Tal y como señala el documento, la crisis sanitaria y el confinamiento derivados de la COVID-19 han tenido y tienen muchos efectos, que perdurarán a largo plazo. Entre ellos, un incremento en el uso de Internet y las redes sociales y, por tanto, del número de horas con dispositivos conectados que puede traducirse en un mayor consumo de materiales pornográficos, tanto por parte de adolescentes como de personas adultas. Teniendo en cuenta que la crisis sanitaria no ha finalizado, esta situación podría alargarse durante los próximos meses. Con el fin de poder ofrecer propuestas que se ajusten a las necesidades de la infancia y adolescencia y garanticen su bienestar y el desarrollo integral de su identidad, la organización Save the Children ha elaborado este informe, el primero de la organización en abordar problemáticas propias de la adolescencia, con un enfoque transversal de género y desde la diversidad. Sus conclusiones se fundamentan en los datos recabados a partir de más de 1.600 encuestas realizadas en centros educativos a lo largo del territorio nacional, así como de datos procedentes de un estudio cualitativo basado en 11 talleres con participación de personas de entre 14 y 18, y de entrevistas a profesionales del ámbito de la intervención y de la investigación. A continuación, recogemos algunas de las principales conclusiones del informe: El 62,5 % de las personas adolescentes encuestadas de entre 13 y 17 años ha visto pornografía alguna vez en su vida, bien a través de Internet o por otras vías. El 53,8% de los y las adolescentes ha accedido por primera vez a material de contenido sexual antes de los 13 años, y un 8,7% antes de los 10 años. La edad media es de 12 años de manera global (antes de los 12 años para los chicos y los 12 años y medio para las chicas). A este respecto, el informe advierte de cómo, a medida que se han desarrollado y difundido los smartphones y redes sociales, la edad a la que accede la población adolescente por primera vez a la pornografía es cada vez más baja. Cabe señalar que quienes han consumido pornografía alguna vez, afirman haber accedido antes a Internet para informarse sobre sexualidad. El nivel socioeconómico influye en la búsqueda activa de contenido sexual: sin la posibilidad de contar con un dispositivo o Internet, este material resulta mucho menos accesible. Asimismo, se relaciona con la frecuencia de consumo: adolescentes con rentas superiores visitan más habitualmente webs de contenido sexual. Con respecto a las principales fuentes de acceso a la pornografía, el grupo de iguales es fundamental en la iniciación al consumo, acceso o intercambio de este tipo de material, y se detecta una importante tendencia al acceso por búsqueda propia, ya sea por curiosidad o por satisfacer su deseo sexual. Por otro lado, el primer acceso a la pornografía puede tener su origen en un tipo de violencia online, como es la exposición involuntaria a material sexual o el exhibicionismo. Se observa un claro factor diferenciador según el género: para ellos, el primer acceso al material de contenido sexual se debe a una búsqueda activa o una especie de rito de iniciación a la madurez, al deseo sexual y a la socialización masculina. Ellas, en cambio, lo encuentran mucho más de manera accidental, y están más expuestas a recibir contenido de personas desconocidas. La mayoría (93,9%) de los y las participantes en la encuesta admite ver pornografía en la intimidad. A este respecto, se registran diferencias en función del género: mientras que los chicos la ven con amigos sólo en el 1,50% de los casos, el 12,4 % de las chicas la ve con sus amistades. El 68,2% de adolescentes ha visto material de contenido sexual en los últimos 30 días, llegando a consumir ellos el doble que ellas (81,6 % y 40,4 % respectivamente). Los chicos revelan que buscan este tipo de material casi a diario. Por el contrario, entre las adolescentes se siente menos libertad (tanto en las actividades individuales como en las grupales) para hablar sobre esta cuestión. El acceso a estos contenidos se hace, principalmente, desde los smartphones, que les confieren privacidad. Las páginas web son la principal fuente de consumo, siendo las más populares aquellas de libre acceso (accede a ellas el 98,5% de la población adolescente). Por otra parte, se detecta que las redes sociales y grupos de mensajería se utilizan más para prácticas sexuales, como el intercambio de contenido sexual y/o pornográfico producido por la población adolescente (autoproducida). Asimismo, aunque en un porcentaje mínimo, se han detectado casos de visualización de pornografía a través de Instagram. Entre aquellos y aquellas que consumen este tipo de material con más frecuencia, el 36,8% afirma que no distingue entre la ficción de la pornografía y sus propias experiencias sexuales, y del total, el 17,1 % no sabe contestar. Son los chicos quienes ven más semejanza entre la pornografía y prácticas propias en comparación con las chicas y con los y las adolescentes homosexuales y bisexuales, que son quienes menos consideran que las prácticas de la pornografía se parecen a la realidad. La gran mayoría de adolescentes coincide en que el contenido sexual es a veces violento. El 72,5% reconoce que se dan prácticas de riesgo en la pornografía, pero un 10,2% no las identifica y el 20,2% no sabe expresarlo. Los autores subrayan en este punto el elevado porcentaje de chicas que no saben reconocer las prácticas de riesgo, en comparación con los chicos. Se observa también que, a mayor edad, mayor identificación de las prácticas de riesgo. De acuerdo con los autores, se detectan dos datos importantes: quienes ven más pornografía consideran que sus relaciones son menos frecuentes de lo que les gustaría, y lo más llamativo, cuando se les pregunta si, en general, ha influido en sus relaciones, el 52,1% de quienes consumen este tipo de material a menudo confirma que le ha influido mucho o bastante, frente al 21,2 %de quienes no la consumen