DÍA INTERNACIONAL DE LA ELIMINACIÓN DE LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER – ENTREVISTA A MARÍA JOSÉ RODRÍGUEZ DE ARMENTA
25 Nov 2008

La violencia de género es un preocupación social con gran peso en la actualidad, tal y como se pone de manifiesto casi diariamente a través de los medios de comunicación.

La Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1993, supuso un hito importante en la lucha por el reconocimiento y los derechos de las mujeres. En este documento, se define la violencia contra la mujer como «todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico. Incluidas las amenazas, la coerción o la prohibición arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vía pública o en la vía privada».

Hoy, 25 de noviembre, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) celebra el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, con el objetivo de sensibilizar a los gobiernos y a la opinión pública acerca de la necesidad de promover acciones para frenar el desarrollo de este problema social, que continúa afectando a un elevado porcentaje de mujeres en todo el mundo.

Con motivo de la celebración de este día, el Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos y el Colegio Oficial de Psicólogos de Las Palmas, han organizado las III Jornadas Estatales sobre Violencia de Género, que tendrán lugar los días 28 y 29 de noviembre en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Es precisamente en el marco de estas Jornadas, que participará Mª José Rodríguez de Armenta, doctora en Psicología, especialista en Psicología Clínica y Forense y miembro del Instituto Navarro de Medicina Legal, con la ponencia «Procedimientos para la atención a las mujeres víctimas de maltrato doméstico y agresiones sexuales».

 
Mª José Rodríguez

Dado que la Psicología está plenamente implicada en la búsqueda de estrategias para eliminar las diferentes manifestaciones de violencia y, en concreto, contra la violencia de género, tanto en la prevención como en la intervención directa con víctimas y agresores, Infocop Online ha querido profundizar en esta área de indudable interés para los profesionales de esta disciplina, entrevistando a Mª José Rodríguez de Armenta.

ENTREVISTA

A menudo, los medios de comunicación y el público en general estiman el grado de gravedad de la violencia ejercida contra la mujer en base a las agresiones físicas perpetradas por el maltratador. Sin embargo, muchas mujeres señalan que la agresión psicológica a la que han sido sometidas es mucho más dañina. ¿En qué consiste habitualmente este tipo de agresiones psicológicas? ¿Cuáles son las consecuencias que tiene este tipo de violencia para la mujer?

La violencia psicológica está presente en cualquier tipo de agresión, también cuando se produce sobre la mujer. Es decir, cuando una mujer es maltratada físicamente, también sufre de forma simultanea otros tipos de violencias como el aislamiento social, las agresiones sexuales, la violencia económica, la estructural, la espiritual y desde luego, la violencia psicológica. Bien es cierto, que existen muchos casos en los que la mujer maltratada no ha sido golpeada pero sufre una intensa violencia psicológica. Estos casos son complicados entre otras cosas, porque es más difícil su detección y porque las mujeres que la sufren no se reconocen como maltratadas y por eso no lo denuncian o bien retiran pronto la misma.

Muchas mujeres maltratadas consideran que los golpes les han hecho menos daño que los desprecios e insultos continuos y ellas mismas comentan, después de haber acabado con el maltratador, que les cuesta superar el maltrato psicológico, que no dejan tener un gran dolor emocional, que no viven felices.

Las agresiones psicológicas más frecuentes son los insultos feroces, las descalificaciones, los desprecios, las amenazas directas y las indirectas, el acoso moral, el psicológico y el físico, el forzarle a mantener relaciones sexuales con presiones psicológicas, el impedirles relacionarse con su familia y con sus amigas, y tantas y tantas.

Sus efectos son demoledores porque la mujer que las sufre acaba creyéndose todo lo que el agresor día tras día le dice y se convierte en una mujer vulnerable y sin capacidad para defenderse ni comprender su entorno. Por este motivo, vemos que padecen unos daños emocionales muy graves que incluyen trastornos de ansiedad y depresión mayor, sentimientos de culpa y de vergüenza, carencia absoluta de autoestima, trastornos psicosomáticos y de estrés postraumático, conductas suicidas y autodestructivas y un amplio etcétera.

A pesar del creciente reconocimiento social del problema de la violencia de género, es común que muchas mujeres tengan dificultades para romper su relación con el agresor, ¿qué factores o circunstancias facilitan el mantenimiento de este tipo de relaciones?

