Vivimos en sociedades cada vez más dinámicas y cambiantes donde las nuevas tecnologías presentan un uso prácticamente generalizado (OEDA, 2022), formando parte, progresivamente, de la rutina diaria de niños, niñas y adolescentes (Ricci y col., 2022). De hecho, en los últimos años, ha habido un aumento significativo en el uso de Internet entre los/as niños/as de 0 a 8 años, debido, en parte, porque comienzan a utilizar dispositivos digitales a edades cada vez más tempranas (OECD, 2023).
Según señala la ONU (2023) en todo el mundo, un niño se conecta a Internet por primera vez cada medio segundo. Sus datos a nivel mundial muestran que los y las menores pasan ahora más tiempo que nunca conectados online: un 75% de los/as jóvenes de entre 15 y 24 años tienen conexión a internet, en comparación con el 65% del resto de la población mundial.
En España, concretamente, los últimos datos del INE (2023) muestran que el teléfono móvil está presente en el 99,5% de los hogares con, al menos, un miembro de 16 a 74 años. Se observa que el 93,1% de los y las menores de 10 a 15 años usa ordenador, el 94,7% navega por Internet y el 70,6% utiliza teléfono móvil. Desglosado por franjas de edad, destaca que un 23,3% de los menores de 10 años ya tiene móvil propio; el 45,7%, con 11 años; el 72,1%, con 12 años; el 88,2%, con 13 años; el 94,1%, con 14 años; y el 94,8%, con 15 años.
Fuente: freepik. Foto: freepik. Fecha: 05/12/23
Palabras como “binge watching”, “live tweeting” e “hiperconectado” son un reflejo de nuestro mundo, cada vez más virtual, y que impacta en la forma en que los niños y las niñas crecen, aprenden, juegan e interactúan. A este respecto, cuanto más tiempo pasan conectados en Internet, mayor es su exposición, tanto a las oportunidades y beneficios que conlleva como a los posibles riesgos que entraña (OECD, 2023).
Entre los beneficios, diversos estudios destacan: una mejora de la educación; una mayor oportunidad de aprendizaje y acceso a diversos materiales y fuentes de información; fomento del intercambio de información e ideas; una mejor expresión y potenciación del lado creativo; una mayor aceptación y socialización o estar más conectados con lo que sucede en la vida de sus amigos/as (ONTSI, 2023; Muppalla y col., 2023; OECD, 2023).
Por el contrario, los principales riesgos señalados abarcan desde el miedo a perderse algo en las redes (FOMO), hasta la exposición a determinados cánones estéticos; reducción de relaciones sociales; robo y difusión de información personal; acceso a información errónea (fake news); exposición a imágenes y contenido sexual explícito; exposición a contenidos de odio y/o violencia; ciberacoso; acoso sexual; grooming; mensajes que incitan a autolesionarse e incluso a cometer suicidio, etc. (ONTSI; 2023; Muppalla y col., 2023; OECD, 2023; UNICEF, 2023; ONU, 2023; Li y col., 2023). Según el último Informe de Seguridad Online de Microsoft, el 74% de los y las adolescentes reconoce haber experimentado alguno de estos riesgos en Internet.
De acuerdo con la literatura, el uso problemático de redes sociales a estas edades, se relaciona con una serie de consecuencias negativas, tales como: bajo rendimiento académico; dificultades en el desarrollo del lenguaje; problemas de sueño; problemas relacionados con la alimentación; insatisfacción con la imagen corporal; problemas de conducta; menores niveles de autoestima; mayores niveles de depresión; ansiedad; sensación de soledad y problemas de salud mental en general (Ricci y col., 2022; Muppalla y col., 2022; ONTSI, 2023).
Sin embargo, a pesar de lo expuesto, una reciente encuesta revela que el 24,5% de los padres y madres españoles afirma no haber hablado nunca con sus hijos/as sobre los peligros y riesgos de Internet y que, tan solo un 36% de los y las menores, ha recibido formación sobre ciberseguridad en sus centros educativos (Kapersky, 2023).
Los expertos consideran que impedir el uso de internet es una medida utópica desde que la sociedad hace uso de las tecnologías, por lo que subrayan la importancia de que tanto las familias, como los centros educativos y los profesionales de la salud comprendan y conozcan los riesgos potenciales de su uso excesivo e implementen estrategias para empoderarlos en el mundo digital y promover su desarrollo saludable, incluidas actividades alternativas, que fomenten las habilidades cognitivas, lingüísticas y socioemocionales (Ricci y col., 2022; Muppalla y col., 2023; OECD, 2023).
