Se necesitan urgentemente cambios en políticas e infraestructura para proteger nuestra salud mental del impacto de las altas temperaturas.
Así lo afirma la Asociación Americana de Psicología (APA, American Psychological Association), en un artículo publicado en su revista Monitor on Psychology, a través del cual aborda el impacto negativo de las altas temperaturas y el calor extremo sobre la salud física y mental de las personas y pone de relieve la necesidad de implementar medidas para paliar este grave impacto.
Tal y como señala la APA, las temperaturas están comenzando a aumentar a medida que comienza el verano y existe inquietud en torno al hecho de que las temperaturas puedan superar los máximos alcanzados el pasado año 2023. Un verano en el que, lamentablemente, se registraron diversos fallecimientos por motivos relacionados con el calor extremo.
De acuerdo con la Asociación, los días de calor extremo son “una consecuencia inevitable del calentamiento del mundo” y se prevé que 2024 podría ser incluso peor, estimándose que podría ser “el primer año registrado en el que se superen los 1,5°C de calentamiento por encima de la era preindustrial”.
Si bien son conocidas las consecuencias físicas del calor, como la insolación y el agotamiento, también existen consecuencias psicológicas, que van desde la irritabilidad hasta la impulsividad y la dificultad para concentrarse.
Fuente: pexels. Foto: pixabay. Fecha: 28/06/24
Los impactos pueden poner en crisis a personas que ya son vulnerables durante las olas de calor, pero también pueden provocar impactos en la salud mental general y una mayor fricción dentro de la sociedad. De forma específica, los niños/as y los jóvenes, están particularmente en riesgo, dado el impacto potencial de los efectos de la salud mental relacionados con el calor en los cerebros en desarrollo.
Mientras que los municipios intentan prevenir y abordar las consecuencias del cambio climático, los profesionales de la psicología deben trabajan simultáneamente para comprender las formas en que el calor afecta el estado de ánimo, el comportamiento y la cognición de las personas, y así poder proteger a las personas de estas consecuencias psicológicas negativas.
Calor y salud mental
Según indica la APA, los peligros más inmediatos del calor son físicos. Cuando el cuerpo pierde demasiada agua y sal a través del sudor, el resultado es un agotamiento por calor, marcado por mareos, piel húmeda y pulso rápido. El agotamiento por calor no tratado puede progresar rápidamente, hasta convertirse en un golpe de calor, que ocurre cuando el sistema de enfriamiento del cuerpo falla por completo, lo que provoca un aumento catastrófico de la temperatura interna del cuerpo. Esta hipertermia puede ser muy dura para el cerebro: según una revisión de 2022, entre el 10% y el 28% de los supervivientes de un golpe de calor experimentan daño cerebral persistente (Bouchama, A., et al., Nature Reviews, Vol. 8, 2022).
Asimismo, casi todos los medicamentos psicotrópicos, excepto las benzodiacepinas, pueden afectar la capacidad del cuerpo para manejar el calor, aumentando el riesgo de agotamiento por calor e insolación. Aunque en la etiqueta de los medicamentos se menciona este efecto secundario, no a todos los pacientes se les advierte específicamente sobre ese riesgo.
La insolación, afirma, es una afección “extremadamente grave que puede matar a casi dos tercios de quienes la experimentan durante las olas de calor”, pero las consecuencias menos mortales del calor también pueden tener un gran alcance.
El calor parece exacerbar los síntomas de salud mental en muchos diagnósticos (Charlson, F., et al., International Journal of Environmental Research and Public Health, Vol. 18, No. 9, 2021). A este respecto, datos de un estudio estadounidense publicado en 2022, sobre las visitas a los departamentos de urgencias relacionadas con la salud mental, indican un aumento del 8% en las visitas de salud mental en los días más calurosos del verano en comparación con los días más fríos (Nori-Sarma, A., et al., JAMA Psychiatry, Vol. 79, No. 4, 2022). Los problemas de salud mental específicos, exacerbados por el calor, incluyen trastornos por uso de sustancias, ansiedad y problemas relacionados con el estrés, trastornos del estado de ánimo, esquizofrenia y otros trastornos relacionados, autolesiones y problemas del comportamiento infantil.
No obstante, la APA advierte de que esos hallazgos, probablemente, pueden estar representando “sólo un pequeño segmento de aquellos cuya salud mental se ve afectada por el calor”.
Asimismo, igual que las olas de calor son peligrosas para la salud física de las personas mayores, los síntomas de salud mental relacionados con el calor parecen afectar duramente a esta población. Los expertos han encontrado un aumento del 2,2% en la mortalidad relacionada con la salud mental y un aumento del 0,9% en la morbilidad por salud mental asociados con cada aumento de 1,8 °F en la temperatura ambiente (Environment International, Vol. 153, 2021). La mayor mortalidad general se produce entre aquellos/as con trastornos por uso de sustancias. Las personas que viven en ambientes tropicales y subtropicales y las personas mayores de 65 años también se ven afectadas de manera desproporcionada.
