En esta sociedad online, las creencias están condicionadas por opiniones de desconocidos: valoraciones, «me gusta», encuestas guían los votos, el posicionamiento ante temas ideológicos, como la interrupción del embarazo o el conflicto entre Israel y Palestina, etcétera. En un artículo publicado recientemente por Nature Reviews Psychology se ahonda en qué factores influyen en que aceptemos o nos resistamos a las opiniones ajenas.
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Fuente: pexels. Foto: Pixabay. Fecha: 18/02/2025.
El surgimiento de las opiniones agregadas
En el artículo, denominan “opiniones agregadas” al conjunto amplio de opiniones publicadas, cuantificadas o resumidas, sobre cuestiones sociales (por ejemplo, valoraciones sobre si hay o no un cambio climático). Si bien inicialmente, en la historia, construíamos nuestras creencias —representaciones del mundo— basándonos en un puñado de opiniones de personas cercanas (padres, historias tribales…), desde la antigua Grecia hasta el momento, no han hecho sino crecer las informaciones agregadas, procedentes de un número ingente de desconocidos. Y ahí entran en juego habilidades como percibir el sentimiento global y manejar datos cuantitativos. Por supuesto, con la llegada de las nuevas tecnologías, la consideración o relevancia que se le dan a estos datos se ha disparado. Ahora, profesionales de la estadística, de la psicología social y cognitiva, y de la economía y la filosofía analizan, respectivamente, cómo se miden esas opiniones, cómo se evalúan y cómo se interpretan.
Para el autor y la autora, la diferencia entre opinión pública y agregada es que la última no solo abarca a la sociedad en general, sino que incluye grupos minoritarios, usuarios y usuarias… Además, la opinión agregada entraña cierta complejidad su obtención, cuantificación y resumen, e implica cierta simplificación del contenido.
Todo el proceso de establecer opiniones agregadas puede estar sujeto a sesgos importantes
El proceso conlleva acceder a una muestra de la población y medir su opinión (normalmente, suele ser una pregunta acompañada por una escala de respuesta); lo ideal es que la muestra represente a la población y la medida sea estable, capte lo que pretende captar y puedan generalizarse sus resultados. En estos dos procesos, y en la recopilación, resumen y presentación de los resultados puede haber un montón de sesgos, tanto por parte de quien responde (por ejemplo, que responde según lo que se espera) como por parte de los investigadores (por ejemplo, que su manera de plantear las cuestiones fuerce los resultados en un sentido).
A modo ilustrativo, se señala el siguiente caso: presentar una calificación de un producto como «3.8/5» hace que nos fijemos más en el 3 y parezca peor que si la presentemos como 4 estrellas casi llenas y una vacía. Además, poseer o no conocimientos sobre cómo funcionan estos procesos también afecta a la opinión resultante generada.
Aparte de los sesgos en la información, esta información se nos presenta está simplificada
Por otro lado, la simplicidad de la información se debe a la necesidad de omitir “la riqueza cualitativa para proporcionar una instantánea de los juicios de muchas personas”. Esto marca una gran diferencia con respecto los testimonios: en los testimonios una persona puede explicar las razones de sus juicios, lo que nos permite comprender si se informó mejor o fue más cuidadosa en sus razonamientos; en cambio, en las opiniones agregadas quizá solo sepamos que otras personas no están de acuerdo con nosotros (y eso no es, o no debería ser, razón suficiente para que cuestionemos la veracidad de nuestras afirmaciones).
Es decir, si contamos con información sobre las argumentaciones, podemos juzgar la lógica de esas argumentaciones, pero si, por el contrario, solo poseemos las respuestas de otra gente, lo que pondremos en cuestión será la veracidad de sus fuentes frente a las nuestras (“¿Estarán más informados que yo?”).
Uno de los mecanismos que usamos para ignorar la información relevante y preservar nuestras creencias es desautorizar a los informantes
Podríamos pensar que presentar un consenso científico (por ejemplo, con el cambio climático) y dilucidar las percepciones erróneas (desviaciones, imprecisiones y falsedades, a veces claramente incorrectas e infundadas) llevaría a cambiar la opinión de las personas. No obstante, esto no suele ser así: cuando contradice nuestra evidencia cotidiana, se tiende a ignorar. Por supuesto, al este respecto hay una larga lista de sesgos estudiados en psicología: favorecer, buscar, interpretar y recordar la información que confirma las propias creencias (sesgo de confirmación), alterar las creencias para preservar la coherencia global (disonancia cognitiva), rigidez cognitiva, etc.
Desautorizar a los informantes es una de las formas de no alterar nuestra opinión.
- Que provenga de una cantidad no muy grande de informantes o sea sostenida por menos personas influye en la credibilidad que le damos.
- Que solamos considerar poco fiables las opiniones de ese grupo. Por ejemplo, en relación con el cambio climático, aunque haya un consenso de la comunidad científica —el grupo es grande—, si percibimos a la comunidad científica como incompetente y indigna de confianza, en sus motivaciones, intenciones…, nos facilitaría persistir en nuestras creencias. Por el contrario, si consideramos al grupo que sostiene esa opinión como inteligentes, imparciales y bien informados, reformular las creencias sería más fácil.
