de la abstinencia y la prevención de recaídas.
Entre las más eficaces, el informe destaca las siguientes: psicoeducación; terapia cognitivo-conductual; entrevista motivacional; enfoque de refuerzo comunitario; terapia de refuerzo motivacional; terapia familiar; manejo de contingencias; terapia dialéctica-conductual; terapia cognitiva basada en la atención plena en el momento presente; terapia de aceptación y compromiso; terapia cognitivo-conductual centrada en el trauma; grupos de ayuda mutua; y apoyo en materia de vivienda y empleo, entre otras. A continuación, recogemos algunas de ellas:
– Terapia cognitivo-conductual (TCC)
La terapia cognitivo-conductual (TCC) se basa en la idea de que las pautas de comportamiento y los procesos cognitivos en torno al consumo de drogas son adquiridos y pueden modificarse. Se enseñan aquí nuevas habilidades para hacer frente a los problemas, así como estrategias cognitivas para sustituir los patrones de conducta y pensamiento inadaptados. Las sesiones de TCC se estructuran en objetivos específicos que deben alcanzarse en cada sesión y se centran en los problemas inmediatos a los que se enfrenta la persona.
Como bien señala el informe, la TCC puede utilizarse como un enfoque a corto plazo adaptable a una amplia gama de pacientes y entornos, y aplicable tanto a sesiones de tratamiento individuales como de grupo.
– Manejo de contingencias
El manejo de contingencias consiste en ofrecer a la persona recompensas concretas para reforzar las conductas positivas, como la abstinencia, la asistencia al tratamiento, el cumplimiento de la medicación o los objetivos terapéuticos específicos del paciente. Para que la intervención sea eficaz, los autores del informe señalan la necesidad de acordar resultados positivos con una medida objetiva (por ej., análisis toxicológico de orina y resultado negativo en el cribado de drogas) y una respuesta inmediata.
Con frecuencia, el manejo de contingencias, que puede combinarse con la TCC, se usa también como parte del tratamiento y se centra en reforzar los nuevos comportamientos que son incompatibles con el consumo de drogas. Las personas que son tratadas con este enfoque basado en incentivos -a diferencia de quienes utilizan otros tratamientos- suelen reducir en mayor medida el consumo de drogas al principio, si bien hay dudas en torno a la duración de estos efectos si no se usa en combinación con otros enfoques terapéuticos.
Según indica el informe, esta técnica ha demostrado ser especialmente útil en el tratamiento de pacientes con trastorno por consumo de anfetaminas y cocaína, al reducir el consumo de drogas y la cifra de pacientes que abandonan el tratamiento.
– El enfoque de refuerzo comunitario
Mediante este enfoque conductual, aplicado para reducir el consumo de drogas, las personas con trastornos por consumo de drogas intentan modificar la forma en que interactúan con su comunidad, para obtener un refuerzo más positivo de estas interacciones. Se les anima a ir acumulando de forma progresiva diversas actividades agradables no relacionadas con las drogas (por ej., interacciones familiares positivas, actividades sociales saludables o una ocupación laboral).
Las estrategias utilizadas en este enfoque de refuerzo comunitario incluyen: desarrollar las habilidades (como las de comunicación, sociales, laborales, de resolución de problemas, de rechazo de las drogas y de prevención de recaídas) de las personas con estos problemas; animar a los/as clientes a analizar todos los aspectos de su vida que son importantes para su felicidad, y trabajar con sus familiares y otros miembros de su comunidad para potenciar interacciones más positivas.
– Entrevista motivacional y terapia de refuerzo motivacional
Estas intervenciones psicológicas y sociales están orientadas a aumentar la motivación para cambiar una conducta. De forma colaborativa, participativa y respetando la autonomía del paciente, el o la profesional “asume un papel de asesor, más que de autoridad”, tratando de averiguar qué es importante para el/la paciente.
De este modo se desarrolla empatía y se fomenta una alianza terapéutica que puede estimular el cambio de comportamiento: la persona puede darse cuenta de que su conducta de consumir drogas es incoherente e incompatible con aquellas cosas que le importan.
Las entrevistas motivacionales se consideran un ‘método prometedor’ para reducir comportamientos de alto riesgo (por ej., compartir jeringuillas o mantener relaciones sexuales sin protección). Los autores del informe recomiendan una o dos sesiones de entrevista motivacional en los casos leves de consumo de drogas, ampliándolas a 6 o más (en las que el enfoque se denomina «terapia de refuerzo motivacional») para tratar los trastornos por consumo de drogas más graves.
– Enfoques de tratamiento orientados a la familia
Son un conjunto de métodos en los que “se tiene en cuenta la importancia de las relaciones y las culturas familiares en el comportamiento”. En estos enfoques se usan las relaciones o los sistemas familiares para influir positivamente en la conducta de los miembros de la familia con trastornos por consumo de drogas. El informe destaca su eficacia para mejorar el compromiso con el tratamiento, disminuir el consumo de drogas y potenciar que se impliquen en el periodo posterior al tratamiento, “en comparación con la atención centrada únicamente en el paciente”.
