PRENSA Y ENFERMEDAD MENTAL CRÓNICA

30 Mar 2006

En el último número de la revista Intervención Psicosocial, José Ramón Bueno Abad y Francisco José Mestre Luján, han publicado una investigación relacionada con las representaciones sociales de la enfermedad mental que refleja la prensa. Los autores de esta investigación recogen en el siguiente artículo algunos aspectos relacionados con la citada investigación.

José Ramón Bueno Abad, es Catedrático de Escuela Universitaria del Área de Psicología Social, en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universitat de València. Es, así mismo, funcionario en excedencia de la Generalitat Valenciana, en donde ha ejercido diversos cargos de dirección.

Fue subdirector de la Escuela Universitaria de Trabajo Social y Vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales y ha recibido numerosos premios de investigación, entre ellos, el Premio Nacional de Investigación del INSERSO (1990) y el Premio Internacional del INSERSO (1991) en la modalidad de Medios de Comunicación.

Francisco José Mestre Luján es doctor en Psicología por la Universidad de Valencia y profesor asociado de la misma universidad. Es en la actualidad psicólogo de los Centros de Servicios Sociales de Atención Primaria del Ayuntamiento de Valencia y ha sido Director y Psicólogo de CRIS /C. Día para personas con enfermedad mental en la ciudad de Valencia. 

                

José Ramón Bueno Abad y Francisco José Mestre Luján

Universidad de Valencia

No cabe duda de que el tratamiento de las enfermedades mentales crónicas ha evolucionado a lo largo del tiempo. La contribución de la exploración médica, sobre todo, en la primera mitad del siglo pasado sobre la base de la investigación neurológica, ha supuesto un gran avance para la comprensión y el tratamiento de los síndromes psicóticos teniendo su reflejo más evidente durante la década de los cincuenta, con la aparición de psicofármacos como la Clorpromazina o, en la actualidad, con el uso de nuevos antipsicoticos como la Risperidona, en principio con menores efectos secundarios que los fármacos clásicos. En realidad, estos avances supusieron un importante cambio de paradigma, que motivó, en no poca medida, la aparición de nuevas ideas sobre la enfermedad mental crónica y permitió que los enfermos pudieran desarrollar otro tipo de vivencias en un medio social normalizado, que no fueran ya necesariamente las asociadas a una cultura asilar u hospitalaria y haciendo posible con ello, el inicio de la Reforma Psiquiátrica de 1985.

Esta «biologización» de la esquizofrenia y los trastornos psicóticos, sin duda tiene su prolongación en la actualidad con las expectativas derivadas de la investigación genética, pero junto a ello es necesario reseñar que ha posibilitado la evolución de la psicoterapia para el tratamiento de las psicosis, sobre todo, a partir de las década de los noventa, en un contexto social normalizado y desde una perspectiva ambulatoria y comunitaria. Desde la citada fecha, en el campo de la psicoterapia conviven modelos psicológicos conductuales, cognitivo-conductuales, de intervención familiar o de terapias integradas desde una perspectiva multidimensional y con posibilidades de aplicación desde una orientación comunitaria para el tratamiento de la psicosis (Roder, V., et al, 1995; Rodríguez, A., 1997).

En este nuevo contexto, la investigación psicológica ha tenido que hacer frente a la necesidad de extender sus investigaciones hacia el análisis del ambiente social en el que estos enfermos y sus familias afrontan su enfermedad y en la exploración de aquellas variables psicosociales que podrían incidir sobre el curso y pronóstico de las enfermedades mentales crónicas.

