En un contexto en el que el cambio climático amenaza cada vez más a la salud humana, se necesitan urgentemente medidas de adaptación adecuadas, eficaces y bien financiadas, para así poder minimizar los impactos adversos que están observándose en la salud física y mental de las personas, y limitar las pérdidas y los daños relacionados.
Así lo advierte el último informe de The Lancet Countdown in Europe, una publicación anual que recoge el seguimiento -realizado por un equipo de 300 investigadores de diferentes disciplinas y profesionales de la salud de todo el mundo-, en torno a la relación entre la salud y el cambio climático en cinco ámbitos clave y en una serie de indicadores, brindando una evaluación actualizada de los vínculos entre ambos.
En este año 2024, los nuevos datos son preocupantes, mostrando que las personas de todo el mundo se enfrentan a amenazas sin precedentes para su bienestar, salud y supervivencia a causa del rápido cambio climático. En este sentido, de los 15 indicadores que monitorean los riesgos, las exposiciones y los impactos negativos para la salud relacionados con el cambio climático, diez han alcanzado ya nuevos récords preocupantes, superando con creces los niveles registrados anteriormente.
Tal y como señala el documento, las complejas interacciones entre los crecientes riesgos relacionados con el clima, las exposiciones y la vulnerabilidad están dando lugar a los impactos del cambio climático en la salud.
La devastación causada por los fenómenos meteorológicos extremos sin precedentes en 2023 y 2024, muestra los costes humanos de no reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y adaptarse a los peligros que aumentan rápidamente.
A este respecto, alerta de que el mundo “está peligrosamente cerca de incumplir su objetivo de limitar el calentamiento global medio plurianual a 1,5 °C”. La temperatura media anual de la superficie terrestre ha alcanzado un récord de 1,45 °C por encima de la línea de base preindustrial en 2023, y se han registrado nuevos máximos de temperatura a lo largo de 2024. Los extremos climáticos resultantes están cobrando cada vez más vidas y medios de subsistencia en todo el mundo.
Las olas de calor representan un peligro agudo para la salud, especialmente para las personas mayores, los niños y niñas muy pequeños/as y las personas que viven con enfermedades cardiovasculares, respiratorias o renales crónicas subyacentes. También aumentan el riesgo de resultados adversos en el embarazo y el parto, y exacerban las condiciones neurológicas adversas.
Los costes humanos del cambio climático baten récords
En 2023, las altas temperaturas récord dieron lugar a una mortalidad relacionada con el calor sin precedentes y pérdidas económicas asociadas a nivel mundial. El coste económico de la mortalidad relacionada con el calor global para 2019-2023 fue de 199 mil millones de dólares, un aumento del 179% con respecto al período 2000-2004.
Concretamente, la mortalidad relacionada con el calor de las personas mayores de 65 años ha aumentado un 167%, una cifra sin precedentes, en comparación con la década de 1990. Aunque actualmente las muertes relacionadas con el frío superan a las muertes relacionadas con el calor, se espera que, estas últimas, superen a las muertes relacionadas con el frío en un escenario de alto calentamiento.
La exposición al calor está también afectando, cada vez más, a la actividad física y la calidad del sueño, lo que, a su vez, impacta negativamente en la salud física y mental.
En 2023, la exposición al calor puso a las personas que realizan actividad física al aire libre en riesgo de estrés térmico (moderado o más alto) durante un máximo histórico de 27,7% más de horas que el promedio en la década de 1990. El estrés térmico puede reducir la voluntad de participar en actividad física y aumentar los riesgos para la salud de quienes hacen ejercicio al aire libre.
El calor extremo puede afectar a la salud mental en un continuo de menor a mayor gravedad
También el calor extremo provocó una pérdida récord de 6% más de horas de sueño en 2023 que el promedio durante 1986-2005. La evidencia destaca que un sueño de duración y calidad adecuadas es importante para la buena salud física y mental humana, y que las altas temperaturas ambientales se asocian con una peor cantidad y calidad del sueño. El cambio climático hace que las temperaturas nocturnas aumenten más rápido que las diurnas en muchas regiones del mundo, por lo que el riesgo de consecuencias adversas para la salud a causa de una mala calidad del sueño está aumentando a nivel mundial.
El calor extremo puede afectar a la salud mental humana en un continuo de menor a mayor gravedad, desde síntomas subclínicos hasta problemas de salud mental que pueden alterar la vida de quien los presenta.
Los autores del informe se muestran tajantes al afirmar que “las personas en todo el mundo corren un riesgo cada vez mayor de sufrir fenómenos meteorológicos extremos potencialmente mortales”. Los datos revelan que, en 2023, se registraron fenómenos meteorológicos extremos sin precedentes en todo el mundo, con olas de calor extremas, incendios forestales, tormentas, inundaciones y sequías que afectaron a las personas y a los sistemas y economías de los que depende su salud.
En las últimas décadas, el 61% de la superficie terrestre mundial ha experimentado un aumento en el número de días de precipitaciones extremas, lo que incrementa el riesgo de inundaciones, propagación de enfermedades infecciosas y contaminación del agua.
