¿Cómo poner fin a la violencia y al acoso escolar desde el ámbito educativo?
08 Nov 2024

Aproximadamente, mil millones de niños y niñas en todo el mundo sufren, cada año, algún tipo de violencia física, sexual o psicológica o abandono. A nivel mundial, uno de cada tres estudiantes informa haber sufrido acoso escolar durante el mes anterior, y más de tres alumnos/as estuvieron involucrados en peleas físicas entre compañeros el pasado año. La violencia se manifiesta de numerosas formas, como acoso escolar, disciplina violenta o como violencia de género, socavando el poder transformador de la educación.

Así lo advierte la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO ) en un nuevo informe publicado con motivo del Día internacional contra la violencia y el acoso en la escuela, incluyendo el ciberacoso, que se celebra hoy, 7 de noviembre, con el propósito de concienciar a la sociedad sobre este grave problema social y de salud pública, y sus importantes consecuencias negativas -tanto a corto como a largo plazo-, poniendo de relieve, a su vez, la trascendencia de prevenirlo y erradicarlo de las aulas.

acoso y violencia escolar
Fuente: freepik. Foto: freepik. Fecha: 16/01/24

Bajo el lema “Transformar la educación para poner fin a la violencia: un imperativo holístico”, el informe se basa en una amplia evidencia mundial y conocimientos sobre la naturaleza multifacética y las causas profundas de la violencia en la educación, y ofrece estrategias prácticas y viables para crear entornos de aprendizaje seguros, inclusivos y de apoyo.

Tal y como señala el informe, la educación no es sólo una de las piedras angulares del desarrollo social, sino que tiene el poder transformador de cambiar vidas”, brindando a niños, niñas y adolescentes bases sólidas para un futuro prometedor.

Para aquellos/as menores que enfrentan desventajas y dificultades, la educación es particularmente crucial, ofreciendo oportunidades, rompiendo los ciclos de pobreza y marginación y facilitando un camino hacia una vida mejor. Sin embargo, advierte, “para demasiadas personas, el aprendizaje se ve empañado por la presencia o el miedo a la violencia, que puede manifestarse en formas que van desde, por ejemplo, la agresión física hasta diversas formas de acoso, y en entornos que abarcan desde el patio de la escuela hasta el trayecto de ida y vuelta a la escuela y el ciberespacio”.

La gravedad y la amplitud de la violencia en los entornos educativos exigen respuestas urgentes e integrales para transformarlos en espacios seguros e inclusivos para el aprendizaje, donde los niños, las niñas, los adolescentes y las comunidades educativas puedan aprender y prosperar.

La violencia en la educación es frecuente, compleja y multifacética

Esta violencia es frecuente y multifacética, y comprende:

  • La violencia física: cualquier forma de agresión física, como ataques físicos (con o sin armas), peleas físicas entre estudiantes, castigo corporal físico por parte del personal educativo y acoso físico.
  • La violencia psicológica: en el contexto escolar, puede manifestarse mediante acciones como humillación, intimidación y amenazas, o aislamiento, rechazo, ignorancia, exclusión de un grupo, difusión de rumores o insultos, ya sea por parte de compañeros o personal de la escuela.
  • La violencia sexual: este tipo de violencia comprende una variedad de actos y comportamientos, incluido el contacto sexual no consentido consumado o intentado (tocamientos no deseados, intentos de sexo no deseado, sexo forzado…), actos no consentidos de naturaleza sexual que no implican contacto (acoso sexual, comentarios, bromas e imágenes sexuales), acoso sexual, explotación sexual (por ejemplo, sexo a cambio de notas) y cualquier forma de coerción, perpetrados por compañeros/as o personal de la escuela.
  • Abandono del niño o la niña: en relación con la educación, esto incluye el abandono educativo de un/a niño/a, es decir, el fracaso continuo de garantizar su educación a través de la asistencia a la escuela o de otra manera, cuando las personas responsables de su cuidado tienen los medios, el conocimiento y el acceso a los servicios para hacerlo.

