Tal y como hemos informado hace unos días en Infocop, el 16 de febrero de este mismo año se constituyó la Comisión Interinstitucional de Psicólogos Educativos (CIPES), integrada por representantes de todos los ámbitos vinculados a la psicología de la educación de nuestro país, tales como la Conferencia de Decanos de Psicología, el Consejo General de los Colegios Oficiales de Psicólogos, las Asociaciones de Psicología de la Educación, el mundo académico de Psicología Evolutiva y de la Educación y el mundo profesional. |
Desde que se constituyó, y en el transcurso de menos de un mes, los miembros de CIPES han mantenido una serie de reuniones con diferentes representantes políticos de CiU, PNV, IU, PSOE y PP, con la finalidad de alcanzar el máximo consenso para el reconocimiento oficial de la figura del psicólogo educativo. Estas reuniones, calificadas por CIPES como muy satisfactorias, han permitido trasladar a los representantes políticos asuntos de interés fundamental para la consolidación del psicólogo educativo en los servicios de orientación escolar. Asimismo, han servido de base para lograr un apoyo inicial de las principales fuerzas políticas para esta iniciativa, que pretende garantizar que los profesionales que integren los equipos de orientación escolar estén debidamente cualificados, mediante el grado en psicología o pedagogía y tras haber cursado un máster profesionalizante correspondiente, dado que el actual Máster de Formación del Profesorado no es, en modo alguno, el medio adecuado para lograr este objetivo.
Para profundizar en el tema y dar a conocer las implicaciones que supondrá la consolidación de esta propuesta para la comunidad educativa en su conjunto y para el colectivo de psicólogos educativos, Infocop ha recogido las impresiones de algunos de los miembros de CIPES presentes en estas reuniones, quienes aportan su genuino punto de vista como representantes de cada una de las partes implicadas en el ámbito de la psicología de la educación.
De esta manera, contamos con la colaboración de Juan Fernández Sánchez, coordinador general de CIPES y representante del mundo académico del área de Psicología Evolutiva y de la Educación, Josep Vilajoana i Celaya, representante del Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos, Carlos Gallego López, en representación de la Conferencia de Decanos de las Facultades de Psicología de España, José Antonio León Cascón, en representación del mundo profesional y José Mª Román Sánchez, representante de las asociaciones de psicología de la educación.
Juan Fernández SánchezCoordinador general de CIPES y representante del mundo académico del área de Psicología Evolutiva y de la Educación en CIPES
Por un lado, el pilar de las necesidades y demandas de los distintos agentes de la comunidad educativa no universitaria (profesores, padres, alumnos y los propios psicólogos educativos), como quedó bien reflejado en el Acuerdo sobre la inserción del psicólogo educativo en el sistema de educación español no universitario del 21 de septiembre de 2010 (ver aquí
).Por otro lado, el pilar académico, sobre todo el que se centra en las aportaciones de las investigaciones llevadas a cabo básicamente en Europa y Estados Unidos. Los tres objetivos diana universales del psicólogo educativo son necesariamente: los profesores, los alumnos y los currículos, considerados todos ellos siempre dentro de tres contextos fundamentales: el familiar, el escolar y el social. A su vez, las tres funciones más esenciales de cualquier psicólogo educativo son: las de evaluación diagnóstica y educativa; las de asesoramiento psicológico a alumnos, padres, profesores y autoridades académicas; y las de intervención, tanto de tipo correctivo como, sobre todo, preventivo y optimizador. Conviene resaltar que ambos pilares se reclaman mutuamente, es decir, son concordantes a la hora de sostener la calidad de un buen sistema educativo, según ponen de manifiesto abundantes datos cualificados de investigación.
Si todo lo anterior se aproxima a los mejores conocimientos con los que hoy contamos a escala internacional, entonces los contenidos del máster han de estar necesariamente centrados su troncalidad- en las siguientes materias básicas de primer nivel, que cada facultad y universidad desglosará en las asignaturas pertinentes: evaluación diagnóstica y educativa; asesoramiento psicológico a la comunidad educativa; intervención psicoeducativa (de carácter prioritariamente comunitario); prácticum y Trabajo Fin de Máster. Un segundo nivel de materias estaría formado por: atención a la diversidad (clásicamente conocida como Psicología de la Educación Especial); trastornos del desarrollo, trastornos del aprendizaje, nuevas tecnologías aplicadas en contextos educativos; prevención de drogodependencias y de violencia escolar, entre algunas otras.
