Las importantes contribuciones de la psicología en el Plan de Prevención del Suicidio en las cárceles españolas
21 Ene 2025

En los centros penitenciarios ha habido un proceso de psicologización creciente. El Plan de Prevención del Suicidio se ha convertido en un instrumento decisivo para restablecer la subjetividad de las personas internas, subjetividad perdida al tener programadas “todas las dimensiones básicas de la vida humana (nutrición, trabajo, descanso, ocio, salud…)”. En este sentido, el Plan de Prevención del Suicidio no puede ser una herramienta de control más, solo para evitar el suicidio, sino un recurso humanitario que ayude a las personas internas a entender la constitución de su subjetividad. Esto se afirma en un artículo publicado en la Revista de Historia de la Psicología.

prevención del suicidio

Fuente: pexels. Foto: RDNE Stock project. Fecha: 14/01/25

La entrada de la psicología en las cárceles y la humanización de las personas internas

Como indica el artículo, en su inicio, en el siglo XVIII, las cárceles servían para castigar y controlar los desvíos de la ley, y se recurría a las torturas, la despersonalización…, y se desproveía a la persona de toda decisión sobre su vida. Conforme se iba estudiando el comportamiento delictivo, se fue entendiendo que no podía sostenerse solo en la responsabilidad moral de cada persona, sino que detrás había toda una serie de variables biopsicosociales que lo causaban. Paralelamente, se fue desarrollando la creencia en unos derechos humanos, inviolables a pesar de haber incurrido en conductas delictivas. A partir de ahí, surgen las ideas de reeducación (con carácter formativo) y reinserción (con carácter terapéutico y relacional).

La rehumanización de los presos y las presas abre las puertas a la psicología como parte de los cuerpos técnicos de las instituciones penitenciarias, algo que no ocurre en España hasta 1970. Desde entonces, se han incluido “programas de actuación especializada (conductas adictivas, control de impulsos, enfermedades mentales, riesgo de suicidio, etc.)”, generalmente encomendadas a psicólogos/as.

Los primeros programas se centraban en el control y la vigilancia

Entre 1988 y 2014 se han redactado siete versiones del Programa de Prevención de Suicidios en las cárceles españolas. Durante este tiempo, el enfoque ha ido progresando y, como se comentó al principio, se ha convertido en un dispositivo fundamental para la humanización y la reinserción. En parte, la razón por la que son tan representativos estos programas de cómo se entiende la reinserción se debe a la complejidad que rodea al suicidio y su profundidad: “el modo en que una determinada cultura se enfrenta al suicidio se pueden observar, como en una lente de aumento, sus estructuras morales y epistemológicas más profundas […]; por eso, seguramente cada suicidio es vivido, y así se manifiesta a menudo, como un fracaso colectivo, como una falla del proyecto humano”.

El primer programa de prevención del suicidio, fundamentalmente en manos de médicos, se centró en los factores de riesgo internos y estáticos, y no tuvo en cuenta los situacionales, como lo es la propia encarcelación y todo lo que esta lleva asociada: desindividualización y despersonalización (y pérdida de libertad, autonomía e intimidad), el prácticamente pasar a formar parte de otra cultura (y pérdida de red de apoyo social, familiar…), etc. El problema del suicidio parecía atribuirse a un fallo interno que debía controlarse con férrea vigilancia y medios coercitivos.

En los dos programas siguientes, la línea fue parecida. En términos generales, se incluyeron más actores en la vigilancia o se intensificaron el papel de vigilancia en los que ya había: familiares, presos/as sombra (que acompañan a personas en situación de riesgo…).

La entrada de criterios psicológicos acelera el proceso de humanización e introduce nuevas variables para explicar y abordar el suicidio

Como señala el artículo, no es hasta el programa de 1996, el cuarto, que se introduce explícitamente la dignidad y respeto como valores centrales. Se demanda a familiares, personal penitenciario, etc., que tengan precaución de no aumentar los efectos negativos y atentar contra la dignidad de las personas en situación de riesgo, y empieza a desgastarse el anterior “determinismo psiquiátrico”.