Es fundamental también abordar las formas de violencia que trascienden las distintas categorías de violencia física, psicológica, sexual y abandono, descritas en párrafos anteriores, tales como:

  • El castigo corporal y/o la disciplina violenta, que implican el uso de la fuerza física, con el objetivo causar dolor o malestar, así como otras formas no físicas de castigo crueles y degradantes. Suele justificarse bajo el pretexto de la disciplina por parte del profesorado o del personal educativo, lo que, para la UNESCO, “refleja creencias y actitudes ampliamente aceptadas que aceptan y normalizan el castigo violento de los niños como una forma legítima de gestión de la conducta”.
  • El acoso escolar: la evidencia sugiere que el acoso escolar se repite a menudo y se manifiesta como un comportamiento interpersonal no deseado entre estudiantes o personal escolar que causa daño físico, social y emocional a las personas o grupos objetivos y a la comunidad educativa en general. Este acoso puede ser físico (incluyendo la agresión repetida, como ser golpeado, herido, pateado, empujado, acosado o encerrado, que le roben cosas, le quiten o destruyan pertenencias personales, o le obliguen a hacer cosas que no quiere); psicológico (incluye el abuso verbal, el abuso emocional y la exclusión social, ser insultado, ser objeto de burlas de manera desagradable, ser excluido de actividades a propósito, o completamente ignorado, y ser objeto de mentiras o rumores desagradables); y sexual (hace referencia a ser objeto de burlas con bromas, comentarios o gestos sexuales).
  • La violencia facilitada por la tecnología se refiere a diversas formas de violencia que tienen lugar a través de las tecnologías de la información y la comunicación o plataformas digitales. El ciberacoso incluye ser acosado por mensajes online (por ej., compartir mensajes instantáneos, publicaciones o correos electrónicos maliciosos), mediante imágenes (como publicar fotos poco favorecedoras o inapropiadas de alguien en las redes sin su permiso) o por teléfono (por ej., recibir llamadas hirientes).
  • La violencia de género relacionada con la escuela: implica actos o amenazas de violencia sexual, física o psicológica, que ocurren en el centro escolar y sus alrededores o a través de los sistemas educativos, perpetrados como resultado de normas y estereotipos de género, e impuestos por una dinámica de poder desigual.

Asimismo, los niños y las niñas en sus centros educativos pueden verse afectados por la violencia comunitaria y social, incluida la guerra, los ataques a las escuelas o la violencia asociada con la cultura de las pandillas, todas las cuales “son cada vez más relevantes en el contexto global actual”. Estas formas de violencia, aunque no se originan en las escuelas, impactan profundamente la experiencia educativa y requieren estrategias de prevención y respuesta de múltiples frentes, incluidos ajustes curriculares y participación comunitaria.

En los países de América Latina y el Caribe, por ejemplo, desafíos como estos son cada vez más frecuentes, lo que subraya la importancia de comprender la naturaleza dependiente del contexto de los ataques a la educación y las diversas formas en que se manifiestan, como los ataques a las escuelas por parte de grupos armados y el reclutamiento forzado de niños.

En la misma línea, la UNESCO identifica diversos factores, entre ellos, la discapacidad, la etnia, el estatus socioeconómico, la lengua materna, la orientación sexual y la identidad o expresión de género (SOGIE), que por “marcar a un estudiante como ‘diferente’ de la norma”, pueden serimpulsores importantes de la violencia, la discriminación y la exclusión.

El informe recoge una serie de datos que dan cuenta de la gravedad de este problema en los centros educativos

Las cifras expuestas en el informe son abrumadoras:

  • Según estimaciones mundiales recientes, mil millones de niños de entre 2 y 17 años han experimentado alguna forma de violencia en el último año, una parte significativa de los casos suceden en el ámbito educativo.
  • Muchos/as docentes y estudiantes de secundaria sufren diversas formas de violencia (verbal, física, sexual, acoso, ciberacoso y autolesión) como parte habitual de su experiencia escolar.
  • Uno de cada 3 estudiantes sufre acoso cada mes en todo el mundo y para cuando deciden contarlo a un adulto, la gran mayoría de los/as niños/as han estado lidiando con el acoso y han tratado de ignorarlo durante mucho tiempo. Hasta el 25% de los y las adolescentes declaran haber sufrido violencia sexual, en un 40% de los casos dentro del centro educativo, siendo las niñas particularmente vulnerables a este tipo de violencia.
  • A nivel mundial, aproximadamente uno de cada seis niños sufre abandono físico o emocional y 793 millones de niños y niñas en edad escolar viven en países donde el castigo corporal en la escuela no está totalmente prohibido.
  • El 42% de los y las jóvenes lesbianas, gais, bisexuales y trans en todo el mundo, han sido ridiculizados/as, objeto de burlas, insultados/as o amenazados/as en la escuela, debido a su orientación sexual, identidad de género o expresión de género, principalmente por parte de sus compañeros y compañeras.
  • Los niños y niñas con discapacidad tienen más del doble de probabilidades de sufrir violencia que sus compañeros sin discapacidad, en particular acoso escolar y violencia sexual.
Las consecuencias de la violencia son profundas, de largo alcance y afectan tanto a quien las sufre, como a su entorno y a la sociedad en su conjunto

