Redacción de Infocop
En los últimos tiempos, son muchos/as los/as expertos/as y profesionales que vienen alertando del incremento de problemas de salud mental en niños, niñas y adolescentes. Problemas psicológicos, de regulación emocional o de relaciones sociales, son algunos de los más frecuentes entre la población infanto-juvenil, relacionados, además, con la probabilidad de presentar dificultades académicas y absentismo escolar (APS, 2022).
Es bien sabido también que la pandemia de la COVID-19 ha supuesto un punto de inflexión que ha disparado aún más -y de forma alarmante- este tipo de problemas entre la población infanto-juvenil (aparición de síntomas como desmotivación, desesperanza, falta de concentración, tristeza, depresión, ansiedad, estrés, problemas de sueño, problemas de alimentación, irritabilidad, etc.), registrándose, paralelamente, un aumento de las demandas de ayuda, así como de las listas de espera para recibir atención psicológica (de Jesús Argillier y col. 2020; APS, 2022; May y col., 2022; CPA, 2022; Orgilés y col., 2023).
Los últimos datos del informe ANAR en este sentido no son nada optimistas: según advierte, en 2022 se ha registrado un aumento significativo de consultas por problemas de salud mental, principalmente, de casos de conducta suicida (ideación e intento de suicidio), que han crecido de forma alarmante, convirtiéndose, por primera vez, en el primer motivo de consulta en la Fundación, tanto por parte de menores como de personas adultas (ANAR, 2023).
Fuente: freepik. Autor: freepik. Fecha: 23/05/23
Aumentan los problemas de salud mental entre los/as menores y el personal docente
De acuerdo con la evidencia, las experiencias que tienen lugar durante la infancia pueden ocasionar un impacto significativo y duradero, tanto en los y las menores, como en su familia y otras personas cercanas a ellos/as (BPS, 2017). Concretamente, en los/as niños/as, los problemas de salud mental que se desarrollan durante la infancia suelen continuar en la adolescencia y la edad adulta (se estima que cerca de la mitad de los problemas de salud mental en adultos comienzan antes de los 14 años de edad). Asimismo, la mitad de los/as niños/as y adolescentes que «superan» su diagnóstico, cuando llegan a la edad adulta tienen más probabilidades que aquellos/as sin antecedentes de desarrollar problemas de salud mental, y de experimentar dificultades funcionales significativas relacionadas con el trabajo, la salud, las relaciones y los delitos (OMS, 2022; APS, 2022).
De igual modo, la salud mental de los y las docentes se ha visto afectada por las situaciones derivadas del contexto educativo actual y de la crisis pandémica que hemos vivido. Según datos del Defensor del profesor, un 80% de los/as docentes que llamó al servicio durante el curso 2021/22, lo hizo buscando apoyo psicológico. Una de las dificultades más mencionadas por los/as docentes es el tener que brindar apoyo psicológico y asistencial a las necesidades que presentan sus alumnos/as, sin una formación previa y sin aumento de recursos humanos para afrontar estas situaciones que afectan directamente a la convivencia y a la salud mental de toda la comunidad educativa (ANPE, 2022)
Los beneficios de integrar servicios psicológicos en los centros educativos
Atendiendo a todo lo expuesto y teniendo en cuenta que el centro educativo, después del ámbito familiar, es el contexto donde niños, niñas y adolescentes pasan gran parte de su tiempo, son muchos los expertos que subrayan la eficacia de integrar los servicios psicológicos en los centros educativos, de cara a intervenir de la forma más temprana posible y promover la resiliencia y el bienestar, desarrollando un ambiente escolar psicológicamente saludable y reduciendo la probabilidad de que los/as menores desarrollen futuros problemas de salud mental (Khan y col., 2015; Khan, 2016; European Commission, 2016; BPS, 2017).
Así lo considera también la OMS (2018), manifestando que los centros educativos deben ser el principal contexto para la aplicación de programas de promoción de la salud y afirmando que invertir en acciones orientadas en esta dirección, podría mejorar la salud y el bienestar psicológico de, aproximadamente, 1.900 millones de niños y adolescentes en edad escolar (OMS, 2018).
De hecho, invertir en salud mental infanto-juvenil y proteger la experiencia educativa de los y las menores tiene claros beneficios, no sólo personales, sino también sociales y económicos. Algunos estudios señalan que el coste de fomentar la resiliencia y la intervención temprana en niños y niñas en edad escolar que experimentan problemas de salud mental y de conducta es significativamente menor que el coste que supone tratar estos problemas en la adolescencia y la edad adulta. Algunas investigaciones realizadas en esta misma línea, revelan que invertir en la intervención temprana en salud mental y en el bienestar de los y las menores, genera un retorno de la inversión estimado de entre $1 y $10,50 por cada dólar gastado (APS, 2022).