con tanta frecuencia. Aproximadamente la mitad de los y las encuestadas considera que su consumo es responsable o no abusivo. Sin embargo, un 16,6% admite haber dejado de realizar otras actividades por ver pornografía. Los autores alertan aquí de que la exposición a este material cuando no se cuenta con la madurez y las herramientas necesarias sobre sexualidad, consentimiento y autonomía del cuerpo, etc., como pueden ser los espacios de educación sexo afectiva y diálogos sobre cuerpos, consentimiento y deseo, puede llevar a normalizar lo que se ve en la pornografía. De hecho, el 54,1% de las personas encuestadas cree que la pornografía da ideas para sus propias experiencias sexuales (especialmente entre los jóvenes) y al 54,9% le gustaría poner en práctica lo que ha visto. El 47,4% de adolescentes que ha visto contenido de tipo sexual ha llevado alguna escena a la práctica. Con respecto a las prácticas de riesgo, el 46,1% de adolescentes no utiliza siempre métodos de protección, y el 13,7% no lo hace nunca o casi nunca. Asimismo, el 13,8% de adolescentes ha entrado en contacto a través de Internet, al menos una vez, con una persona desconocida con fines sexuales. El 4,8% de adolescentes homosexuales ha tenido este contacto a menudo y un 16,2% en alguna ocasión. El 20,2% de adolescentes que han visto pornografía ha compartido fotos o vídeos íntimos al menos una vez, una práctica que parece más frecuente entre la población homosexual que entre la bisexual o heterosexual. Se observa que el 47,4 % de adolescentes ha imitado alguna vez lo que ha visto en la pornografía, pero no siempre lo ha hecho de mutuo acuerdo, y en ocasiones se ha visto en una relación sexual en la que la otra persona ha llevado a cabo una práctica de la pornografía sin consultárselo. La educación es una herramienta clave para prevenir la exposición de la infancia ante distintos riesgos y formas de violencia, por eso es necesario que se imparta de forma reglada y adaptada desde edades tempranas. La educación afectivo-sexual no es una realidad todavía en España: más de la mitad de los y las adolescentes ha recibido sólo entre una y cuatro horas de formación en los últimos dos años. Los y las encuestados consideran que la información sexual que reciben en los centros educativos resulta insuficiente. La información sobre sexualidad se recibe principalmente del grupo de iguales, siendo la fuente principal de información en el 67% de los casos, aunque no es la que más valoran. Al preguntarles específicamente por ello, alrededor del 40% de adolescentes reconoce la pornografía como fuente de aprendizaje.
El informe finaliza con una serie de recomendaciones dirigidas a los poderes públicos, a los y las adolescentes y a las familias, entre ellas, las siguientes: A los poderes públicos Aprobación del Proyecto de Ley Orgánica de Protección Integral a la Infancia y la Adolescencia frente a la Violencia, que incluye medidas específicas para la protección de las personas menores de edad ante contenidos digitales perjudiciales para su bienestar y desarrollo. Políticas de prevención y protocolos de actuación frente a las situaciones de riesgo y de violencia. Educación afectivo-sexual: la información es poder y la educación es una forma de empoderamiento para niñas, niños y adolescentes. Esta educación debe realizarse en igualdad de género y diversidad, reglada, desde edades tempranas y adaptada a cada etapa educativa. Educación en ciudadanía digital, educando en el uso seguro y responsable de la tecnología, sin prejuicios y sin miedo, para que la adolescencia sepa manejar las esferas principales de su vida. Colaboración entre la Administración y las plataformas de Internet para implementar mecanismos de regulación del acceso a contenido pornográfico, que garantice que los y las menores no acceden a este tipo de material. Campañas de sensibilización y concienciación para prevenir la discriminación, la intolerancia, la desigualdad y todas las formas de violencia.
A los y las adolescentes: Desarrollar un pensamiento crítico hacia las nuevas tecnologías, preguntándose e informándose sobre su uso seguro y responsable, y sobre los riesgos que entrañan algunas conductas como compartir información personal. Preguntar e informarse sobre la realidad que hay detrás de la pornografía. Contar a una persona adulta de confianza las preocupaciones o situaciones extrañas o incómodas, o si se están viviendo experiencias que generan desagrado y/o malestar. Desarrollar autoestima sobre el propio cuerpo, el propio deseo y las propias necesidades: nadie debe estar obligado a realizar cualquier tipo de práctica sexual en contra de su voluntad. Trabajar en la propia percepción sobre la diversidad, la igualdad de género, el respeto mutuo, etc.
A las familias: Educar en igualdad y respeto a la diversidad, así como en el derecho de no hacer nada que no quieran, fomentando su autoestima. Profundizar en sus intereses, preocupaciones, ámbitos en los que se relacionan y formas en que lo hacen, etc., generando espacios para el diálogo donde sus hijos/as se encuentren con la comodidad suficiente para hablar. Abordar con naturalidad el interés por la sexualidad y las relaciones afectivas que las personas menores de edad manifiestan en cada etapa. Hablar sobre las tecnologías, Internet y las redes sociales con una perspectiva positiva, para garantizar el uso seguro y responsable de Internet.
El documento concluye recordando que en la sociedad actual hay mucha información, pero la información sin formación no es educación. A este respecto, advierte de que, una falta de acuerdo entre los grupos políticos y la sociedad conllevará un coste humano enorme, con generaciones poco preparadas que continuarán heredando pautas no adecuadas para prevenir la violencia contra la infancia y adolescencia. Se puede acceder al informe desde la página Web de Save The Children, o bien directamente a través del siguiente enlace: (Des)información sexual: pornografía y adolescencia |