¿Culpamos a las nuevas tecnologías de todos los males?
14 Feb 2025

Según los autores y las autoras de este artículo publicado en The Lancet, son abundantes los estudios sobre las consecuencias negativas de las redes social, internet, etc., en jóvenes, aunque en ocasiones se ha caído en problematizar la innovación y aumentar la preocupación sin ofrecer una guía útil que permita adoptar políticas eficaces. El artículo encuentra algunas vaguedades en las investigaciones previas y en cómo se han interpretado socialmente los resultados que arrojaban. De ahí que se considere necesario repasar las limitaciones y desafíos de esta literatura científica y proponer una ruta con una metodología sólida, una metodología que nos aporte evidencia de los daños y beneficios en los diferentes usos de las nuevas tecnologías, sin demonizarlas de manera global; sobre todo, para no repetir los errores del pasado al estudiar la inteligencia artificial (IA), recientemente incorporada a nuestras vidas y a la de tantos y tantas jóvenes.

nuevas tecnologías

Fuente: pexels. Foto: Armin Rimoldi. Fecha: 05/02/25

La relevancia de este artículo es que nos previene de caer en simplificaciones y falta de claridad; porque, como consecuencia de ello, las investigaciones se han podido interpretar equivocadamente, incluso generando una contradicción entre la evidencia y las medidas políticas y sociales que se empiezan a aplicar.  

Las cosas podrían hacerse mejor con la IA. De acuerdo con un informe de la Ofcom de 2023, alrededor del 20 % de niños y niñas (de 7 a 12 años) y del 80 % de adolescentes (de 13 a 17 años) utilizan ya herramientas y servicios de IA generativa; esto significa que la IA se ha integrado a un ritmo más rápido que las redes sociales. Parece, por tanto, que la inteligencia artificial ya forma parte del ámbito familiar, educativo, laboral…, y con toda probabilidad incrementará su influencia en los próximos años. Nos encontramos en un momento crucial para enmendar los errores cometidos cuando se abordaron la incorporación de otras tecnologías.

Es importante recordar que la correlación no implica causalidad

Faltan de investigaciones de tipo causal. Quizá los estudios muestran relación (o correlación) entre el daño a la salud mental y el uso de las tecnologías, pero eso no implica causalidad. Hay una tendencia a culpar a los avances tecnológicos de los problemas que experimenta la población y quizá se estén descuidando otras posibles causas. Por ejemplo, en el abuso de redes sociales, ¿es la exposición lo que genera malestar o es el malestar el que empuja a utilizar desmesuradamente esas redes? Quizá las nuevas tecnologías y la salud mental compartan elementos contextuales que las hace caminar en paralelo: pandemias, desigualdades sociales, crisis ambientales.

Es importante promover diseños experimentales, que permitan inferencias causales, de asignación aleatoria de la muestra.

Medir solo el tiempo de exposición es impreciso

La cantidad de exposición no lo es todo: algunos tipos de exposición podrían ser nocivos y otros no, dependiendo de su función (social, informativa, educativa…), del contenido… Además, los tiempos son muchas veces registrados por las familias o los sujetos, lo que puede arrastrar falta de precisión y sesgos.

Es importante resaltar que hay diferentes modos de interactuar con la IA, y con las tecnologías anteriores. Para no unificar todos los usos, es necesario realizar un trabajo más cualitativo y combinar autoinformes con medidas conductuales, y así discriminar efectos positivos y negativos. Habría que precisar, igualmente, el tipo de aplicación y su diseño, algoritmo usado, contenido (no solo el significado, sino también el carácter con el que se comunica: por ejemplo, discurso de odio, radical…), si se consume solo un tipo de contenido o es variado, si son desinformaciones o falsedades; además, otras variables, como los rasgos psicológicos y de salud mental deberían contemplarse.

Asimismo, sería ideal contar con la participación de diseñadores y otros profesionales del sector tecnológico y mejorar la comunicación de sus datos a investigadores/as independientes; por ejemplo, informando sobre los tipos de uso, tiempos, etc. En Reino Unido, California y Japón se ha legislado para que los usuarios y las usuarias tengan derecho a una copia de sus propios datos, por lo que podrían compartirlos con las investigaciones de libre acceso. En cualquier caso, habrá que indagar en nuevas formas de colaboración entre el sector y los investigadores e investigadoras independientes.