En este contexto, la creciente preocupación por los riesgos potenciales del uso de Internet, los medios digitales y las redes sociales (OEDA, 2022) ha desembocado, en los últimos días, en un amplio debate en torno a la conveniencia de restringir el uso de móviles en niños y niñas menores, que se ha extendido a diversas comunidades autónomas y ha trascendido a diferentes sectores sociales, educativos e incluso sanitarios.
Por un lado, se han llevado a cabo iniciativas, como la recogida de firmas a través de la plataforma Change.org, para prohibir por Ley el uso de móviles a menores de 16 años, que ha culminado con el registro en el Congreso de más de 63.000 firmas solicitando esta medida.
Con relación a ello, la Asociación Española de Pediatría (2023) ha publicado una serie de consideraciones, recordando que “los estudios científicos no han demostrado, por el momento, que las prohibiciones indiscriminadas en el uso de los dispositivos móviles supongan un beneficio para la salud de los niños y adolescentes”, y abogando por “aprender a hacer un uso saludable de los dispositivos digitales a cualquier edad”, de modo que, para proteger a los/as menores de los potenciales riesgos, destaca la trascendencia de una acción colectiva y consensuada entre familias, centros escolares, las instituciones encargadas de la protección a la infancia, las empresas tecnológicas y la sociedad en general, siendo preciso brindarles educación y formación, “basada en la evidencia científica más actualizada”. Una postura avalada también por la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD).
Pero, ¿qué valoración se hace al respecto desde la Psicología? Para conocer la aportación del punto de vista psicológico a este debate, Infocop ha querido entrevistar a dos expertos en el ámbito: los psicólogos especialistas en Psicología Clínica José Ramón Ubieto y Marino Pérez.
De izqda. a dcha.: José Ramón Ubieto y Marino Pérez Álvarez
José Ramón Ubieto es miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis. Colaborador docente de la UOC, UB y URL. Colaborador habitual del diario La Vanguardia y The Conversation, ha publicado en diversas revistas nacionales e internacionales. Autor, entre otros, de “Bullying. Una falsa salida para los adolescentes” (2016), “Niñ@s hiper. Infancias hiperactivas, hipersexualizadas, hiperconectadas” (2018), “Del Padre al iPad. Familias y redes en la era digital” (2019), “El mundo pos-COVID. Entre la presencia y lo virtual” (2021), y “¿Bienvenido Metaverso? Presencia, cuerpo y avatares en la era digital” (2022), acaba de publicar «¿Adictos o amantes? Claves para una salud mental digital en las infancias y adolescencias« (2023).
Marino Pérez Álvarez ha ejercido la práctica profesional como psicólogo clínico y escolar y ha sido catedrático de Psicología de la Universidad de Oviedo hasta 2022. Miembro de la Academia de Psicología de España, es autor de más de doscientos artículos en revistas especializadas, así como de más de veinte libros. Entre ellos: La invención de los trastornos mentales (con Héctor González Prado); El mito del cerebro creador; Ciencia y pseudociencia en psicología y psiquiatría; Nadie nace en un cuerpo equivocado: éxito y miseria de la disforia de género (con José Errasti), y, recientemente, “El individuo flotante. La muchedumbre solitaria en los tiempos de las redes sociales”.
ENTREVISTA
Infocop: Según los últimos datos del INE, el 94,7% de los y las menores de 10 a 15 años navega por Internet y el 70,6% ya tiene teléfono móvil. En su opinión de expertos, ¿qué beneficios y riesgos implica este mayor uso de nuevas tecnologías e Internet en la infancia?¿cómo impacta, concretamente, el uso del móvil en todos los ámbitos de la vida diaria del menor?
Marino Pérez: Sin negar para nada sus grandes prestaciones, el uso del móvil está suponiendo un impacto preocupante en los menores en edades escolares. Cabe distinguir tres tipos de impactos. Uno es la exacerbación de problemas que ya venían de antes como la ansiedad, la depresión, las conductas autolesivas y los trastornos de la alimentación, entre otros. Esto ocurre de forma creciente desde 2012, cuando se generaliza el uso de las redes sociales. La llamada ‘crisis de salud mental de la infancia, adolescencia y juventud’ es, en buena medida, cosa de las redes sociales.
Otro tipo de problemas, vinculado al diseño de las redes sociales, se refiere a la adición al móvil, una adicción comportamental similar a la de los videojuegos y máquinas tragaperras (comparables a las adicciones a sustancias), y la ‘selfitis’. Más allá de la manía de hacer selfis, la ‘selfitis’ supone la identificación con una imagen filtrada de sí mismo en detrimento de cómo es uno en realidad, al extremo de requerir cirugía plástica para parecerse al selfi preferido. Uno termina repudiándose a sí mismo en favor de su imagen falsificada. Un tercer problema es la vida en una burbuja ‘algoritmizada’, que alimenta con la propia papilla de opiniones y gustos con la que uno fue cebado, empobreciendo la vida y polarizando la visión del mundo. Amén del narcisismo, de la idolatría del yo y del problema de la atención señalados por Ramón Ubieto en su libro “¿Adictos o amantes?”.
