En el campo de la Psicología Clínica y de la Salud acontecen situaciones en las que el sufrimiento experimentado por los pacientes puede tener impacto en la salud mental de los y las psicoterapeutas. Así lo afirma un estudio publicado en la revista Papeles del Psicólogo y desarrollado por los investigadores de la Universidad de Granada, Sandra Fernández , Juan Manuel Guiote y Elena Miró, con el propósito de analizar los factores protectores y predisponentes del trauma vicario en psicoterapeutas.
Tal y como señalan los autores del estudio, el impacto en la salud mental de los psicoterapeutas que abordan traumas “representa un campo de estudio escasamente investigado”. A este respecto, el trauma vicario y el estrés postraumático secundario, constituyen, según la literatura científica dos de los procesos más importantes que pueden afectar a los psicoterapeutas que intervienen en trauma (si bien, dada su similitud, estos términos suelen confundirse entre sí y a menudo se usan indistintamente).
Fuente: freepik. Foto: freepik. Fecha: 29/05/24
No obstante, el estudio destaca importantes diferencias entre ambos fenómenos, entre ellas, las siguientes: el trauma vicario comprende “aquellos cambios acumulativos negativos surgidos de la interacción terapeuta-paciente, especialmente cuando el terapeuta manifiesta una intensa empatía”, y la evidencia señala que es más frecuente en casos donde el paciente relata experiencias traumáticas “de manera detallada y gráfica, produciendo cambios psicopatológicos en el terapeuta que pueden afectar su autopercepción, la percepción de los demás, las relaciones con el entorno y la forma de percibir el mundo”. Por el contrario, el estrés postraumático secundario se manifiesta a través de “síntomas similares a los del paciente que ha sufrido el trauma, caracterizándose por imágenes intrusivas, activación, conductas de evitación y cambios negativos en las cogniciones”.
Datos pertenecientes a diversas investigaciones señalan que, entre el 5 y el 15% de los/as psicoterapeutas que trabajan en este ámbito sufren niveles de severidad clínicos de trauma vicario y estrés postraumático secundario, con una alta coexistencia y comorbilidad entre ambos procesos en la mayoría de los casos. Se observa también que el síndrome de estar quemado o burnout -caracterizado por agotamiento, despersonalización y sentimientos de ineficacia en el trabajo, debido a un ambiente laboral desfavorable y un gran estrés ocupacional-, está relacionado con el trauma vicario, aunque se diferencian en que el burnout es condición esencial para su desarrollo, pero no requiere exposición indirecta al trauma. Los autores de este estudio destacan aquí que, si bien el burnout está más relacionado con el estrés laboral, “se plantea como un posible predecesor del estrés postraumático secundario“.
Con respecto a los factores que se relacionan con el trauma vicario y el estrés postraumático secundario, los expertos destacan que la prevalencia de este último es mayor en mujeres que en hombres, aumentando a mayor nivel de exposición a destalles traumáticos. Asimismo, la posibilidad de experimentar ambos procesos aumenta debido a una serie de factores de vulnerabilidad, tales como, la ausencia de estrategias efectivas de afrontamiento y la presencia de altos niveles de estrés y angustia personal, entre otros.
Por otro lado, hay determinados factores que se identifican como predictores individuales de resiliencia vicaria, entre ellos, la aceptación del sufrimiento, la formación continua en manejo del estrés, el no culpabilizarse y la asunción de cargas de trabajo manejables. En la misma línea, desde una perspectiva grupal, el apoyo social, familiar y laboral, así como la búsqueda activa de supervisión en el entorno de trabajo, constituyen factores protectores eficaces.
Aunque en la literatura científica se pueden encontrar revisiones que abordan los factores protectores frente al trauma vicario en el personal sanitario, bomberos y otros/as profesionales que prestan asistencia y apoyo a víctimas de accidentes, en la última década no parecen haberse realizado revisiones enfocadas exclusivamente en analizar los factores protectores y predisponentes que influyen en estos procesos en el caso de los/as psicoterapeutas. Dada la necesidad de contar con investigaciones más exhaustivas orientadas a este objetivo, se ha llevado a cabo este estudio, con el propósito de examinar cuáles son los factores predisponentes y los factores protectores en relación con el trauma vicario, más aún, considerando “su notable comorbilidad con el estrés postraumático secundario, específicamente, en la población de psicoterapeutas”.
Los resultados revelan que la mayoría de los psicoterapeutas manifiesta síntomas combinados de trauma vicario y estrés postraumático secundario
Para tal fin, los investigadores han realizado una exploración exhaustiva en las bases de datos Proquest, Web of Science, Scopus y Pubmed, utilizando una ecuación de búsqueda integrada por los descriptores “vicarious trauma”, “therapist” y “factors”. De 202 artículos indexados en las bases de datos, 22 cumplieron los criterios de inclusión. Esta muestra total de 22 estudios analizados incluye, 4.064 psicoterapeutas del área de la Psicología Clínica y de la Salud, con un mínimo de un año y un máximo de 30 años de experiencia.
Los resultados revelan que la mayoría de los psicoterapeutas manifiesta síntomas combinados de trauma vicario y estrés postraumático secundario, con una elevada comorbilidad entre los dos, y sugieren que el burnout podría ser un precursor para ambos procesos.
