III CONGRESO NACIONAL DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE PSICOONCOLOGÍA (SEPO) – ENTREVISTA AL COORDINADOR DEL ENCUENTRO
11 Jun 2007

Entre los días 18 y 20 de octubre de 2007 se celebrará en Bilbao el III Congreso Nacional de la Sociedad Española de Psicooncología (SEPO), bajo el título El cáncer y la Palabra, organizado por la Unidad de Psicooncología del Hospital de Basurto. Evento éste que pretende reunir a un nutrido grupo de profesionales que desarrolla su trabajo en el ámbito de la Psicooncología, tanto en instituciones públicas como privadas.

Con motivo de la celebración de este encuentro, Infocop Online ha querido entrevistar para sus lectores a Manuel Hernández, organizador principal de este evento. Psicólogo clínico y Máster en Psicooncología, Hernández desempaña su labor como psicólogo especialista en este campo en la Unidad de Psicooncología del Hospital de Basurto.

 

Manuel Hernández

ENTREVISTA

¿Cuáles son los objetivos que se persiguen en esta tercera edición del Congreso Nacional de la Sociedad Española de Psicooncología (SEPO)? ¿A quién va dirigido?

Este tercer congreso pretende convocar a diferentes profesionales, psicooncólogos, psiquiatras, médicos, que trabajan a diario con enfermos de cáncer desde distintos enfoques y enclaves institucionales, para conocer sus diversas praxis con estos pacientes, los cuales tienen la particularidad de sufrir un cáncer, pero que no pierden su condición de personas, afectadas además por otros problemas psicológicos y psicosociales.

Precisamente el lema del congreso pretende reflejar esa particularidad: la confluencia de la enfermedad, el cáncer y la palabra, que es el modo en que el paciente se comunica con cada uno de esos profesionales, y mediante la cual, también, llega el tratamiento.

Con este tercer congreso, que ya hace serie, tras los celebrados en Valencia en 2002 y en Murcia en 2005, la SEPO sigue cumpliendo con sus objetivos fundacionales de promoción de actividades científicas en Psicooncología, de apoyo y promoción de la figura del profesional ‘psicooncólogo’ como especialista en el campo oncológico, y de contribución a la información, prevención y educación en la comunidad; haciendo públicos sus desarrollos teóricos y prácticos, compartiéndolos con aquellos profesionales de diferentes disciplinas que se acerquen al congreso (médicos especialista, o de Atención Primaria, enfermeras, profesionales de la salud y de la salud mental, trabajadores sociales, etc.), así como con alumnos en formación.

¿Qué novedades nos podremos encontrar en esta edición? ¿Qué temas recibirán una especial atención?

La novedad no excluye cierta repetición, por eso no se puede hablar de un congreso diferente a los anteriores. Y sin embargo, es novedoso en muchos sentidos. La particularidad del lugar donde se celebra, Bilbao, una ciudad antaño fabril, que ha conquistado un lugar cultural de gran importancia en el Estado, mostrando la capacidad de sus gentes para superar situaciones difíciles, como fueron la reestructuraciones laborales de la gran industria en los años 80 y 90; ciudad que acoge con facilidad y cercanía al visitante, contribuyendo a dar una imagen más completa y compleja de la sociedad vasca. Es la ciudad que acogerá también a los inscritos en el congreso, incluido un acto de bienvenida oficial por parte de las autoridades políticas en el Salón Árabe del Ayuntamiento. A la vez se da el rasgo común con Valencia y Murcia de ser ciudades del exterior, lo que hace pensar que la Psicooncología se mueve también ajena a un centro.

 

Otra particularidad será el hecho de contar entre sus colaboradores con la institución universitaria, pues la Universidad de Deusto ha favorecido que dicho congreso se celebre dentro de sus puertas. Dentro de la universidad, pero fuera, en el sentido del eco exterior que supone el ser ésta una de la universidades más prestigiosas del País Vasco. Esperamos, pues, suscitar el interés del movimiento estudiantil, ya de por sí muy inclinado hacia los curricula de Psicología Clínica y de la Salud. A la vez, reconocemos que la universidad también estuvo presente en los dos congresos anteriores.