El/la psicólogo/a educativo/a, figura clave en el contexto escolar
En este contexto, es clave la incorporación de psicólogos/as educativos/as, como figura específica integrada en la comunidad escolar y desde el mismo centro educativo, al ser los/as profesionales capacitados/as para garantizar la salud mental y cognitiva y el bienestar del alumnado, facilitar la detección e intervención temprana de los problemas psicológicos, así como estimular el rol de las familias en la educación de sus hijos/as y apoyar al centro educativo en general (BPS, 2017; de Jesús Argillier y col. 2020; Zink y Anderson, 2022; CPA, 2022).
Como bien indica Garaigordobil (2009), el/la psicólogo/a educativo/a es una figura esencial en el desarrollo funcional y equilibrado del centro escolar en todos los niveles: Educación Infantil, Primaria, Secundaria y Bachiller-FP. Su función prioritaria es atender y fomentar el desarrollo psicológico en todos sus componentes -psicomotriz, intelectual, social, afectivo-emocional- y en los 3 agentes principales del sistema educativo (alumnado, padres y docentes). Desde esta perspectiva, el trabajo del psicólogo educativo implica 2 grandes objetivos: 1) aportar un análisis psicológico de diversas situaciones (evaluación) para prevenir y diagnosticar; y 2) proponer planes de acción que respondan a los análisis realizados e implementar programas de intervención psicológica y psicoeducativa con fines preventivos, de desarrollo y terapéuticos. Con estos objetivos, contextualizados en su perfil profesional e investigador, el psicólogo lleva a cabo diversas actividades con alumnos, familias y profesorado.
Los expertos recomiendan una proporción de un/a psicólogo/a educativo por cada 200 alumnos/as
Así, los/as psicólogos/as educativos desarrollan su labor con los tres agentes del sistema educativo para apoyar el rendimiento académico, el comportamiento positivo, el desarrollo social y el bienestar mental de todos y todas los/as estudiantes -especialmente aquellos/as que se encuentran en situación de vulnerabilidad (por razón socioeconómica, de etnia, de discapacidad, orientación sexual, etc.)-, implementando prácticas basadas en la evidencia. Igualmente, apoyar el bienestar de los docentes y ayudarles a reducir su estrés relacionado con el trabajo, es fundamental para el éxito de los estudiantes y la escuela y es un aspecto importante del trabajo de los psicólogos escolares, siendo altamente valorado por el profesorado (Bisinger, 2009; NASP 2021; Reddy, 2015; CPA, 2022; Owens, 2023; Rafi y Maricle, 2023; Kern y col., 2023).
Sin embargo, a pesar de la importancia de estos/as profesionales en el contexto escolar, se estima que, en España, la ratio estimada de niños/as en edad escolar por psicólogo/a es educativo es de 1.294 (León, 2011). A este respecto, los/as expertos recomiendan una proporción más favorable de, al menos, un/a psicólogo/a educativo/a por 500 estudiantes, para garantizar una atención adecuada e integral a todo el alumnado (la NASP, 2021; APS; 2022; CPA, 2022). En relación con esta ratio, en nuestro país, expertos en Psicología Educativa han venido recomendando una proporción menor, esto es, un psicólogo por cada 200 estudiantes, dado que posibilitaría aún más el desempeño realista de las funciones del psicólogo educativo dentro del ámbito escolar y en colaboración con el resto de disciplinas.
Estudio en España para evidenciar los beneficios de la Psicología en el contexto educativo
La necesaria incorporación de la figura del/de la psicólogo/a educativo/a en los centros escolares (sin menoscabo de otros profesionales), como profesional cualificado/a para dar respuesta a los problemas de índole psicológica que pueden surgir en la comunidad educativa, ha venido siendo planteada en los últimos años por el Consejo General de la Psicología, en línea con lo argumentado por múltiples organizaciones representativas de Familias, estudiantes, profesorado, Direcciones de Centros Educativos y expertas en la atención psicológica y el cuidado del bienestar de las personas.
Precisamente, en este sentido, el COP, a través de su División de Psicología Educativa, lleva trabajando, junto con Psicofundación, en la realización de un estudio pionero a nivel nacional e internacional (Estudio PsiCE), mediante el cual se pretende evidenciar los beneficios de implementar la Psicología en el contexto educativo y la necesidad de incorporar psicólogos/as en el ámbito educativo. El objetivo de este estudio es prevenir los problemas emocionales en contextos educativos a la vez que se mejora el ajuste emocional y social, así como los procesos de aprendizaje del alumnado. Con este fin, se evalúa la eficacia del Protocolo Unificado para el Tratamiento Transdiagnóstico de los Problemas Emocionales en Adolescentes.
Tal y como señalan los autores de este estudio, analizar la eficacia del protocolo UP-A en el contexto educativo, permitirá disponer de datos en el campo de la Psicología Educativa de cara a la toma de decisiones informadas. Asimismo, garantizará que dichas intervenciones sean accesibles, empleando protocolos estandarizados, para un gran conjunto de la población y en una etapa del desarrollo humano tan relevante como es la adolescencia. A este respecto, consideran que disponer de programas de intervención psicológica con sólido respaldo empírico será esencial para mejorar los procesos de aprendizaje, el rendimiento académico y el bienestar emocional y calidad de vida de los jóvenes.
Referencias
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