Los expertos alertan de las profundas consecuencias de la violencia en las personas afectadas (afectan al desarrollo cognitivo, socavan la salud mental, afectan al comportamiento, a la autoestima, al rendimiento académico, al bienestar físico, al sentido de pertenencia y fomentan el absentismo y el abandono escolar), y de su largo alcance (muchas de estas consecuencias continúan en la edad adulta).

Además, estas consecuencias se dan más allá de las personas, afectando a los espectadores y al entorno educativo en general y, en última instancia, a la sociedad en su conjunto. También el coste económico es significativo: se estima que, a nivel mundial, la violencia en las escuelas y sus alrededores genera alrededor de 11 billones de dólares estadounidenses en pérdidas de ingresos a lo largo de la vida.

La UNESCO manifiesta que, si bien es importante centrarse en la violencia contra los niños y las niñas en los entornos educativos, es fundamental “no pasar por alto las diversas formas de violencia que sufren los maestros y el personal escolar, incluidas las agresiones físicas, el abuso verbal y el acoso psicológico y sexual”. La violencia contra los educadores no solo afecta su bienestar y satisfacción laboral, aumentando el estrés laboral y los entornos de trabajo hostiles y negativos, sino que también impide su capacidad de fomentar un entorno de aprendizaje seguro y propicio, debido, entre otros aspectos, a una falta de motivación y un menor compromiso con la enseñanza.

Más allá de la violencia interpersonal, los/as estudiantes y el personal educativo pueden enfrentarse a formas menos tangibles de violencia, como la violencia institucional, referida a políticas, procesos y prácticas integradas en los sistemas educativos, que sistemáticamente perjudican, excluyen o dañan a ciertos grupos de estudiantes.

Esto puede incluir políticas discriminatorias que excluyen o desfavorecen a los estudiantes en función de características como la etnia, el género o el estatus socioeconómico, o como los códigos de vestimenta escolar, que discriminan a grupos específicos e incluso la asignación desigual de recursos y políticas de zonificación escolar, que limitan el acceso a una educación de calidad a estudiantes de orígenes menos privilegiados.

La violencia institucional puede perpetuar estereotipos, estigma o discriminación a través del currículum y las prácticas docentes, la normalización de la violencia dentro de las culturas escolares y la falta de estructuras de apoyo para aquellos/as estudiantes con necesidades o vulnerabilidades específicas, obstaculizando su desarrollo académico y social.

Un desafío a tener en cuenta es la normalización de algunas formas de violencia en el contexto educativo

Uno de los desafíos más generalizados de la violencia en el contexto educativo es su normalización, lo que puede llevar a invisibilizarla, a dificultar su detección y, en algunos casos, incluso su justificación.

A modo de ejemplo, la violencia sexual puede no denunciarse o pasar desapercibida debido a su naturaleza encubierta, al estigma asociado con denunciarla o al miedo a las represalias. La violencia psicológica, como el abuso verbal y la exclusión, puede aceptarse como una parte normal de la vida escolar. El castigo corporal y otras formas de disciplina violenta pueden llegar a justificarse como un medio necesario para disciplinar al alumnado, y pueden estar respaldados o normalizados por el personal educativo y por las familias.

A este respecto, las cifras indican que, aproximadamente uno de cada cuatro docentes no reconoce diversas formas de violencia escolar, especialmente las formas más sutiles de violencia psicológica y sexual entre estudiantes o las perpetradas por docentes. Los docentes tienden a ser menos propensos a identificar los mismos comportamientos como “violencia física” cuando son perpetrados por un docente que cuando son perpetrados por un estudiante.

¿Cómo poner fin a la violencia en y a través de la educación?

Dado todo lo expuesto, la UNESCO considera imperativo abordar la violencia en la educación y a través de ella, siendo fundamental, un enfoque holístico, en el que la prevención de la violencia se integre en todos los aspectos de la educación, desde las políticas y la formación de los docentes hasta el diseño de los planes de estudio y los mecanismos de denuncia.

