Un informe aborda el impacto de los estereotipos de género en mujeres jóvenes con trastornos alimentarios
17 Oct 2024

El estigma del peso se mantiene por la falsa creencia de que promover la culpa hacia el cuerpo de la persona podría generar cambios en su conducta. Sin embargo, tal estigma genera vergüenza y desprecio hacia el propio cuerpo, así como miedo a engordar. Esta narrativa no tiene en cuenta que el bienestar psicológico no se determina por el peso de las personas, sino por las consecuencias derivadas de las experiencias sociales de discriminación y exclusión. El estigma del peso tiene un impacto negativo significativo en la calidad y cantidad de la atención sanitaria, y en las experiencias en entornos educativos y oportunidades en el lugar de trabajo, afectando también negativamente a las relaciones interpersonales.

Así lo advierte un informe publicado por el Instituto de las Mujeres, Subdirección General de Estudios y Cooperación, y realizado por la psicóloga y profesora universitaria María Calado Otero, con el objetivo de analizar, desde una perspectiva sociocultural, la influencia de los roles y estereotipos de género en mujeres jóvenes con trastornos alimentarios.

Enmarcado en los ODS 3 (Salud y bienestar) y ODS 5 (Igualdad de género) de la Agenda 2030, el estudio busca conocer los factores de protección y de riesgo ante los trastornos alimentarios y evaluar cuál es la autopercepción que las jóvenes tienen de sus propios cuerpos. La autora pretende también visibilizar las experiencias de discriminación y violencias corporales que padecen y despertar autoconciencia ante las situaciones de desventaja vinculadas a la imagen corporal de las mujeres.

trastornos alimentarios

Fuente: freepik. Foto: freepik. Fecha: 17/10/24

Tal y como señala su autora, la irrupción de la pandemia de la COVID 19 supuso una “serie de importantes cambios en nuestras vidas, como la reducción del contacto social, el incremento del uso de las redes sociales, la disminución de la atención sanitaria, así como un mayor miedo e incertidumbre en las economías familiares”. Todos estos factores, afirma, “se relacionan con un repunte de los casos de trastornos alimentarios en las mujeres jóvenes y con el agravamiento de su sintomatología asociada: la ansiedad y la depresión”.

Los datos publicados desde entonces no son nada positivos: según la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia, se estima que, en nuestro país, aproximadamente entre el 4,1% y el 6,4% de las mujeres desarrollan al año alguno de los cuadros incluidos en los trastornos alimentarios. Asimismo, un estudio de revisión de ámbito internacional muestra que la cifra de casos de trastornos alimentarios se ha duplicado en los últimos 18 años, pasando de una prevalencia del 3,4% de la población al 7,8% entre 2000 y 2018.

Sin embargo, estas cifras podrían incluso ser mayores, dado que “los trastornos alimentarios están infradiagnosticados”. A este respecto, es frecuente que muchos casos no reciban tratamiento debido a la dificultad de acceso al sistema público de salud, o a la falta de aceptación o conciencia del problema por parte de la paciente.

Un dato preocupante es el inicio de los trastornos alimentarios a edades cada vez más tempranas

Un dato preocupante para la autora de este informe es que “los trastornos alimentarios se están iniciando a edades cada vez más tempranas”: la mayoría de los casos que se diagnostican se producen durante la adolescencia, siendo infrecuentes los casos que se inician en la edad adulta.

Según indica, la presencia de trastornos alimentarios en jóvenes se relaciona con problemas de salud mental en la edad adulta como la ansiedad, la depresión, el abuso de drogas y comportamientos autolesivos. Asimismo, afirma, este tipo de trastornos son los que presentan “mayor cronificación y mortalidad, con el suicidio como una de las causas más prevalentes de mortalidad”.

De acuerdo con la evidencia, las causas que pueden conllevar un trastorno alimentario son múltiples, y son “fruto de la interacción de factores fisiológicos o biológicos, evolutivos, psicológicos y socioculturales, así como de experiencias que puedan disparar la insatisfacción corporal y baja autoestima previa al trastorno alimentario”. Esta insatisfacción corporal y baja autoestima es mayor en las mujeres, dado “el proceso de socialización que vivimos”, algo que, a juicio de la autora, explicaría la mayor proporción de casos de trastorno de alimentación en mujeres en comparación con los hombres (9:1).

Para comprender mejor estos trastornos, considera preciso analizar cuáles son los estereotipos de género de mujeres y hombres y cómo influyen en la formación de la imagen corporal y la autoestima.