Dado que la relación precisa entre trauma vicario y estrés postraumático secundario permanece indeterminada, los autores consideran necesario “emprender investigaciones adicionales y rigurosas al respecto, que permitan establecer conclusiones más robustas”. De igual modo, teniendo en cuenta la frecuente “indistinción e intercambiabilidad de términos”, se propone emplear la Escala de Trauma Vicario (Bride et al., 2004; Aguiar-Fernández et al., 2022) y la Escala de Estrés Postraumático Secundario (Jacobs et al., 2019), para evaluar estos constructos, así como crear y validar instrumentos que permitan valorar la comorbilidad y la evolución temporal en ambos fenómenos de forma precisa.
Se identifican una serie de factores de vulnerabilidad
El estudio evidencia el coste psicológico que conlleva la labor del psicoterapeuta, identificando los siguientes factores de vulnerabilidad o que predisponen al desarrollo del trauma vicario (en orden de relación decreciente):
- El estrés originado por la sobrecarga de casos de trauma. Este factor es el que presenta mayor grado de evidencia.
- Los años de experiencia trabajando en psicoterapia.
- La historia personal de trauma de los psicoterapeutas. Para los autores, esto sugiere que el propio sufrimiento les hace más sensibles a los acontecimientos traumáticos que detallan sus pacientes, o bien dichos relatos pueden actuar de catalizador del propio trauma de los psicoterapeutas, si bien es posible la interacción de ambos factores.
- La edad puede conllevar más experiencias vitales, potenciando habilidades de afrontamiento y madurez, siendo la juventud un factor de vulnerabilidad.
- Con el mismo nivel de relevancia, se encuentran: la baja diferenciación del self (que dificulta discernir entre procesos propios y ajenos); un sentido de la vida menos definido (que puede provocar dificultades para apreciar cuál es la misión personal del psicoterapeuta en su vida privada); las creencias religiosas (parecen actuar de amplificador emocional de disonancias entre el trauma y la dimensión espiritual-religiosa).
- Al mismo nivel de importancia que los factores anteriores, destaca la variable sexo/género. Ser mujer, tener una historia personal de trauma y estar expuesta a un elevado número de casos traumáticos aumenta el riesgo de estrés postraumático secundario. De acuerdo con los autores, este patrón “podría estar relacionado con la elevada frecuencia de casos de abuso sexual en la terapia del trauma, y el hecho de que la mayoría de las víctimas sean mujeres”.
- Además, es posible que se agudice esta predisposición a través de la identificación de las psicoterapeutas con el feminismo como valor esencial y su solidaridad con la víctima, por lo que se plantea como línea de investigación el análisis de la influencia de las características del paciente o el tipo de trauma que presente, sobre el desarrollo de trauma vicario o estrés postraumático secundario en el psicoterapeuta.
- Trabajar en el sector privado. El estudio atribuye esto a que los y las psicoterapeutas del sector público “suelen interactuar más con colegas y tienen la oportunidad de desahogarse entre sesiones”, mientras que aquellos/as que trabajan en el sector privado, suelen hacerlo solos, lo que “puede dificultar el manejo del estrés de la exposición indirecta al trauma”.
Los resultados muestran también la existencia de factores protectores o de resiliencia “capaces incluso de producir crecimiento postraumático secundario”. Destacan aquí el apoyo social percibido, seguido de las estrategias de afrontamiento, la conveniencia del autocuidado mediante actividad física, mindfulness o la asistencia a terapia, así como el establecimiento de límites claros entre la vida laboral y personal.
¿Qué factores protectores o de resiliencia existen?
A nivel organizacional, se identifican como estrategias preventivas, el apoyo de pares y colegios profesionales, un ambiente laboral saludable, las oportunidades para el desarrollo profesional y la supervisión clínica.
La eficacia de esta última, puede explicarse por variables mediadoras como son el aprendizaje, el distanciamiento subjetivo de los casos tratados, la validación de otro profesional, la formulación de metas realistas y la ventilación emocional.
El estudio indica que todos estos factores protectores pueden ser aplicados de forma práctica por el o la terapeuta para prevenir o aliviar los efectos negativos de la exposición al trauma, señalando que algunos factores “egosintónicos vinculados a la personalidad del psicoterapeuta” (a saber, resiliencia, empatía, autoeficacia y la vitalidad subjetiva), pueden “amortiguar e incluso fomentar el crecimiento postraumático secundario”.
El estudio concluye afirmando que la salud mental de los y las profesionales encargados de proporcionar bienestar a otros, y, especialmente, los y las psicoterapeutas que trabajan en trauma, “no es inmune al sufrimiento ajeno” y su trabajo aunque pueda ser gratificante, “no está exento de costes”.
Los hallazgos obtenidos “reflejan la paradoja de cuidar al cuidador”, y ponen de relieve la trascendencia de contar con redes de apoyo específicas para estos y estas profesionales, así como la relevancia de que desde los colegios y las organizaciones de salud mental se implementen programas de prevención, formación e intervención, para “quienes se dedican profesionalmente a sanar las heridas traumáticas de otros”.
Se puede acceder al estudio completo desde la página Web de la revista Papeles del Psicólogo (mayo, nº45, 2, 2024) o bien directamente aquí: