Carme Escales, periodista especializada en temas sanitarios
Cada año, más de 720.000 personas fallecen por suicidio en todo el mundo, y muchas más intentan hacerlo. Estos datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sitúan al suicidio como la tercera causa de defunción entre las personas de 15 a 29 años. Es la principal causa de muerte no natural. Por ello, dentro del Plan de Acción de Salud Mental 2013-2030 de la OMS, la prevención del suicidio se destaca como una prioridad a nivel internacional, y se insta a los países a desarrollar estrategias nacionales al respecto.
Las de España las recoge el Plan de Acción para la Prevención del Suicidio 2025-2027 que fue aprobado el pasado mes de febrero por el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud. En España, el número de fallecimientos por suicidio -según datos del Ministerio de Sanidad- había oscilado entre un mínimo de 3.158 en el año 2001 y un máximo de 4.274 en el 2022, con fluctuaciones dentro de este rango a lo largo de los años.

Mónica García, ministra de Sanidad – Fuente: Ministerio de Sanidad – Fecha: 25/03/2025
“Más allá de las posibles mejoras que se puedan incorporar, su publicación ya supone una buena noticia, pues constituye, al menos, una declaración de intenciones y un proyecto de futuro”, apunta la psicóloga Susana Al-Halabí, profesora de Psicología en la Universidad de Oviedo. Al-Halabí se inició en el estudio de la conducta suicida el año 2008, con un proyecto de investigación multicéntrico, financiado por la Comisión Europea y liderado por la Universidad de Würzburg (Alemania), para estudiar los factores implicados en los intentos de suicidio en Europa, mejorando el tratamiento y promocionando la prevención del suicidio. Otro proyecto la llevó también a estimar la prevalencia de conducta suicida en los jóvenes y estudiar, por primera vez de manera multicéntrica internacional, la eficacia de intervenciones de prevención escolar. Su labor editorial, docente e investigadora sobre el suicidio es extensa.
En cuanto al nuevo plan de prevención, ella confía en que con el paso del tiempo el documento contenga mayor soporte documental de la evidencia científica disponible, con un mayor peso hacia la prevención universal y selectiva, pues -señala- “de acuerdo con autores internacionales de prestigio, es crucial un abordaje desde la salud pública y de los determinantes sociales”. Y se explica: “Las condiciones socioeconómicas también influyen en la conducta suicida y pueden aprovecharse para la prevención. Numerosos estudios han vinculado la política macroeconómica con las tasas de suicidio. El aumento de las tasas de empleo parece reducir el suicidio en adultos de mediana edad. Del mismo modo, el aumento del gasto en bienestar social, el salario mínimo, el producto interno bruto per cápita y la inversión en programas activos del mercado laboral parecen reducir las tasas de suicidio”.
La intervención debe ser global
De todas esas estadísticas se evidencia la necesidad de aportar soluciones e implementar la prevención desde muchos ámbitos a la vez. Por ello, la psicóloga Anna Romeu, experta en trauma y duelo, y miembro de la Sección Psicología de las Emergencias del Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya, destaca como algo “muy importante, que el plan integre diferentes áreas, profesiones y contextos”. Porque, según Romeu, que además es la representante a nivel estatal de los profesionales de la psicología de emergencias en la Federación Europea de Asociaciones de Psicólogos (EFPA), “el suicidio es un problema social y estructural, no clínico ni médico. Por ello, la intervención debe ser muy global, desde muchos sectores, y este es el gran cambio que aporta este nuevo plan, y esto da lugar a que pueda haber mucha más concienciación. Este es un problema que afecta a toda la sociedad y nos implica a todos”.
Susana Al-Halabí también considera que “en nuestro país seguimos demasiado anclados a la idea de ‘bata blanca’ para el abordaje de este fenómeno, mientras que el contexto es el medio necesario para planificar la prevención de la conducta suicida”.
Al-Halabí lo argumenta de la siguiente manera: “No estamos hablando de averías intrapsíquicas de las personas, sino de situaciones doloras y profundamente enredadas en sus circunstancias biográficas y, por tanto, comunitarias, sociales y culturales. Históricamente, los esfuerzos de prevención se han centrado en los servicios asistenciales tratando de identificar a los ‘pacientes’ con mayor riesgo de suicidio. Sin embargo, la evidencia indica que estos esfuerzos son, en gran medida, ineficaces, ya que la mayoría de los suicidios ocurren en personas identificadas como de bajo riesgo.