Novedoso será también el tratamiento de los temas científicos, tratando de articular las distintas actividades, mesas redondas, simposios, conferencias, talleres, comunicaciones y pósters, en torno a líneas de interés actual como la práctica interdisciplinar, el consejo genético, la problemática del cáncer en la infancia o los éxitos y debilidades de la propia ciencia. Este tema es de especial relevancia, en tanto que la ciencia, por un lado, avanza, pero por el otro crea malestar; dándose la contradicción entre mayores índices de curación y supervivencia en estos pacientes, pero a la vez la mayor detección de malestares y sufrimientos psicológico y sociales en ellos, debido a los tratamientos médicos, a sus secuelas, etc.

En fin, los mismos temas comunes a anteriores congresos, pero con nuevas aportaciones, como las diferentes prácticas psicológicas adaptadas al tratamiento y apoyo de estas personas con cáncer, y a sus familiares o cuidadores. También novedosa será una mesa con profesionales psicólogos junto a personalidades de la política sanitaria, del mundo de la justicia, de la religión, y personas afectadas de cáncer, que dialogarán de la particularidad del enfermo, como objeto de la ciencia y a la vez, ciudadano de derechos.

Como otra novedad, también se ha solicitado al Consejo Vasco de Formación Continuada el reconocimiento de créditos por la asistencia a las distintas actividades del congreso, lo que supondrá un plus de beneficio para los profesionales sanitarios que se inscriban y participen en las mismas.

Como psicólogo que trabaja en una Unidad de Psicooncología de un hospital público, ¿cuáles son las principales necesidades de los pacientes oncológicos que a diario atiende?

Esta pregunta viene en un momento oportuno, en el que se están presentando los datos de una investigación que realizamos desde hace un año, subvencionada por la Comisión de Investigación del Hospital de Basurto.

De un modo general, los pacientes con cáncer que llegan a nuestra Unidad, se caracterizan por una alta comorbilidad psicopatológica. Un 70% cumple criterios diagnósticos DSM-IV, de los cuales la gran mayoría son trastornos adaptativos, con manifestaciones predominantes de ansiedad, depresión o mixtos. Un alto porcentaje de estas personas tiene o ha tenido entre sus familiares (abuelos, padres, hermanos) antecedentes de cáncer, es decir, que ya han sufrido con anterioridad cerca de ellos los problemas relacionados con esta enfermedad. Un alto porcentaje de ellos, casi tantos como los pacientes que nos llegan de Psicología clínica general en el hospital, ha tenido antecedentes psicopatológicos. Además, este grupo de pacientes apenas ha sido tratado, tal vez en algunos casos por sus médicos de cabecera, y en menor medida todavía, por algún psicólogo.

Datos preocupantes, como lo es también el estado avanzado de enfermedad en el que llegan estos pacientes a nuestra consulta, lo que conlleva que nuestros tratamientos apenas sean preventivos, y en gran parte de los casos, acaben por fallecimiento de estas personas.

Extrayendo de esta caracterización general las necesidades que creemos deberíamos poder atender con mayor celeridad y eficacia, sería el sufrimiento añadido que esta población presenta debido a sus antecedentes familiares de cáncer y sus problemáticas concretas que, a nivel psicopatológico, presentan muchos de ellos, ya desde los momentos iniciales del diagnóstico médico, y que hasta ahora se nos escapan.

 

En otro orden de necesidades, destacaría la atención que se nos solicita, y que ofrecemos también desde la Unidad, para trabajar con los cuidadores y familiares de estos pacientes, lo que se traduce en un modo de abordaje mixto, individual, de pareja, familiar y grupal; como los que recientemente hemos realizado con familiares en proceso de duelo.

Pero más allá de los datos estadísticos, que nunca nos informan del caso concreto de la persona real que tenemos delante, pienso que como psicooncólogos deberíamos tomar cada caso concreto como una persona única. Es un principio para mí, que oriento mi práctica por el psicoanálisis, aunque esa práctica debe estar, como decía el propio Freud, en buena mezcla con otras concepciones y prácticas institucionales.