Paralelamente, el 48% de la superficie terrestre mundial se vio afectada por al menos un mes de sequía extrema en 2023, la segunda mayor área afectada desde el año 1951. Este aumento de los episodios de sequía y olas de calor se ha asociado con 151 millones más de personas que experimentaron inseguridad alimentaria moderada o grave en 124 países evaluados en 2022, el valor más alto registrado.
Las condiciones climáticas más cálidas y secas favorecen, cada vez más, la aparición de tormentas de arena y polvo. Este fenómeno meteorológico y ambiental contribuyó a un aumento del 31% en el número de personas expuestas a concentraciones peligrosamente altas de material particulado entre 2003-2007 y 2018-2022.
Mientras tanto, los cambios en los patrones de precipitación y el aumento de las temperaturas están favoreciendo la transmisión de enfermedades infecciosas mortales como el dengue, la malaria, la enfermedad relacionada con el virus del Nilo Occidental y la vibriosis, poniendo a las personas en riesgo de transmisión en lugares que no se habían visto nunca afectados con anterioridad.
Según el informe, las pérdidas económicas anuales causadas por fenómenos meteorológicos extremos alcanzan los 227.000 millones de dólares
Para agravar estos impactos, el cambio climático está afectando las condiciones sociales y económicas de las que dependen la salud y el bienestar. Las pérdidas económicas anuales medias causadas por fenómenos meteorológicos extremos han aumentado un 23% durante la última década, hasta alcanzar los 227.000 millones de dólares (un valor que supera el producto interno bruto [PIB] de alrededor del 60% de las economías de todo el mundo).
Además de los efectos directos en la salud, los eventos climáticos extremos también pueden impactar negativamente en los sistemas sanitarios, impedir el acceso a los servicios de salud y causar pérdidas económicas que pueden socavar los determinantes sociales de la salud.
Los efectos sobre la salud relacionados con los fenómenos meteorológicos extremos y el cambio climático están afectando igualmente a la productividad laboral: a nivel mundial, se estima que 1.600 millones de personas -o el 25,9% de la población en edad de trabajar-, trabajaron al aire libre en 2023. Se calcula que en ese mismo año, la exposición al calor ha provocado una pérdida récord de 512.000 millones de horas laborales potenciales, por un valor de 835.000 millones de dólares en pérdidas potenciales de ingresos (equivalente al 0,82% del producto mundial bruto).
Estas pérdidas de ingresos como consecuencia de la pérdida de capacidad laboral provocada por la exposición al calor, pueden perjudicar la salud y el bienestar de los trabajadores, sus familias, las comunidades y las economías nacionales.
Los países con índices de desarrollo humano bajos y medios han sido los más afectados por estas pérdidas, ascendiendo al 7,6% y al 4,4% de su PIB, respectivamente, y con promedios de 221 y 291 horas de trabajo potenciales perdidas por trabajador.
Como las comunidades más desatendidas son las más afectadas, estos impactos económicos reducen aún más su capacidad para hacer frente a los efectos crecientes del cambio climático y recuperarse de ellos, lo que amplifica las desigualdades mundiales.
Por otro lado, el número promedio de días de exposición humana a peligros de incendio muy altos o extremadamente altos ha aumentado en 124 (66%) países entre 2003-07 y 2019-23. Las temperaturas más altas y las sequías más frecuentes e intensas vinculadas al cambio climático aumentan el riesgo de incendios forestales, que afectan la salud mental y física, directamente a través de quemaduras y exposición al humo, e indirectamente a través de daños a la infraestructura, interrupción de servicios y pérdida de activos.
A medida que el clima cambia y el riesgo de incendios forestales aumenta, un mayor control y gestión de los incendios forestales son esenciales para proteger a las personas de sus daños.
Las precipitaciones extremas se asocian con resultados adversos para la salud física y mental
Con respecto a las precipitaciones extremas, entre 2014 y 2023, el 61% de toda la superficie terrestre mundial ha experimentado un aumento de estos eventos en comparación con el promedio de 1961-90. Según los autores del informe, el cambio climático “altera el ciclo hidrológico, aumentando la frecuencia e intensidad de las precipitaciones extremas en la mayoría de las áreas terrestres”. Estas precipitaciones extremas se asocian con resultados adversos para la salud física y mental. Cuando provocan inundaciones, pueden aumentar el riesgo de lesiones o ahogamientos, daños a la infraestructura, degradación ambiental, brotes de enfermedades transmitidas por el agua y perturbaciones de los sistemas de soporte vital social, ecológico y económico, lo que afecta las vidas y los medios de subsistencia.
El aumento del nivel del mar puede provocar inundaciones permanentes y/o episódicas, erosión costera, intrusión de agua salada, riesgo de enfermedades transmitidas por vectores y por el agua, y la alteración de los medios de vida costeros, con los consiguientes efectos adversos sobre la salud mental y física.
Los autores de este informe consideran preocupante que los múltiples peligros que revelan cada uno de los indicadores individuales tengan efectos “simultáneos, acumulativos y en cascada, sobre los sistemas humanos complejos e interconectados que sustentan la buena salud”, amenazando desproporcionadamente la salud y la supervivencia de las personas.