José Ramón Ubieto: Las tecnologías digitales aportan conectividad, facilitan la socialización (especialmente de los más inhibidos) y ofrecen vías alternativas de formación y creatividad. Por el contrario, exacerban algunas pasiones (narcisismo, sadismo, exhibicionismo, voyerismo), pueden facilitar algunos pasajes al acto (autolesiones, suicidios, apuestas) y, sobre todo, colonizan la atención, focalizada en la pantalla en detrimento de lo presencial. El móvil se constituye cada vez más como una prótesis subjetiva que sirve de interfaz entre lo real y lo virtual. Es a través de él que exploramos el saber y las pautas de comportamiento en cualquier ámbito vital (amistad, sexualidad, ocio, aprendizaje).
I.: De forma específica, ¿consideran que el nivel socioeconómico familiar de los y las menores influye de algún modo en su acceso a Internet y en el tipo de contenido que visualizan?
M.P.: El nivel socioeconómico no marca la diferencia de acceso a las redes sociales en la medida en que es gratis, y esto debiera hacernos sospechar, porque el producto en venta somos nosotros mismos tanto más valiosos para las redes sociales cuanto más enganchados. Otra cosa es la mayor regulación de uso que puedan tener familias más acomodadas. El nivel socioeconómico influye también en el acceso a móviles más caros y sofisticados, lo que a su vez no deja de suponer una tiranía para quienes no dispongan de los medios para estar a la última dando lugar a tensiones y conflictos familiares. En cuanto a los contenidos, las redes sociales son bastante democráticas en ofrecer sus peores usos (por ejemplo, para el acoso) y basura (por ejemplo, pornografía).
J.R.U.: por nuestra parte, nosotros hemos comprobado (“Del padre al iPad. Familias y redes en la era digital” [2019] y “¿Adictos o amantes? Claves para la salud mental digital en infancias y adolescencias” [2023]) que los/as niños y adolescentes de clases desfavorecidas pasan casi el doble de horas que los de clase media/alta y consumen contenidos sin control parental. Los niños/as y adolescentes de mejor condición económica tienen más regulado su acceso a internet directamente por parte de los padres o a través de apps de control parental, que los progenitores revisan regularmente. La falta de tiempo de las familias de clase baja (por dificultades de conciliación laboral -en la mayoría de los casos-, por falta de competencias digitales o por ausencia de conciencia sobre los riesgos de las pantallas) es un factor determinante.
Bajo su punto de vista, ¿qué opinan de la medida que están solicitando desde algunas asociaciones de padres y por parte de algunos docentes, de prohibir por Ley el uso de móviles hasta los 14 años e incluso, hasta los 16? ¿consideran que ésta puede ser una medida eficaz?
M.P.: Desde luego, algo hay que hacer, y una iniciativa colectiva desde los padres y docentes es fácil de entender puesto que están viendo y viviendo el problema desde dentro. Todo ha sido tan rápido que ahora es difícil regular y poner límites a algo que es ubicuo amén de útil en tantos aspectos. Pero alguna regulación es necesaria que incluya prohibiciones. Frente a prohibir se invoca educar, pero la educación implica límites y prohibiciones (como la educación vial, semáforos y demás).
La prohibición del móvil en la escuela choca con su uso escolar, pero la enseñanza no debiera hacerse dependiente de los móviles. Los países en el top del informe PISA (asiáticos y del norte de Europa) no se caracterizan precisamente por el uso de pantallas en clase. Por otra parte, los escolares tienen poco que aprender de sus profesores para manejarse con el móvil (como no sea usarlo menos).
J.R.U.: El movimiento de padres para retrasar la entrega del móvil es una magnífica iniciativa que confirma la necesidad de plantear acciones colectivas frente a una tecnología muy intrusiva, difícil de regular de manera individual (por cada niño o familia). La idea de prohibición como límite radical no ayuda porque hoy los smartphones ya no son objetos asilados, complementos de la vida real. Ahora, esos objetos ya han constituido un nuevo mundo digital, híbrido entre lo real y lo virtual, y resulta ilusorio prohibir el mundo en que todos vivimos. Mejor, entonces, plantear condiciones temporales y espacios de uso que permitan habitar este nuevo mundo sin renunciar ni a los principios (respeto, privacidad, solidaridad, equidad, diversidad) que nos sirven en el día a día ni a la presencia como génesis necesaria para los vínculos humanos y los lazos sociales.