Ese principio rector al que me refiero, el del caso por caso, nos previene de ciertos prejuicios en los que a veces cae el psicólogo o el médico, como, por ejemplo, pensar que sólo se va a ‘escuchar la enfermedad’. Este axioma nos ayuda a enfocar y flexibilizar la evaluación y orientar el trabajo hacia aspectos que, de entrada, siempre pueden sorprender. Tal es el caso, por ejemplo, de una mujer -cito un caso real- que con la cara desfigurada por la intervención quirúrgica de un cáncer maxilofacial, me pedía, con entereza, que le ayudara. Su petición no se dirigía tanto hacia ella como tal, sino hacia la resolución de ciertos problemas en la relación con sus dos hijos adolescentes. Oír el caso por caso es hacer frente común con el sujeto, experiencia única cada vez, y que no sabemos adonde nos llevará.

De manera general y siendo conscientes de las peculiaridades de cada patología, ¿qué aporta de distintivo la Psicología en la atención a este colectivo de pacientes? ¿De qué manera justificaría la necesidad de la intervención psicológica en el ámbito de la oncología?

 

Aporta muchas cosas que, en parte, son comunes a la especialidad de Psicología Clínica. Por ejemplo, la asistencia especializada en el caso de depresiones, ansiedades, fobias, etc.; dando lugar al tiempo psíquico necesario para los procesos de duelo, que no sólo son los de la muerte de un familiar por cáncer, sino también (y mucho más frecuentes) los duelos por la salud perdida, y ya siempre amenazada, el duelo por la posición laboral perdida, por la imagen corporal herida, etc.

A veces intervenimos en dificultades relacionales que se exacerban con la enfermedad, con tratamientos de pareja o familiares. A veces, más que como terapeutas, nos piden que seamos el apoyo, el acompañante especialista, en un proceso de dolor, de incertidumbre, de miedos, de angustia; lo que no necesariamente tiene un objetivo terapéutico. Aquí también se requiere de una sabia mezcla de formación clínica y de formación específica en oncología.

Muchas de estas intervenciones con estos pacientes o familiares van a ser breves y puntuales; se trata un conflicto y el paciente enseguida retoma su vida solo. Muchas otras veces, además de responder al paciente, respondemos a la duda o la demanda de los médicos que nos consultan sobre determinado enfermo, porque les plantea una dificultad -emocional, casi siempre- para llevar un tratamiento médico adecuado con ellos.

Es de agradecer, pues, las iniciativas de formación postgrado que se están creando y consolidando en nuestro país: másteres en Psicooncología, cursos o grupos formativos y experienciales, así como la posibilidad que tenemos en algunos hospitales universitarios con Unidad Docente, de incluir una formación práctica específica en Psicooncología en el currículo de los residentes de Psicología Clínica y Psiquiatría.

Por otra parte, como comentaba antes, los datos de esta investigación que empezamos hace un año, revelan que en los 6 años de funcionamiento de la unidad, se puede estimar una comorbilidad psicológica cercana al 70%, por lo que queda claramente justificada la labor del psicólogo. Pero es que, cuando nos conocen, muchos de estos pacientes buscan un tratamiento más allá del psicofármaco.

Antes decía que de ese porcentaje de trastornos psicopatológicos que hemos diagnosticado, el 80% son cuadros adaptativos. La enfermedad es un estresor importante y duradero, pues aunque, afortunadamente, cada vez contamos con más casos de pacientes que ‘superan’ la enfermedad, se necesitan tratamientos quirúrgicos, quimioterapéuticos, radioterapéuticos, hormonales, etc., que pueden durar meses e incluso años.

Y luego vienen las secuelas, las revisiones, … A veces la recidiva y el agravamiento final, dando paso a los llamados cuidados o atención paliativa de estas personas con cáncer. Todos esos son momentos en que se ha definido la pertinencia del trabajo específico del psicooncólogo. Yo puedo hablar en particular de nuestra unidad, pero se podrá ver en el congreso la importancia del psicooncólogo en diversos momentos del proceso.

 

Se ha demostrado, además, la necesidad del psicólogo en los equipos médicos y de enfermería oncológica a diferentes niveles. No sólo es importante la figura del psicólogo en temas de formación (para dotar al equipo sanitario de herramientas y conocimientos para mejorar la atención al paciente), sino también para actuar en aquellos casos y dinámicas institucionales en las que sea necesario un catalizador de conflictos más o menos inconscientes y relacionales, que se generan en el trato y trabajo continuado en este campo oncológico. Nuestra experiencia en el Hospital de Basurto es que estos equipos, sobre todo las enfermeras y enfermeros, se interesan mucho en prácticas como los Grupos Balint, y en los talleres diseñados desde la Unidad de Psicooncología para responder a iniciativas que surgen de ellos.

