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Cada 19 de octubre celebramos el Día Mundial contra el Cáncer de Mama. Y es que este tipo de cáncer es el más frecuente en las mujeres, pero también uno de los que mayor tasa de supervivencia tienen. Sin embargo, para las personas afectadas por esta enfermedad la repercusión de esta no termina cuando acaba el tratamiento primario. Las personas que son diagnosticadas de cáncer de mama a menudo tienen que ser tratadas con diferentes terapias. La gran mayoría tendrán que ser sometidas al menos a una intervención quirúrgica. Pero muchas también a sesiones de quimioterapia, radioterapia, e incluso a tratamientos hormonales, una suma de terapias a la que algunos profesionales denominan vulgarmente como el combo. Por lo que, podemos ir haciéndonos una imagen de lo que implica lidiar con esta enfermedad, que no solo atañe a lo físico, sino también a lo emocional, teniendo que aceptar un proceso de tratamiento largo e incierto que repercute de forma directa en la rutina de la persona.
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Pasados varios meses, una vez terminados los tratamientos, las mujeres refieren síntomas físicos agudos y crónicos, tales como la fatiga, pérdida de masa muscular y ósea, aumento de peso y alteraciones hormonales entre otros, que influyen negativamente en su calidad de vida. Por esto mismo, no es extraño que la palabra superviviente no sea un término con el que rápidamente se identifiquen muchas de ellas. Ni tampoco suele ser habitual que la sintomatología depresiva y de ansiedad remitan con la última sesión de quimio o radio. Pudiendo provocar en la persona sensación de soledad y aislamiento, ya que suelen ser aspectos que el entorno desconoce y sin querer juzga e invalida con frases del tipo ahora no puedes ponerte triste, ya ha acabado todo, deberías estar contenta. Afortunadamente, existe un hábito que influye positivamente en la recuperación de la calidad de vida, esto es la práctica de ejercicio físico regular. En contra de las recomendaciones que se daban hace años a los pacientes de cáncer sobre el reposo, la ciencia ha demostrado el enorme beneficio de la práctica regular de ejercicio físico durante todas las fases de la enfermedad. No solo es recomendable una vez finalizado el tratamiento, sino también durante el tiempo que dure el tratamiento activo. Ayuda a reducir los efectos secundarios, e incluso para uno de los mayores miedos de los supervivientes de cáncer: a disminuir la probabilidad de recidiva de la enfermedad. Pero ¿acaso no sirve salir a caminar un rato todos los días? La respuesta es no. Para poder beneficiarse de los efectos positivos de este hábito es necesario que el ejercicio sea dosificado, con tiempo, duración, intensidad y progresión. Es por ello por lo que se han diseñado programas específicos desarrollados por especialistas. A pesar de las grandes ventajas que ofrece el ejercicio físico, son muchas las mujeres que no lo practican ni durante ni tras el tratamiento. Quizá tampoco lo hacían antes del diagnóstico. Por lo que conocer de qué forma podemos saber cuáles son las variables implicadas en que las mujeres se adhieran al ejercicio físico nos ayudará a conocer quienes son las que pueden necesitar otro tipo de apoyo adicional antes de comenzar un programa. Se han desarrollado modelos teóricos para predecir la motivación para comportamientos saludables como puede ser el Modelo Transteórico del Cambio (MCT) de Prochaska y DiClemente (1983). Cuya principal dimensión es colocar a la persona en diferentes momentos (estadios) como si de un termómetro se tratara, según se acerca más a la realización de la conducta deseada (precontemplación, contemplación, preparación, acción y mantenimiento). Pero también valora los procesos de cambio, es decir, las estrategias cognitivas y las conductas que utilizan las personas para adoptar un comportamiento. El nivel de autoeficacia, la que podríamos definir como la confianza de una persona en su capacidad para cambiar su comportamiento. Y el balance decisional, los pros y contras que encuentra la persona a la hora de realizar dicho hábito. Analizando los trabajos en supervivientes de cáncer de mama realizados con el modelo anteriormente citado, nos dimos cuenta de la escasez de estudios que trataran este tema. Pero de los pocos que lo hacían, se constata que el MCT es útil para predecir la adherencia al ejercicio físico en este tipo de población. Por lo que se evidencia el modelo como una herramienta válida para los profesionales. En concreto los principales constructos del MTC que aparecen como variables asociadas a la adopción del ejercicio son los estadios de cambio o preparación motivacional, el grado de autoeficacia, el balance decisional y las cogniciones favorables al ejercicio. Por lo cual es muy importante evaluar las cuatro dimensiones que componen el modelo (mediante entrevista y cuestionarios) para conocer quiénes son las mujeres que necesitan apoyo previo al programa. Así será posible optimizar recursos y ofrecer un asesoramiento individualizado. Pudiendo, además, prevenir los abandonos y la sensación de fracaso. Se trata de ayudar a las personas a manejar las consecuencias del post tratamiento, del que pocas veces se habla, de la mejor manera posible. El artículo completo puede encontrarse en la revista Psicothema: Díaz Fonte, J., & Cruzado, J. A. (2021). El Modelo Transteórico y el ejercicio en supervivientes de cáncer de mama. Clínica y Salud, 32(3), 129-137. | ||||
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