¿En qué situación se encuentra la salud mental de niños/as y adolescentes?¿Qué factores favorecen una buena salud mental en la infancia y la adolescencia?¿Cómo potenciar los factores asociados a una mayor resiliencia?
Estas tres preguntas clave fueron el punto de partida de la Conferencia titulada Bienestar psicológico y resiliencia desde el aula: abordajes basados en factores transdiagnósticos, impartida por José Pedro Espada Sánchez, Catedrático de Psicología en la Universidad Miguel Hernández, en el marco de la II Jornada de Salud Mental en Contextos Educativos, celebrada el pasado 14 de febrero, por las organizaciones estatales firmantes del manifiesto por el Bienestar de la Comunidad Educativa -entre ellas, el Consejo General de la Psicología (COP)-, con el propósito de analizar los factores que afectan a la salud mental y al bienestar de la comunidad educativa, y reclamar, desde el rigor científico y profesional, medidas para la mejora de la salud mental en el contexto educativo.
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Foto: Pilar Calvo junto con José Pedro Espada, durante la presentación de la Conferencia “Bienestar psicológico y resiliencia desde el aula: abordajes basados en factores transdiagnósticos
Durante su ponencia, José Pedro Espada expuso una serie de datos preocupantes en torno al estado actual de la salud mental infanto-juvenil, extraídos de un informe publicado por el Observatorio Español de la Salud Mental Infanto-juvenil sobre problemas psicológicos en la infancia y la adolescencia, entre ellos, los siguientes:
- Con relación a la prevalencia de problemas clínicamente significativos, se ha registrado un 5% en depresión, y en torno a un 4% +/- para el resto de problemas, como la ansiedad general, la ansiedad social o los problemas de somatización, siendo más elevado el porcentaje de niñas que presentan problemas interiorizados, en comparación con los niños.
- Espada puso el foco en la proporción de menores que se encuentran en riesgo de desarrollar problemas clínicamente severos, por ejemplo, se observa un 11% de casos de niños/as y adolescentes en riesgo de desarrollar depresión (15% chicas vs 7% chicos) y un 16% en riesgo de presentar ansiedad (26% chicas vs 7% chicos). Tal y como afirmó, no intervenir en estos casos, «puede acabar desencadenando un problema más grave». La detección e intervención tempranas aquí son cruciales, aumentando la probabilidad de éxito terapéutico.
- Como bien señaló, la salud mental está muy determinada por los primeros años de vida. La mayoría de los problemas psicológicos en la edad adulta comienzan durante la infancia y la adolescencia (el 50% de ellos, antes de los 14 años), siendo la media de edad de aparición en torno a los 6 años para los problemas de ansiedad y sobre los 20,5 años para los problemas de depresión.
Los datos sobre salud mental infantil sugieren que las intervenciones deberían realizarse en la etapa educativa
Por lo tanto, todos estos datos «apuntan a que los esfuerzos y las miradas tienen que estar centradas en intervenir en la etapa educativa, en la etapa escolar temprana». A este respecto, valoró las posibles causas que están influyendo o han influido en este escenario, donde, además, los padres y las familias en esta generación están muy concienciados sobre la importancia de atender la salud mental de los hijos e hijas y el cuidado de los aspectos emocionales, entre ellas, las siguientes:
- La pandemia de la COVID-19, que marcó un antes y un después e impulsó «ciertos factores que estaban ahí latentes».
- Un estilo educativo sobreprotector.
- Cambios intergeneracionales y socioculturales grandes y muy veloces, así como cambios en el modelo de familia, en comparación con los últimos años: parentalidad tardía, más horas de trabajo fuera de casa, distintos tipos de familias, estrés parental, mucha información poco contrastada, altos estándares en crianza, etc.
- Los nuevos desafíos tecnológicos. La media de edad de adquisición del móvil está en torno a los 11 años, a los 12 años ya el 90% tiene algún dispositivo móvil; esto les resta tiempo de estudio y produce pérdida en la capacidad de concentración, dificultades para dormir e influye en sus relaciones sociales. Asimismo, el 85% de los/as niños/as y el 99% de los/as adolescentes usa alguna red social (siendo YouTube y WhatsApp las de más uso); el 67% las usa a diario y el 56% como forma de evitación de situaciones sociales. De igual modo, el 36% de los y las menores juegan a videojuegos diariamente -principalmente los chicos-, y el 53% no pueden controlar o detener su uso.