Para que los alumnos prosperen a nivel académico, psicológico, emocional y social, es crucial fomentar entornos de aprendizaje seguros, para ello, los sistemas educativos deben implementar las siguientes acciones:

  • Los entornos escolares deben ser espacios seguros y saludables: fomentar un clima socioemocional escolar de apoyo puede disuadir la violencia, al promover la diversidad, la equidad y la inclusión a través de diversas estrategias y actividades, como actividades recreativas y sociales, o actividades extraescolares, entre otras.
  • Adoptar políticas claras contra la violencia: las escuelas necesitan políticas sólidas y normas y reglamentos claros que aborden todas las formas de violencia. Deben prohibir explícitamente la violencia y proporcionar mecanismos para denunciar y responder a tales incidentes. Estos instrumentos de política deben comunicarse bien y reforzarse a través de programas de capacitación que empoderen a los educadores para defender estos estándares e intervenir adecuadamente.
  • Capacitar a los educadores para prevenir y responder eficazmente a la violencia: los docentes están en la primera línea de la prevención de la violencia, de modo que necesitan capacitación continua en disciplina positiva, enseñanza con perspectiva de género y resolución de conflictos. Dotar a estos/as profesionales con estrategias de aprendizaje socioemocional ayudará a fomentar un clima escolar positivo, donde los y las estudiantes desarrollen empatía, inteligencia emocional y comunicación no violenta. Escuchar las preocupaciones del personal docente e involucrarlos en el desarrollo de estrategias es clave para el éxito a largo plazo. Paralelamente, la formación y el apoyo adecuados pueden reforzar el sentimiento de autoeficacia del profesorado para manejar eventos violentos, así como mejorar su satisfacción laboral, su salud mental y su bienestar.
  • Empoderar a los y las estudiantes como impulsores del cambio: el alumnado debe participar activamente en la creación de escuelas más seguras. Los programas dirigidos por pares, los consejos estudiantiles y las campañas contra el acoso escolar pueden darles voz y permitirles impulsar cambios positivos, a la par que se garantiza su seguridad y su bienestar. Involucrarlos en los procesos de toma de decisiones los convierte en cocreadores de espacios de aprendizaje inclusivos.
  • Incorporar en el currículum contenido específico sobre violencia y seguridad, promoción de la igualdad de género y los Derechos Humanos, así como contenidos de aprendizaje socioemocional (SEL). Concretamente, la incorporación del SEL en el plan de estudios ayuda a los estudiantes a manejar las emociones, construir relaciones positivas y resolver conflictos de manera pacífica. El aprendizaje socioemocional vincula los aspectos cognitivos con los sociales y emocionales del aprendizaje para apoyar el bienestar del alumnado y su rendimiento académico, y es fundamental para crear una cultura de respeto e inclusión, reduciendo el riesgo de violencia.
  • Asignar recursos suficientes: la prevención de la violencia requiere inversión. Los gobiernos y las autoridades educativas deben asignar recursos para la formación de docentes, infraestructura segura, servicios de salud mental y sistemas de denuncia en las escuelas. La financiación a largo plazo es crucial para sostener estos esfuerzos.
  • Monitorear, evaluar y garantizar la rendición de cuentas: las escuelas necesitan sistemas sólidos para hacer un seguimiento de la eficacia de los programas de prevención de la violencia. La recopilación de datos desglosados ​​ayuda a identificar las dificultades y garantiza que las intervenciones respondan a las necesidades de todos y todas los/as estudiantes, especialmente, los/as más vulnerables. El seguimiento regular garantiza la mejora continua y la rendición de cuentas.
  • Colaborar con las comunidades, los gobiernos y el sector privado: la colaboración es clave. Los gobiernos deben alinear la educación con sistemas más amplios de protección infantil, mientras que las empresas tecnológicas pueden ayudar a hacer que los espacios digitales sean más seguros. Las comunidades, incluidos los padres, deben participar en la prevención de la violencia, asegurando que los esfuerzos se extiendan más allá del entorno escolar. Esta colaboración conjunta entre todos los actores implicados, puede ayudar a crear escuelas y espacios de aprendizaje digital donde todos los niños y todas las niñas se sientan seguros/as, respetados/as y capacitados/as para aprender y prosperar.

Se puede acceder al informe completo desde la página Web de la UNESCO o bien directamente aquí:

Safe to learn and thrive. Ending violence in and through education

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