Las muestran platean problemas de generalización y dificultades para el análisis de subgrupos

Suelen ser estudios de cohorte longitudinales. Debido a las dificultades que supondría asignar aleatoriamente a jóvenes a diferentes formas de usar las redes sociales, se hace un seguimiento de grupos de jóvenes en su contexto habitual y se observan sus diferencias en la variable de estudio (por ejemplo, el tiempo de exposición a las redes sociales). Estos estudios permiten compartir datos, pero se plantean dudas con respecto a la generalización de sus observaciones (validez externa): en el contexto tecnológico hay usos que rápidamente quedan obsoletos y, además, las redes tienen alcance global, mientras que la mayoría de los estudios se centran en países de elevados recursos.

A esto hay que añadir que no se suelen especificar determinantes socioecológicos y demográficos, lo que dificulta el análisis de subgrupos; es decir, hay menos datos sobre qué grupos son más vulnerables y cuáles podrían verse beneficiados (citan, por ejemplo, el caso de comunidades LGTBIQ+ que mostraron incremento en el bienestar).

Habrá que estudiar muestras heterogéneas, más allá de países de altos ingresos: edad, género, nivel educativo, etnia, entornos urbanos y rurales, identidades y orientaciones sexuales, etc. Los factores contextuales también podrían estar influyendo (circunstancias económicas, desigualdades sociales, clima, guerra, crimen, servicios públicos locales…). Y también se necesitarán investigaciones que trabajen explícitamente si se pueden generalizar las medidas entre poblaciones y comunidades.

La traducción de las investigaciones al ámbito político no se ha realizado correctamente

En la investigación se menciona que las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos (National Academy of Sciences, Engineering and Medicine-NASEM) “no respaldó que las redes sociales causan cambios en la salud de los adolescentes a nivel de la población”, y por tanto no considera necesaria la adopción de medidas políticas drásticas. En opinión de los autores y las autoras del artículo, esto genera una contradicción entre la evidencia científica y las políticas adoptadas, dado que cada vez son más los Gobiernos que establecen prohibiciones o restricciones para las personas menores de edad, restricciones que, por su falta de fundamento, podría tener efectos negativos.

Es importante colaborar con el sector político y los y las agentes sociales para evitar que realicen interpretaciones causales cuando no las hay. Se requieren políticas flexibles y específicas, personalizadas, y no generalizadas a todos tipo de exposición y basadas tan solo en edad, características globales y tiempos de exposición. «Políticas, médicos, profesores, padres y jóvenes necesitan una comprensión clara y simplificada de la evidencia creciente a medida que surge». Una de las propuestas de esta investigación consiste en compartir online un esquema que refleje la jerarquía de la evidencia científica para cada uso o interacción con las nuevas tecnologías.

Conclusiones sobre las investigaciones en nuevas tecnologías

En lugar de demonizar la IA como algo unitario, sería conveniente que las personas jóvenes entendieran cuáles son los riesgos y los beneficios de acuerdo con los distintos usos y funciones. Por parte de los investigadores, será preciso elaborar modelos causales, ir más allá de la mera exposición a las nuevas tecnologías y estudiar nuevas variables, con muestras heterogéneas que permitan establecer subgrupos y generalizar resultados a otras culturas. Por otro lado, se precisa de una colaboración entre la investigación independiente, el sector tecnológico y el ámbito político y social. Aparte, el que las investigaciones se realicen online permitiría que se actualizaran al ritmo de la rápida evolución tecnológica.

Hay diferentes formas de interactuar con la IA; eso debe reflejarse mejor en los estudios si quiere evitarse que los medios y la legislación caminen hacia explicaciones y medidas simplistas.

Si se quiere acceder al artículo se puede pinchar en la siguiente referencia:

Mansfield, K. L., Ghai, S., Hakman, T., Ballou, N., Vuorre, M., & Przybylski, A. K. (2025). From social media to artificial intelligence: improving research on digital harms in youthThe Lancet Child & Adolescent Health.

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