En nuestro caso, vemos que es la práctica asistencial en la interconsulta y, posteriormente, nuestra capacidad docente hacia los equipos médicos y sanitarios, lo que crea a la postre una pequeña red de trabajo interdisciplinar, que es más que la suma de los esfuerzos individuales -y muchas veces aislados- de diversos profesionales que trabajan en oncología.

Hoy día ya no se duda de la relevancia de la Psicología a la hora de ofrecer una atención integral tanto a pacientes como a sus familiares. No obstante, la escasez de psicólogos/as en las unidades de oncología de los hospitales públicos, y en el sistema sanitario en general, sigue siendo una realidad. Partiendo de su experiencia como psicólogo en el ámbito hospitalario, ¿cómo ve esta situación? ¿Qué valoración tiene al respecto?

Justamente, como comentaba, se trata de una estrategia por parte de los psicólogos y psicólogas que trabajamos ya en este campo, no sólo de difundir nuestra experiencia, sino también de demostrar nuestra labor por la vía del trabajo, en la medida en que podemos enlazar nuestra práctica con la de los compañeros médicos y enfermeros. Es decir, con nuestra práctica podemos demostrar la utilidad de nuestras interpretaciones al valorar la depresión de un paciente, por ejemplo, o de tratar una dificultad para que el paciente acepte los tratamientos médicos, que son muy duros. También demostramos nuestra importancia a ayudar a los demás profesionales sanitarios del equipo a mejorar la comunicación y la escucha con los pacientes, y cómo este aspecto repercute en una clara mejora de su propio trabajo. Esa es una buena estrategia. Creo que ese sería un primer nivel de actuación.

Aunque reconozco lo mucho que nos falta, estamos en un buen momento para la Psicooncología (permítanme una valoración entusiasta). Lo estamos también en cuanto a la Psicología Clínica y asistencial, el nivel especializado. Es un logro que costó mucho conseguir, y no es éste el lugar para una reflexión sobre los diversos factores que contribuyeron a la lentitud del desarrollo de la Psicología en España. Aún así, es un buen momento: hay un reconocimiento legal, se consolida la formación especializada, se agilizan los procesos de homologación en clínica para cientos y miles de psicólogos. Además, el campo del sufrimiento humano, discúlpenme si me expreso así, es inagotable; no me refiero solamente al generado por la enfermedad, sino al propio componente de angustia que conlleva la vida, el saberse vivos, por ejemplo, el sabernos mortales. Ello hará que las personas, enfermas o no, se dirijan a nosotros, para hablar, para ser escuchados, para poder hacer oír esa angustia. Son ideas generales, agridulces, pero creo que sostienen la necesidad de ese lugar que ocupa el psicólogo en nuestra sociedad.

Y no se trata sólo de un lugar en el hospital; considero que la figura del psicólogo/a hay que verla, más que como un espacio concreto, como una función. Pero siguiendo con su pregunta, además de las distintas estrategias, creo que hay que tener un lugar en la política. La presión para que se reconozca cada vez más esa función viene dada porque se logren leyes que la ampare, y a partir de ahí seguir defendiendo los derechos.

Creo que aún nos falta una ley que permita a cada persona elegir con derecho a quien quiere acudir para hablar de su malestar, y que sirva de cierto freno al tratamiento farmacológico tan generalizado. Considero también que nuestro lento implante en la sanidad, como licenciados en Psicología, viene dada, entre otros factores, por el hecho de que la Psicología comparte su saber con otros profesionales muy cercanos, como los psiquiatra. Pero ellos también tuvieron que hacer oír su voz en los años 80, para conseguir un reconocimiento legal de su especialidad, porque siempre había sido la hermana pobre de la medicina. Y lo consiguieron, aunque también es cierto que como organización medica, como discurso médico, tuvo más fácil implante en la institución sanitaria que el psicólogo, en parte porque se dice científica, aunque todos veamos sus servidumbres hoy día, con respecto a una industria multinacional como la farmacéutica y ellos mismos vean perderse el lugar del psiquiatra clásico.