¿Qué tienen en común los niños y las niñas con problemas emocionales?
De acuerdo con José Pedro Espada, todos estos factores, invitan a reflexionar sobre qué tienen en común los niños, las niñas y los/as adolescentes para que les cueste más ajustarse a las situaciones de la vida y tengan un bajo bienestar psicológico. En este sentido, abordó los factores transdiagnósticos, descomponiéndolos, a su vez en factores:
- Cognitivos: rumiación y preocupación (pensamientos repetitivos sobre problemas o amenazas); autopercepción negativa (baja autoestima y autocrítica excesiva); déficits en la regulación cognitiva (dificultad para controlar pensamientos intrusivos o cambiar de perspectiva).
- Emocionales: dificultad con la regulación emocional (problemas para manejar la ira, la tristeza, la ansiedad…); sensibilidad a la recompensa o castigo (reacción extrema a la aprobación o desaprobación social); evocación de emociones negativas (tendencia a interpretar situaciones de forma negativa).
- Conductuales: tendencia a evitar o escapar de situaciones difíciles (evitación escolar, social o de nuevas experiencias); impulsividad o descontrol de la conducta (problemas para inhibir respuestas impulsivas); refuerzo de conductas desadaptativas (consecuencias del entorno que refuerzan conductas inadecuadas).
- Interpersonales: dificultades en las relaciones sociales (problemas para desarrollar amistades o entender señales sociales).
Atendiendo a lo expuesto, concluyó, «a mayor nivel de factores protectores transdiagnósticos, hay un mayor nivel de resiliencia», esto es, «una mayor capacidad de afrontamiento y mayor protección ante situaciones de la vida», cuya presencia mejora el bienestar psicológico y reduce el riesgo de tener problemas de salud mental.
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El contexto educativo es el lugar idóneo para potenciar los factores protectores transdiagnósticos
Con el fin de mejorar la resiliencia y el bienestar psicológico, recogió una serie de estrategias, basadas en la evidencia psicológica, para potenciar los factores protectores transdiagnósticos, entre ellas:
- La educación emocional: consiste en fomentar el autoconocimiento emocional, el autocontrol emocional, la empatía y la automotivación. Mejora el bienestar personal, la autoestima y las relaciones con los demás, reduce la inseguridad, las conductas adictivas e impulsivas, mejora el rendimiento…
- La regulación de la activación (mediante la relajación y la respiración, el uso del humor, la distracción, la visualización…)
- Las técnicas cognitivas (identificar y detectar pensamientos, aprender a diferenciar entre pensamientos útiles e inútiles, cuestionando estos últimos).
- Las técnicas de activación conductual (identificar actividades agradables y promoverlas, facilitando las emociones positivas…).
- La resolución de problemas, resaltando aquí el uso de vídeofeedback con preparación cognitiva.
- El entrenamiento en habilidades sociales, un aspecto clave, dado el papel que desempeñan en la manifestación temprana de síntomas internalizantes y la importancia de la conducta prosocial para reducir los problemas de acoso escolar.
El/la profesional de la Psicología Educativa clave para prevenir, detectar e intervenir en el contexto escolar
José Pedro Espada finalizó su intervención señalando que fomentar el bienestar psicológico en contextos educativos implica potenciar factores del niño, de la familia (que desempeña un papel esencial) y del contexto.
En la misma línea, destacó la importancia de la Educación Emocional, cada vez más presente en los currículums educativos, indicando una serie de ejemplos de actividades trabajadas en los programas de educación de habilidades socioemocionales, y que podrían incorporarse en el contexto escolar, al ser el lugar donde los y las menores pasan un mínimo de 5 horas diarias, durante 10 años de su vida. En este contexto, los y las niños/as se socializan, fortalecen su autonomía, potencian su habilidad para gestionar sus emociones y aprenden a manejar su frustración. Cualquier cambio socioemocional puede ser percibido por los y las docentes, y es aquí donde se pueden facilitar posibles intervenciones, contando para tal fin, con la figura de un/a psicólogo/a educativo/a.