Por lo tanto, las intervenciones clínicas más efectivas, como los tratamientos psicológicos (por ejemplo, terapia cognitivo conductual o terapia dialéctica conductual), deben estar disponibles para la mayor cantidad de personas posible dentro de los servicios de salud. De igual modo, hay buena evidencia empírica de que el plan de seguridad – en el que el profesional sanitario o clínico y la persona trabajan juntos para planificar y documentar qué hacer en caso de crisis – es efectivo para reducir los intentos de suicidio. Esto debe ofrecerse junto con una atención integral y un manejo terapéutico de la conducta suicida, incluyendo intervenciones clínicas que mejoren el bienestar de las personas”. Sugiere que, “aunque se requiere más evaluación, este enfoque probablemente sea la mejor estrategia para prevenir el suicidio en población clínica”.

Autor: Roman Kraft – Fuente: Unsplash – Fecha: 25/03/2025
La importancia de una visión compartida
Como camino a seguir, el plan sí que pone el acento en ese trabajo transversal desde todos los ámbitos de la sociedad, en el entorno educativo, el laboral, y las prisiones. Establece objetivos tácticos e identifica a los actores responsables de tareas específicas hacia el objetivo principal de prevenir el suicidio, fomentando la colaboración y coordinación entre ellos.
Sobre cómo se llevará a cabo ese despliegue transversal de las estrategias del plan, fuentes del Ministerio de Sanidad señalan que, en el ámbito educativo, se implementará a través de las Escuelas Promotoras de Salud del Ministerio de Sanidad, en coordinación con el Grupo de Trabajo de Salud Escolar del Ministerio de Educación, Formación Profesional y Deportes. Asimismo, se establecerá un trabajo conjunto entre el Grupo de Trabajo de Salud Mental de Niños, Niñas y Adolescentes del Ministerio de Sanidad y el Grupo de Trabajo de Convivencia/Bienestar Emocional del Ministerio de Educación”.
En lo que se refiere al ámbito laboral, las mismas fuentes explican que se actuará a través de la Comisión Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo, en coordinación con la Red Española de Empresas Saludables, con la colaboración de la Subdirección General de Salud Laboral del Ministerio de Sanidad, y en participación con otros actores clave.
Y en cuanto a las prisiones, se fortalecerá la coordinación entre Instituciones Penitenciarias y la Red Asistencial Comunitaria de Salud Mental, con el objetivo de mejorar la atención a la conducta suicida en el entorno penitenciario.
De todos modos, tal como apunta la psicóloga Anna Romeu, aunque el plan abre la puerta a muchas intervenciones, y todas necesarias, es muy teórico y general, y deja en manos de cada comunidad autónoma su aplicación. De ahí que esta, por lo tanto, acabará dependiendo de la voluntad de los gobernantes en cada una de ellas.
Visibilizar el problema como algo social
El acceso a ayuda profesional puede -y es a lo que se aspira- significar un antes y un después en cualquier caso de tentación o pensamientos de suicidio. Para ello, en cualquier ámbito social, cuanta mayor y mejor información para la detección precoz de una situación así, mucho más margen de intervención favorable habrá.
En opinión de la psicóloga Anna Romeu, “lo que más falta hace es una campaña de prevención comunitaria, porque está demostrado que la intervención comunitaria es la mejor herramienta. En escuelas, entidades y en todo tipo de comunidades, cuanto más se habla del suicidio, más ayudamos a la gente, y más fácil lo tenemos para llegar a personas que puedan estar atravesando problemas que le lleven a ideas de suicidio. La estigmatización, en cambio, silencia un problema muy grave e íntimo, cargando de vergüenza para pedir ayuda. La clave es hablar mucho de ello, darlo a conocer, y desmentir que hablando de ello se produzca un efecto llamada”.
Sería conveniente, según Romeu, “ir en busca de aquellas personas de colectivos más vulnerables, como personas mayores, adolescentes, pacientes con cierto tipo de enfermedades, gente con un mayor riesgo de tener esas ideas de suicidio, y trabajar cómo hablar con ellos, y cómo hablar del suicidio, en general, porque probablemente no lo hacemos de la manera más correcta. Muchas veces nos centramos en una historia particular, conmovedora, sí, pero poco orientada a la prevención. Sí que podría ayudar a ello contextualizar, para hacernos conscientes de que hay una sociedad que está teniendo un sufrimiento muy alto, y que una de las consecuencias de ese sufrir social es la ideación suicida”.