Resultan de utilidad a la hora de brindar educación a los/as pacientes y sus familias sobre la naturaleza de los trastornos por consumo de drogas y el proceso de rehabilitación. De acuerdo con el texto, hay una serie de enfoques orientados a la familia eficaces para diferentes trastornos por consumo de drogas, entre ellos, la terapia conductual de pareja, la terapia familiar estratégica breve, la terapia familiar funcional, la terapia multisistémica y la terapia familiar multidimensional.
La terapia familiar multidimensional parece ser “especialmente eficaz en el tratamiento de la dependencia del cannabis en la adolescencia”. La terapia conductual de pareja se utiliza más como parte del tratamiento de la dependencia del alcohol y de pacientes con trastornos por consumo de opiáceos y cocaína, aunque puede aplicarse también en el abordaje de otros trastornos por consumo de drogas.
La UNODC recuerda que, siempre que sea posible y oportuno, “las familias y los cuidadores de las personas con trastornos por consumo de drogas deben participar en los procesos de tratamiento y apoyarlos, respetando al mismo tiempo la confidencialidad del paciente”.
– Grupos de ayuda mutua
Grupos como Narcóticos Anónimos o los programas de 12 pasos de apoyo entre iguales, pueden ofrecer apoyo a las personas con trastornos por consumo de drogas. A través de ellos, se brinda información, actividades estructuradas y apoyo entre iguales en un entorno sin prejuicios.
La OMS recomienda las intervenciones psicológicas y sociales en el abordaje de los problemas por uso de sustancias
El informe recoge también las recomendaciones de la OMS en su Guía de intervención mhGAP para los trastornos mentales, neurológicos y por uso de sustancias en el nivel de atención de la salud no especializada. La Organización recomienda que para el tratamiento de la dependencia de psicoestimulantes se ofrezcan intervenciones psicológicas y sociales, incluidos el manejo de contingencias, la terapia cognitivo-conductual (TCC) y la terapia familiar. Para el tratamiento de la dependencia del cannabis pueden ofrecerse intervenciones psicológicas y sociales basadas en la terapia cognitivo-conductual, la terapia de refuerzo motivacional o la terapia familiar. Para el abordaje de la dependencia del alcohol pueden brindarse intervenciones como la terapia cognitivo-conductual (TCC), la terapia de pareja, la terapia psicodinámica, las terapias conductuales, la terapia basada en la red social, la administración de condicionantes y las intervenciones motivacionales, así como los programas de 12 pasos.
Grupos de población pueden requerir especial atención
En las Normas se reconoce que existen diversos grupos de población que tienen necesidades especiales de tratamiento y atención y que pueden requerir consideración e intervenciones adaptadas para tratar los trastornos por consumo de drogas.
Entre ellos, se incluyen los siguientes: patrones particulares de consumo de drogas (incluido el consumo de polisustancias); necesidades en materia de salud (personas con comorbilidad, como las que viven con el VIH, trastornos mentales y discapacidades); la edad (como los niños y adolescentes y las personas mayores); necesidades de atención y apoyo social (como las personas sin hogar, marginadas socialmente, que viven en la pobreza, analfabetas y con un nivel educativo limitado); y el lugar de residencia (personas que viven en zonas remotas y rurales, inmigrantes).
Destaca que las mujeres y las embarazadas, las minorías sexuales, los/as profesionales del sexo, las minorías religiosas y étnicas, las poblaciones indígenas y las personas en contacto con el sistema de justicia penal, “requieren intervenciones adaptadas y disposiciones especiales para su tratamiento”.
Debe garantizarse a todas las personas la igualdad de acceso al tratamiento y la atención
Todas las personas que forman parte de estos grupos suelen sufrir el estigma y la discriminación, algo que obstaculiza el acceso al tratamiento. Ante esto, el informe se muestra tajante destacando que “una buena gobernanza clínica debe garantizar a todas las personas la igualdad de acceso al tratamiento y la atención”, siendo prioritario emprender acciones para eliminar las barreras estructurales al tratamiento, prevenir la marginación social y promover actitudes no estigmatizadoras.
Se puede acceder al documento completo desde la página Web de la UNODC o bien directamente a través del siguiente enlace:
UNODC-WHO (2024). Normas internacionales para el tratamiento de trastornos por consumo de drogas: edición revisada con los resultados de las pruebas sobre el terreno [International standards for the treatment of drug use disorders: revised edition incorporating results of field-testing]. Ginebra: Organización Mundial de la Salud y Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito; 2023. Licencia: CC BY-NC-SA 3.0 IGO.