Redacción de Infocop
El cáncer constituye hoy en día un importante problema sociosanitario a nivel mundial. Se estima que uno de cada 2 hombres y una de cada 3 mujeres tendrá cáncer a lo largo de su vida y los datos epidemiológicos más recientes sugieren que su impacto global está creciendo significativamente (AECC, 2024; Rondinone y col., 2023). En este sentido, según prevé el Observatorio del Cáncer de la Asociación Española contra el Cáncer, 21,6 millones de personas de todo el mundo serán diagnosticadas de algún tipo de cáncer en el año 2030. De igual modo, así como se espera un incremento en la incidencia del cáncer a nivel mundial en los próximos años, en España, concretamente, habrá 330.000 nuevos casos, es decir, un diagnóstico cada 1,8 minutos (AECC, 2024; SEOM, 2024).
En línea con los avances en la atención del cáncer durante las últimas décadas, se han incrementado también las perspectivas de supervivencia de los y las pacientes. Se estima que hay más de 12 millones de supervivientes de cáncer en Europa (incluidos países no pertenecientes a la UE), una cifra que se espera, ascienda alrededor de un 3% cada año (Pousette y Hofmarcher, 2024).
Con el aumento de la tasa de incidencia del cáncer y de la supervivencia en una sociedad cada vez más envejecida, se plantea otro gran reto para los próximos años: poner el foco sobre las necesidades no cubiertas tanto de los y las pacientes desde el mismo momento del diagnóstico, como de los/as supervivientes (AECC, 2024).
Fuente: freepik. Foto: freepik. Fecha: 01/04/24
El 37% de los/as españoles que recibieron un diagnóstico de cáncer en 2023 se encontraban en edad laboral
Es bien sabido que el cáncer tiene un significativo impacto económico, social y de salud, con repercusiones en todas las esferas de la vida, tanto de la persona diagnosticada como de sus familiares (AECC, 2022; Rondinone y col., 2023).
De acuerdo con los datos actuales, más de dos millones de personas en edad laboral (entre 20 y 65 años) son diagnosticadas de cáncer anualmente en Europa. Concretamente, en nuestro país, el 37,4% de la población que recibió un diagnóstico de cáncer en 2023 se encontraba en edad de trabajar, siendo todos ellos susceptibles de sufrir algún tipo de impacto laboral a causa de la enfermedad (Wengström y Torp, 2023; Rondinone y col., 2023; AECC, 2024). De hecho, el 28,4% de los/as pacientes de cáncer afirman haber perdido o dejado el trabajo después de la enfermedad y un 3% haber cambiado de trabajo como consecuencia de esta (AECC, 2024).
La pérdida de empleo se ha correlacionado con dificultades económicas a corto y largo plazo entre las personas con cáncer. La toxicidad financiera, que resulta de menores ingresos y mayores gastos después de un diagnóstico de cáncer, está asociada a una mayor carga de síntomas y angustia emocional y una menor calidad de vida y adherencia al tratamiento (Blinder y Gany, 2020; Rondinone y col., 2023).
Esto sitúa en un primer plano nuevos y mayores desafíos, a medida que las personas pierden recursos financieros, se aíslan cada vez más y sufren una falta de apoyo social. Mientras que para la economía esto conduce a una pérdida global de personal laboral, talentos y productividad, para el sistema sanitario supone un importante reto, ya que trata con pacientes vulnerables, tanto a nivel psicológico como económico (Wengström y Torp, 2023).
Varios síntomas del cáncer y del tratamiento impactan negativamente y de forma significativa en el funcionamiento laboral
La evidencia señala que varios síntomas de la enfermedad, así como de los tratamientos terapéuticos a corto y largo plazo, provocan una disminución significativa del rendimiento y funcionamiento laboral que, a la larga, les dificulta, si no imposibilita, continuar realizando sus tareas habituales de forma adecuada y segura (Rondinone y col., 2023). A este respecto, el cáncer y su tratamiento pueden provocar una amplia variedad de síntomas, tales como, altos niveles de fatiga, dolor, deterioro cognitivo, deterioro funcional, problemas de concentración, de atención y memoria, ansiedad, angustia, tensión emocional, depresión, alteración de la imagen corporal y la autoestima, y sentimientos de aislamiento (So y col., 2022; Wengström y Torp, 2023; Rondinone y col., 2023; Matsunaga y col., 2024; AECC, 2024).
