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Parece que esta nueva década ha empezado de manera desafortunada. La pandemia por coronavirus, la guerra, otros conflictos internacionales, los desastres naturales, etc., están dejando huella a nivel global. Pero uno de los problemas sociales más graves, silenciados y evitables son los siniestros viales; que afectan a diferentes niveles del individuo y de la sociedad (personal, sanitario, económico, social, etc.). Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2022) son la principal causa de muerte en personas de entre 5 y 29 años, y además provocan numerosas discapacidades. En España, en el año 2020 se contabilizaron 94197 víctimas de accidentes de tráfico; de las cuales 1370 fallecieron, 6,610 fueron hospitalizadas con lesiones graves y 86229 requirieron atención médica (Dirección General de Tráfico, 2021). Es un problema de decisiones y de comportamientos, y no de desconocimiento de la norma.
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Así pues, la OMS considera el factor de riesgo tener en cuenta el error humano (2022) como el conjunto de decisiones que se toman al volante. Datos relevantes son los hallazgos toxicológicos de los conductores fallecidos en siniestros viales en 2021. El 49,4% arrojaron resultados positivos a alcohol, drogas de abuso y psicofármacos, aisladamente o en combinación, alcanzando un 25,8% tasas tipificadas como delito en el artículo 379.2 del Código Penal (Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses de España, 2022). Junto a estos datos se observó un incremento notable de sentencias condenatorias impuestas por delitos contra la seguridad vial en 2021, dictándose 94942 sentencias condenatorias por los delitos viales, lo que supone más del 34% del total de sentencias por toda clase de delitos (Fiscalía General del Estado, 2022). El delito más común, la conducción bajo los efectos del alcohol, ocupa un 58% de todos los delitos viales. Estos datos ameritan una reflexión sobre la búsqueda del origen de los comportamientos de riesgo en la población conductora desde la perspectiva del factor humano, relacionada con aspectos normativos sobre la obtención del permiso de conducir. Así pues, el objetivo principal de la investigación fue explorar de qué manera el abuso de alcohol, los trastornos de personalidad (TP) y el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) se asocian con el comportamiento de conducción de riesgo. Para ello, con la previa autorización de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, se obtuvo una muestra de casi 200 personas condenadas por delitos viales. El grupo control se extrajo de la población general de conductores sin infracciones, contando con 101 sujetos. Las variables independientes fueron el género, la edad, los problemas por el consumo de alcohol, los trastornos de personalidad y el TDAH. Los resultados sugieren que las personas condenadas por delitos viales muestran una mayor frecuencia de cinco TP; destacándose el disocial, el impulsivo y el límite. En lo referente al consumo problemático de alcohol, se aprecia que el 55,8% de los condenados lo presentaron, distanciándose significativamente de los conductores sin infracciones (13,9%). Sobre el TDAH, se observa que el 11% de los condenados mostraron indicios de sufrirlo. El método de clasificación empleado informó de que los indicios de trastorno disocial y de problemas por consumo de alcohol permiten fijar diferencias significativas en la probabilidad de clasificar a una persona como delincuente vial. Se ha encontrado, pues, que la mayor probabilidad de clasificar al sujeto como delincuente vial, con un 94,1%, se halla entre los sujetos con indicios de trastorno disocial y con problemas por consumo de alcohol. Como se puede observar, la seguridad vial es un problema social de primer orden, pues los accidentes que se producen durante la circulación son una de las principales causas de muerte y discapacidad en los jóvenes. En cada accidente existe una conducta de riesgo, totalmente evitable y que forma parte de la decisión humana, como lo es consumir alcohol u otras drogas cuando se va a conducir o actuar en una situación vial de manera arriesgada poniendo en peligro al resto de usuarios de las vías. Por lo tanto, aportar conocimiento sobre las variables psicológicas que están a la base de este comportamiento permitirá construir estrategias de intervención eficaces y basadas en la evidencia. En este artículo se detallan ciertos TP como factores de riesgo, así como el abuso de alcohol, aportándose evidencia sobre la superior prevalencia de ambos en quienes cometieron delitos contra la seguridad vial. A la luz de la alta comorbilidad entre todos estos problemas de salud mental, es relevante estudiar cómo impactan juntos o por separado en la compleja ecuación de la conducta durante la conducción, así como determinar cuáles son las variables comunes a todos ellos con mayor poder predictivo. Como conclusión final es necesario revisar los protocolos sobre las pruebas de aptitud psicofísica que tienen como objeto verificar que no existe enfermedad o deficiencia que pueda suponer incapacidad para conducir asociada a trastornos mentales y de conducta, como los TP o los relacionados con la adicción a sustancias, como indica el RD 818/2009 del 8 de mayo, del Reglamento General de Conductores. Toda la sociedad está involucrada, puesto que inevitablemente compartimos la vía pública; bien como conductores, como pasajeros o como peatones. El artículo completo puede encontrarse en: Escamilla Robla, C., Beleña Mateo, M. D. L. Á., & Mateu Mollá, J. (2022). Influence of alcohol consumption, personality and attention deficit hyperactivity disorder on traffic offenders. Psicothema. | ||||
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