Así, los estereotipos de género son ideas preconcebidas que carecen de base científica y se enmarcan en el proceso de socialización de hombres y mujeres, aportando un “conjunto de creencias compartidas, en función del género, sobre las características, los roles y las relaciones que ambos géneros deben mantener entre sí”, llegando a influir en la conducta de las personas y condicionando su forma de ser o de vivir.

Aquí es clave el rol que desempeñan los medios de comunicación, las redes sociales, la industria audiovisual (música, cine o videojuegos) y la publicidad sexista, al representar esta imagen ideal homogénea e irreal, lo que conlleva que muchas mujeres se sientan mal con su cuerpo y su forma corporal, cuando asumen que este cuerpo ideal se puede llegar a alcanzar, y que solamente así serán unas mujeres exitosas.

Consecuencias de interiorizar los estereotipos de género

Según el informe, debido a los prejuicios con respecto al peso, las mujeres con cuerpos no discriminativos llegan a sufrir situaciones de discriminación social (por parte del ámbito familiar, grupo de iguales, escolar, laboral e incluso en los/as profesionales de la salud) o en los agentes sociales de referencia, con agresiones diarias, tales como, comentarios negativos e insultos; reserva del derecho de admisión en algunos lugares; o sobrerrepresentación en medios de comunicación o redes sociales de personas delgadas y cuando las personas que aparecen son gordas, siguen estereotipos de ‘persona simpática, tonta o floja’, y habitualmente en papeles secundarios, no como protagonistas.

Las personas que experimentan estigma sobre el peso pueden interiorizarlo, aplicando hacia sí mismas las creencias y actitudes sesgadas relacionadas con el peso (p. ej., autoestigma), lo que puede afectar negativamente a las conductas alimentarias de personas de todo el espectro de peso, aumentando el riesgo de desarrollar desórdenes alimentarios. Además, el estigma del peso se ha asociado con una reducción de la actividad física y la evitación de la actividad para eludir una mayor estigmatización en el deporte.

Todas estas vivencias “impactan en la salud de muchas mujeres con cuerpos gordos no normativos socialmente y, así, un trastorno alimentario puede iniciarse en un intento de reparar la autoestima”, tras vivir situaciones de crueldad y violencia hacia el cuerpo en las relaciones interpersonales, recibir comparaciones constantes y comentarios y juicios por parte de la familia y la sociedad que les hacen infravalorarse.

Por lo tanto, la autora señala que el trastorno alimentario en cuerpos no normativos “surge como una forma de manejar situaciones de amenaza vividas en el pasado o como una forma de afrontamiento de situaciones que generan estrés”. La finalidad es alcanzar el bienestar emocional y la seguridad, “tratando de perfeccionar el cuerpo para acercarse al ideal corporal normativo de delgadez”. Asimismo, las consecuencias del estigma del peso en conductas alimentarias desordenadas (incluidas las conductas alimentarias restrictivas), impactan en la salud física (mayor desregulación fisiológica como el aumento de cortisol e inflamación) y psicológica (síntomas de depresión y ansiedad, evitación del ejercicio, e, incluso, ideación suicida).

Atendiendo a lo anterior, a lo largo de sus páginas, el informe aborda la realidad actual, teniendo en cuenta los estereotipos de género y violencias que viven las mujeres jóvenes con trastornos alimentarios y cómo impactan en función de su vulnerabilidad individual, así como la interseccionalidad a partir de la variable cuerpo normativo vs. no normativo, y el conocimiento general sobre el problema para concienciar a la ciudadanía sobre la necesidad de un cambio social, “pasando de la reflexión a la acción en la promoción de la salud en este ámbito de estudio”.

El estudio del que deriva este informe consta de una metodología dividida en tres fases: grupos de discusión con profesionales y/o activistas, grupos de discusión con mujeres que padecen o han padecido trastornos alimentarios y una encuesta online respondida por más de 660 mujeres de entre 18 y 30 años que presentan o han presentado un TCA.

A continuación, recogemos algunos de los principales resultados obtenidos:

Los agentes de socialización de referencia, como los medios de comunicación, las redes sociales y la industria audiovisual, influyen en el comportamiento de las personas y funcionan como una forma de dominación y control sobre las mujeres. Los estereotipos y roles de género difundidos se relacionan con el desarrollo y mantenimiento de los trastornos de alimentación. Por su parte, los agentes de socialización de pertenencia repiten estereotipos vigentes socialmente, sutiles y naturalizados. Juzgan los cuerpos de las mujeres que presentan o han presentado trastornos alimentarios.

Tanto los/as profesionales y activistas como las mujeres que han padecido o presentan un trastorno alimentario coinciden en algunas de sus reflexiones. Ambos colectivos destacan cómo, desde diversos agentes de socialización de referencia, se distorsiona la diversidad de la forma y peso corporal humano, asociando delgadez con belleza y éxito. La exposición repetida a esas imágenes lleva a que, principalmente las mujeres, sobreestimen la existencia de esas formas y tamaños corporales en las mujeres reales, así como la capacidad de control del cuerpo humano.

Las opiniones o el punto de vista de las mujeres se menosprecian y sus cuerpos se cosifican, deshumanizan e hipersexualizan, llegando a sentir presión para obtener un determinado aspecto físico acorde con el ideal corporal de delgadez, vigente actualmente para las mujeres.

La interiorización de estos mensajes puede ser la base de una baja autoestima general y de insatisfacción con la imagen corporal. Una vez aparecen la baja autoestima y la autoimagen corporal negativa, se llevan a cabo una serie de comportamientos consumistas relacionados con productos que prometen soluciones mágicas, realizando conductas orientadas a alcanzar el ideal corporal.

Las mujeres participantes en el estudio señalan, junto al tratamiento de salud mental recibido, dos maneras específicas que han encontrado de superar de una forma consciente su enfermedad: profundizar más en el trastorno alimentario a través de su profesión (nutricionistas, psicólogas o artistas) y el activismo antigordofobia. En sus discursos, realizan menos comparaciones sociales y que tienen un pensamiento crítico elaborado sobre las presiones socioculturales que reciben las mujeres.

Los efectos perjudiciales del estigma sobre el peso en mujeres con cuerpos no normativos (cuerpos que se alejan del ideal de delgadez) contribuyen a resultados negativos en la salud física y mental, llegando incluso a sufrir situaciones de violencia institucional en la atención médica y, consecuentemente, evitando acudir a las consultas sanitarias. Mantener en el tratamiento un enfoque centrado en el “puede intensificar el estigma sobre el peso en las mujeres con trastornos alimentarios, lo que lleva a una mayor interiorización, vergüenza y peores resultados de salud”.

Aquellas mujeres que describen experiencias de esta índole en primera persona (familias, profesionales médicos y compañeros/as escolares), admiten sentir vergüenza y autodesprecio, y esto impacta de forma negativa en la autoestima. Aumenta la creencia de que tienen que hacer dietas o dejar de comer y esto puede desencadenar un trastorno alimentario. En definitiva, “su salud mental se ve afectada porque viven distintas situaciones en las que se sienten señaladas, estigmatizadas, infravaloradas, humilladas y discriminadas”.

Las mujeres que padecen o han padecido un trastorno alimentario con cuerpos no normativos, que no se ajustan al ideal de delgadez vigente, informan de que no encuentran referentes de mujeres con diversas formas corporales ni en los medios de comunicación, ni en las redes sociales, ni en la industria audiovisual. Se sienten presionadas por su entorno, con asociaciones entre salud y peso constantes.

Evitan ir al médico por miedo a ser humilladas y amonestadas por su peso y no acuden a actividades deportivas o de ocio, como los gimnasios, “porque resultan espacios hostiles por su peso”. Afirman no encontrar tallas de la ropa que les gusta y se someten a interminables dietas o ejercicios físicos excesivos, con ciclos de bajada y subida de peso y que dañan su salud física y mental, además de sentirse frustradas porque, a pesar de estas conductas dañinas, no están dentro de ese ideal de cuerpo delgado porque va en contra de su biología.

En el caso de aquellas mujeres con cuerpos no normativos que se han recuperado del trastorno alimentario, “pasan un duelo por el cuerpo ideal durante su proceso de recuperación”, despidiéndose del cuerpo idealizado “por el que han sufrido y pasado tanta hambre”. En su proceso de recuperación, han tenido que liberarse de las creencias que dañan y limitan sus vidas.

De este modo, pasan de pensar “prefiero estar enferma antes que gorda” a afirmar “prefiero ser libre y no prisionera de mi cuerpo”. Solo así, “pueden vivir en un cuerpo real y sano”, asumiendo que el peso biológico, en sus casos, es más grande que el del ideal corporal vigente. Esto supone “interiorizar que habrá que convivir con situaciones de opresión y discriminación social si la sociedad no cambia, y que el cuerpo cambiará a lo largo de la vida a su ritmo y no al que le exijamos”.

Todos los grupos participantes en las fases I y II del estudio se muestran de acuerdo con la necesidad de llevar a cabo transformaciones sociales, manifestando que la violencia normalizada contra los cuerpos debe parar, que todos los cuerpos (independientemente de su género, apariencia o tamaño, edad y etnia), deben tener los mismos derechos y oportunidades y que la inclusión es un tema de justicia social.