En esta misma línea, diversos estudios han señalado el impacto a corto y largo plazo del deterioro cognitivo relacionado con el cáncer, afectando de forma importante a la identidad, las relaciones y la confianza en el lugar de trabajo de una persona, así como a su rendimiento laboral (Haywood y col., 2023). Otros estudios destacan el papel de los síntomas depresivos, la angustia y las percepciones negativas en torno a la enfermedad, como predictores del presentismo y la pérdida de productividad laboral (So y col., 2022). Con relación al tratamiento, algunas investigaciones han advertido que los efectos secundarios de la quimioterapia (quimiocerebro) pueden persistir meses e incluso años tras finalizar el tratamiento del cáncer y minimizan la capacidad laboral y el funcionamiento ejecutivo (Haywood y col., 2023; Wengström y Torp, 2023).
El riesgo de desempleo es 1,4 veces mayor en personas con cáncer
Las consecuencias sociales y profesionales ante esta situación son múltiples, destacando, entre ellas, una reducción general de la calidad de vida y del funcionamiento diario, así como dificultades para conservar el trabajo (Wengström y Torp, 2023).
El elevado índice de absentismo en la fase inmediatamente posterior al diagnóstico, la incapacidad para cumplir horarios y mantener el ritmo de trabajo, la estigmatización del cáncer en responsables y compañeros, la toma de decisiones en la comunicación del diagnóstico a la empresa, el miedo a ser rechazado por ello o el posible daño en sus perspectivas profesionales, la falta de información sobre derechos laborales o el impacto emocional, son algunas de las experiencias comunes que suelen vivir las personas con un diagnóstico de cáncer y que pueden determinar las dificultades laborales que, a menudo, conducen a tasas de desempleo más elevadas y afectan a la reincorporación al trabajo (Tikka et al., 2017; Bevan y Wilson, 2022; Rondinone y col., 2023; AECC, 2024).
En este sentido, las cifras revelan que hasta el 53% de las personas que viven con cáncer experimentan la pérdida de un empleo, y el riesgo general de desempleo es 1,4 veces mayor en pacientes con cáncer que en pacientes sin cáncer (de Boer y col., 2015; Tikka et al., 2017; Bevan y Wilson, 2022; Rondinone y col., 2023).
Como señalábamos anteriormente, perder el trabajo puede derivar en la pérdida de ingresos y provocar la dependencia económica de terceras personas (como familiares y amistades), una situación de dependencia que aumenta de forma significativa en casi un 20% de los casos (AECC, 2022).
A pesar del aumento en la supervivencia del cáncer, la proporción de personas que regresan exitosamente al trabajo sigue siendo muy baja
Cabe señalar que el diagnóstico de cáncer no sólo puede afectar a la vida laboral del/de la paciente, sino también a la de sus familiares y seres queridos que, en muchos casos, encuentran múltiples dificultades para conciliar: un 6,8% de cuidadores han perdido/abandonado el trabajo a causa de la enfermedad (sin contar bajas laborales) y un 2,2% de ellos se han visto obligados a cambiar de trabajo por este mismo motivo (AECC, 2024).
A pesar del alentador aumento en la supervivencia al cáncer registrado en las últimas décadas, la proporción de personas que viven con cáncer y que regresan exitosamente al trabajo sigue siendo ‘decepcionantemente baja’ (Bevan y Wilson, 2022).
De acuerdo con los expertos, esto es debido a que durante la fase de supervivencia, las personas deben hacer frente a una amplia gama de consecuencias físicas, psicológicas y profesionales debido a su enfermedad (Pousette y Hofmarcher, 2024). En comparación con el resto de la población, el riesgo de estar en desempleo aumenta un 34% en supervivientes de cáncer (AECC, 2024).
Los supervivientes de cáncer enfrentan una serie de obstáculos que impactan en su reincorporación al trabajo
Según la Asociación Española contra el cáncer (AECC, 2024), en esta fase, los y las pacientes además enfrentan una serie obstáculos, entre ellos, los siguientes:
- Un largo periodo de inactividad en el caso de ausencia laboral. De hecho, la inactividad es un riesgo importante del que informan las personas supervivientes, hasta cinco años después del diagnóstico (Wengström y Torp, 2023).