Por otro lado, aunque los problemas estacionales del estado de ánimo se asocian principalmente con el invierno, hay un subconjunto de personas que luchan contra la depresión mayor relacionada con el verano. Esta parece mucho menos común que el trastorno afectivo estacional de invierno (que se relaciona con la corta duración del día en los meses de invierno) y podría estar ligada a las experiencias de calor y humedad de las personas.
Según los expertos, el trastorno afectivo estacional de verano se diferencia del de invierno en que, en el primero, las personas informan de pérdida de apetito, de peso y de insomnio, mientras que en el segundo hablan sobre aumento de peso, antojos de comida y exceso de sueño. A este respecto, podría haber “un componente conductual o cognitivo en la depresión estival, ya que las personas que no soportan el calor pueden aislarse en casa o caer en una espiral de temor por los largos y calurosos meses de verano”.
Reacciones agresivas
El calor también se ha relacionado con cambios en el comportamiento y la cognición. En los últimos años, diversas investigaciones han detectado correlaciones entre el clima cálido y la delincuencia, un vínculo que, en opinión de la APA, “puede deberse a la actividad y las oportunidades”: es más probable que las personas salgan en los días más cálidos, lo que puede incrementar las oportunidades de delincuencia y conflicto.
Las altas temperaturas podrían obstaculizar la toma de decisiones y provocar irritabilidad al interrumpir el sueño, causar malestar o, simplemente, aumentar la carga sobre el cerebro mientras lucha por trabajar en circunstancias menos que ideales.
El estrés por calor también está relacionado con problemas cognitivos. Los estudios de población a gran escala revelan cómo estos efectos cognitivos pueden manifestarse en el sistema educativo. Un análisis de datos de pruebas estandarizadas de 58 países y 12.000 distritos escolares de EE. UU. Indica que cada día escolar con temperaturas superiores se asocia con una reducción del rendimiento. Este efecto es mayor en los distritos escolares de bajos ingresos (Park, R. J., et al., Nature Human Behaviour, vol. 5, 2021).
Las políticas para mitigar el calor son clave, y van desde aquellas dirigidas a individuos (como hacer anuncios de servicios públicos y mantener centros para refrescarse en el verano), hasta aquellas enfocadas en mejorar la infraestructura de la ciudad para que sea más resiliente al clima, como plantar árboles e instalar zonas verdes.
Por su parte, las personas sin vivienda también corren un alto riesgo durante las olas de calor. No sólo es difícil para las personas sin refugio escapar del calor del día, sino que muchas de las que no tienen vivienda, también tienen diagnósticos de salud mental que pueden verse agravados por el calor.
Un efecto grave del calor es la sequía, y con la sequía aumenta el riesgo de incendios forestales, que pueden reducir la calidad del aire. La contaminación también está relacionada con problemas tanto del estado de ánimo como de la cognición. Los datos de un estudio realizado en China indican que la exposición a la contaminación del aire perjudica el control ejecutivo de las tareas cognitivas (Ke, L., et al., Environment International, vol. 170, 2022). En un estudio poblacional longitudinal llevado a cabo en Suecia, la exposición a partículas finas se relaciona con el deterioro cognitivo en adultos mayores de 80 años (Grande, G., et al., Journal of Alzheimer’s Disease, Vol. 80, No. 2, 2021). Y un metanálisis de estudios entre 1974 y 2017 señala que la exposición a partículas se relaciona con la depresión, la ansiedad y el suicidio (Braithwaite, I., et al., Environmental Health Perspectives, Vol. 127, No. 12, 2019).
La Asociación destaca la preocupación de los investigadores por los efectos colaterales de las migraciones masivas causadas por el cambio climático, que tienen el potencial de aumentar los conflictos intergrupales. Los refugiados climáticos, especialmente los niños y niñas, experimentan factores estresantes que se sabe que afectan la salud mental y la cognición. Y la migración a gran escala puede provocar conflictos políticos y violencia que afecten aún más a quienes están involucrados. Según la Agencia de la ONU para los Refugiados, actualmente, 110 millones de personas están desplazadas en todo el mundo debido a la persecución, los conflictos y la violencia, una cifra que ha aumentado constantemente desde los 32,3 millones registrados en 2008.
El artículo concluye afirmando que la investigación psicológica sobre el calor, la salud mental y la violencia está empezando a ganar más fuerza fuera de la psicología, comenzando a publicarse investigaciones sobre esta área en revistas sobre el cambio climático.
Saber que la situación podría empeorar aún más, pone de relieve la importancia de comprender los efectos, para poder intervenir.
Fuente: Pappas, S. (2024). How heat affects the mind. Monitor on Psychology, 55 (4). American Psychological Association.