 

En fin, creo que como la Psiquiatría, hemos tenido que pelear por un reconocimiento legal, pero nuestra presión no es suficiente. La realidad sigue siendo que la vía PIR de especialización y de dotación de plazas a nivel institucional, es deficitaria a todas luces. Por otra parte, hay que ver cómo se organizan nuevas modalidades asistenciales a partir de las recientes reformas y homologaciones universitarias de Bolonia. Y por último, también está por ver cómo se dota de legalidad y libertad de ejercicio profesional al psicólogo que no pase por esas vías de especialización. No alcanzo a ver más allá de qué manera vamos a seguir consiguiendo mejorar la situación, no soy un experto en esto. No se me ocurre mejor manera de hacerlo que no sea la de presionar y demostrar la eficacia de mi trabajo.

A pesar de esta situación, la Psicooncología como subdisciplina dentro de la Psicología goza de una vitalidad y un reconocimiento importantes en otros países, como EEUU. ¿Cómo ve el panorama español? ¿Cuáles son sus expectativas con respecto al desarrollo de la Psicooncología en nuestro país?

En palabras del Catedrático y académico Eduardo Díaz Rubio, preguntado sobre las necesidades actuales en oncología, señalaba que si bien el paciente oncológico hoy en día no tiene ya que buscar fuera de España el tratamiento de su enfermedad, la atención sigue siendo deficitaria en aspectos tales como la necesidad de mayor apoyo psicológico para el paciente y la familia. Estas palabras son en sí mismas un reconocimiento a la labor del psicooncólogo, sobre todo viniendo de una eminencia, el Director del Plan Nacional contra el Cáncer que, por cierto, estará conferenciando en nuestro congreso. Aparte de un reconocimiento, sus palabras son un halago hacia la figura del psicólogo/a, pero también una preocupación.

El halago está claro, se reconoce explícitamente la labor del psicólogo/a, quizás una de las últimas figuras en llegar al campo oncológico, junto al genetista. La preocupación, a mi manera de ver, se refleja en que muchas veces hacemos comparaciones con lo que nos viene de fuera, de un modo sesgado y por tanto incompleto. No se puede, por ejemplo, comparar determinados desarrollos técnicos y asistenciales en un campo, como el de la Psicooncología, sin analizar a la vez las grandes diferencias que existen entre el propio sistema sanitario norteamericano y el español, o con otros sistema europeos. Europa es heredera de un modelo y una política sanitaria socialdemócrata, que sin duda conlleva la desventaja de no ser un sistema mimado por el capital como el norteamericano, pero -habría que añadir- no deja fuera, como lo hace aquel modelo, a una importante masa de gente sin recursos, situación ésta de difícil manejo sanitario y político.

Reconozco la importancia de iniciativas en el campo de la Psicooncología, que vienen de la mano de autores norteamericanos como el matrimonio Fawzy o Jimmie Holland, autora esta última de La cara humana del cáncer, y miembro, entre otras redes, del National Comprehensive Cancer Network (NCCT). No obstante, no se pueden comparar sus recursos asistenciales, donde tras una breve, rápida y suficientemente válida exploración, el paciente es derivado a los servicios correspondientes (sociales, médicos, psiquiátricos, psicológicos, e incluso religiosos). Ni siquiera ellos representan todo lo americano. Por las misma décadas en que se fecha el nacimiento de la Psicooncología, en EEUU, ya había otros médicos, psicoanalistas y psicólogos que trabajaban en Argentina con pacientes con cáncer.

¿Son un estímulo para nosotros? Por supuesto. ¿Nos muestran caminos para transitar? Está claro, y además nos animan a ello, y están dispuestos a asistir a nuestros congresos para compartir sus experiencias. Pero con todo, si me permiten, tampoco estoy de acuerdo con todo lo que allí se mueve. No creo, por ejemplo, que debamos trasladar tal cual a la vieja Europa, la nueva conceptualización norteamericana de la espiritualidad, que ellos reconducen a la asistencia religiosa, como si no hubiera ahí una manera de manifestarse el sujeto humano, con el cual podemos trabajar los psicólogos.