- Que consideremos sus valoraciones un cortapega de la opinión ajena o que provenga de fuentes indirectas, frente a que sea independiente y de primera mano también influye (si bien, según se señala en el artículo, en la vida real a las personas nos cuesta diferenciar la información independiente de la que no lo es, para lo que recurrimos a heurísticos, o “atajos mentales” poco rigurosos).
Las personas tendemos a asumir que nuestras percepciones reflejan la realidad lo que nos lleva a pensar que quienes no están de acuerdo con nosotros son personas ignorantes, poco inteligentes, tendenciosas o a las que les han lavado el cerebro.
Ajustamos nuestra opinión a lo que nos resulte más beneficioso social o personalmente
Se trata de hacer un balance entre los costes y beneficios de cambiar de opinión o de mantenerla.
- La conformidad social. Es la tendencia a ajustar las propias creencias para que encajen con las del grupo, una tendencia que se puede expresar solo en la esfera pública (sin que altere nuestra visión en privado) o que nos lleve a cambiar de opinión. Esta tendencia parece responder, entre otros factores, a los beneficios adaptativos de estar integrados socialmente y a la evitación de los inconvenientes de la exclusión social.
- A esto hay que añadir los sesgos que se producen cuando las opiniones del grupo no se perciben explícitamente, sino que se infieren. En estos casos resulta fácil caer en distorsiones, tanto con respecto a lo que creemos que piensa nuestro grupo como los grupos ajenos. Por ejemplo, podemos sobreestimar el rechazo de nuestro grupo hacia cierto colectivo —y ajustar nuestras creencias a ese supuesto rechazo— o sobreestimar las actitudes extremas del grupo ideológico opuesto —y exagerar las nuestras para contrarrestar—.
- Preferimos la creencia que sea más práctica personalmente. Por ejemplo, creencias que preserven nuestra esperanza en lo laboral pueden ayudarnos a ser proactivos, o aquellas que nos den un sentido o propósito pueden mejorar nuestro estado de ánimo…
Otras formas de ignorar la información: procesarla superficialmente o considerarla parte de un tema subjetivo
- Si se considera que es un tema subjetivo, no hay por qué buscar un acuerdo o convergencia. Considerar que algo depende de la mera opinión (como si te gusta un sabor de helado u otro) hace irrelevante revisar la opinión propia o llegar a un consenso. Lo mismo ocurre cuando el tema se presenta como incognoscible; por ejemplo, la posibilidad de viajar en el tiempo.
- Las personas tenemos limitaciones en el tipo y cantidad de información que podemos procesar. Es fácil distraerse o solo procesar la información de manera superficial, lo que impedirá que esa información impacte lo suficiente como para que nos lleve a transformar nuestras creencias. Es en la reflexión profunda donde se producen cambios relevantes, pero para este tipo de reflexiones se necesitan conocimientos previos sobre el tema; sin embargo, es habitual que nos posicionemos políticamente sobre asuntos de los que poco sabemos a nivel técnico (por ejemplo, sobre vacunación, procesos meteorológicos…).
Por supuesto, la autoridad del informante, lo beneficioso de pensar una u otra cosa, el considerarlo un tema objetivo o subjetivo y nuestras capacidades para procesar la información son todos factores que interaccionan. Por ejemplo, si algo es verificable (un jabalí apareció en el parque), el que informen varios testigos independientes influye más que si fuera un tema complejo y difícil de verificar (el posible éxito de una nueva ley educativa).
Personalizar la información puede ayudar a movilizar los cambios
La recopilación y presentación de las opiniones agregadas está sujeta a muchos sesgos, y además se presenta de forma simplificada, lo que muchas veces impide juzgar la idoneidad de la lógica y solo nos permite dudar de si estaremos bien informados. Para facilitar que alguien cambie sus creencias es necesario que perciba a quienes no están de acuerdo como personas inteligentes, que considere el cambio beneficioso a efectos prácticos y de pertenencia al grupo, que piense que son temas verificables u objetivos y que analice en profundidad las opiniones de los demás.
En cualquier caso, es conveniente estudiar cómo se procesa la información cuando se combinan opiniones agregadas con testimonios, etc. Además, aquí se han estudiado creencias individuales, cuando en muchas ocasiones las creencias se manifiestan como un conjunto, una red unida de creencias, donde alterar una afectaría a las demás, y de ahí también la resistencia al cambio. Y en las investigaciones futuras también sería interesante estudiar cómo la opinión agregada moldea la creencia y cómo esa creencia se manifiesta en el mundo como acción.
Para terminar, sería interesante tener en cuenta qué puede facilitar el cambio de opinión. El autor y la autora apuestan por fomentar las intervenciones personalizadas (¿por qué cierto grupo de personas se resiste?, ¿es por considerarlo un tema subjetivo, por desautorización de informantes?, etc.), y proporcionar contraevidencias adaptadas a cada colectivo o persona. Asimismo, convendría estudiar poblaciones más allá de las contempladas en este artículo (de EE. UU.).
En definitiva, cómo las opiniones ajenas nos moldean o cómo nos resistimos a ellas es un ámbito de actualidad donde la psicología todavía debe continuar arrojando luz.
Oktar, K., & Lombrozo, T. (2025). How aggregated opinions shape beliefs. Nature Reviews Psychology, 1-15.