Como resulta lógico desde los planteamientos de Bolonia (que es el denominador común de los másteres europeos), el acceso a este tipo de másteres (profesionalizantes) debe quedar reservado, en nuestro caso, a los psicólogos, dado que no se debiera olvidar que la capacitación profesional viene determinada, en primera instancia, por el grado.
Por lo que respecta al número de créditos, un primer sondeo con académicos del área de Psicología Evolutiva y de la Educación puso de manifiesto que el máster de 90 créditos ECTS frente al de 60 o 120- era el que se consideraba más apropiado, dada su relativa coincidencia con la corriente mayoritaria europea. De estos 90 créditos, 30 deberían reservarse para el prácticum y el Trabajo Fin de Máster.
A la luz de lo expuesto anteriormente, cabe inferir con cierto rigor y con total sensatez, que este máster profesionalizante de Psicología de la Educación poco tiene que ver, salvo en la propia denominación de máster, con el de Formación del Profesorado. No deja de ser curioso, y tal vez esperpéntico, que sea España el único país del mundo, que yo conozca, que para que un psicólogo educativo pueda ejercer debidamente las funciones específicas anteriormente señaladas dentro del ámbito escolar-, no tenga más remedio que matricularse en un máster cuyo objetivo esencial es la formación del profesorado. Si D. Ramón Mª del Valle-Inclán levantara la cabeza
Josep Vilajoana
Representante del Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos en CIPES
Resulta inadmisible, y así lo entienden todas las organizaciones de padres, profesionales y académicos en este país y en el resto de Europa, que cualquier licenciado de otras ramas del saber pueda ejercer una tarea tan específica y tan crucial para el futuro de nuestros jóvenes. En realidad, en el conjunto de Europa no existe una figura tan ambigua como en nuestro país. Por el contrario, hay una apuesta decidida por el psicólogo educativo, que puede convivir con otros especialistas.
Esto que estamos solicitando a través de CIPES no se trata de una invención, sino de restituir, en el sistema educativo, aquella organización conocida y reconocida que aporta orden y garantías a los necesarios apoyos educativos.
Es necesario dar respuesta a las necesidades educativas, sentidas y expresadas por toda la comunidad educativa. Y el psicólogo educativo, bien sea a través de la licenciatura o a partir de ahora del grado, tras haber cursado un máster específico, y sin menoscabo de otros especialistas, es la figura más idónea.
A nuestro modo de ver, el psicólogo educativo, profesional no docente, puede desarrollar las siguientes funciones: evaluación diagnóstica en contextos educativos; asesoramiento psicológico a alumnos, padres, profesores y autoridades académicas; intervenciones de tipo correctivo, preventivo y optimizador; y coordinación sistemática con otros profesionales -y derivación ágil, si procede-.
Es sumamente importante transmitir seguridad a los alumnos y sus familias. La figura del psicólogo en general, y especialmente la del psicólogo educativo, es un rol reconocido en la sociedad. El panorama actual, de fracaso escolar y abandono, preocupa a los padres que exigen soluciones a partir de los consensos que las instituciones que representan a los profesionales hemos podido construir. Se trata de ordenar legislativamente, aclarar técnicamente y aplicar de manera valiente.
Carlos Gallego
Representante de la Conferencia de Decanos de Psicología en CIPES
Desde una perspectiva más amplia, la Conferencia de Decanos apoya los esfuerzos destinados a conseguir un reconocimiento explícito y específico de la figura del psicólogo educativo dentro y fuera del sistema escolar, lo cual conlleva, entre otras cuestiones, la necesidad de una formación especializada. Parece muy claro, y así lo han reconocido y manifestado públicamente distintas asociaciones profesionales y de padres y madres de alumnos, que la actuación profesional del psicólogo educativo es un factor importante de mejora del sistema y, en este sentido, es fundamental plantear las fórmulas que permitan desarrollar esa aportación, tanto en el marco de los departamentos de orientación, como a través de servicios especializados de apoyo psicoeducativo.