En la actualidad y desde hace tiempo, tenemos los conocimientos suficientes de cuáles son los medios necesarios que facilitan que las mujeres maltratadas sean capaces de romper completamente la relación con el agresor (o todo lo contrario).

Numerosas investigaciones sobre la materia han llegado a concluir que existen una serie de variables que afectan al tipo de respuestas que la mujer ofrece en relación a su maltrato y que actúan como factores desencadenantes o de mantenimiento del historial de maltrato y son, entre otros, las distorsiones cognitivas, los medios económicos, los recursos personales, la frecuencia y la severidad del maltrato y el apoyo social.

Si de forma global se incide sobre todos estos factores, la violencia de género podrá empezar a erradicarse.

Numerosos profesionales de distintas disciplinas (psicólogos, médicos, policías, etc.), que trabajan en la atención directa a víctimas de violencia de género y en concreto, de agresiones sexuales, vienen reclamando desde hace tiempo la necesidad de incorporar protocolos estandarizados para igualar los procedimientos ofrecidos en todos los servicios y asegurar la calidad de la atención. Desde su experiencia en el trabajo con víctimas de violencia de género, ¿cuáles son las principales necesidades que presentan estas mujeres tanto en los momentos iniciales como posteriores tras haber sufrido una agresión?

Las mujeres maltratadas tienen necesidades, por una parte, que se consideran urgentes (teléfonos de urgencia, policías asistenciales, casas de acogida, las medidas cautelares de las Ordenes de Protección y etc.). Si bien, por mi parte y según mi experiencia en estos casos, creo que el resto de las intervenciones deberían ser «no urgentes» como tales pero sí de aplicación inmediata. Por ejemplo, si se facilita a la mujer maltratada los medios económicos que le permitan vivir con dignidad junto a sus hijos, puede que no retire la denuncia y que no regrese con el maltratador como medio de subsistencia. Como este ejemplo, podría decir algunos más.

Pero además creo que es necesario que existan programas terapéuticos dentro de las redes de salud de cada autonomía para mujeres maltratadas, sus hijos y también para los agresores, es decir, para todos los que sientan o provoquen violencia. De esta forma, al trabajar las distorsiones cognitivas previas y posteriores a la interposición de denuncias de las víctimas (y, por supuesto, también si no se desea denunciar) y de los maltratadores y trabajar terapéuticamente las heridas y las graves lesiones del maltrato, incidimos directamente en los núcleos de violencia.

Numerosas investigaciones interdisciplinares han señalado como fundamental y prioritario para proseguir erradicar la violencia, la implantación de programas terapéuticos dentro de las redes de salud para todos los involucrados en casos de violencia de género; que sean gratuitos, de fácil acceso y con criterios de población especial. Y además, que se involucren todos los profesionales sanitarios como agentes activos en esta lucha.

En su calidad de experta en Psicología Clínica y Forense, ¿cuáles son los componentes básicos que debe contemplar un programa de atención a mujeres víctimas de violencia de género?

El modelo de intervención terapéutica que he planteado y he llevado a la práctica, contiene distintas actuaciones conjuntas pero bien diferenciadas. Por una parte, he considerado importante que desde el primer contacto que tiene la mujer maltratada con el ámbito judicial-policial, asistencial, etc., tenga la presencia de un psicólogo que le pueda asistir, asesorar, apoyar y que sea su referente en todo el proceso que se inicia. De esta forma, además de que se analiza su estado emocional en esa fase inicial, se puede valorar la peligrosidad en que se encuentra y determinar qué necesidades terapéuticas tiene en relación con su realidad.

Posteriormente, podrá iniciar el programa terapéutico individual «a su medida» y después de cerradas las heridas y restaurada emocionalmente, podrá iniciar una terapia de grupo. Pero todo ello con un trabajo continuo de apoyo terapéutico que puede llegar a durar hasta dos años de terapia.

He establecido programas de intervención terapéutica de distinta duración e intensidad, considerando que cada mujer maltratada tiene su propia historia de maltrato y su incidencia emocional será, por lo tanto, también individual. Con criterios similares he planteado los programas para maltratadotes pero eso es otro tema.

Resumiendo, primero debemos realizar una atención de urgencia, luego evaluar individualmente a cada mujer y según lo observado y recopilando información complementaria, elegir el programa que pueda serle más beneficioso, incluso incorporando a sus hijos en el mismo. He considerado importante incluir un seguimiento exhaustivo de cada una de ellas.