- Síntomas residuales, secuelas (transitorias o crónicas, psíquicas o físicas, de mayor o menor grado) u otras limitaciones que dificultan la reincorporación inmediata o impiden retomar las funciones habituales (So y col., 2022). A este respecto, las personas supervivientes de cáncer suelen sufrir efectos físicos tardíos y a largo plazo, como dolor, fatiga, pérdida de apetito, problemas relacionados con capacidades cognitivas y deterioro cognitivo (concentración, memoria a corto plazo, expresión verbal y habilidades espaciales), así como problemas psicológicos y sociales relacionados con la angustia, bajo estado de ánimo, el miedo a la recurrencia, inseguridad y dificultades para emprender actividades sociales, roles familiares y laborales (Lee et al., 2017; Bijker et al., 2018; Andreu y col., 2023; Matsunaga y col., 2024).
- La necesidad de búsqueda de un nuevo empleo después de un largo tiempo sin trabajar, tras un despido o porque no es posible la reincorporación al puesto que tenían antes de la enfermedad.
- Dificultades para la adaptación del puesto de trabajo y compatibilizar la vida laboral con la situación de enfermedad avanzada.
Muchas personas con cáncer consideran que su enfermedad está muy estigmatizada en su lugar de trabajo
- Personas autónomas con mayores dificultades de retomar la actividad. Los datos indican que aquellos supervivientes de cáncer que trabajan por cuenta propia, suelen seguir trabajando tras el diagnóstico de cáncer, con un porcentaje medio más alto de salarios perdidos al año que las personas contratadas por cuenta ajena (Blinder y Gany, 2020).
- Estigmatización del cáncer en responsables y compañeros y/o dificultades en la comunicación y en la relación. Muchas personas que viven con cáncer consideran que su enfermedad está muy estigmatizada en el lugar de trabajo. Sin embargo, la mayoría de los empleadores no reconocen este estigma, cuyas raíces pueden encontrarse en ‘creencias obsoletas sobre la mortalidad por cáncer y preocupaciones sobre las adaptaciones laborales y la recurrencia’ (World Economic Forum, 2024).
- Se ha observado que los supervivientes de cáncer con trabajos más exigentes físicamente y que presentaban un funcionamiento físico más deficiente tras el diagnóstico, suelen retrasar el retorno al trabajo (So y col., 2022).
- Dificultades en procesos de incapacidad permanente.
Beneficios de la actividad laboral para las personas supervivientes
Existe evidencia científica suficiente que confirma que la actividad laboral desempeña un papel clave en la calidad de vida de las personas que superan un cáncer (INSST, 2023b; Andreu y col., 2023). Se ha observado que regresar al trabajo después de la experiencia de la enfermedad permitiría restaurar un sentido de normalidad, control, bienestar, identidad personal y conexión con los demás, además de un aumento de la autoestima y contribuir a la independencia económica, mientras que la idea de no poder tener un trabajo puede representar una derrota personal que puede conducir a dificultades duraderas (Blinder y Gany, 2020; Bevan y Wilson, 2022; Andreu y col., 2023).
Apoyar a los supervivientes de cáncer desempleados para retornar al trabajo puede tener amplios beneficios, no solo individuales sino también sociales (Bevan y Wilson, 2022; van Ommen y col., 2023; Wengström y Torp, 2023).
Por lo tanto, es prioritario emprender políticas, estrategias e intervenciones prácticas destinadas a apoyar una reincorporación al trabajo más temprana, así como la empleabilidad de los pacientes y supervivientes de cáncer (Rondinone y col., 2023).
Precisamente, la necesidad de abordar el retorno al trabajo tras la enfermedad está recogida en el texto de la Estrategia Española de Seguridad y Salud en el Trabajo 2023-2027 (INSST, 2023a), que incluye como línea de actuación prioritaria dentro de su cuarto objetivo, las actuaciones dirigidas a facilitar la empleabilidad y el retorno de las personas al trabajo, con especial atención a las personas con enfermedades que han superado un cáncer. Con este propósito señala dos acciones: la elaboración de guías que trasladen la evidencia científica a la práctica y la reincorporación paulatina o parcial a la actividad profesional (INSST, 2023b).