Pienso, con todos lo respetos, que mucha de esta conceptualización de las necesidades espirituales del pacientes oncológico se corresponde con el hecho de que en ciertas conceptualizaciones psicológicas del hombre, del sujeto humano, se apartó durante décadas todo aquello relacionado con ‘la caja negra’, lo no mensurable, por no científico, y hoy se lo reencuentran –valga la expresión- de nuevo sin poder decir gran cosa sobre ello, como espíritu. Creo que en ciertos aspectos, la vieja Europa tiene aún muchas cosas que enseñar y no debemos retroceder ante ello.

En fin, para situar mejor su trabajo, y el contexto desde el que se está organizando este III Congreso Nacional de Psicooncología, ¿podría añadir algunas palabras sobre su institución, quiénes son, etc.?

La Unidad de Psicooncología del Hospital de Basurto se creó en 2001 para atender a pacientes con cáncer y a sus familiares, siendo la primera, hasta donde yo conozco, de este tipo en el País Vasco. Su nacimiento se debe a una clara demanda de este servicio por parte de varios servicios médicos del hospital, y de la propia Gerencia y Dirección Médica, que apoyaron inmediatamente los primeros proyectos de creación de la unidad; lo que se puede interpretar como que expresaban un movimiento sanitario de interés por el cáncer, paralelo al que existe en la sociedad.

La unidad se encuadra dentro del Servicio de Psiquiatría del propio hospital, siendo a su vez deudora y propuesta de continuidad del trabajo que desde otras prácticas asistenciales ya se venían realizando con estos pacientes y con el personal sanitario del centro, por parte de compañeros psiquiatras.

Desde ese año, el volumen de pacientes y familiares atendidos ha aumentado sin cesar, llegando a ser hoy el 80% de mi trabajo como psicólogo clínico, que es para lo que fui contratado inicialmente.

El interés por la docencia y la investigación son dos capítulos importantes de la unidad, junto a la asistencia. Docencia tanto para el personal sanitario, como para el personal especializado en Psicología Clínica, a través del programa de Tutoría docente de los psicólogos internos residentes, y para el personal postgrado del Máster en Psicooncología de la Universidad Complutense de Madrid, en cuyo programa colaboro.

En el momento actual son ya seis las psicólogas que han acabado o están acabando su formación específica en Psicooncología, y siguen participando en la unidad, a través de los proyectos de investigación. Junto a ellas, diversos compañeros psiquiatras siguen prestando su asistencia en este campo y es fácil establecer con ellos modos de intervención mixtos con algunos pacientes, aproximadamente para un 25% de los que llegan a la Unidad de Psicooncología.

Dentro de las líneas de investigación, desarrollamos un proyecto becado por el Departamento de Sanidad del Gobierno Vasco, con una beca tipo FIS, y en colaboración con el Hospital de Galdakao de Bizkaia, y con el Gregorio Marañón de Madrid; así como otro proyecto becado por la Comisión de Investigación del Hospital de Basurto.

Seguramente podamos presentar en el congreso resultados de dichas investigaciones, así como los siguientes proyectos en que pensamos trabajar, como es un tema de actualidad en los contextos hospitalarios: favorecer la detección de los problemas psicológicos y psicopatológicos que a veces aparecen en estos pacientes con neoplasia, y que se beneficiarían de nuestra intervención de un modo más preventivo; para lo cual hay que llevar nuevas propuestas de colaboración a los servicios médicos derivantes.

Junto con compañeros psicólogos del Hospital de Galdakao, hemos organizado ya dos Jornadas Locales de Psicooncología en el País Vasco, en 2004 y en 2006.

A parte de conocimiento personal que ya había con otros psicooncólogos de otros hospitales españoles, la asistencia a los sucesivos Congresos Nacionales de Psicooncología de la SEPO han servido para ir conociendo la red asistencial que, lenta pero inexorablemente, se está fortaleciendo en todo el Estado. En ese contexto, creo, fue que la Sociedad Española de Psicología Oncológica dirigió su propuesta hacia nosotros, para hacernos cargo de la organización de este tercer congreso.

Esperamos que nuestro trabajo despierte el interés en otros psicólogos que quieran abordar este campo, duro pero interesante, de la atención a los pacientes con enfermedades orgánicas tan graves como son las neoplasias y sus familiares.

Gracias por la oportunidad brindada para dar a conocer nuestros proyectos.

Para obtener información sobre el congreso, las personas interesadas pueden dirigirse al coordinador en la siguiente dirección:

m.pernetas@cop.es

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