Desde las Universidades debemos garantizar, naturalmente, la formación adecuada de nuestros titulados para el desempeño de dichas funciones, y de ahí se deriva la necesidad de desarrollar la formación especializada en el ámbito de la psicología educativa, la cual debería obtenerse, a nuestro parecer, tras cursar el grado en psicología, a nivel de posgrado y en forma de máster profesionalizante, tal y como se ha planteado ya desde hace tiempo en el proyecto formativo diseñado conjuntamente desde los ámbitos académico y profesional.
José Antonio León Cascón
Representante del mundo profesional en CIPES
De las conversaciones mantenidas se deduce que los partidos políticos ya tienen claro (tal y como se lo hicimos saber) que este Máster profesionalizante de Psicología Educativa se está imponiendo en Europa y que no coincide con el actual máster de Formación del Profesorado presente en nuestro país, ni con el de la especialidad de orientación educativa. Ninguno de estos dos másteres se contempla en ningún país de Europa dentro de la formación del psicólogo educativo.
José María Román
Representante de las asociaciones de psicología de la educación en CIPES
Incrementar su visibilidad y eficiencia dentro de dichos servicios, tiene como consecuencia demandas más específicas y centradas de padres, profesores, directivos de centros, supervisores de la educación y de los mismos alumnos. Ahora las demandas son borrosas e inseguras. Si logramos a través de la institucionalización del psicólogo educativo (y del resto de profesionales del Servicios de Apoyo Escolar)- demandas específicas de este profesional (es decir, que las demandas de naturaleza psicológica vayan dirigidas al psicólogo educativo y no a los otros profesionales), el ahorro de tiempo, esfuerzo y dinero de todos los agentes implicados en la educación se hacen evidentes.
Por otra parte, el feedback académico-profesional, que tiene que haber entre psicólogos educativos profesionales y psicólogos educativos académicos, se concretará y especializará, lo que repercutirá en proyectos de investigación y en docencia más ajustados a las necesidades educativas. Es decir, esta situación se traducirá en beneficios para la profesión, la universidad, la sociedad y para el Ministerio de Educación, ya que este último podrá conocer con claridad y especificidad las demandas que los Servicios de Apoyo Escolar tienen y, dentro de los mimos, las que se dirigen a cada uno de los profesionales que lo forman. La política de dotación de plazas en función de necesidades reales parece obvia.
Uno de los grandes objetivos de ACIPE es ayudar a formar psicólogos educativos con competencias teórico-conceptuales, tecnológico-instrumentales y técnico-prácticas de excelencia (y «situadas») para resolver los problemas educativos que la sociedad plantea a través de alumnos, padres, profesores, directivos, supervisores y políticos.
Finalmente, siempre hemos defendido que el psicólogo es un profesional de la salud. Trabaje donde trabaje, bien sea en la eliminación o disminución de trastornos psicológicos en el 25% de la población (psicólogo clínico: función correctora) o en la mejora de las fortalezas psicológicas de las personas o en la prevención de trastornos en las mismas (prevención y optimización de la salud) -tareas afines al psicólogo educativo, que trabaja desde diferentes ámbitos educativos: familiar, escolar y comunitario; y, en este último, en colaboración con el psicólogo social-. Las funciones preventivas y optimizadoras de la salud de los agentes educativos (alumnos, padres, profesores, directivos y supervisores) están emergiendo con fuerza. Prevenir los problemas de salud y, sobre todo, en el 75% de la población sana, optimizar las fortalezas psicológicas (asertividad, autoeficacia, sentido del humor, optimismo ), serán cada vez tareas más importantes del psicólogo educativo a realizar en los centros educativos. El Máster en Psicología de la Educación (de naturaleza profesionalizante y 90 créditos), que ACIPE promueve para especializar a los psicólogos educativos, contempla estas funciones, además de las convencionales de: evaluación psicológica, asesoramiento psicoeducativo, intervención psicoeducativa y derivación a otros profesionales.