Teniendo en cuenta su experiencia profesional en la atención a este colectivo de mujeres, ¿qué aspectos quedan por cubrir o deben mejorar las administraciones públicas y privadas para mejorar la atención que reciben las mujeres que sufren violencia de género?

Lo primero, y vuelvo a insistir en el hecho de que los departamentos de salud deben involucrarse ahora mismo y trabajar contra la violencia de género, creo que deben existir programas terapéuticos en cada departamento que puedan ayudar a las mujeres maltratadas y a sus familiares cercanos (y también a los agresores, no podemos dejar de trabajar con ellos), en las diversas etapas que ineludiblemente se debe pasar en cada caso de violencia de género: antes de denunciar, cuando ya lo ha hecho, durante todo el proceso judicial y hasta que supere sus lesiones emocionales.

 

Recientes investigaciones interdisciplinares concluyen diciendo que aunque existan leyes y todos los medios personales, económicos y materiales necesarios, si las consejerías de Salud/Sanidad no cumplen la Ley Integral y no forman a todos los profesionales de la salud (médicos, enfermeras, psicólogos, auxiliares…) respecto a las actuaciones adecuadas en casos de violencia de género (detección, evaluación, tratamiento y derivación) y no se crean e implantan programas terapéuticos para todas las víctimas de la violencia de género, – tanto las primarias como las secundarias, incluidos los menores y también las personas violentas -, la violencia de género seguirá sin denunciarse, se seguirán retirando denuncias, se seguirán heredando las conductas violentas de padres a hijos y las víctimas seguirán malheridas y sin recuperar la salud mental. Hasta que no se cumplan estas medidas, las personas violentas reproducirán sus actos violentos con otras nuevas víctimas y nunca cerraremos los círculos de la violencia, ni cerraremos las graves lesiones psicológicas, ni se terminarán los delitos de violencia de género.

Una de las quejas de numerosas mujeres que acuden a algunos servicios a denunciar su situación es la victimización secundaria a la que son sometidas por parte de ciertos profesionales que les atienden. Desde su punto de vista, ¿qué medidas y acciones se podrían poner en marcha para mejorar y garantizar la atención que reciben estas mujeres actualmente en nuestro país? ¿Cuáles son los principales obstáculos que nos encontramos para su puesta en marcha?

La victimización secundaria es un problema que en muchas ocasiones es difícil de solucionar y pongo como ejemplo el largo, complicado y tedioso proceso penal que en casos de violencia de género es casi ineludible seguir: denunciar, ratificarse, ir a la clínica forense para la revisión de las lesiones físicas, al tiempo ir a que le periten psicológicamente, meses y meses de espera hasta el día del juicio oral…

Somos muchos y de distintas profesiones los que debemos intervenir para cubrir las diversas necesidades de las mujeres que han sufrido violencia de género (legales, sociales, económicas, psicológicas…). Pero los profesionales que vamos interviniendo en cada parte del proceso, sabemos perfectamente cómo tratar a las mujeres maltratadas y somos una fuente de alivio y de desahogo en muchas ocasiones. Estamos informados y muy formados y el trato suele ser exquisito.

En estos tiempos, raro es el caso en que una persona que atienda a mujeres maltratadas o agredidas sexualmente, se sienta con derecho de levantarle la voz o responderle con enfado, pero siempre hay casos…

Desde siempre he postulado que es imprescindible unir la ciencia con la práctica y así lo sigo haciendo. La formación de todos nosotros debe ser diaria y los cursos tienen que ser interprofesionales para que aunemos criterios, tanto de actuación como de búsqueda de objetivos, para el bien de las mujeres que sufren violencia de género. De esta forma, nuestro actuar puede ser proceso coordinado y armonioso de intensa colaboración mutua.

Para terminar, ¿desea añadir alguna otra cuestión sobre el tema que nos ocupa?

Deseo trasmitir el optimismo que siento y mi visión positiva respecto a lo mucho que hemos avanzado en tan pocos años. Creo que vamos por buen camino. Creo que la formación y la investigación deben ir parejas a las intervenciones directas.

Me siento profundamente solidaria con las mujeres y los niños que sufren violencia de género. Sé que se pueden erradicar sus efectos nocivos y recuperar la libertad y la paz interior y sé que muchos de los que producen violencia pueden dejar de hacerlo y volver a ser hombres. Por eso, insisto en que deseo trasmitir optimismo porque lo que digo lo digo con los cientos de casos que he atendido, asistido, peritado y acompañado. Muchas de esas historias forman parte de mi vida.

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