De igual modo, alertan de que los riesgos para la salud que enfrentan las personas, se han visto exacerbados por años de retrasos en la adaptación, que han dejado a las personas mal protegidas frente a las crecientes amenazas del cambio climático.
A este respecto, sólo el 35% de los países cuentan con sistemas de alerta temprana para enfermedades relacionadas con el calor, mientras que el 10% cuentan con este tipo de sistemas para problemas de salud mental y psicológicos y sociales.
La escasez de recursos económicos se identifica como una barrera clave para la adaptación, incluso por el 50% de las ciudades que reconocen no tener previsto realizar evaluaciones de los riesgos para la salud y el cambio climático.
Es importante destacar que la cobertura sanitaria universal sigue sin alcanzarse: 4,5 mil millones de personas (más de la mitad de la población mundial) aún no están cubiertas por servicios de salud esenciales. Este déficit deja a miles de millones de personas sin acceso a la atención básica necesaria para enfrentar las amenazas para la salud, incluidas las del cambio climático.
Es fundamental poner la salud de las personas en el centro de la formulación de políticas sobre el cambio climático
Dado que la cobertura sanitaria universal aún no se ha alcanzado en la mayoría de los países, se necesita apoyo económico para fortalecer los sistemas sanitarios y garantizar que puedan proteger a las personas de los crecientes riesgos para la salud relacionados con el cambio climático. El documento advierte aquí de la distribución desigual de los recursos económicos y la capacidad técnica, que está dejando a las poblaciones más vulnerables aún más desprotegidas de los crecientes riesgos para la salud.
Como la disponibilidad de recursos económicos y financieros es una barrera clave para enfrentar el cambio climático, se necesita urgentemente un crecimiento rápido de la inversión predecible y equitativa, para evitar los impactos más peligrosos del cambio climático. Así, poblaciones más saludables y resilientes respaldarán aún más a economías más prósperas y sostenibles.
Poner la salud de las personas en el centro de la formulación de políticas sobre el cambio climático es fundamental para garantizar que se protege el bienestar, se reducen las desigualdades en materia de salud y se maximizan las ganancias en materia de salud.
Algunos indicadores revelan un progreso incipiente y oportunidades importantes para lograr esta transformación centrada en la salud. Asimismo, a medida que aumentan los desafíos de abordar el cambio climático, se necesitan cada vez más pruebas científicas sólidas para fundamentar políticas eficaces que protejan la salud.
La participación de los y las profesionales de la salud en todos los niveles de la toma de decisiones sobre el cambio climático se considera fundamental para orientar los esfuerzos y los recursos financieros para que no se destinen a actividades que pongan en peligro la salud de las personas, sino que se destinen a apoyar poblaciones saludables, economías prósperas y un futuro más seguro.
En un contexto en el que el cambio climático amenaza cada vez más la salud humana, se necesitan urgentemente medidas de adaptación adecuadas, eficaces y bien financiadas para minimizar los impactos adversos en la salud física y mental y limitar las pérdidas y los daños relacionados con la salud.
La evidencia señala que los espacios verdes urbanos son beneficiosos para la salud mental
Algunas medidas de adaptación eficaces están infrautilizadas, incluidas las soluciones basadas en la naturaleza, como los espacios verdes urbanos. A este respecto, se observa que, entre 2015 y 2023, la proporción de centros urbanos con al menos niveles moderados de vegetación se ha mantenido constante, en un 28%. Aumentar el acceso equitativo a espacios verdes urbanos seguros, adecuadamente diseñados y de alta calidad puede ayudar a disminuir el impacto negativo del cambio climático en la salud, reduciendo la exposición al calor y el riesgo de inundaciones, al tiempo que ofrece co-beneficios para la salud mental y física, al mejorar la calidad del aire y ofrecer espacios para el ejercicio, la interacción social y la conexión con la naturaleza.
La implementación de soluciones basadas en la naturaleza enfrenta varios desafíos, en particular en los países de ingresos bajos y medios, donde hay dificultades para obtener acceso a financiación, conocimientos técnicos y políticas de apoyo. Además, es posible que las soluciones basadas en la naturaleza no sean priorizadas junto con otros imperativos de desarrollo socioeconómico en los lugares que más podrían beneficiarse de ellas. Por ejemplo, los espacios verdes urbanos, como parques y jardines, a menudo se pasan por alto o reciben una financiación insuficiente en los centros urbanos de rápido crecimiento, a pesar de la evidencia que muestra que los espacios verdes urbanos pueden beneficiar la salud mental, incluso reduciendo el estrés, la ansiedad y la depresión, así como el estrés térmico urbano.
Para acceder al informe completo, pincha el siguiente enlace:
van Daalen, K. R., Tonne, C., Semenza, J. C., Rocklöv, J., Markandya, A., Dasandi, N., … & Lowe, R. (2024). The 2024 Europe report of the Lancet Countdown on health and climate change: unprecedented warming demands unprecedented action. The Lancet Public Health, 9 (7), e495-e522.