Como seres humanos, nuestra salud física y mental están intrínsecamente ligadas a nuestros entornos. El cambio climático, si no se aborda, tendrá consecuencias catastróficas en la salud mental de muchas comunidades. Así lo advierte un informe publicado por la International Society for Traumatic Stress Studies.
El documento, titulado Global Climate Change and Trauma, describe el estado actual del conocimiento sobre el cambio climático y su impacto en la experimentación de estrés. Asimismo, se establecen los desafíos que presenta el impacto del cambio climático en la salud mental y se ofrecen recomendaciones para fomentar el desarrollo y la colaboración entre los sectores de salud pública, política, clínico y de la investigación para hacer frente a este nuevo desafío.
Según explican los autores, el bienestar psicológico es sensible a los riesgos del cambio climático. La mayoría de los estudios empíricos se han centrado en los efectos de la exposición a eventos climáticos extremos relacionados con el clima. Entre dichos eventos agudos se encuentran las inundaciones, los ciclones tropicales, los incendios forestales y las olas de calor. Aunque la mayoría de las comunidades expuestas demuestran resiliencia, la exposición a estos eventos adversos se ha demostrado que puede aumentar la angustia psicológica. A largo plazo, puede desencadenar problemas de salud mental como depresión, ansiedad y trastorno de estrés postraumático (TEPT), y empeorar condiciones de salud mental preexistentes.
Asimismo, la literatura científica ha puesto en evidencia la asociación entre la salud mental y la exposición a eventos climáticos más lentos y crónicos. Entre dichos eventos se encuentra el aumento del nivel del mar, el deshielo, el aumento de las temperaturas y la sequía crónica, indica el texto.
Estos cambios en las circunstancias de vida habitual generados por el impacto del cambio climático pueden contribuir sustancialmente al aumento del estrés. De esta manera, las condiciones de cambio climático, tanto agudas como crónicas, pueden aumentar la frecuencia y gravedad de eventos traumáticos. Esto, a su vez, puede llevar al desarrollo de problemas de salud mental, explican los expertos.
Debido a su elevada incidencia, los expertos insisten en la necesidad de ampliar el conocimiento sobre el impacto del cambio climático en la salud mental. Asimismo, es importante reforzar las medidas para mitigar su impacto en diferentes niveles de acción.
Así, por ejemplo, los autores reconocen la evidencia científica que sustenta determinadas intervenciones psicológicas que han sido aplicadas en el contexto de fenómenos meteorológicos extremos y otras catástrofes. Entre dichas intervenciones, se encuentra la terapia cognitivo-conductual centrada en el trauma, la terapia de exposición narrativa, el EMDR, la activación conductual y la terapia interpersonal.
Además de estas intervenciones, los expertos apuntan a la eficacia prometedora de las terapias de tercera generación en este ámbito. Estas intervenciones psicológicas podrían ser útiles para apoyar a las poblaciones afectadas por el cambio climático. Estas terapias, como la Terapia Cognitiva Basada en Mindfulness y la Terapia de Aceptación y Compromiso, se centran en la experiencia del momento presente y el desarrollo de atención plena, que se ha visto que tiene una asociación con el bienestar subjetivo y el comportamiento ecológicamente responsable. Por su parte, la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) puede ayudar a transformar la incertidumbre relacionada con el cambio climático en acciones que promuevan la adaptación y mitigación del mismo, sugieren los autores.
En definitiva, el documento resume las iniciativas relevantes actuales y futuras que se pueden implementar en la salud pública, en el desarrollo de políticas, en el ámbito de atención clínica y en el área de la investigación, ofreciendo recomendaciones para priorizar, promover y proteger la salud mental y el bienestar de las personas, comunidades y sociedades frente al cambio climático.