Puesto que los grupos sociales configuran una determinada representación de los hechos, de acuerdo con las imágenes que mayormente comparten, y éstas se difunden y transmiten a través de los Media (Moscovici, S., 1961; Jodelet, D., 1989); y puesto que la información compartida por los grupos sociales sobre las causas, la naturaleza y el tratamiento de una enfermedad, pueden incidir sobre el trato que se dispensa a estos enfermos y en el tratamiento de la misma (Leventhal, H, y cools, 1980, 1982, 1984), la unidad de investigación de Psicología Comunitaria de la Universidad de Valencia ha investigado, a partir del análisis cuantitativo y cualitativo de 2920 ejemplares periodísticos (1997 y 1998), tanto de tirada nacional como autonómica de la Comunidad Valenciana, las imágenes que las enfermedades mentales tienen en el actual tejido social.

Los resultados de esta investigación demuestran que en la prensa analizada existen tres representaciones diferentes a la hora de entender la enfermedad mental.

 

Una de las más sobresalientes es la llamada «bio-médica». En ésta se transmite que son el personal médico/psiquiátrico y el contexto hospitalario quienes emiten e informan, desde un discurso que alude a la incurabilidad de estos trastornos, a sus bases orgánicas, al internamiento hospitalario, a la terapia farmacológica y a la Psiquiatría como paradigma dominante. 

Un segundo modelo, mucho menos pronunciado y emergente, es el que definimos como de intervención social. Éste está definido por características de tipo asistencial, ambigüedad en la distinción entre discapacidad psíquica y enfermedad mental y se centra en el impacto de la enfermedad sobre las relaciones familiares. Sin embargo, en él también existen aspectos más positivos como la concepción de que estos problemas pueden ser tratables como enfermedades crónicas, su interés en la salud y no sólo en la enfermedad y su preocupación por la integración social de estos enfermos. Este modelo es transmitido por profesionales como psicólogos y trabajadores sociales, aunque en un numero mucho menor que el modelo anteriormente aludido.

Por último, encontramos un modelo que describimos como relativo a una tipología asociada a los elementos legal/agresión, que es el que los jueces, las fuerzas del orden público y los abogados suelen utilizar en relación a las enfermedades mentales y sus consecuencias legales. Esta representación resulta ser la más compartida por todos los periódicos de la muestra estudiada y la más omnipresente, sin distinción por el ámbito de tirada o la ideología editorial. Su base es el tratamiento de la agresión asociada al enfermo mental, etiquetando a éste como delincuente, agresor y violento y propugnando, como consecuencia, una intervención judicial, más que médica o de carácter social.

Respecto a la imagen del enfermo mental, hemos encontrado diferentes conceptualizaciones que se asocian fuertemente y de modo estadísticamente significativo con la ideología del Medio. Así, para la prensa conservadora (Las Provincias, ABC) el enfermo mental es mayoritariamente agresor, delincuente, discapacitado y causa de alarma social. En el polo progresista (El Levante, El País) el enfermo mental se presenta claramente como un enfermo, un paciente que puede ser agresivo aunque suele ser, en la mayoría de las ocasiones, la victima de los hechos violentos relatados y donde la enfermedad es causa de exclusión social.

A la luz de estos resultados, es necesario concluir que la imagen del enfermo mental crónico sigue siendo insatisfactoria y negativa para su integración social. Tal hecho viene a demostrar que la Reforma Psiquiátrica no se está extendiendo con la calidad suficiente por el tejido social y que existe una imagen hegemónica de la agresión y su tratamiento judicial como eje vertebrador de la representación social de las enfermedades mentales. Por otro lado, la teoría de las representaciones sociales ha demostrado su robustez al tener capacidad para explicar adecuadamente la existencia de asociaciones entre actitudes individuales o profesionales y las representaciones sociales difundidas por los Media. Además, la investigación ha demostrado que las ideologías son un elemento independiente de las representaciones sociales, siendo éstas un modo de pensamiento social específico de las sociedades actuales. Por último, los resultados han puesto de relieve la necesidad de seguir desarrollando la Reforma desde un enfoque comunitario, de proximidad y colaboración entre todos los agentes sociales para conseguir la plena integración social de los enfermos mentales.

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