En cuanto a los adolescentes -señala- “no se trata de disponer de un psicólogo en cada instituto, pero sí de realizar jornadas de formación y concienciación de los docentes para que puedan intervenir, ya que son ellos quienes mejor conocen a los adolescentes, y estos sí pueden hablar con ellos”. En conclusión -añade- “con los recursos que tenemos, debemos hacer lo que podamos”.
Una de las conclusiones que se desprenden sobre la eficacia en prevención es que “los mensajes de salud pública que comparten narrativas de supervivencia y modelan la búsqueda de ayuda, especialmente cuando los protagoniza una celebridad, pueden tener efectos positivos en la búsqueda de apoyo y en las tasas de suicidio”, tal como expone la psicóloga Susana Al-Halabí. Ella misma apunta también, sobre las intervenciones escolares, que “hay un respaldo razonable al efecto de estos programas en los pensamientos e intentos de suicidio del alumnado mediante la alfabetización en salud mental y el desarrollo de habilidades de afrontamiento y la búsqueda de ayuda para ellos y sus amistades”.
Asociaciones de supervivientes
Haber vivido una experiencia del mismo tipo abre los ojos y conecta radares personales ante situaciones semejantes. De ahí que sea tan valioso el papel de las asociaciones de supervivientes. También su contribución a la prevención, pues, tal como señala el portavoz y coordinador de los grupos de apoyo de DSAS, Carles Alastuey, “la visibilidad de la pérdida es un factor preventivo de primer orden”. DSAS es una asociación sin ánimo de lucro cuyo nombre responde a las siglas Después del Suicidio Asociación de Supervivientes. Fue la primera entidad estatal orientada a la atención de alguien que ha perdido a un ser querido por suicidio, también de quienes lo han intentado.
“El término superviviente viene adoptado por la literatura relativa a experiencias traumáticas de los soldados que regresaron de la guerra del Vietnam y todo lo que conlleva sobrevivir a vivencias así. Superviviente es quien sobrevive, tanto a una tentativa de suicidio como a cualquier experiencia profundamente traumática”, expone Carles Alastuey. Él, como el 90% de los miembros de DSAS es superviviente, en su caso, por haber vivido la pérdida de un familiar por suicidio. De hecho, es en la experiencia de la pérdida donde está el origen y sentido de la entidad.
“También surge de la evidencia que no hay suficiente visibilidad de estas pérdidas por suicidio, pero tampoco de las consecuencias de ella”, añade el portavoz de DSAS. Por ello, desde esta asociación, han ido desplegando iniciativas diversas, con la evidencia de que el testimonio encarnado, personificado de las consecuencias, en el entorno de las personas que piensan en suicidarse tiene un efecto preventivo indudable.

Autor: Jonatán Becerra – Fuente: Unsplash – Fecha: 25/03/2025
De hecho, fomentar la posvención mediante medidas de apoyo a supervivientes, a familiares y a personas allegadas tras un suicidio, es considerado como una acción clave de prevención para aliviar el duelo dentro del nuevo plan estatal -en cuya preparación ha participado la asociación DSAS-. También se estima importante fomentar la ayuda mutua entre supervivientes y detectar a quienes necesitan apoyo en los diferentes entornos, ya que ello permite ofrecer un soporte temprano y efectivo. Para ello, se prevén proyectos para apoyar a familiares y allegados tras una pérdida por suicidio, promoviendo el manejo saludable del duelo.
Y sobre la visibilidad por la que se apuesta, por su poder de prevención, Alastuey destaca en este punto el papel de los medios de comunicación. “Visibilizar a los testimonios facilita que la gente se identifique. Encarnar ejemplos permite entender mucho más”, afirma.
Red social a nivel estatal
Constituida oficialmente en el 2012, la asociación a la que pertenece Carles Alastuey, si bien está claramente implantada en Catalunya, desde ella se colabora para intentar consolidar una red de personas y grupos de proximidad que tienda puentes con otros territorios. En Valencia, en Asturias y en Canarias se han ido constituyendo ya agrupaciones a las que han ayudado a descubrir los intríngulis de una actividad así, aportándoles también apoyo anímico para emprenderla. De hecho, la asociación tiene el nombre en castellano porque desde otros países, también de Latinoamérica, a menudo los contactan.