Factores que pueden facilitar la vuelta al trabajo
En primer lugar, es crucial tener en cuenta una serie de factores que facilitan que las personas supervivientes de cáncer puedan volver al trabajo, tales como, tener una imagen corporal positiva, un buen estado físico y mental, la percepción de bienestar, o disponer de apoyo social en el trabajo tanto de supervisores/as como de compañeros/as sin sentir temor la discriminación, entre otros (Lee et al., 2017; Olsson et al., 2017; World Economic Forum, 2024).
Tener un trabajo también puede verse facilitado por la voluntad de los empleadores de realizar adaptaciones laborales (como la reducción de horas de trabajo, la flexibilidad de horarios, la modificación o reorganización de tareas, la provisión de apoyos y adaptaciones al puesto, el fomento de un entorno seguro, solidario e inclusivo, el teletrabajo o los permisos retribuidos), que mitiguen los efectos negativos del cáncer manteniendo una cultura y un entorno laboral de apoyo (Wang et al., 2018; Blinder y Gany, 2020; Bevan y Wilson, 2022; Andreu y col., 2023; INSST, 2023b; Rondinone y col., 2023; World Economic Forum, 2024).
Para tal fin, es trascendental concienciar sobre la posibilidad, la necesidad, los beneficios y la importancia de este tipo de adaptaciones, y también sobre el impacto negativo que la falta de las mismas podría suponer para los supervivientes de cáncer, la cultura y el entorno laboral y, por último, la prosperidad de la empresa (Andreu y col., 2023).
Considerando que la influencia del cáncer en el ámbito laboral varía en función de diversos factores, como la edad, el nivel educativo, el diagnóstico específico de cáncer, la presencia de otras patologías, el tipo de empleo, las condiciones laborales y la fase del proceso en que se encuentre (AECC, 2024), es necesario que las intervenciones adopten un enfoque centrado en la persona, para poder abordar la multiplicidad de factores que pueden afectar a la capacidad de los supervivientes de cáncer para trabajar durante y/o después del tratamiento (Blinder y Gany, 2020).
Según señalan Wengström y Torp (2023) hay intervenciones efectivas disponibles para ayudar a los supervivientes a regresar al trabajo y permanecer en él. Los resultados actuales señalan que los programas integrados y multidisciplinarios (que normalmente comprenden una combinación de intervenciones psicoeducativas, psicológicas, vocacionales, de promoción de la actividad física, etc.), son los que han demostrado tener un impacto más positivo en el proceso de incorporación laboral y se asocian con la mejora del bienestar de los trabajadores y con mejores resultados laborales (de Boer y col., 2015; Blinder y Gany, 2020; Andreu y col., 2023; Rondinone y col, 2023; Wengström y Torp, 2023; INSST 2023b).
Los programas integrados y multidisciplinarios, con un enfoque centrado en la persona son eficaces
Bajo este enfoque, las intervenciones efectivas del retorno al trabajo deben centrarse no solo en el manejo de los síntomas, sino también en abordar las preocupaciones psicológicas, sociales y ambientales derivadas del trabajo. Según los expertos, una intervención a nivel organizacional o de políticas que involucre, desde las primeras etapas, a un equipo multidisciplinario compuesto por psicólogos, psicooncólogos, enfermeras, profesionales de la salud ocupacional y demás partes relevantes en ámbito laboral, puede ser de gran utilidad para desarrollar una política organizacional personalizada que promueva resultados positivos relacionados con el trabajo en personas con cáncer (Bijker y col., 2018; Andreu y col., 2023; Rondinone y col., 2023; Le y col., 2023; Fielding y col., 2024).
Por su parte, los empleadores deben incorporar principios sólidos de rediseño del trabajo (en el que las tareas laborales se reordenan para reducir la carga o la intensidad del trabajo), un regreso gradual al trabajo y rehabilitación vocacional en sus políticas y prácticas para garantizar que todos los empleados con un diagnóstico de cáncer tengan más posibilidades de prosperar en el trabajo una vez que regresan (Bevan y Wilson, 2022).
Todas las referencias bibliográficas de este artículo se encuentran disponibles a través del siguiente enlace: