Se está produciendo una mercantilización de la existencia, imponiéndose cada vez más una ideología ‘felicista’, que promueve como imperativo la ‘búsqueda de la felicidad’. La felicidad se está convirtiendo así en un dispositivo de control social, institucionalizándose mediante su universalización, privatización, cientificación, y cajanegrización.
Así lo indica un artículo publicado en la revista Papeles del Psicólogo, por los investigadores Alex Romaní Rivera, de la Universitat Autònoma de Barcelona y la Universitat Pompeu Fabra, Sergi Parellada Guillamón y Francisco Tirado Serrano, de la Universitat Autònoma de Barcelona, a través del cual describen el fenómeno del “gobierno del bienestar”, que comprende el uso de la felicidad como herramienta de poder utilizada por organismos gubernamentales, no gubernamentales y organizaciones públicas y privadas de todo el planeta.
Tal y como señalan los autores, nuestra actualidad se caracteriza por un régimen denominado neoliberalismo, “que en vez de obstaculizar o someter, busca activar, motivar y optimizar. En vez de reprimir, permite, y en vez de repeler, seduce a través de una nueva forma de poder inteligente (smart) que destaca por su positividad y que se centra en generar emociones positivas para que nos sometamos a él voluntariamente”. A este respecto, esgrimen el término “gubernamentalidad” (acuñado por Michel Foucault), para hacer referencia al proceso mediante el cual “el Estado moldea las subjetividades de sus ciudadanos con el fin de que desarrollen prácticas que favorezcan sus programas”.
En este nuevo paradigma, en el que el poder es ejercido por el “Estado público”, las instituciones privadas, las organizaciones no gubernamentales y las grandes multinacionales, señalan que la sociedad es gobernada por dispositivos “que controlan las vidas de las personas a través de sus cuerpos y mediante la gestión de la psique”. A su vez, los autores destacan cómo, a modo de negocio, se va imponiendo una ideología ‘felicista’, la búsqueda de la felicidad como un “tipo de discurso imperativo que genera efectos adversos a nivel psicológico y social”.
Este artículo analiza cómo todas estas organizaciones e instituciones utilizan “la felicidad” para ejercer poder sobre las poblaciones de diferentes países a partir de una evaluación de sus tendencias emergentes. Con ello, los autores pretenden estimular la reflexión científica, política y social frente a la gubernamentalidad (gobierno de la mentalidad) promovido, principalmente, “por la disciplina positiva de la sociedad neoliberal”. Para tal fin, a lo largo de sus páginas analizan qué tienen en común los dispositivos de institucionalización de la felicidad, y se examinan los tipos de mecanismos que usan las organizaciones globales para (re)producir este “Imperativo de Felicidad que está (re)modelando el nuevo imaginario social del Bienestar”.
De este modo, llaman la atención ante el hecho de que, pese a que en todo el mundo hay bastantes problemas relacionados con los Derechos Humanos que siguen sin resolverse, “la ‘felicidad’ se está institucionalizando con rapidez y por todo el planeta”, instaurándose poco a poco ese ‘discurso felicista’ desde la economía y la política.
Según el artículo, este nuevo concepto de ‘felicidad’ y su búsqueda, se promueve mediante el marketing y la propaganda, a través de prácticas y discursos de la Psicología Positiva, del coaching, y de la autoayuda.
Las grandes corporaciones e instituciones están capitalizando la felicidad, el bienestar y lo emocional
En la institucionalización de la felicidad, la educación desempeña un papel fundamental, de modo que, “ya no solo se valoran los conocimientos técnicos (hard skills) o la posesión de información sino también las competencias emocionales (soft skills)”.
Así, según los expertos, nos encontramos actualmente en un nuevo tipo de capitalismo, centrado más en las emociones que en la información y donde se valoran más los recursos psicológicos (o personales) de los individuos como la Actitud, la Inteligencia Emocional, las Fortalezas personales o el Capital Psicológico.
En este contexto, las grandes corporaciones e instituciones capitalizan la felicidad, el bienestar y lo emocional: “invierten en emociones, buscan su rentabilidad, las acumulan y las venden”.
Asimismo, en línea con el capitalismo neoliberal, el Capital Psicológico se sitúa en la Psicología Organizacional Positiva, esto es, en el mundo del trabajo y de las organizaciones, “que es donde se mueve más dinero”. Se propone aquí trabajar felizmente para mejorar la productividad y “obtener una ventaja competitiva” , lo que da lugar a una nueva ética laboral, “en la que el empleado es quien debe considerar el trabajo como un espacio de autorrealización y desarrollo de sus habilidades personales”.
Para los autores de este artículo, esto supone un beneficio para las empresas, dado que constituye una menor inversión en control y supervisión externa, “a la vez que la autonomía del trabajador se presenta relacionada con su bienestar y su satisfacción personal”. Precisamente, la Psicología Positiva vincula la salud mental con el éxito, ligando la salud al capital, mediante el concepto de ‘Retorno Operativo de Inversión’, cuyo valor se calcula, según el World Economic Forum, en 2,97 euros por euro invertido en Programas de Felicidad en las empresas.
La felicidad se está institucionalizando a través de su universalización, privatización, cientificación y cajanegrización
Como característica esencial en nuestro presente actual, destacan la existencia de una “dictadura de la transparencia”, una necesidad permanente de comunicación, en la que las personas se hacen “visibles voluntariamente”, generando material y elementos sobre ellas mismas para comunicar y exhibirse de forma continua ante los demás (mediante pulseras biométricas, móviles, relojes inteligentes, etc.)