Con entidades como Brazos Verdes Asturias, u otras en el País Vasco, Navarra o Andalucía y Madrid han colaborado también a la hora de constituirse.
Desde DSAS, valoran que, entre algunas de las estrategias de prevención del suicidio a desplegar, deberían contemplarse acciones pedagógicas e informativas para el conjunto de la población, con el objetivo de familiarizar con la problemática y comprender las conductas de riesgo. “Sabemos que toda la cuestión de los estigmas condiciona mucho sobre la salud mental y las personas que manifiestan sus emociones de manera más evidente”, señala Carles Alastuey. Y añade que, “aunque se sabe que la conducta suicida tiene que ver con la salud mental, también se da en casos de una profunda aflicción emocional por algún motivo que, a ojos de otras personas, puede parecer poco importante, como la pérdida del trabajo o de una pareja. Son causas que, tal vez a alguien no condicionen, pero para otra persona pueden ser decisivas como desencadenante. Por ejemplo, alguien a quien desahucian, y se suicida”.
En España, el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad publicó la Guía de Práctica Clínica de Prevención y Tratamiento de la Conducta Suicida, cuya revisión está prevista cada cinco años, por lo que este 2025 debería realizarse.

Autor: Md Mahdi – Fuente: Unsplash – Fecha: 25/03/2025
Desde entidades cuyos miembros son conocedores por experiencia personal de todo lo que envuelve la vivencia de un suicidio o tentativa de este, se reivindica también la accesibilidad al personal sanitario especializado. En Barcelona, el teléfono gratuito dedicado a la conducta suicida 900 925 555, instaurado desde el Ayuntamiento de Barcelona, fue pionero a nivel estatal, y su activación surgió de una demanda de la asociación DSAS. A partir de él, se fue instaurando este servicio de atención telefónica que está activo las 24 horas los 365 días.
Los familiares que han vivido o están conviviendo con la actitud suicida por parte de alguno de sus miembros reconocen que una de las partes más complejas y todavía pendiente en la salud pública. “No hay un aprendizaje sobre cómo tratar esa conducta o pensamientos suicidas, y se tiende a interpretar únicamente como necesidad de medicación. Y ese es un gran problema”, expone Alastuey.
Sobre este punto, la psicóloga Anna Romeu precisa que, en Catalunya, desde el Centro de Emergencias Médicas (CEM) hace poco que se ha incorporado la figura del psicólogo de emergencia, las 24 horas, listo para poder atender, entre otros casos, las llamadas al 061 o 012 por ideación suicida.
Observatorio para la prevención
Una de las nuevas acciones para combatir la conducta suicida previstas en el nuevo plan de prevención es la creación de un Observatorio para la Prevención del Suicidio. Su puesta en marcha se prevé “lo antes posible”, tal como precisaron desde el Ministerio de Sanidad, y consistirá en “analizar y difundir información fiable y homogénea sobre la conducta suicida, recopilando datos detallados, incluidos los informes de la línea 024 -la línea de atención telefónica de ayuda a personas con pensamientos, ideas o riesgo de conducta suicida”. Además -indican las mismas fuentes-, “se publicará información relevante, tanto a nivel internacional como autonómico y local”. También está previsto que toda esa información se integre en un mecanismo de coordinación interinstitucional para fortalecer la prevención y atención de la conducta suicida.
En el 2021, la OMS publicó Vivir la Vida. Guía de aplicación para la prevención del suicidio en los países. Y portales como el de la American Foundation for Suicide Prevention resultan de gran ayuda por los testimonios y la información que comparten en la voz de profesionales y supervivientes. En España también es muy valioso en el mismo sentido el espacio en línea Prevención del Suidicio, de Som 360, la plataforma de recursos e información sobre salud mental, impulsada por los centros sanitarios de Sant Joan de Déu. Entre muchos otros contenidos, ofrecen pautas para padres y amigos frente al riesgo de suicidio de adolescentes y jóvenes y experiencias contadas en primera persona. Todo ello para iluminar soluciones a un grave problema de salud pública a afrontar entre todos.
La urgencia de actuar para prevenir los suicidios ha sido reconocida y priorizada al más alto nivel. De hecho, la reducción de la tasa de suicidios es un indicador de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (el único relativo a la salud mental), el Programa General de Trabajo de la OMS y el Plan de Acción Integral sobre Salud Mental 2013-2030 de la OMS.