Estas transformaciones sociales no pueden ser en un único ámbito, ni en un único nivel, sino que es necesaria la interseccionalidad y el trabajo colaborativo.

Un 70% de las mujeres encuestadas con trastorno de alimentación no está recibiendo ningún tipo de tratamiento

Para la autora, resulta preocupante que un importante porcentaje de las mujeres encuestadas que padecen un trastorno alimentario manifiestan que no han sido diagnosticadas (38,9%) y que el 70,5% no está recibiendo ningún tipo de tratamiento. Estos datos, señala, “evidencian las dificultades para acceder a información exacta sobre el número de personas que están luchando contra un trastorno alimentario y estimar el verdadero alcance de estas enfermedades”.

Entre los casos diagnosticados, se observa que la anorexia nerviosa y el trastorno por atracón representan el 23,5% y el 20,5%, respectivamente; el diagnóstico de bulimia nerviosa, el 10,2% y el diagnóstico de trastorno alimentario no especificado, el 6,9%.

El informe destaca que no se cuenta con información suficiente para conocer el verdadero alcance del problema, ya que los datos de los que disponemos en la actualidad se corresponden con ingresos o casos atendidos en unidades específicas de trastornos alimentarios en centros públicos. A este respecto, como línea de actuación futura, considera fundamental el poder establecer una red de profesionales que trabajen sobre esta temática e investigar el alcance real de los trastornos alimentarios.

La frecuencia con la que las mujeres de la muestra afirman estar expuestas a medios de comunicación es muy baja, siendo ‘menor de una hora al día’ la exposición a blogs de Internet. Reconocen estar conectadas a redes sociales, tales como, Instagram, WhatsApp y Spotify, “entre 1-2 horas” al día, y a TikTok, YouTube y X durante “menos de una hora” al día , mientras que a otras Telegram, Twitch, Facebook, LinkedIn, Snapchat, Tinder, OnlyFans y Weloversize, no se conectan ‘nunca’.

Los contenidos relacionados con la imagen corporal que presencian en redes sociales con más frecuencia son: el modo de vestir, el aspecto físico del cuerpo y el peso de las mujeres, el modo de alimentarse y el ejercicio físico.

Las mujeres que padecen trastorno alimentario en la actualidad y, principalmente, aquellas con cuerpos no normativos, están aún más expuestas a contenidos en redes sociales sobre dietas, ejercicio físico, moda, salud y contenidos antigordofobia.

Estas mujeres son más conscientes de las redes sociales, tienen menos pensamientos críticos con respecto a los medios de comunicación y una mayor interiorización de los prejuicios sobre el peso, con mayores comparaciones sociales entre iguales. La comparación social es mayor en mujeres con cuerpos no normativos, incluso cuando ya no presentan el trastorno de alimentación.

Violencias vinculadas a estereotipos de género y prejuicios por agentes socialización pertenencia y de referencia

La mayor exposición a situaciones de infravaloración basada en estereotipos de género y prejuicios viene de mano de las familias, seguido del personal médico y de los/as compañeros/as de trabajo o estudios. La mayoría de las mujeres encuestadas revela haber vivido situaciones de infravaloración con familiares en cuanto sus decisiones sobre alimentación (96,3 %), el aspecto físico (90,7 %), el peso (88,3 %), el ejercicio físico (86,8 %) y la forma de vestir (83,4 %).

Para las mujeres participantes, y, especialmente, para aquellas con un cuerpo no normativo que presentan actualmente un trastorno alimentario, las publicaciones en redes sociales muestran poca variedad de mujeres, y la ausencia de imágenes positivas sobre determinados grupos de mujeres puede incidir negativamente en la autopercepción de las mujeres de esos grupos. A su juicio, la imagen de las mujeres en las redes sociales hace que otras mujeres alteren su comportamiento para tratar de ajustarse a esos cánones, incluso llegando a desarrollar un trastorno alimentario. De forma específica, las imágenes retocadas de mujeres que aparecen en las redes sociales pueden influir en la percepción que otras mujeres tengan sobre su propio cuerpo, aspecto físico o peso.

Todas las participantes consideran que “se hace algún esfuerzo, pero no es suficiente” en todos los entornos: educativo, médico, laboral, medios de comunicación, redes sociales, publicidad, moda, administraciones públicas e industria audiovisual.