Como expertos en el ámbito, ¿cuál creen que es la mejor medida que puede implementarse en estos casos?
M.P.: La regulación institucional escolar incluyendo su prohibición en los centros escolares (nada de tenerlo en el aula ni en el recreo). La promoción de entrenamientos alternativos que fomenten las relaciones sociales (juegos colectivos, etc.). Mi eslogan sería “más libros y menos móviles”. Estudiar en clase el funcionamiento de las redes sociales como tema escolar con miras a ver cómo nos hacen adictos y desmotar la seducción engañosa de los influencer.
J.R.U.: Fundamentalmente, habría que profundizar en 3 estrategias que van unidas:
- Avanzar en la desconexión digital (menos horas de pantallas). Hacerlo colectivamente y de manera gradual creando espacios libres de conectividad (comidas, sueño, aulas, patios…).
- Incidir en la alfabetización digital (al igual que la anterior, sirve para adultos y menores) para usar mejor la tecnología preservando los principios éticos que nos orientan en la convivencia social.
- Proponer, en positivo, alternativas presenciales que unan la atención al deseo en el lazo al otro: deporte, lecturas, salidas, encuentros grupales. Con políticas sociales públicas, compensatorias en aquellas familias con menos recursos.
I.: ¿Qué papel pueden desempeñar aquí tanto los poderes legislativos y las administraciones, como la sociedad en general y la industria? ¿Y desde el centro educativo y el ámbito familiar?
M.P.: Un papel regulador como vengo diciendo que ponga límites y a su vez ofrezca alternativas de entretenimiento, de relaciones sociales propiamente, sin hacer dependiente la enseñanza de las pantallas (lo justo, y mejor con dispositivos del centro). No es de esperar que la industria se autorregule, pero los poderes legislativos debieran exigirles alguna regulación. Por ejemplo, con tal de que suprimieran los “me gusta”, las notificaciones de mensajes y el deslizamiento infinito de la pantalla, las redes perderían buena parte de genio maligno. El genio maligno de las redes sociales son los “me gusta”, que meten en el infierno de la comparación, la envidia y la soledad.
J.R.U.: Vivimos un secuestro de la atención por la industria, que monetiza la llamada economía de la atención. Para recuperar la presencia y la conversación como procedimientos propios del ser hablante es necesario un movimiento social que corrija los sesgos y excesos de una tecnología que no tiene nada de neutra. La administración debe legislar e implementar medidas de regulación globales, la industria tiene que ser más transparente en su funcionamiento y colaborar con las indicaciones de los departamentos de salud y educación. Las escuelas y las familias, cada una en su ámbito, deben acompañar a las infancias y adolescencias en el buen uso de la tecnología asegurando que lo digital sea un complemento y no un sustituto del lazo social. Que la conexión no remplace el vínculo, que exige compromiso y tiempo juntos.
I.: Para finalizar, ¿desean añadir algún otro comentario al tema que nos ocupa?
M.P.: Quienes tengan que regular el uso del móvil han de saber cuatro cosas:
1) Las redes sociales están diseñadas para captar nuestra atención y venderla al mejor postor (por eso son gratis), al servicio del capitalismo de la vigilancia y de la economía de la atención. No están diseñadas para mejorar la educación de los niños o algo así.
2) El funcionamiento de las redes sociales está diseñado para su adicción, con la misma tecnología conductual de las máquinas tragaperras de Las Vegas.
3) El uso problemático de las redes (prácticamente inevitable) va en detrimento de las relaciones sociales presenciales, de la conversación, y de pensar (hablar consigo mismo en silencio) que se ha vuelto insoportable.
4) Las redes sociales fomentan la soledad y la envidia, como mostré en El individuo flotante: la muchedumbre solitaria en tiempos de las redes sociales.
J.R.U.: Los psicólogos ya estamos contribuyendo a este debate tal como muestran algunos recientes libros como “El individuo flotante. La muchedumbre solitaria en los tiempos de las redes sociales” de Marino Pérez Álvarez. Lo hacemos en varios planos. En el terapéutico, interviniendo clínicamente en aquellos casos donde la alienación digital impide a un sujeto vivir su vida. En el preventivo, analizando, de manera abierta pero crítica, la lógica digital desmontando algunos tecnomitos que nos impiden avanzar en una buena salud digital (‘nativos digitales’, ‘tecnología neutra’, ‘lo virtual puede sustituir lo real’) y ayudando a padres y docentes a recuperar su condición original de primeros influencers en la vida de los alumnos e hijos.
Todas las referencias de este artículo se pueden consultar aquí.