En este sentido, se está produciendo una “mercantilización integral de la existencia” a través de campañas de publicidad, el cine, las artes, las ofertas de viaje, etc., que promueven incesantemente el ‘discurso del bienestar’ (o el de “estar bien”), convirtiendo el ocio en negocio y pasando a controlar “la felicidad” esta vida privada.
Todo lo anterior evidencia cómo la felicidad se está convirtiendo así en un dispositivo gubernamentalidad y de control social, institucionalizándose a través de cuatro mecanismos: su universalización, privatización, cientificación, y cajanegrización.
La Universalización de la Felicidad
Ante la obligación (auto)impuesta por los gobiernos, por las instituciones, y por los “científicos de la felicidad”, de buscar la felicidad como imperativo universal, se crean soluciones para satisfacer esta necesidad generada, desplegándose a su vez, mecanismos que promueven la generación y recogida masiva de datos sobre los estados emocionales de los países y de los individuos, con la finalidad de crear todavía más herramientas de control social.
La Privatización de la Felicidad
De forma paradójica, la universalización “recae en manos de unos pocos: las grandes corporaciones e instituciones privadas”. Así, los gobiernos utilizan “la felicidad” como política populista “para desmarcar positivamente sus propuestas y darle un toque de valor añadido con la excusa de intentar hacer más felices a sus ciudadanos”. Se priva así al pueblo de la felicidad, para otorgarla después desde una posición de poder.
Concretamente, las instituciones privadas son conscientes de la rentabilidad que supone “capitalizar productos intangibles como las emociones” y privatizar ‘la felicidad’. En esta misma línea, y “con la excusa de investigarla”, crean los autodenominados “Institutos de la Felicidad”, con “autoproclamados expertos independientes” cuyo objetivo es informar a quienes toman las decisiones “sobre las causas y efectos de la felicidad humana, hacer que el bienestar subjetivo forme parte del debate sobre políticas públicas y mejorar la calidad de vida general de los ciudadanos de todo el mundo”.
Los autores ponen de relieve que en el ámbito académico, todos los cursos de formación sobre felicidad tienen en común que son propios (no oficiales) y que están respaldados mayormente por universidades privadas: “el hecho de tener que pagar matrículas desorbitadas para estudiar cómo ser feliz es lo mismo que tener que comprar la felicidad, una privatización que no todos pueden o están dispuestos a aceptar”.
La Cientificación de la Felicidad
De acuerdo con el artículo, dado que el estudio y divulgación de la felicidad queda “a manos de unos pocos”, la ciencia felicista “debe reconocer que los constructos que crea y promueve pueden causar efectos no deseados”. Para solventar esas consecuencias, es fundamental “que la forma de producir, concebir y transmitir el conocimiento se haga desde un prisma ético y político”. Tal y como manifiestan los autores, aunque no es necesaria una ‘ciencia de la felicidad’ para los consejos de sentido común “que esta descubre”, se empeñan en “cientifizarla para que compremos sus resultados”.
La Cajanegrización de la Felicidad
Este término describe “el proceso de invisibilización de cualquier cosa a causa de su propio éxito”. En el caso de ‘la felicidad’, al estar tan instaurada en la sociedad, ya solo queda centrarse en los beneficios que produce “y no en los mecanismos que la hacen funcionar”. Una paradoja que conlleva, que “cualquier concepto estudiado bajo el paraguas de ‘la ciencia’ se vuelva más opaco cuanto más éxito obtiene”.
La ‘cajanegrización de la felicidad’ se evidencia ante el triunfo del gobierno de la felicidad -con “modelos de gobierno para crear sociedades más felices”-, en todos los ámbitos de la vida cotidiana, y el hecho de que la cotidianidad “no se problematiza porque de forma intrínseca se da por sentada por el hecho ser corriente y ordinaria”. Los autores recomiendan intentar descajanegrizar la felicidad, planteando hipótesis complejas sobre sus sistemas de funcionamiento y siendo más reflexivos sobre sus modos de aplicación e implicaciones, siendo clave preguntarse, en el caso de ‘la felicidad’, “si los resultados obtenidos por las instituciones que la promueven son «construidos» o «reales», ya que siempre ha habido y seguirá habiendo una conexión entre la política y la ciencia natural”.
El ‘Gobierno de la felicidad’ es la dictadura encubierta perfecta para mantener el control social sin oposición
El artículo concluye recordando que el ‘gobierno de la felicidad’ es “la dictadura encubierta perfecta porque todo el mundo la quiere y porque puede usarse -y se usa- para justificar la opresión y para mantener el control social sin oposición”. Este discurso ‘felicista’ se transforma de forma distinta para “satisfacer los objetivos de cada nación”, y bajo esta premisa, “se utiliza para esquivar el debate democrático en nombre del bienestar, aunque se vulneren sus derechos humanos”.
Mediante la descripción de “las relaciones de poder en este nuevo mundo feliz por el bien de la comunidad”, los autores esperan ayudar a obtener una comprensión más profunda de los discursos y prácticas de gran variedad de ámbitos, y a fomentar la reflexión y ayudar a la toma de decisiones propias con el máximo de información disponible, con el propósito de conseguir “una verdadera liberación de la responsabilidad individual que se nos ha impuesto, logrando por fin una “depsicologización” y una “desubjetivación” de la culpa por no cumplir con los estándares de la sociedad neoliberal, del cansancio de la sociedad de la transparencia y de la infelicidad de la búsqueda interminable de la felicidad”.
Se puede acceder al artículo desde la página Web de Papeles del psicólogo o bien directamente aquí:
Romaní, A., Parellada, S. y Tirado, F. (2024). El gobierno del bienestar: ¿hacia un “mundo feliz”? Papeles del Psicólogo/Psychologist Papers, 45(2), 83-90. https://doi.org/10.23923/pap.psicol.3036