Ya, dos años después, en el nuevo programa, por fin se incorporan de manera sustancial los criterios psicológicos. Esto supone la incorporación de nuevas variables explicativas (sexo/género, factores psicosociales o ambientales) que terminan con el reduccionismo anterior; además, se introducen verdaderas intervenciones, que incluyen actividades formativas, ocupacionales y deportivas. “Por primera vez, la situación de internamiento y la privación de libertad de movimiento se convierten en elementos condicionantes en la valoración de la voluntad de suicidarse”. En ese punto, los tratamientos penitenciarios se abren a la psicología y se otorgan responsabilidades a los/as profesionales de esta disciplina.

Al comenzar el siglo XXI, el papel de la psicología en el suicidio se equipara al de la medicina y el enfoque pasa a ser multidimensional

Los/as autores/as indican que, siguiendo el enfoque de la OMS, en 2005 se le otorga al suicidio un enfoque multidimensional, “que resulta de una compleja interacción de factores biológicos, genéticos, psicológicos, sociológicos y ambientales”. Ya se observa que hay un alto grado de vulnerabilidad para el suicidio en los colectivos que ingresan con frecuencia en prisión: jóvenes, enfermos/as mentales, marginados/as sociales, toxicómanos/as.

Los principales indicadores de riesgo pasan a ser, precisamente, el impacto psicológico que deriva del encarcelamiento: pérdida de libertad, de lazos familiares, del entorno habitual… También se solicita una formación general para todo el personal de las prisiones. Y el programa se estructura como medidas de prevención, medidas provisionales urgentes y medidas para realizar un seguimiento y revisar la permanencia o no en el programa de los/as internos/as.

La última versión, en 2014, aún vigente, supone una actualización de la anterior. Con ella, se apuntala el valor humanitario de estos programas y un enfoque orientado a la prevención.

¿Cuáles son las verdaderas motivaciones en la prevención del suicidio en las cárceles? ¿Hay tensión entre diferentes motivaciones a la hora de trabajar?

Al final del artículo se lanzan unas preguntas muy interesantes para la reflexión: “¿Por qué se pretende prevenir la muerte voluntaria? ¿Qué razones subyacen a esta postura? ¿Se sustenta esta acción preventiva en una disposición ética y humanitaria de defender y proteger la continuidad de la vida como bien supremo?”. Legalmente, hay responsabilidad administrativa y puede reclamarse a las instituciones penitenciarias una indemnización por el suicidio de los familiares.

Los/as autores plantean que, a la hora de aplicar los programas de prevención del suicidio, quizá haya tensión entre las motivaciones humanitarias y la presión económica o el mantenimiento de la Institución Penitenciaria. ¿Afectaría esto a los/as profesionales de la psicología que trabajan en centros penitenciarios?

La ley indica: “No serán indemnizables los daños que se deriven de hechos o circunstancias que no se hubiesen podido prever o evitar según el estado de los conocimientos de la ciencia o de la técnica existentes en el momento de producción de aquellos”. Por tanto, “los profesionales de la psicología asumen de forma delegada la responsabilidad de utilizar criterios científicos que minimicen la posibilidad de que la institución tenga que afrontar eventualmente una denuncia por responsabilidad administrativa”, y que esto sea compatible con su interés genuino y humanitario de preservar la vida humana.

Para los/as autores/as sí parece haber una tensión para el psicólogo/a, una tensión entre su acercamiento empático y la presión económica que supondría el suicidio para la Dirección; y plantean que quizá haya profesionales que necesiten más apoyo institucional para favorecer la reinserción y que, además, sea necesario transcender un enfoque de detección fundamentalmente psicométrico. Aunque también señalan que el “escaso compromiso interventivo” pueda deberse, no al compromiso, sino a la falta de recursos.  

¿Qué puede aportar la psicología en el futuro de la prevención del suicidio?

La psicología ha ejercido un papel importante a la hora de entender el suicido en las cárceles y cómo abordarlo, pero parece necesario que continúe enriqueciendo el paradigma explicativo y la intervención.

La psicología puede aportar nuevas formas de presentar al interno ante sí mismo y ante su entorno social; nuevas formas que generen sensaciones de comprensión, acompañamiento, esperanza y le devuelvan la ilusión de control, el sentido de la responsabilidad y la agencialidad”. Para terminar, en mención a Juan García-Haro, consideran que la agencialidad como punto de partida para un nuevo paradigma; la agencialidad como esa capacidad “de acción-decisión y expresión de preferencias, valores e intereses”.

Si quieres consultar el artículo completo puedes ir a su página web o pinchar directamente aquí.

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