Es necesario emprender transformaciones sociales que den paso a una sociedad que promueva una imagen corporal positiva

El inicio a edades cada vez más tempranas de desórdenes alimentarios y su relación con problemas de salud mental en la edad adulta -como la ansiedad, la depresión o los comportamientos autolesivos-, preocupa desde hace años a quienes trabajan en el ámbito sanitario, especialmente por la falta de aceptación y conciencia de la enfermedad. A este respecto, el informe subraya la relevancia de emprender trasformaciones sociales que den paso a una sociedad que promueva una imagen corporal positiva, basada en el bienestar social, físico y emocional.

Preguntadas por ello, el 87,6% de las encuestadas considera necesaria la representación de mujeres con diversidad corporal, más del 82% subraya la importancia de no hablar del cuerpo ni del aspecto físico de las mujeres y la necesidad de desvincular la salud del peso (hablando de salud en todas las tallas corporales), mientras que el 90,7% propone no asociar el éxito de una mujer con su peso corporal o su apariencia física.

En aras de favorecer una mejor relación con sus cuerpos y la autoestima, para el 90% de las mujeres es necesario concienciar a la población general sobre los perjuicios de los estereotipos y roles de género tradicionales, así como trabajar el pensamiento crítico en la infancia y adolescencia sobre los contenidos que aparecen en los medios de comunicación o las redes sociales.

Entre un 80% y un 90% de las mujeres encuestadas cree imprescindible llevar a cabo intervenciones en colectivos de profesionales de salud, educación, medios de comunicación, redes sociales, publicidad, moda e industria audiovisual.

Las intervenciones en el ámbito de la salud son más necesarias en opinión de las mujeres con cuerpos no normativos, mientras que, para las mujeres con cuerpos normativos, es más necesario intervenir en el ámbito de las redes sociales.

Para el 74,5% es muy necesario o extremadamente necesario llevar a cabo una regulación a través de leyes y normativas. Entre un 80% y un 90% considera crucial regular en publicidad, moda, industria de la belleza e industria alimentaria, y para el 70% al 78% debería regularse la industria audiovisual y la farmacéutica.

Recomendaciones de actuación

El informe concluye con una serie de recomendaciones para abordar políticas y/o actuaciones futuras, entre ellas, las siguientes:

  • Cambiar los roles y estereotipos de género presentes en la cultura patriarcal que sostienen la inferioridad y cosificación de las mujeres y de lo femenino, teniendo en cuenta las violencias fruto de las discriminaciones relacionadas con la imagen corporal.
  • Emprender acciones de sensibilización y concienciación con un enfoque de género, feminista, interseccional, de derechos humanos, justicia social y de sostenibilidad.
  • El trabajo interdisciplinar, intersectorial y colaborativo es necesario para “prevenir prácticas alimentarias nocivas en las mujeres y desafiar las fuerzas socioculturales que las promueven y sostienen”
  • Adoptar un punto de vista interseccional, teniendo en cuenta las mayores situaciones de discriminación presentes en aquellas mujeres con cuerpos no normativos (p. ej., estigma del peso).
  • Fomentar valores de respeto a la diversidad e igualdad, de forma que se naturalice socialmente y se interiorice como un valor esencial para la convivencia.
  • Dotar a la infancia y juventud de conocimientos y herramientas para identificar, posicionarse y prevenir situaciones de discriminación entre hombres y mujeres.
  • Trabajar con la comunidad educativa para hacer de ella un agente clave de la prevención y actuación frente a todas las formas de violencia simbólica, fomentando la educación en la igualdad y derechos humanos.
  • Formar a profesionales de la salud e implicar a los medios de comunicación, redes sociales, industria audiovisual, moda, juguetes, publicidad, Administraciones Públicas.
  • Regular, a través de leyes y normativas, aquellas industrias que se están lucrando de las inseguridades corporales de las mujeres y del estigma de peso, como las industrias farmacéutica o alimenticia
  • A la hora de llevar a cabo un tratamiento eficaz en salud mental, deben tenerse en cuenta una serie de cuestiones, entre otras, las siguientes: las/os profesionales tienen que ser conscientes del rol que tiene en la salud mental la educación que se ha recibido, la interiorización de valores y normas sociales, así como de las condiciones de nuestra vida, los roles que desempeñamos y las presiones que existen sobre las mujeres; el trato debe ser no proteccionista ni autoritario, utilizando un lenguaje que resulte comprensible a las mujeres que acuden a terapia y que ayude a sentir confianza; e informar sobre el tipo de ayuda que se va a llevar a cabo y, si es privada, de lo que costará.

Se puede acceder al documento completo desde el Catálogo de publicaciones de la Administración General del Estado o bien directamente a través del siguiente enlace:

Mujeres jóvenes y trastornos de la conducta alimentaria: impacto de los roles y estereotipos de género

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