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En este trabajo realizaremos el análisis del proceso de intervención del psicólogo, basándonos en las competencias profesionales que debe tener un psicólogo según nos plantea la EFPA (Federación Europea de Asociaciones de Psicología), de manera que el lector pueda entender que, para poder intervenir, adecuadamente claro, debe poseer no solo esos conocimientos, sino, también, unas competencias adecuadas para poder llevar a la práctica los conocimientos teóricos obtenidos durante su periodo estudiantil. 1.- Toma de contacto y definición operativa del problema. Primer paso durante el que se deben identificar las variables relevantes, en base a los síntomas que describe el cliente, quien nos aporta datos que nos deben servir para una adecuada reformulación de sus demandas. No obstante, el profesional debe buscar más información para definir con más exactitud el problema y delimitar así una posterior evaluación. Operativizado el problema, deben especificarse, de manera realista, las posibles metas a alcanzar tras la intervención. Ha de realizarse una buena anamnesis, obteniendo información relevante tanto del sujeto como del contexto. |
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Además, hemos de establecer una adecuada empatía, aunque establecer esta buena relación puede necesitar más de una sesión, y, no debemos olvidar, que el cliente también nos evalúa decidiendo seguir, o no, con nosotros. También es importante determinar si nosotros estamos capacitados para satisfacer esa demanda, y hemos de analizar, además, los recursos necesarios y disponibles para incrementar la probabilidad de éxito. 2.- Evaluación y psicodiagnóstico. Ahora hay que realizar un detallado diagnóstico, y al igual que el profesional médico, el psicólogo debe mandar analíticas. Esta evaluación debe realizarse, preferentemente, en el contexto, evaluando tanto al sujeto como al contexto. No debemos olvidar que la psicología del deporte tiene como objetivo el estudio de las relaciones que se producen en el ámbito deportivo. 3.- Definición de la intervención. Debemos desarrollar el servicio psicológico con el que vamos a intervenir, diseñando nuestra intervención a partir de la teoría y de los métodos psicológicos, y no de forma intuitiva y poco sistemática, si queremos ser profesionales y no psicólogos de calle. Así, no debemos basar nuestras intervenciones en la suerte de que los factores con los que vamos a trabajar coincidan adecuadamente, ¿acaso el médico receta las pastillas de forma aleatoria? También hay que adaptar el diseño a las circunstancias reales en las que se va a aplicar, correspondiendo al aplicador particularizar dicha teoría para la situación específica, si queremos que sea efectivo. Además, hay que establecer los criterios de reforzamiento adecuados para que el proceso de cambio no sea más lento o rápido de lo necesario, teniendo en cuenta, también, que los reforzadores, las instrucciones, etc., las debe aplicar, a menudo, uno de los familiares o los propios entrenadores, y no nosotros mismos.
Es decir, hemos de actuar con tacto táctica- para adecuarlas a las circunstancias pues, a menudo, lo importante no es la técnica, sino su ajuste. Hemos de convenir que, pese a que el entrenador prepara el partido, no es el que dispara a gol, tampoco el psicólogo es el que administra la intervención, por tanto habrá que ver si el contexto está preparado para administrar el tratamiento. Esta es la diferencia entre intervención directa e indirecta. Muchas aplicaciones son del segundo tipo. En psicología del deporte hemos ido cambiando el enfoque, desde uno clínico hacia uno más educativo y basado en el entrenamiento de habilidades psicológicas. 5.- Evaluación de programas e intervenciones. Esta evaluación debe ser diseñada junto con la intervención. Hay que definir qué indicadores se van a utilizar en la medida de la eficacia del tratamiento. Nos servirá para poder realizar un informe, o para poder analizar si los cambios que se van produciendo, si los hubiese, se han debido a nuestras intervenciones. La evolución y la evaluación son continuas. Además, hay que tener en cuenta que el objetivo de nuestra intervención no es solo conseguir el objetivo establecido, sino el de hacerlo en el menor plazo posible y con el menor gasto de recursos posibles, cuestión temporal que se muestra de mayor importancia en el deporte de alta competición. 6.- Informe final. Por último, debemos elaborar un informe para dar a conocer los avances, condiciones, y resultados producidos con la intervención, proporcionando un feedback adecuado para el sujeto, que puede servir incluso para mantener y/o instaurar posteriores comportamientos. Este informe debe servir, además, para que no se realicen, por parte del cliente o de sus allegados, falsas interpretaciones sobre las causas del cambio comportamental. Debe ser confidencial para el cliente a menudo el propio deportista-, pudiéndose informar al entrenador y/o el club siempre que exista un adecuado consentimiento del deportista en cuestión. Si se trata de menores, esta información, debe ser mucho más cuidadosa en cuanto a su administración. El artículo completo puede encontrarse en la Revista Cuadernos de Psicología del Deporte:Pérez Córdoba, E (2013). Análisis teórico del proceso de intervención psicológica en el deporte. Cuadernos de Psicología del Deporte. 13(2), 113-124. |
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